Tragedia de una risa

VALERIA.— Muchos niños riéndose. Chillidos. Niños riéndose. ¿Hay diferentes formas de reírse? Esa risa la recuerdo bien, Mami se reía como si estuviese llorando. Una vez la escuché gemir —bueno, se reía— y luego me di cuenta que gemía. Los niños se ríen, se ríen mucho. De repente solo escucho la risa de una niña; la risa se amplifica por todo el patio, se distorsiona; escucho su risa más en un oído que en otro. Los niños se ríen. Mi maestra de tercer grado se reía como una gallina; cuando se reía a nosotros nos daba miedo. Yo pensaba: “Esto se hizo cuadritos, ahora va a sacar su regla y nos va a dar quiz”.

Desde entonces, las gallinas me dan mucho miedo. A las cinco de la mañana escucho las gallinas y lo que escucho es la risa odiosa de Missy Carmen. Muchos niños riéndose. Susurros. Se dicen cosas entre ellos, pero no me lo dicen a mí. Quiero saber por qué se ríen, quiero saber por qué no soy parte del chiste. ¿Yo soy el chiste? No sé. No sé si yo soy el chiste.

Me meto la mano entre las piernas y me doy cuenta que mis pantis están un chin mojados. Creo que me acabo de mear encima, pero lo que salió fue un chorrito. Voy al baño, me quito el panti. No lo puedo guardar porque el bulto está en el locker. Llega Nayda, la que limpia los baños. Entro en un baño y espero a que se vaya. Cuando se va, lo boto en el inodoro. Ahora no baja el inodoro. Meto mi mano en el inodoro, lo saco chorreando; mientras chorrea creo que el panti se ríe de mí, lo meto en el zafacón. Cojo un montón de tissue paper y lo pongo encima del zafacón para que no se escuchen las risas del panti.

Salgo al patio. Los niños se están riendo. Yo no tengo pantis puestos. No creo que nadie se haya dado cuenta que estaban mojados; fue un chin. Yo no sé si escuchan la risa de los pantis. Yo no sé si soy yo, pero mis manos huelen a orín. Camino de nuevo hacia el patio y me acerco a Yesenia. Yesenia se ríe. Me dice bruscamente:

YESENIA.— ¿Qué pasa?

VALERIA.— Se sigue riendo. Saca un límber de limón y mientras se lo chupa se sigue riendo. Yo siento una brisa subir entre mis piernas. Ella no sabe que estoy sin pantis. De nuevo siento la brisa subir entre mis piernas y me dan cosquillas: tengo piel de gallina. Con este salpullido mi piel se empieza a reír hasta que yo me río; me río mucho. Me río con un chillido bien duro, nunca me he escuchado reír así. Yesenia se queda mirándome, mientras sigue chupando su límber de limón; ella también se sonríe.

Las risas no son siempre iguales. Las risas no se pueden forzar, salen con su propia melodía. Mi madre cuando se ríe parece un disco rayado, como un disco que canta una canción muy vieja. Mami cuando se ríe me lleva veinte años atrás, cuando tenía el pelo largo, fumaba y se ponía jeans. Mami cuando se ríe saca una voz más grave, se mueve un poco más lento y entiendo la foto que ella tiene en la nevera: una foto de ella y Papi con unas gafas bien grandes. Yesenia me empuja. 

YESENIA.— ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás allí eslembá mirando a Ricky? ¿Te gusta?

VALERIA.— A mí no me gusta.

YESENIA.— ¿Pues por qué lo miras tanto?

VALERIA.— Se ríe raro. 

YESENIA.— ¿Qué?

VALERIA.— Estoy pensando en otra cosa.

YESENIA.— ¿Quieres jugar basket con ellos?

VALERIA.— Eeee…no sé.

YESENIA.— ¿Qué pasa? ¿No sabes jugar?

VALERIA.— No es eso.

Siento la brisa subir por mis piernas. Los niños están en un grupito en una esquina riéndose, riéndose bien duro. Abren sus bocas y se ríen con chillidos bien duros, como cotorras, como búhos, como changos, grillos. Yo me tapo los oídos. Yo me tapo los oídos como cuando Papi se ríe; Papi se ríe como un perro. Papi aún cuando se ríe, ladra, como si con su ladrido estuviese diciendo: “Cállense todos ahora, y déjenme reír”. Tiene que pedir permiso para reírse. Eso se combina con el hecho de que siempre masca chicle para no fumar y entonces cuando ríe: ladra, masca, ladra, masca, ladra, masca, ladra…

YESENIA.— Nena, ¿quieres jugar, o no?

VALERIA.— (Yesenia también masca chicle como mi padre). ¿Tienes más? 
(Yesenia saca su chicle de su boca y me da un cantito).

YESENIA.— Todavía tiene mucho sabor.

VALERIA.— Yesenia y yo caminamos hacia los niños que se ríen. Se ríen mucho, se ríen bien duro. Ahora Yesenia y yo también nos reímos, nuestras sonrisas se explayan, nuestras caderas se ensanchan. Yo no sé cómo ni cuándo. Yo no sé si fue el chicle que nos unió, pero de repente Yesenia y yo unimos nuestros brazos, unimos nuestras piernas y nuestras bembas, y llegamos a los niños que se ríen, que se ríen mucho. Mi bemba se pone bien roja y gruesa, y sin decir nada agarro el balón.

De repente, hay uno del grupo que deja de reírse. Hay otro del grupo que deja de reírse. Hay otro del grupo que deja de reírse. Hay otro del grupo que deja de reírse. Hay uno solo que se queda riéndose, queda riéndose solito. Él suena como una silla de metal que están arrastrando con un tono bien agudo, hasta que deja de reírse.
Silencio.
No hay nadie riéndose.
Yo tengo el balón en la mano.
Mis bembas están hinchadas.

Lista de imágenes:

1) Mujer y patrón de flores (2012), postal impresa propiedad de la tienda Aviciousabyss en Wisconsin, EE. UU.
2) Ami Simms, Yo-Yo Sisterhood of the Traveling Panties/Sisterhood Update.
3) Alison Gardner, Chicken Sculpture (2011).
4) Dosmujeres riéndose (2012), postal impresa propiedad de la tienda Aviciousabyss en Wisconsin, EE. UU.

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