Instrucciones ante el Apocalipsis Zombi del Turismo (o sobre cómo combatir turistas y zombis)

foto


I. "They're coming to get you" (...)
 

Ya es una imagen típica en la cultura isleña, la visión del turista, por definición "gringo y jincho", caminando sin mirar al suelo, como embobado ante lo que observa de los edificios y el entorno en el Viejo San Juan. A esa imagen, ya consolidada y estereotipada, se han unido las nuevas tecnologías y la aparente predominancia del turismo de compras y vehiculado por los cruceros. Los turistas-compradores descienden del barco-hotel, que no es otra cosa que un rascacielos-centro de entretenimiento, que desembarca esas masas amorfas y despistadas en un lugar que, al tiempo que deja poco a poco de serlo, les abre los brazos y se pone a su entera disposición. La apertura del Mall of San Juan no es más que una nueva versión del turismo de compras, con acceso privilegiado al aeropuerto. El caminar errático del turista sanjuanero no lo es menos hoy en día, pero quizás algunos recurren a guías turísticas en papel o virtuales, recomendaciones de las redes sociales cibernéticas o a sistemas de geolocalización que les permiten no "perderse" y fijarse únicamente en aquello que alguien ha determinado de antemano que debe verse o comprarse, despreciando el resto y evitando las sorpresas o descubrimientos. Finalmente, solo queda inmortalizar el momento —¿una piña colada en el auténtico lugar donde se inventó?—, la curiosidad ya prevista o la visión del panorama —la postal fotografiada por todos los viajeros, si acaso con figuras humanas cambiantes.

En otros lares abundan todavía más las masas turísticas, en auténticos rebaños bajo la dirección de un guía-pastor quien, con un objeto o signo que lo identifica entre las muchedumbres —frecuentemente una sombrilla, paraguas o banderita, casi siempre de colores llamativos—, los conduce y les explica los tópicos y curiosidades habituales acerca de aquello que les apela a apreciar con la vista. Las masas que vagan sin rumbo, las multitudes que siguen a un líder real o virtual -la guía turística- que posee el incuestionable criterio acerca de lo que es digno de ver y fotografiar, la preferencia por la compra y el lugar aclimatado y "seguro", sea este restaurante, tienda de recuerdos o "mall", todos estos elementos nos remiten de diversas maneras a las representaciones y nociones de los zombis —y, por tanto, al cuestionamiento de lo que calificamos como humano, así como de las lógicas del hábito y la repetición.

foto

II. Caminando con el zombi
 

Para algunos, la imagen del zombi es una representación de nuestras inquietudes, un reflejo distorsionado y en ocasiones ominoso, de nuestras condiciones económicas y sociales. Como todo monstruo, el zombi nos demuestra o es percibido como una demostración —si asumimos las distintas acepciones y etimologías del término "monstruo" (Castillo, 2014)— que dependiendo del contexto y de la temporalidad significamos como una señal, un símbolo, un presagio, un doblaje o un prodigioso engendro consecuente con nuestros tiempos. Se ha propuesto la posibilidad de que la figura del zombi, característica y omnipresente, retrate de algún modo nuestros problemas para definir lo humano o nuestra inquietud por cómo evoluciona nuestro mundo, cuya formulación distópica potencial sería una (a)sociedad zombi. Sociedad en la cual "lo social" pierde su carácter de diálogo e interacción pública, en donde lo político se reduce a una regulación competitiva (y se de-politiza la acción comunitaria en una concepción neoliberal de "libertad" limitada al self-interest individualista). Es una especie de autoritarismo y crueldad muy a tono con el darwinismo social, que se enfoca en el individualismo pudiente y descarta el grueso de la sociedad como discernible y unfit, que Henri Giroux (2011) asocia con la política zombi y el capitalismo de casino.

Otros, en la línea de ciertas interpretaciones del ya clásico Night of the Living Dead de George A. Romero, describen una infección zombi, con epicentro en Estados Unidos, y uno de cuyos medios de contacto sería el famoso Black Friday (en particular si partimos de su otro clásico, Dawn of the  Living Dead): masas irracionales acudiendo a tiendas y centros comerciales a comprar artilugios que no necesitan con un dinero que no tienen (Tome Mosquera, 2015). También hay aquellos que, siguiendo los filmes de Romero, en particular Night of the Living Dead, ven en el zombi una especie de venganza, en particular cuando trata de muertos que se levantan de sus tumbas. Por ejemplo, soldados muertos que retornan en contra de una sociedad opulenta, egoísta y represiva que los había enviado a su muerte (como sucede también en el episodio "Homecoming" de la serie Masters of Terror); al igual que una crítica a la familia burguesa y a la segregación racial (vale ver hasta qué punto los negros, los latinos y otras "minorías" pueden ser confundidas con zombis o simplemente abandonadas, como lo fueron espectacularmente en Nueva Orleans con Katrina). Aunque estos no hubiesen sido los registros exactos ni la intención de Romero (al menos en este primer filme, en donde tampoco utiliza el término zombie), él mismo admite que sus filmes han sido un medio para (tanto él, como sus interlocutores) expresar historias de carácter político (Ferrero & Roas, 2011, p. 2-3).

foto

En este sentido, se puede argüir que los zombis representan la imagen distorsionada de las masas "sobre todo de la clase trabajadora que ha sido engañada por el capitalismo y en este proceso ha perdido su humanidad" (Ferrero & Roas, 2011, p. 7). En ocasiones hay también un cierto tono de crítica ecologista (que en ocasiones parece presentarse como un castigo divino), de los efectos de la sobre-población y de la experimentación científica con animales, enfocada en armas biológicas o una farmacología descontrolada. A tono con esto encontramos también cierta curiosa añoranza por una sociedad sobreviviente, apegada al uso de armas y a figuras "heroicas" de corte militar y policiaco, que puede reflejar cierto fetiche banal fascista o de corte socio-darwinista: hay gente que sobra, y la Naturaleza obliga y nos da la oportunidad para eliminar los remanentes, para volver a empezar de nuevo, pero con los que demuestran ser los más aptos para sobrevivir.

Finalmente, la zombificación puede ser descrita, siquiera parcialmente, a partir de las observaciones que Walter Benjamin y otros, como el antropólogo y dramaturgo Enrique Vargas, han propuesto sobre lo que nos haría verdaderamente humanos: el juego, la experiencia y el conocimiento a partir de este. Para Vargas, esto se opone a la sociedad que confunde información con conocimiento, que olvida la pertinencia del juego como una experiencia, un acto voluntario y transformador, como habían advertido los dadaístas y ratificado Benjamin. Se pudiese decir que en una sociedad en donde la información y la imagen se nos presentan como ofertas de la realidad, como experiencias y conocimientos verdaderos, nos topamos con una zombificación que se nutre de reproducciones mecánicas, de narcosis banales y de andar por "no lugares" (como el mall, el aeropuerto, las carreteras, los hospitales y esos otros lugares en donde proliferan los "muertos vivientes").

Hay algo de esta zombificación que va de la mano con el turismo de masas. Nuestras miradas —tanto de los turistas como de los nativos— se fijan en pantallas y artilugios, en aquello que portamos para comunicarnos y acceder a las últimas noticias y chismes. Miramos hacia esos cachivaches electrónicos, normalmente con la mirada hacia abajo, el cuello a punto de fisiatra y el pulgar moviéndose nervioso. Frecuentemente lo que vemos no lo apreciamos, no lo miramos, no lo experimentamos, pues lo hacemos a través de esas pantallas, pendientes como estamos de gravar o fotografiar aquello que nos parece novedoso, interesante, sorprendente, noticioso o que simplemente nos permite dar un nuevo toque narcisista a una inventada identidad virtual que nos empeñamos en reproyectar y repetir cada cinco minutos, en un banal y eterno retorno posmoderno. En la hiperconectividad permanente, también actuamos como zombis, mirando lo lejano y virtual, mientras perdemos la visión y la experiencia del espacio real que recorremos, de aquello físicamente cercano que podría albergar belleza o depararnos sorpresas. Zombis al fin, apenas pendientes del entorno y actuando con pasos automáticos e inciertos, nos consolamos pensando que, si no somos turistas, al menos somos un poco menos zombis.

foto

Mención aparte merecen las interpretaciones de la lógica zombi desde el contexto de la biopolítica de Michel Foucault. Desde la biopolítica, el zombi pudiese ser visto como producto de la regulación poblacional, de esa lógica del "hacer vivir, dejar morir", cuya cúspide puede ubicarse en las políticas eugenésicas y en la medicalización de los cuerpos en pro de un bienestar sin límite que auspicia un particular modo de vivir (desde mecanismos de confinamiento, deportación, esterilización y exterminio de "taras inferiores", hasta la medicalización de cualquier pasión, conducta o idea que se aleje de una impuesta normatividad/normalidad). Un modo de vivir que en realidad no es el de una mayoría viviente, dado que lo que es "regular" (que se da con regularidad), cotidiano y constitutivo del quehacer humano es patologizado, vuelto anormal y por ende, indigno, unfit y degenerativo.

En efecto, desde esa perspectiva, el zombi, en particular como "muerto-viviente", es el protagonista por excelencia del "estado de excepción" que analizó Benjamin (2008), aquel que ha sido descrito como no-humano y, por tanto, como no solo irrelevante, sino directamente como objeto de destrucción física o, como mucho, confinamiento, en beneficio de la sociedad realmente humana. Así, los sin nombre, los incivilizados, los reales o supuestos terroristas, aquellos antisociales que viven al margen de la legalidad, los excluidos y marginados, los migrantes, los más pobres, todos ellos son, de hecho, vistos y tratados como zombis o, como mucho, como humanos en proceso de zombificación que, en consecuencia, ponen en peligro al resto de la sociedad.

Da la impresión de que no hay una definición paradigmática del zombi o el "muerto-viviente" (términos similares pero con historias, significantes y usos distintos), y cualquier intento de hacerlo se queda siempre corto, o pierde ese carácter ambivalente y casi liminal (no es ni una cosa ni la otra, ni muerto ni vivo). Eso sí, es una figura que apela mucho y que resulta altamente rentable, tanto para el mercado como para el pensamiento cotidiano, sea para comentar críticamente o para "explotar" y aprovecharse de los malestares y fantasías de nuestra sociedad. Sin embargo, vale cuestionarse: ¿acaso no hay algo del muerto-viviente que muestra lo insondable y sin fondo del deseo y de la corporalidad humana? Hay algo del potencial de los cuerpos deseantes y pensantes que atrae y perturba. Es preciso detenerse en esto un poco, no ya para ver al zombi como un reflejo negativo de nuestra sociedad, sino como una suerte de espejismo de lo Real que aterroriza los intereses capitalistas y turísticos.

foto

III. INTERLUDIO: el Retorno de la Masa, con intereses, de los Impresentables
 

Este ensayo es un ensayo que no es más que un texto zombi y parcialmente frankensteinizado, necesita considerar el movimiento, la masa amorfa en que se ha convertido la imagen más común del muerto vivo. En este sentido, el muerto-viviente y su masa puede pensarse, conceptualmente, como una encarnación curiosa del personaje liminal de los rituales de pasaje (o de paso), ese "sujeto transicional" (neófito o iniciado) analizado por Victor Turner (2005) que "no está ni aquí, ni allá" y cuya condición es de ambigüedad y paradoja, una confusión de las categorías tradicionales (p. 48). Tal vez Jorge Fernández Gonzalo (2011) atina cuando ubica al zombi como una herramienta mítica (que hoy nos permite pensar también el mito del hombre posmoderno), una metáfora cero (e incluso "la zona cero del lenguaje"), un artefacto cultural que permite hacer preguntas complejas respecto a lo desconocido, y un concepto que "lo arrastra todo, que sirve como hueco para la estructura de significación del mundo actual, un signo cero, un punto desde donde iniciar el sistema y volver a pensarlo" (p. 196).[1] Ya sé, suena como algo acéfalo y sin sentido, pero tal vez el zombi nos sirve, en términos conceptuales, como una persona o máscara oportuna para representar algo que lo desborda: la condición migrante de nuestros modos de significar y vivir (para mejor o peor). Eso nos aterra, y basta ver el maltrato y racismo que han recibido los migrantes (pienso, por ejemplo, en la reciente analogía que traza Donald Trump, de los migrantes sirios como un "caballo de Troya"). En este sentido, el zombi puede reflejar tanto los terrores que tienen las clases pudientes ante la masa de impresentables, como la pérdida de ciertas interacciones sociales que percibimos constituyen nuestro universo simbólico. También puede significar la pura idiotez y lo acéfalo, algo que no es para nada banal como objeto de pensamiento. Pero esto ya será objeto de otro escrito.

IV.  Turismo en masa y el zombi: la plaga de los no lugares 
 

Después de este leve detour vale la pena retornar al tema del turismo, en particular aquel que está regido por los fetiches del capitalismo. El turismo masificado está constituido por esa horda de zombis que destruye lugares. Si el lugar es siempre único y la combinación irrepetible de elementos de la naturaleza (Benjamin), de la agrariedad o relación directa con la tierra (Perejaume), de la superposición de diferentes posos de prácticas históricas (Settis), un espacio con significado y que conecta con una cultura (Augé) y sus prácticas/conflictos sociales (Delgado), el ponerlo a disposición de los zombis, de su comodidad y previsibilidad, con el propósito de exprimirlos económicamente, destruye su singularidad, ahuyenta a los locales, desplaza o hace desaparecer la cultura y las prácticas sociales propias, con su historia de continuidades, conflictos y rupturas propias e insustituibles. En consecuencia, no es ilógica no solo la crítica del turismo masivo y sus efectos por figuras importantes del mundo académico, sino que hayan aparecido formas de resistencia o protesta frente a los turistas. Desde el desprecio y la extrema indiferencia individual o la práctica de la pequeña delincuencia a su costa, hasta movilizaciones masivas de los barrios que exigen poner límites a la depredación en nombre del turismo, a la marginación de los locales, a la gentrificación y el inevitable desplazamiento de los pobres hacia zonas menos visibles para el ojo delicado del visitante zombi. Los pobres, de origen local o importado, sirven para servir a los turistas, esos zombis de nuestra época, pero deben ser invisibles en la medida de lo posible y, sobre todo, no pueden vivir y dormir junto a los ilustres visitantes.

foto

Fenómeno curioso y paradójico: el turismo atrae ciertos tipos de prácticas delictivas —"cuentos" o "asociales". Ya a inicios del siglo XX, Juli Vallmitjana detalla los diferentes "cuentos" (¡oh, el "vivir del cuento"!) a los que recurría el lumpen local barcelonés y no es casualidad que, ya entonces, varios de ellos explotaran el filón del visitante o recién llegado, de aquel inseguro, inexperto, confiado, sorprendido por lo que ve, del que está fuera de lugar. La zombización también pretende hacer seguro y previsible el entorno del turista y, por tanto, impone reglamentos que limitan el uso del espacio público y, por diferentes medios, intenta eliminar o invisibilizar la pobreza y la delincuencia locales. Sin embargo, se logre o no desplazar la pobreza de las zonas más turistizadas en beneficio de los zombis, nuevos pobres de otros lugares tienden a ocupar inexorablemente su lugar. Si el "no se ve bien", la preocupación por la "marca" del lugar o las miopes prácticas de transformación urbana expulsan a los locales o los convierten en invisibles, migrantes de otros lugares aparecen para cubrir esas necesidades del mercado o, simplemente, para intentar sobrevivir a costa del turista o gracias a la economía zombi que se desarrolla inevitablemente asociada a este.

¿Qué hacer entonces con el turista? ¿Acaso hay que cumplir el escenario cliché del exterminio, tipo militar o eugenésico, o su doble perverso (la domesticación y servidumbre del amo benevolente)? Hay mucha gracia y amistad en las observaciones de Manuel Delgado (2015) respecto al turista (y no tanto respecto al turismo). Nuestras críticas no buscan, en sentido alguno, desplazar, acabar o extirpar al turista. La verdad, en ocasiones inspiran tanto pena (cuando no risa) como disgusto (o hasta terror), con sus ojos epifánicos o su falso sentido de pertenencia, derecho (en el sentido de entitlement) y merecimiento, muy típico de los patronos y amos benevolentes (en especial, por no decir exclusivamente, los turistas adultos). En ocasiones nos parecen “sobraos” y su “presentabilidad” nos parece cuestionable, como si fuese un Where's Waldo terrorífico que ensucia, hace ruido o representa un contraste que nos aqueja. Cuando llegan guiados —en su modalidad más emparentada con la demagogia y una pedagogía servil— nos recuerdan a los peores imaginarios de las excursiones escolares de infantiles y adolescentes: algunos jugando a pequeños e ingenuos kantianos, otros a rebeldes nietzscheanos “malcriaos”, unos pocos a marxistas de capota, a colones perdidos, a agustines arrepentidos, y ricardines terceros sin caballo. Todos, en su heterogeneidad y curiosa e inescrutable referencialidad, son “el turista” (sea intencionado o accidentado).     

foto

En estas palabras no hay compasión alguna con los excesos del turismo, los “no-lugares” o la aludida zombificación, pues, después de todo, cualquier grupo o nación puede tener el derecho a decirle no y resistirse al turismo, al “desarrollo” y a los “progresos”. También puede decir “prefiero no hacerlo”. También hay que tener cuidado con aferrarnos a una especie de nativismo puro y cerrado (un eugenismo mítico en su genealogía pero real en sus prácticas), un racionalismo naturalista que sigue buscando la autenticidad y lo autóctono en las profundidades del subsuelo, escarbando en pos de la originaria semilla cultivada o en las nubosidades de un cielo estrellado (y ya sabemos que las estrellas no son más que cadáveres astrales, que también desaparecen). Curioso eso de buscar semen o semillas puras, cuando la podredumbre, la muerte y el estiércol, incluso aquellas semillas que no llegan a fructificar, son parte imprescindible de la planta y el fruto, del imprescindible humus fertilizante y vivificador, como nos muestra claramente Perejaume.

 


Notas:

[1] Quizás el significante vacío del populismo, tal como la entiende Ernesto Laclau (2005), sea por ello mismo doblemente zombi.


Lista de referencias:

Aguilar, A. (23 de junio de 2007). Entrevista con Marc Augé: "La imagen puede ser el nuevo opio de los pueblos". Recuperado dehttp://elpais.com/diario/2007/06/23/cultura/1182549605_850215.html.

Benjamin, W. (2008). Obras Completas Libro I, Vol. 2. Madrid: Abada Editores.

Benjamin, W. (1921). Capitalismo como religión [versión digital en Wikipedia]. Recuperado de           https://es.wikipedia.org/wiki/Capitalismo_como_religi%C3%B3n.

Castillo, D.R. (2014). "Monsters for the Age of the Post-Human".Writing Monsters: Essays on Iberian and Latin American Cultures. Hispanic Issues On Line, 15, 161-178.

Delgado Ruiz, M. (24 de marzo de 2015). "Salvemos a nuestros turistas". Recuperado de            http://manueldelgadoruiz.blogspot.com/2015/03/salvemos-nuestros-turistas.html.

Delgado Ruiz, M. (2009). "Seres de otro mundo: sobre la función simbólica del inmigrante". En II Training Seminar de Jóvenes Investigadores en Dinámicas Interculturales, La dinámica del contacto: movilidad, encuentro y conflicto en las relaciones interculturales. Barcelona: CIDOB edicions.

Dussel, E. (1993). Las metáforas teológicas de Marx. Navarra: Editorial Verbo Divino.

Fernández Gonzalo, J. (2011). Filosofía zombi. Barcelona: Editorial Anagrama.

Ferrero, A. & Roas, S. (2011). "El 'Zombi' como metáfora (contra) cultural". Nómadas. Revista de Ciencias Sociales y Jurídicas 32, 1-24.

Garris, M. (creador y escritor) & Hamm, S. (escritor), y Dante, J. (director) (2 de diciembre de 2005). "Homecoming". En K. Addis, M. Berger & S.R. Brown (productores ejecutivos). Masters of Terror. Estados Unidos: Showtime.

Giroux, H. (2011). Zombie Politics and Culture in the Age of Casino Capitalism. New York: Peter Lang.

"Homecoming". (2005). Dir. Joe Dante (Masters of Horror, 6).

Laclau, E. (2005). La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Maggioreli, S. (2014). "Se Venezia muore all'ombra dei grattacieli: intervista a Salvatore Settis". Recuperado de http://www.minimaetmoralia.it/wp/intervista-salvatore-settis/.

Pallarés, A. (11 de noviembre de 2015). Enrique Vargas: "Vivim sota l'imperialisme de la mirada". Recuperado dehttp://www.nuvol.com/entrevistes/enrique-vargas-vivim-sota-limperalisme-de-la-mirada/.

Perejaume. (2011). Pagèsiques. Barcelona: Edicions 62.

Perejaume. (2014). Mareperles i ovaladors. Barcelona: Edicions 62. 

Platts, T.K. (2013). "Locating Zombies in the  Sociology of Popular Culture". Sociology Compass 7, 547-560.

Romero, G.A. (director y escritor). (1978). Dawn of the Dead. Estados Unidos: Laure Group Inc.

Romero, G.A. & Russo, J. (escritores) & Romero, G.A. (director). (1968). Night of the Living Dead. Estados Unidos: Image Ten, Laure Group, Market Square Productions.

Sassen, S. (2015), "El lenguaje de la expulsión". Recuperado en http://www.sinpermiso.info/textos/el-lenguaje-de-la-expulsin.

Settis, S. (2014). Se Venezia muore. Roma: Einaudi.

Tome Mosquera, H. (26 de noviembre de 2015). "Compra hoy, mañana podrías estar muerto". Recuperado dewww.diagonalperiodico.net/global/28490-compra-hoy-manana-podrias-estar-muerto.html

Turner, V.W. (2005/1964). "Betwixt and Between: The Liminal Period in Rites de Passage". Myth, Ritual, Symbolism and Taboo, 6 (1), 46-55.

Vallmitjana, J. (1910/2003). La Xava. Barcelona: Edicions de 1984.

Vallmitjana, J. (1908/1910/2004). Sota Montjuïc. Criminalitat típica local. Barcelona: Arola/Edicions de 1984.


Lista de imágenes:

1. Antoine Rose, "Turquoise", de la serie Up in the Air: Miami, 2014.
2. Bence Bakonyi, "No. 02", de la serie Cognition, 2013.
3. Bence Bakonyi, "No. 12", de la serie Cognition, 2013.
4. Bence Bakonyi, "No. 06", de la serie Cognition, 2013.
5. Chris Sisarich, "Egypt Gas Station", 2012.
6. Chris Sisarich, Sin título, 2012.
7. Bence Bakonyi, "No. 07", de la serie Cognition, 2013.