Una guerrita poco espléndida

“War is essentially the health of the state”
Randolph Bourne

“Podrán tener años de lujos, de darse la vida buena pero su día les va a llegar. En estos momentos sabemos quién reemplazó a Ángelo Millones, estamos al tanto de sus actividades y no me extraña que en un futuro le ocurra lo mismo", dijo victorioso el jefe del FBI en Puerto Rico, Luis Fraticcelli, tras la convicción del Bichote bayamonés Angelo Millones y de su hermano Luis Xadier Cruz. De esta manera, el funcionario federal quiere transmitir seguridad a los ciudadanos y confianza en que el sistema de justicia funciona y que es justo. La promesa de la institución es que así como cayó Angelo, caerán todos los que como él violen el estado de derecho. Así de simple es la retórica de los vencedores de esta pequeña batalla en la larga e inútil Guerra Contra las Drogas.

En sólo uno de los operativos contra el Buster, el de 16 de junio de 2010, agentes federales y estatales confiscaron más de 25 propiedades en el municipio de Bayamón —todas en urbanizaciones con control de acceso—, un moderno estudio de grabación, un gimnasio, un lujoso Lamborgini, dos botes y un micrófono de oro. Además, en calidad del Bichote más importante del área, auspiciaba costosas fiestas para las comunidades con prominentes figuras del reguetón (tal y como hacen las agencias gubernamentales y municipales para “acercarse a la comunidad”). Prestaba dinero, le daba “trabajo” a los muchachos del barrio y alguna que otra vez le resolvió a alguna madre desesperada su necesidad apremiante. Es decir, reta la autoridad del Estado como responsable del bienestar —como sea que se entienda eso— de la comunidad.

En un trayecto de varios años, el que ocupa el puesto del Bichote lo hace después de una sangrienta guerra en la que quien comande al corillo más numeroso y babilloso es el que triunfa. Eso fue lo que hizo Angelo a finales de los noventa, aprovechando la oportunidad ofrecida tras el arresto de Alex Trujillo y Wes Solano Moreta.

Ya hay otro que ocupa el lugar del Buster. El Jefe del FBI lo conoce, y nos asegura para que estemos tranquilos, “que en el futuro le ocurrirá lo mismo”. Este status quo de la Guerra Contra las Droga, comenzada, al menos con ese nombre, durante la década del 80, no ha generado ningún resultado. Han arrestado a muchos capos, han evitado que miles de millones de kilos de marihuana, cocaína y heroína lleguen a las calles, han desmarañado esquemas de corrupción policiaca y eso. Pero hay tantos o más capos que antes (también están los aspirantes a capos que se abren paso a fuerza de disparos). Miles de millones de kilos de la droga de su predilección están accesibles en los miles de puntos a lo largo y ancho de la isla. Hay bancos que pagan multas millonarias por manejo irregular de dinero y hay policías que escoltan cargamentos, o políticos con vínculos íntimos con el narcotráfico. Y, si seguimos la lógica del Jefe del FBI, cuando los atrapen, habrán otros que los remplacen, que serán capturados. Y así ad nauseam. Hay que preguntarse a quién le conviene mantener este estado de cosas.

La salud del Estado es la guerra, nos advirtió el filósofo estadounidense Randolph Bourne, por lo que el status quo que provee para la continuación de la Guerra Contra las Drogas le conviene a cierta concepción del Estado. Tal concepción —conservadora, represiva, miedosa— le resulta adecuado y provechoso a algunos de los ciudadanos de la polis. Al menos conocemos a sus portavoces, pues ocupan las posiciones de liderazgo en los partidos políticos. También le conviene a los intereses económicos legales que se benefician del abundante dinero que genera el narcotráfico: fabricantes de armas, vendedores de autos de lujo, joyería, cantantes de cartel y no olvidemos a los abogados (y la necesaria contraparte de fiscales y jueces), fiadores, bancos, … en fin. La lista es muy larga porque se trata de una larga cadena productiva en la economía de la droga.

Así es cómo les conviene a ellos, y ese es el estado de derecho que ellos montan. Y a ti, ¿cuál Estado te interesa?