Una alianza entre conceptos como 'ética' y 'empresa' es hoy en día casi imposible; no porque sean irreconciliables, sino más bien, porque un liberalismo económico deshumanizado, ha permitido una horrorosa cantidad de abusos y de desigualdad social. La hipótesis de que la suma de bienestar individual trae como consecuencia el bienestar social, se ha venido completamente abajo. La percepción de la ciudadanía, es que las empresas solamente obtienen beneficios a costa del bienestar de la gente, y que los más grandes problemas sociales, económicos y ambientales, son producidos por la mala gestión de aquellas.
No es la transacción del mercado la que regula el comportamiento solidario en las personas; las 'empresas' o 'negocios', no pueden ser pensados como entelequias abstractas y autogestionadoras de riqueza; son más bien actividades humanas, que si bien son generadoras de beneficio, no por ello están exentas de un elevado grado de responsabilidad social.
La 'ética empresarial' (Business Ethics), como se ha venido desarrollando en el último tiempo, es muy consciente de esto: las empresas son grupos de personas organizadas en torno a un proyecto común que no sólo obtiene beneficios para sí, sino que ese el valor económico 'debe' ser adquirido 'conjuntamente' al beneficio de la sociedad en la que está inserta. A esto, Michael Porter, lo llamó 'valor compartido', y se ha convertido poco a poco en la piedra angular de lo que hasta hace poco venía perdiendo cobertura: la Responsabilidad Social Empresarial.
La Responsabilidad Social Empresarial, en tanto estrategia de marketing ha sido un verdadero fracaso, las empresas con mayores índices de corrupción, vieron en ella una buena forma de limpiar su imagen. En Chile –por ejemplo– la muy aclamada Teletón, se ha convertido en un espacio de engaño o falsas ilusiones; no por los nobles objetivos que ella persigue, sino, porque se ha instrumentalizado de tal manera que su ejecución pasó a formar parte de este escenario capturado por los medios de consumo, donde las donaciones o aparente filantropía pasaban a ser sinónimos de 'buenas prácticas', lo que –evidentemente– es una falacia.
Pero tampoco la filantropía, la inversión social, la inversión social estratégica, son elementos vacíos de significado; al contrario, muchas de estas iniciativas han colaborado en el mejoramiento de la calidad de vida de muchas personas. Lo que decimos, es que éstas no pueden ser separadas de un 'modelo de gestión' en Responsabilidad Social, que integre las 'buenas prácticas' a todos los ámbitos de la cadena de valor de una empresa. De no ser así, la Responsabilidad Social Empresarial sólo será entendida de manera muy reducida y equívoca, como una estrategia de marketing para otorgar reputación donde solo hay un conjunto de iniciativas improvisadas.
Slavoj Zizek, así como muchos otros, se ha encargado de hacernos ver este lamentable fenómeno del 'capital cultural' asociado a los negocios; o de cómo la tendencia verde o ecológica, y la mal comprendida sustentabilidad, se ha instrumentalizado con el solo objeto de dominar y explotar los mercados en perjuicio del bienestar social.
Estoy muy de acuerdo con lo expuesto por el filósofo esloveno, sin embargo, me parece que su crítica -como muchas otras– queda colgada en el perchero de las 'modas antisistémicas de la academia'. Es muy paradójico ser anticapitalista, o proponer el fin del capitalismo detrás de los podios de las mejores universidades del mundo (como algunas de la Ivy League, donde Zizek es profesor invitado), ocupando los primeros lugares en los sistemas de citación e indexación de publicaciones, o siendo instrumentalizado por los 'censores' de calidad en investigación de todos los países. No sólo Zizek, sino también, casi todo el embrollo de las 'modas antisistémicas' tienen a la 'academia' (la gran prostituta) como el escenario instrumentalizado del marketing cognitivo. Mientras no se comprenda que la 'academia' es una 'empresa' de consumo cognitivo de tal amplio alcance como una multinacional, me parece que cualquier crítica contra el mercado que emerja desde los índices de organización, jerarquización y discriminación del conocimiento como ISI(Thomson Reuters) o Scielo (por señalar los únicos que legitiman el conocimiento en Chile), o los estándares actuales de calidad en la investigación a cargo de guardianes estatales (pero que están al servicio de los privados) como Conicyt, Conicet, Colciencias, etc., me parece que resulta a lo menos 'paradójico', tanto como para algunos resulta al enterarse de que exista una 'ética empresarial'.
No digo solamente que gran parte de las filosofías anticapitalistas sean 'vendidas' al sistema, que de hecho lo son, sino más bien, están sometidas al mismo riesgo que la Responsabilidad Social Empresarial, es decir, que tienen como objeto de crítica aquello que al mismo tiempo producen y reproducen. Curiosamente, los mismos críticos antisistémicos más connotados, no publican en revistas sin indexación, ni tienen pretensiones de institucionalizarse como docentes de planta en Universidades Populares; mi breve paso por la academia, me ha mostrado todo lo contrario, están en su mayoría reunidos en congresos de las más prestigiosas universidades privadas del mundo, donde escenifican sus saberes como mercancías. Las excepciones, son dignas de admiración.
Por ello, tanto la Responsabilidad Social Empresarial en la Teletón o en algunas empresas que efectivamente han sido corruptas, como cualquier 'teoría crítica' de moda al interior de la 'academia', pueden fácilmente convertirse en codiciadas mercancías del mercado global.
Pero mi preocupación acá es otra, y tiene que ver más bien con que la Responsabilidad Social, en tanto proyecto ético, no puede reducirse a la filantropía ni a las estrategias de inversión social como el marketing de limpieza empresarial, sino más bien, va mucho más allá de eso, a lo que las más importantes directrices internacionales como la ISO 26000, la Global Reporting Initiative, o el Pacto Global, han propuesto en torno al mejoramiento de las condiciones que articulan las prácticas del empresariado conjuntamente con los grupos de interés, o de velar por las necesidades y exigencias que la misma ciudadanía construye sobre la base de un diálogo conjunto entre los distintos actores involucrados en un proyecto empresarial.
Por último, pensar –desde la crítica académica– que la Responsabilidad Social Empresarial, en tanto modelo de gestión, es una legitimación de la explotación, es suponer de antemano dos cosas: primero, que la empresa es una entelequia abstracta (autoregulada), y no una organización de 'personas' con necesidades y expectativas éticas propias; y segundo, es ignorar que la 'academia' constituye en sí misma un espacio de mercado y de negocio, al mismo tiempo que es la encargada de gestionar la más peligrosa de las mercancías: la ideología.
Lista de imágenes:
1. Alex Gross, Resist, 2010.
2. Alex Gross, Cascade, 2011.
3. Alex Gross, Dark Side, 2010.
4. Alex Gross, Obey, 2010.
5. Alex Gross, Dior, 2010.
6. Alex Gross, Best Friends (7-Eleven), 2011.