I
Ito no es un preso político. Ito cumple perpetua en Virginia por conspirar sediciosamente contra el gobierno del punto de droga que mezclaba los alucinógenos con ketamina. Pero Ito no solo conspiró, sino que ejecutó y desmembró al dueño del punto. El cuerpo lo escondió en el closet y convivió con el descuartizado por más de seis meses. Se acostumbró tanto al olor de la carne humana en estado de descomposición que, en esos meses, no salió a la calle. “Mataba a su propia gente con la anestesia de caballo”, dijo Ito cuando la policía encontró los restos dentro de varias bolsas negras.
Y es que aunque el closet es un lugar idóneo para guardar cuerpos vivos, muertos o descompuestos, la humedad que suele imperar en esos espacios cerrados, en efecto, no disfrazó la peste, al contrario, la propagó desmesuradamente. Vecinos, asfixiados por el descomunal olor y después de seis meses sin ver a Ito, llamaron a la policía. Pensaban que el joven se había suicidado. “Siempre sospeché que estaba mal de la cabeza”, dijo la dueña del edificio, luego de ver cómo los guardias sacaban las bolsas negras y cómo la prensa televisiva, varada indefinidamente frente al building, filmaba cada minuto del espectacular hallazgo.
Ito se declaró culpable. El juicio no tuvo cobertura mediática apoteósica como el caso Casellas o como el caso Zimmerman, porque Ito es un tipo común: rockero afroamericano atrapado en cuerpo blanco con herencia puertorriqueña que mató al bichote culpable de las incurables llagas y la insaciable piquiña que provoca la sustancia una vez metabolizada por el cuerpo. La sentencia fue de más de 99 años de cárcel. La familia de la víctima pidió la pena de muerte, pero no se la dieron porque: 1) en el fondo, el juez pensaban que Ito más que un asesino en serie, era una persona con problemas mentales, prueba de ello sus profundas ganas de derrocar gobiernos subterráneos y 2) por los propios esqueletos en los respectivos closets del juez y del dueño del punto que cortaba las sustancias con anestesia de caballo.
Los psiquiatras determinaron que Ito requería tratamiento. Sin embargo, como el proceso para gestionar el traslado de la cárcel al manicomio costaba harto dinero, e Ito se lo había gastado todo comprando Lysol y bolsas de basura, ingresó a una institución de máxima seguridad donde se le prohibía, entre otras cosas, ver la luz del sol, salir de la celda y tener contacto con otros seres humanos que no fueran guardias penales, cuyo carácter humano era altamente cuestionable. Solamente podía comer, defecar, pensar, hablar, leer y escribir.
II
Una vez al año recibía una carta con remitente dudoso. Virginia era un territorio sureño, blanco y republicano. Sussex I no sonaba a destino turístico, mucho menos a algún otro suburbio del estado. Sussex I era un state prison. Lo supo luego de leer la primera carta. El padre guardaba silencio (verbal y físico) aunque frecuentaba enviar dinero a la dirección. La madre era la única dispuesta a aclarar todas las posibles dudas sobre Sussex I, Virginia y el que escribía. En la casa el silencio simbolizaba misterio y ganas de no contestar preguntas incomodas. Las preguntas se consideraban incomodas si aludía algún intocable punto del pasado.
Sin embargo, la familia que se autodenominaba cristiana y progresista, sobre todo eso, cirstiana, tocaba sin reparos temas de todo tipo, inclusive algunos tan controvertibles como el derecho a decidir de las mujeres, los anticonceptivos, el sexo antes del matrimonio, la promiscuidad, la masturbación, la homosexualidad, entre otros. Pero, a pesar de la malevolencia del silencio, la madre provocaba el interrogatorio cada vez que torcía los ojos al entregar el sobre blanco. Y la destinataria aún no precisaba por qué los torcía, menos por qué la madre y el padre no mostraban interés en leer las cartas.
III
El poeta José Lezama Lima dijo que “lo que se oculta es lo que nos completa”. A penas entendía el garabato en code swtiching. Mas como suponía que el sobre, el papel y el lápiz costaba el triple que en Walgreens, leía sin interrupciones. Las cartas no eran apologías, tampoco reivindicaciones. Precisar por qué escribía y por qué deliberadamente me dirigía sus escritos era un ejercicio que solo pude avanzar muchos años después de la primera carta cuando me planteé en una clase de literatura por qué la gente escribe. Aún no logro conciliar alguna respuesta contundente.
Quizás Ito me escribía porque era la penúltima del clan, la cría de su tío/padrino, la que más se parece a la abuela Lola, la que siempre preguntaba lo indebido, la única mujer de la familia directa en cursar un grado universitario. Puras acotaciones imprecisas que no abordaban profundamente la raíz de las benevolentes interrogantes: ¿Por qué Ito escribe? ¿Por qué Ito me escribe? Recuerdo que Sylvia Molloy en una conferencia que dictó en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico afirmó: “Escribo para acusar una ausencia, un vacío de cuerpo”.
Ito era inexistente en nuestra cotidianidad doméstica y familiar hasta que llegó la primera carta. Ausente por culpa del encierro, sin embargo, igual de ausente que los libres que residían al otro lado del charco. Su ausencia en nuestras vidas, por lo menos en la mía, no me hacía miserable, y francamente tampoco creía que Ito lo fuera (miserable) por razones ajenas al encierro impuesto. ¿Por qué añorar lo que nunca ha conocido? ¿Por qué escribirle a un desconocido? Inmediatamente, volví a recordar que Sylvia Molloy culminó esa misma conferencia revelando la escritura como un rescate: “Al rescatar huecos de memoria ajena, estoy rescatando mis propios huecos”.
IV
Ito llevaba adentro cinco años y los últimos meses en una celda de castigo por caerle encima a un guardia penal que le escupió la cara. Decía que el requisito para trabajar en una institución penal era desear tener poder para deshumanizar a otro individuo. En Sussex I, aclaro que existe un Sussex II por eso de combatir el hacinamiento, los días de visita eran los domingos. La madre de Ito va por lo menos una vez al mes o cuando le sobra dinero, luego de pagar las cuentas.
Los de afuera desconocen que visitar a un encarcelado es una tarea pesada, difícil emocional y físicamente, pero sobre todo cuesta dinero. No se permite ir con las manos vacías. Hay que llevar chavos, dinero, plata para abonar la comisaría, comprar jabón decente y algún antojito material o culinario. La mamá de Ito, madre soltera, divorciada, bipolar, hacía lo que podía. Vivía a dos horas de la institución y nadie la acompañaba a Sussex Iporque su hijo mató y picó en pedacitos al dueño del punto que cortaba la droga con anestesia de caballo. Mentira, nadie la acompañaba porque el hecho salió en las noticias y la familia, a diferencia de los ciudadanos y ciudadanas comunes, no olvida.
Era domingo y anunciaron que tenía visita. Un grueso plástico y un auricular mediaban el contacto físico y sonoro con el visitante. A Ito no le incomodaba porque nunca expresó desmesuradamente sus afectos. Ese domingo la madre no llegaba sola. Junto a ella se encontraba su tío/padrino, la esposa puertorriqueña y la hija de tres años. Ito acostumbraba hablar en monosílabos con los que permanecían detrás del plástico. Ese día por el cariño que le tenía a su tío, además tocayo, decidió pronunciar oraciones completas.
Ito intentaba concentrarse en la conversación con la madre, el tío y su esposa puertorriqueña, que derramaban lagrimas tras cada exhalación. Pero, era imposible ignorar la mirada de la pequeña de tres años. La niña fijamente sonreía y constantemente murmuraba “mira qué lindo”. De pronto, su mano, pequeña, tras un impulso tocó el plástico divisor. Ito también colocó la palma de su mano en el mismo lugar y la unió con la de la pequeña. Permanecieron así por más de un minuto, y por primera vez Ito deseó deshacerse del plástico que lo separaba de la niña, tal como lo hizo con el dueño del punto que mezclaba la droga con anestesia de caballo.
Lista de imágenes:
1. James Rawson, "Virus Infected Zone" de la serie Pooh's In the Shit, 2013.
2. James Rawson, "Pooh's In the Shit" de la serie Pooh's In the Shit, 2013.
3. James Rawson, Sin título de la serie Pooh's In the Shit, 2013.
4. James Rawson, Sin título de la serie Pooh's In the Shit, 2013.
5. James Rawson, Sin título de la serie Pooh's In the Shit, 2013.
6. James Rawson, Sin título de la serie Pooh's In the Shit, 2013.