Candungos o Yo también te amo

Estampa de la diversidad #1

—Tú dirás, Veatrix. ¿Cuál es el asunto de tanta urgencia que necesitas discutir conmigo?

—Pero, ¿y esa actitud? No sé por qué estás tan a la defensiva, cualquiera diría que no tenemos cosas de qué hablar.

—Me molesta que me cites aquí, a esta hora de la tarde, con tantas cosas que tengo que hacer en la oficina, y sin decirme para qué. Creo que es un abuso de confianza de tu parte.

— Por si se te olvida, Steven, tú y yo tenemos una hija.

— ¿Es ese el tema en cuestión que amerita que hablemos?

—No. La verdad, no lo es.

—Ahh. ¿Ves cómo eres? No hay quien te entienda. Y te conozco mejor que tú misma. Ahora, deja el drama y acaba una vez y por todas de decirme qué sucede.

—Chico, cálmate. Lo primero es que necesito que te serenes porque esta conversación se supone sea pacífica y amistosa.

—¿Pacífico entre nosotros? ¿Amistoso? Desde mucho antes de nuestro divorcio no existía ya nada pacífico entre tú y yo.

— ¡Eso es mentira! Eres tan exagerado…

—Bueno, corrección: todo intento de pacifismo de mi parte siempre fue boicoteado por su majestad.

—No seas tan negativo, nos hemos puesto de acuerdo en muchas cosas, Steven.

—Jum. A ver… La pensión alimenticia de Andrea, es lo único en lo que puedo pensar.

—Puedes ser tan cínico a veces… Eso no es cierto.

—Es que no me dejas alternativa.

—Steven, por favor, que esto es serio, y quiero que lo procesemos de la mejor manera. ¿Recuerdas los acuerdos de armonía a los que llegamos a menos del año de nuestra separación?

—Perfectamente los recuerdo, Veatrix. Pero algo me dice que esto que me vas a decir, nada tiene que ver. No puedo negar que siento esto muy sospechoso. A ver… ¿qué es eso que merece todo este regodeo?

—No es regodeo. Es que es un tema medular y por tanto requiere atención sustancial.

—No me trates con palabras de domingo, que no estamos en la universidad, y tú ya no eres mi profesora. Me cago en la hora cuando te conocí en aquel salón de clases.

—Quiero decir que el tema es delicado. Es serio. Pero igual creo que es muy pertinente que lo discutamos.

—Pues dispara…

—Zoraida y yo vamos a tener un bebé.

— ¡Me lleve el diablo! ¡Un bebé!

—Sí.

— ¿Juntas?

—Así es.

—Tú y tu bucha, perdón, quise decir tu amante lesbiana, por quien me dejaste, van a tener un hijo. Esto es priceless.

—Lo nuestro estaba ya acabado, Steven. Yo no te dejé por nadie. No te hagas la víctima ahora, que no es el momento. Estuvimos separados año y medio cuando conocí a Zoraida, bien que lo sabes.

—Eso es lo que ustedes alegan…

— ¡Steven!

— ¿Y qué se supone que diga yo? ¿Cómo quieres que reaccione ante este notición? ¿Quién de las dos va a cargar la criatura en su vientre?

—Lo que quiero es que sepas del proceso. Que sepas que Andreíta va a tener un hermanito o hermanita, y que estés informado de todo.

— ¡Ay, Dios! Ustedes y el modernismo. ¿Y no podían hacerse pasar por lesbianas anticuadas? ¡De esas que solo meten mano dos veces al año, y comparten su vida con discreción, y son parte de la crianza de una hija que ya existe sin mucho alboroto!  ¡Pues claro que nooooo!  Parecería que hoy en día eso es imposible para muchas de ustedes. ¡También les gusta jugar el juego de la inseminación artificial.

— ¡Steven!

—No me mires así, no me mandes a callar como si te indignara lo que digo. Es un asunto espinoso, Veatrix. Es un asunto serio y complejo, así que déjame vacilármelo. Al menos con un poco de humor paso el trago amargo.

—Zoraida es la que se embarazará. Como yo ya pasé por la experiencia de ser madre, ella desea experimentarlo.

— ¡Claro!  ¿Cómo no se me había ocurrido?

—Hay un pequeño detalle…

—Créeme, nada es pequeño e insignificante relacionado a este tema. Qué jocoso. Mi ex va a tener un hijo con su pareja mujer. Nada más y nada menos que a mí me podía pasar eso. Alguien debe estar grabando estos episodios como reality show para venderlos a alguna cadena televisiva.

—Necesito consultarte algo…

— ¿O sea, que hay más?

—Así es.

—Wow. Y parece importante, porque siete años de casados es bastante para saber que mi amantísima ex esposa tiene cara de pocos amigos. Mira nada más cómo has puesto las cejas. ¿Cuáles son los detalles?  A ver…

—La verdad es que… eh… Zoraida aún no está embarazada.

— ¿Anjá? ¿Cómo así?

—Quiere estarlo. Es decir, queremos ambas que se embarace. Pero…

— ¿Pero?

—Pero, queremos que el nuevo bebé sea hermano de nuestra Andrea en todos los sentidos.

— ¿A qué te refieres con todos los sentidos?

—Queremos que compartan el mismo código genético. Que su madre y su padre sean los mismos.

—Vaya.

— ¿Entiendes lo que quiero decir?

 —No del todo.

— ¿Entiendes que te estoy pidiendo que aceptes fecundar un ovulo mío, con un espermatozoide tuyo y que una vez logrado eso, inseminemos a Zoraida?

—Tienes que estar bromeando.

—No, no es broma.

—Me lleve el diablo. Tienes que estar jodiendo.

—Es un favor que te pedimos…

— ¿Un favor?  Un favor es pedirme el auto prestado, como el pasado mes. O llamar para que me quede con Andrea en la semana que no me corresponde. Eso son favores. Esto otro… esto otro es una maldita pejiguera, Veatrix. Estás del carajo. ¿Cómo se te ocurre que voy a acceder a algo así?

—No tendrías responsabilidad alguna sobre el nuevo bebé.  Sería únicamente mío y de Zory. No te va a costar nada. Nada de pasarle pensión, ni llevarlo al parque. Nada de…

— ¿Acaso no oyes lo ridículo que suena todo esto?

—No es ridículo, Steven.

—No. Es nauseabundo. Es insólito.

—Deja de juzgarme. Deja de verlo todo con tu lente de moralidad heteronormativa para el “público”. Aquí solo estamos tú y yo. No tienes que fingir que eres más moral que yo.

—Vete al carajo, Veatrix.

—Steven, por favor, no descartes esto.

— ¿Qué no descarte este absurdo?

—Si nos dices que no, igual vamos a hacerlo. Te lo estoy consultando a ti, porque preferiríamos que el bebé sea hermano natural, de sangre, de la nena. Es todo. Pero si nos dices que no, igual lo vamos a hacer con otro donante.

—Pues a la mierda, no quiero saber nada del asunto. Váyanse con el otro donante y se acabó.

—Ya tenemos uno visto.

— ¿Ah, si?

—Sí.

— ¿Quién?

—El primo de Zory.

— ¿Cuál primo de Zoraida?  ¿El de la fiesta de fin de año?

—Ajá.

— ¿El molleto alto?

—Sí, Steven. El primo de Zory que es negro. Él ya nos dijo que sí, si nuestra primera opción fallara o declinara. Si eres tan amable, te agradeceré que te refieras a él como el primo de Zory.

—El primo “negro” de Zory.

—Mira que eres impertinente.

—Mi hija va a tener un hermano negro.

—Steven, eres de lo peor.

— ¿Yo soy de lo peor? Tú eres la que estás jugando a violar las leyes naturales del mundo y me llamas a mí…

—Ni se te ocurra terminar esa oración. Con tus amigos y familiares puedes jugar al decente mientras me echas la culpa a mí por ser una supuesta inmoral o libertina. Pero no olvides que a espaldas del mundo y en secreto te comportabas como el “macho hipersexualizado” aceptado por la macharranería campante. Si los de tu círculo que ahora saben de mi abierta “preferencia” supieran que a escondidas tú y yo teníamos menage a trois y visitábamos clubes de poliamoría, y te gustaba pajearte a lo bien macho boricua, sería otro el cantar. Ni se te ocurra hablarme de lo que es y no natural.

—Tener acuerdos convenidos entre adultos, y curiosidad sexual o fantasías consentidas que no atenten contra el matrimonio es lo más natural del planeta. Abandonar a la familia para establecer una nueva relación homosexual es desviado. Se te fue la guagua, querida.

—Sí, imagino que eso es lo que tú explicas por ahí y te creen.

—Mira, Vea, esto es bien jodido.

— ¿Cuál parte?

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—Todo. Todo este lío. Súper jodido. No quiero ser el padre de tu nuevo bebé, es decir, del bebé de Zory… pero tampoco deseo que tengas una criatura de un perfecto desconocido.

—El primo de Zory no es desconocido. Llevo de conocerlo los mismos cinco años que llevo de conocerla a ella.

—Tú sabes a lo que me refiero, Veatrix.

—No, no lo sé. Y más vale que te decidas, porque como ya te dije, esto va. Contigo o sin ti.

—Uuuufffff.

— ¿Y bien?

—No me amenaces.

—No es una amenaza, Steven.

—Déjame pensarlo unos días.

— ¿En serio?

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—En serio.

—Gracias, Steven. Gracias, gracias, gracias por no descartarlo del todo.

—No te emociones. Aún no he decidido nada.

—Okey, okey.

—Te llamo el viernes. ¡Puñeta! Que dolor de cabeza me ha dado. Tú sí que sabes joderle la semana a cualquiera, Vea.

—Gracias, Stev. Sabía que podía contar contigo.

—Aún no he dicho que sí.

—Pero no me has dicho que no. Yo sé que sabes que entre nosotros hay una relación muy especial porque compartimos una hija. Eso es una energía unificadora muy fuerte, a pesar de que nos divorciamos. En el fondo somos una familia que se estima mucho, Steven. Los lazos no se rompen con los divorcios. No me equivoqué al escogerte como padre de mi primogénita.

—Sí, sí… ya veré qué decido.

—No te arrepentirás, Steven.

—No me hables con tus palabras hipnotizantes e idiotizantes. Debo pensarlo primero.

—Okey, okey.

—Jum. A pesar de todo, siempre he respetado lo bien que Zory trata a nuestra Andrea. En el fondo sé que es y será buena madre.

— ¡Eres el mejor!

—Espera. Aún no me abraces, no he decidido nada. No cantes victoria.

—Siempre voy a amarte, ¿lo sabes verdad, Steven?

—Sí. Lo sé. Uffff. Estás del carajo, Veatrix. Tienes los pantalones bien puestos en su sitio por esto que me pides. No tienes cojones, tienes candungos. Ay, carajo. Dame hasta el viernes. La cabeza me va a explotar.

—Sí, Steve. Piénsatelo bien. Sabes que ese bebé va a quererse por todos nosotros. Igual como adoramos a Andreíta. Es lo correcto.

—Nada. Ya veré, ya veré. Me voy entonces. Cuídate mucho y dale un beso de parte de papá a nuestra hija esta noche.

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—Okey.

—Y Vea…

—Dime.

—Nada.

—Dime, por favor.

—Es algo sin importancia.

—Igual quiero que me lo digas…

—Pues que yo también… yo también te amo.