Ominosa domesticidad

mujer y hombre

“la ficción abre al sentimiento ominoso nuevas posibilidades,
que faltan en el vivenciar”.
- Sigmund Freud, Lo ominoso (1919)

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A Marisol, agradecidos de tu amistad.

Desmitificar el espacio doméstico abre múltiples posibilidades literarias. Sobre todo, cuando lo(s) familiar(es), aquello(s) que pensamos “conocido(s)” y “confiable(s)”, nos revela(n) su latente carácter ominoso/siniestro. Crímenes domésticos (2007), libro de cuentos de la escritora puertorriqueña Vanessa Vilches Norat, logra este efecto de forma admirable. Esto, al insuflar de inquietantes sensaciones nuestras nociones en torno a lo habitual y recordarnos que –a nivel narrativo y en palabras de Alfred Hitchcock- “los mejores crímenes son domésticos”.

La referida cita del afamado director inglés es, de hecho, el punto de partida para las historias que Vilches Norat nos presenta en su texto. El gesto podría interpretarse, por un lado, como presagio de las escenas de suspenso y terror que disfrutará el lector al recorrer cada página. De otra parte, la alusión a Hitchcock anticipa cómo el lenguaje literario de la autora y sus fascinantes descripciones de sucesos y personajes reflejan un tratamiento altamente cinematográfico.

Crímenes domésticos se compone de once cuentos en los que una variedad de mujeres fungen como personajes principales. Estas actúan a partir de una lógica que se resiste y cuestiona la invisibilidad del espacio doméstico, lo cual conlleva evidentemente ciertas dosis de violencia, transgresión, extrañeza y otredad. Desde los múltiples conflictos que experimenta una periodista en “Monstruosa sonoridad” hasta los relatos de la niña que escribe por email sobre la obsesión de su madre con su hermanito en “Tortita de manteca”, los cuentos de Vilches Norat parecen desprendidos de una realidad que, como la de nuestro país, se vive sujeta a la constante negación pública de su propia complejidad.

Narraciones como “Hermosas garras”, “Theobroma cacao L.” y “De la perfección de sus manos”, abordan las encrucijadas del fetichismo, las obsesiones, el deseo y el amor mediante pasajes llenos de intrigas y matices. La autora logra, además, despertar la imaginación de sus lectores al convertirlos en testigos de rituales como los de “Otra cena miserable” y de episodios de aparente locura como los que se exponen en “Fe de ratas”. Asimismo, Vilches Norat nos propone nuevas miradas (cargadas de cualidades voyeurísticas) a través de “Del dulce olor de sus pechos” y las desgarradoras vivencias de una madre y su hija en “Del hilo de su voz”, entre otras ficciones.

mujer y hombre

El diálogo entre cine y literatura que plantea Crímenes domésticos también evoca cómo Hitchcock se nutrió de cuentos y novelas relacionadas al espacio doméstico para sus filmes. The Lodger (1926), inspirada en la novela homónima de Marie Belloc Lowndes y considerada la primera película “hitchcockniana”, y Rear Window (1954), basada en el cuento “It had to be murder” de William Irish, son ejemplos de esta tendencia. A ello se suman las tramas que relacionan dichos espacios domésticos con dilemas entre madres e hijas y que profundizan en las dimensiones psicológicas de los personajes femeninos como Vertigo (1958), The Birds (1963) y Marnie (1964), por sólo mencionar algunas. En el libro de Vilches Norat, estas y otras referencias resuenan sin cesar.

 

Madres, hijas, abuelas, profesionales, seductoras, embarazadas, obsesivas o trabajadoras; las protagonistas de Vilches Norat tienen una voz propia y ensordecedora. 

Crímenes domésticos no es un libro de tirada reciente. Sin embargo, es de los que mantiene su vigencia por la calidad de sus relatos y por su cuidadosa exploración de la condición humana. Tal como ocurre en la cinematografía de Hitchcock, esta obra presenta temas siempre actuales y, más aún, deliberadamente cercanos. Sería sugestivo verla traducida al medio audiovisual.

Lista de imágenes:

1. Janet Leigh y Alfred Hitchcock.
2. Portada del libro "Crímenes domésticos" (2007) de Vanessa Vilches Norat.
3. Suspicion, 1941. Alfred Hitchcock, director.
4. The Lodger, 1927. Alfred Hitchcock, director.

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