La semana pasada estuvimos expuestas a diversas manifestaciones de mujeres, quienes enseñando sus senos frente al mural del grupo Moriviví (que había sido censurado) repudiaban las acciones contra el mural. Esta protesta también exigía respeto a los cuerpos de las mujeres, ya que, al parecer, la exposición de los cuerpos es aceptada si su función es deleitar la mirada hetero-patriarcal; pero cuando se muestran para reivindicar derechos, entonces se tornan incómodos y se exige taparlos. Estas acciones lograron no solo debates desde diferentes posicionamientos a través de todos los medios de comunicación y los medios alternativos, sino también que se empezara a mostrar senos de mujeres en otras partes (cuadros, viñetas, memes, entre otros). Es decir, ante la censura, hubo mayor exposición.
Toda esta muestra me hizo recordar mi infancia en los años ochenta, en un estado español que estaba saliendo de una dictadura que duró casi cuarenta años. Dictadura que, gracias al apoyo que tuvo el “generalísimo” Francisco Franco de la Iglesia católica, se instauró un recalcitrante puritanismo que marcó a toda una generación.
Mientras en el resto de los países europeos ya se habían logrado derechos tan importantes como el derecho al aborto o el divorcio, en España, en 1973, si una mujer huía de su casa para salvar su vida, podía acabar en la cárcel por abandono del hogar. Sin embargo, con la muerte del Caudillo y la fuerte presión social dentro y fuera del país, las personas que nacimos a finales de los setenta y principios de los ochenta nos criamos en lo que se conoció como la era de "el destape". De momento, pasamos del extremo pudor, en donde un cuello desnudo en la televisión podría verse como algo obsceno, a ver tetas a todas horas y por todas partes. Por eso se le llama "el destape", porque empezó a “comercializarse” el cuerpo de las mujeres, y, tratando de imitar, o más bien de ponernos al día, con temas como "la sexualidad" y "el erotismo", la sociedad española pasó de ver películas como Marcelino pan y vino a ver películas de dos rombos, es decir, las que solo podían ver personas mayores de 18 años, a cualquier hora del día.
Mi generación se crió expuesta a las tetas, no solo en las películas sino en las revistas y hasta en la música. Recuerdo a una cantante italiana, Sabrina, cuyo “performance” musical era que en medio de sus bailes siempre se le salía algún seno y todo el mundo estaba pendiente a ese momento. Sin embargo, si bien esta época ayudó a las generaciones anteriores a superar cierto pudor, y a la mía a no temerle a las tetas, no podemos ignorar que el cuerpo de las mujeres se utilizó como un objeto para el deleite de los hombres. A excepción de las películas de Pedro Almodóvar, "el destape" en el que me críe dista mucho de la acción política que realizaron las compañeras hace unas semanas. En la España de transición, las películas no mostraba a mujeres que se empoderaban de sus cuerpos, sino a hombres que disfrutaban de la desnudez de las mujeres y, aunque sigo pensando que mi generación fue afortunada de crecer en una época en donde se rompió con el miedo a la exposición de las tetas (y las nalgas), esta exposición fue posible porque no supuso ninguna ruptura radical con el orden patriarcal. Es decir, la mayoría de las mujeres mostraban sus senos en los espacios permitidos, pero nunca como una protesta por la autonomía de sus cuerpos.
Las acciones de las compañeras frente al mural parten de la protesta y, por lo tanto, incomodan; no es lo mismo ver a una mujer toples en la playa, que frente a un mural en el corazón de Santurce. De ahí que uno de los grandes logros de la protesta fue el debate que se generó a raíz de esta acción, en el que hubo todo tipo de comentarios y, para mi grata sorpresa, muchos fueron en apoyo a esta acción. Bernart Tort comentó hace unos años en su artículo “tetas y terror” que “[s]in ofendidos no puede haber terror y sin terror no se puede cambiar el mundo” [1]. Es decir, la misma incomodidad es necesaria si queremos retar el orden establecido.
Quien esperase un apoyo rotundo a la acción de las compañeras o se sorprendiese de los comentarios criticando la protesta está bien distanciado del patriarcado puritano que arropa a nuestra sociedad. Por otro lado, ha sido interesante ver las nuevas formas de censura, porque no solo se censuró el mural del grupo Moriviví y las fotografías de las mujeres protestando que aparecieron en la prensa, sino que también se cerraron cuentas de Facebook de algunas personas por publicar fotos de tetas. Experiencia que me tocó vivir de cerca y que me mostró el peso que tiene perder tu vida cibernética; con esa acción pierdes, en cuestión de segundos, tus fotos, relatos, amigos, eventos... todo. De alguna forma, nuestras vidas en Facebook se han convertido en mundos tan reales e importantes que cuando nos sacan de ese mundo nos vemos obligados a reconstruir y tratar de rescatar nuestras memorias. Esta acción me recordó a la serie Once Upon a Time, en donde los personajes son sacados a la fuerza, por un maleficio, del bosque encantado y obligados a vivir sin memoria en otro espacio y mundo: Storybrooke. El espacio cibernético ha creado un mundo a veces más real e interactivo que el mundo en que vivimos. De hecho, para muchas personas Facebook se ha convertido en la fuente primaria de información, de ahí que algunas compañeras en vez de llamar a la prensa se tiraron fotos delante del mural y a través de Facebook lograron que la prensa cubriese la noticia. Por eso, eliminar la cuenta personal de una persona es borrarla de ese mundo, robarle la historia y aislarla de sus contactos.
Sin embargo, a pesar de todas las censuras y trabas, no podemos negar que durante varios días vivimos "el destape" en Puerto Rico, pero un destape feminista, de las mujeres y para las mujeres. Apropiarnos de nuestros cuerpos es la herramienta más liberadora que tenemos las personas; sentirnos cómodas con nuestra desnudez y mostrarnos sin pudor es oponerse a un sistema político que se ha encargado de hacernos creer que siempre tenemos algo que mejorar. En momentos en que la situación política, económica y social del país pretende tirarnos a la calle, dejarnos sin nada, y las medidas de austeridad nos desprenden de nuestras posesiones materiales o por lo menos de la posibilidad de estas, en tiempos en que el cuerpo de las mujeres es visto como objeto y el mismo es subordinado a lo que el orden hetero-patriarcal dispone, tomar las calles, desprendernos de la ropa y responder a la censura es un acto de rebeldía. Llegó la hora de destapar lo que se intenta oprimir.
Notas:
[1] Tort, Bernat. “Tetas y Terror”. 80 grados, 30 de abril de 2012. Recuperado de http://www.80grados.net/tetas-y-terror/.
Lista de imágenes:
1. Intimidad (Inti) Romero, Facebook, 2013.
2. Intimidad (Inti) Romero, Facebook, 2012.
3. Intimidad (Inti) Romero, Facebook, 2011.
4.Intimidad Romero, Exposición María Magdalena, foto de Kir Royal Gallery