El impacto económico del tiempo libre en la sociedad puertorriqueña es en gran medida desconocido. Generalmente no tenemos una noción de lo que gastamos en relación con el consumo del tiempo libre. Sin embargo lo que más llama la atención no es tanto el desconocimiento sino la desatención a este aspecto de creciente importancia en la vida individual y colectiva de este y tantos otros países.
Si bien por un lado el crecimiento histórico en la cantidad de tiempo libre tiene un impacto directo sobre el número de horas de trabajo y la producción económica que se obtiene de estas, también la demanda por bienes y servicios relacionados con el tiempo libre ha crecido significativamente, afectando directamente a los mercados de consumo. Obviamente este impacto sobre los mercados de consumo ha estimulado a su vez la producción de bienes y servicios, perpetuando así el ciclo económico básico.
En términos económicos, el ciudadano puede verse como un trabajador y también como un consumidor. La aportación del trabajador a la economía nacional, además de estar bien documentada, se considera tradicional y siempre se ha celebrado como de gran impacto. Sin embargo con el desarrollo y arraigo de la cultura del consumo, la aportación a la economía del consumidor ha llegado a opacar la del trabajador, tanto porque el último supera al primero en números absolutos, como también por su participación superactiva en los mercados de consumo. De hecho, a la vez que las horas de trabajo han disminuido a lo largo de los años y simultáneamente las personas se han hecho más afluentes (gracias principalmente al crédito accesible), el elemento del consumo se ha llegado a reconocer como el aspecto predominante del rol económico del tiempo libre en las sociedades industriales y posindustriales.
La producción y reproducción del ocio, como conjunto de actividades que se dan en el marco del tiempo libre, continúa descansando en el rendimiento económico. Las sociedades producen ocio solo en la medida que sus economías producen un exceso de los requisitos básicos de la existencia material. Además, el crecimiento del ocio en el mundo moderno continúa descansando en la aplicación implacable de la ciencia y la tecnología. Colectivamente, como para la mayoría de los individuos, nunca podremos ser libres de la necesidad de ganarnos nuestro ocio.
Paradójicamente, mientras más comprometidos y exitosos seamos como trabajadores, mayores serán nuestras oportunidades de ocio. El ocio nunca podrá reemplazar el trabajo o los valores que sostienen el éxito económico, sin socavar su propia vitalidad. De ahí la amenazante contradicción inherente en el capitalismo, y posiblemente en todas las sociedades industriales y posindustriales, entre los valores de la economía y la ética del tiempo libre. La producción y el consumo hacen una pareja inseparable; cada una presupone la otra. Mientras más se produce, más hay para consumir. A mayor eficiencia laboral en la producción, mayor disponibilidad de tiempo libre. Mientras más las personas valoren las oportunidades de ocio, mayor será su incentivo para ganarse esas oportunidades.
El consumidor y sus gastos
Los gastos relacionados al consumo del tiempo libre han crecido espectacularmente en todos los países industriales y posindustriales. En E.E. U.U., por ejemplo, el mercado de productos y servicios de recreación se estima en 2.4 trillones de dólares y se proyecta que para el año 2015 la mitad del Producto Nacional Bruto se habrá de generar de la industria del ocio y el entretenimiento (Miller, 2013). En épocas recientes, otros países tales como: Inglaterra, Canadá, Holanda, Alemania, Italia, España y Francia han reportado que los gastos de consumo personal en cuanto a la recreación han llegado a representar una quinta parte del total de los gastos del consumidor.
La situación en Puerto Rico no es muy distinta a la de los países mencionados. Para efectos del cómputo de las cuentas nacionales, el mercado de la recreación se inserta dentro de lo que se conoce como los Gastos de Consumo Personal. Esto es un ejercicio anual que se hace en muchos países, en el cual se contabilizan los distintos tipos de gastos que hacen los consumidores en unos renglones (o mercados) previamente establecidos por la agencia de gobierno responsable de esta gestión. La Junta de Planificación del ELA es la responsable por computar los Gastos de Consumo Personal en nuestro país. Aquí, este indicador de actividad económica se compone de unos 14 tipos de gastos que identifica la Junta.
En el informe del año 2013, que aparece en la tabla abajo, se observa que el gasto de consumo personal para el renglón de Recreación ocupa el sexto lugar entre los catorce identificados, y asciende a 4843.1 millones de dólares, lo que equivale a cerca del 8% del total. Esta cifra de por sí representa un gasto considerable, sin embargo, lo que resulta más impresionante es el ritmo de crecimiento que ha tenido este tipo de gasto en los últimos 20 años. En este periodo creció el doble de la tasa de aumento del Gasto de Consumo Personal: el gasto en Recreación aumentó un 600% mientras que el Gasto de Consumo Personal aumentó 300%.
Es evidente que la cifra que ofrece la Junta de Planificación representa solo una porción de la inversión total que hace el consumidor en relación al consumo del tiempo libre y que el conjunto de gastos o segmentos que se usa para componer el mercado de la recreación está incompleto. Un listado que se ajuste mejor a la realidad incluiría, por lo menos, los siguientes tipos de gastos o segmentos, para plasmar un mejor panorama del amplio mercado de la recreación:
—bebidas alcohólicas
—vehículos recreativos (motoras y otros)
—viajar por placer
—salir a comer y beber
—pasatiempos y artesanías
—juegos de azar (que no sea la lotería)
—pesca, caza y buceo
—golf y tenis
—jardinería
—compra y cuidado de mascotas
—accesorios de autos
—embarcaciones recreativas y sus accesorios
—parques, ferias y museos
El ejercicio de incluir todos estos gastos sería mucho más apropiado, fiel a la realidad y, por supuesto, arrojaría una cifra de gastos en Recreación muy superior a lo que se ha estado reportando por años. No obstante, existe una segunda observación que repercute sobre lo que sería nuevamente un cómputo más realista del gasto del consumidor en Recreación. Esto es un reajuste de los catorce renglones de gasto que componen el Gasto de Consumo personal. Estas cifras se pueden redistribuir de acuerdo con el siguiente esquema:
1. A los gastos en Recreación se les debe añadir el total (100%) de los gastos en bebidas alcohólicas y tabaco, instituciones religiosas y entidades sin fines de lucro, ya que estos gastos se dan dentro del marco del tiempo libre.
2. A lo anterior se debe sumar la mitad (50%) de los gastos en viajes al exterior, puesto que es razonable suponer que esta porción se relaciona directamente con el tiempo libre.
3. A todo lo anterior se le debe añadir una séptima parte (14%) de los gastos en ropa y accesorios, alimentos, transportación, vivienda, funcionamiento del hogar, cuidado personal y compras misceláneas, ya que se puede presumir sin mucha controversia que por lo menos un día a la semana estos gastos se relacionan con actividades de tiempo libre.
Recogiendo lo anterior, tenemos entonces que el ejercicio de reajuste de los gastos de consumo personal asciende a 13 312.8 millones de dólares o lo que representa aproximadamente el 20% del total. En otras palabras, 20 centavos de cada dólar que gastó el consumidor puertorriqueño durante el año fiscal 2013 estuvieron relacionados con el tiempo libre. Tal cifra nos coloca hombro a hombro con muchos países en el mundo y a la vez provee evidencia clara de la implantación en el país de lo que podríamos llamar una ética de consumo. Esta nueva ética de consumo se manifiesta predominantemente en el tiempo libre, sin embargo, es quizás más importante apuntar que la misma se ha desarrollado gracias al tiempo libre.
Por otro lado es imposible negar la transformación histórica que ha sufrido la relación entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre, lo que a la vez ha forzado una reevaluación de la percepción común sobre la función del tiempo libre en nuestra sociedad. Tal función se entiende tradicionalmente como una recompensa por haber trabajado durante una extensión de tiempo y también como un derecho al descanso y al entretenimiento (así lo expresa el Artículo 24 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas). Sin embargo, esta percepción resulta inadecuada en el clima económico del tercer milenio, momento en el cual muchas personas tienden a verse más como consumidores que como productores. Dichas personas frecuentemente valoran más el tiempo libre que el de trabajo o, al menos, tienden a ver el primero como algo complementario, en lugar de residual en relación al segundo.
Lógicamente, la mayor parte de la compra de bienes y servicios se da dentro del marco del tiempo libre. Además de que el tiempo libre se usa para comprar, mucho de lo que se compra a su vez se usa durante el tiempo libre y, al ser este cada vez más atractivo para la gente, se generan gastos adicionales. El ciclo parece ir en ascendencia, al igual que la cantidad de tiempo libre para algunas personas. Es de esperar, entonces, que en el futuro, el impacto del tiempo libre en la economía debe ser aún más significativo de lo que parece ser hoy.
Lista de referencias:
1) Miller, R. K. (2013). The 2012-2013 Leisure Market Research Handbook. Rockville: Market Research.com.
Lista de imágenes:
1) Reloj blando en el momento de su primera explosión (1954), Salvador Dalí.
2) portada de revista de ocio Time Out (edición de London).
3) jwheeler1967 (primera imagen).
4) parque de diversions.
5) Foto de Carlos Giusti.
6) Foto de José E. Maldonado.
7) Plaza Las Américas.