Mientras era escoltado al autobús policíaco, le dije a un policía que él también era parte del 99% y que él tampoco le importaba a los ricos. Su respuesta fue: ‘Lo sé pero le estás hablando al NYPD, el sentido común no es un sentido común aquí. -Edward Pages, 30, cinematógrafo.
Lo que comenzó como un evento tranquilo y alentador, aquel sábado 1ro de octubre de 2011 por la tarde, terminó como una afrenta y otro incidente más a reprocharle a ese 1% en control de la ley y la riqueza de Estados Unidos. Miles marcharon pacíficamente en la avenida Broadway en una manifestación energética y llena del espíritu de solidaridad. Juntos, estos americanos pintaron un retrato del 99% que reflejaba la amplitud de las identidades de los allí presentes en cuanto a su raza, género, edad, cultura, profesión y contexto. Al caer la tarde, 700 fueron arrestados bajo cargos de supuesta alteración a la paz y obstrucción vehicular.
El movimiento Ocupación Wall Street había llegado a un momento cumbre luego de dos semanas de crear consciencia y de organización continua. La Declaración de la Ocupación, aprobada en consenso el 29 de septiembre, fue escrita doce días después de la primera vez que hubo arrestos en la protesta y luego de documentar el uso excesivo e injustificado de violencia por parte de la policía de Nueva York.
La Declaración está modelada según la estructura de la Declaración de Independencia y está compuesta de veinte puntos principales. Estuve presente durante el anuncio de la Declaración en la Asamblea General que fue difundida en el micrófono del pueblo. El micrófono del pueblo es un método de amplificación de discursos que se usa en la ocupación para informar las reglas de la ocupación y las peticiones del Departamento de Policía de Nueva York, además de llevar el mensaje de protesta del colectivo de nuestras voces.
“Este método se llama el micrófono del pueblo y está diseñado para que un grupo grande pueda llevar a cabo una asamblea en una ciudad ruidosa sin bocinas ni amplificación electrónica. El orador principal dice una frase corta, en un tono de voz normal. Entonces, el orador pausa para que el círculo inmediato a su alrededor repita la frase juntos a viva voz. De esa forma amplifican lo que dice el orador. Un segundo círculo externo, más amplio y más numeroso repite la misma frase, amplificándola una segunda vez y dejándole saber al orador que su mensaje fue entendido. El efecto de este segundo círculo recuerda al de un coro griego por su belleza y efecto”.
El evento que precedió el caos del sábado fue trascendental, fue la mayor aglutinación de apoyo a la Ocupación de Wall Street hasta ese momento. El evento recibió el apoyo y la presencia de los miembros de la Unión de Trabajadores del Sistema de Transportación de Nueva York (NYTWUL) y de la Unión Internacional de Empleado de Servicio (SEIU), ambos grupos con una matrícula de alrededor de 38,000 miembros. La Marcha en Contra de la Brutalidad Policíaca que sucedió entonces fue un mensaje contundente denunciatorio de las tácticas ilegales de la Policía de Nueva York y de cómo sus acciones eran rechazadas.
Los manifestantes estaban pidiendo que la Policía asumiera la responsabilidad de sus actos ilegales. Casi tres mil personas se sentaron en One Police Plaza, de frente a un contingente de la fuerza de choque, una muralla de policías, y nuestros discursos llenaron la plaza. La asamblea concluyó su agenda y se dispersó pacíficamente. Los sucesos del día siguiente a la luz de esta manifestación previa no pueden más que aparentar premeditación por parte de la policía como respuesta a esta asamblea.
Éste es mi recuento de lo que ocurrió al día siguiente:
A las tres de la tarde la asamblea general se organizó y comenzó a marchar hacia el puente de Brooklyn. Me encontraba en la retaguardia de la marcha. Asistí sola, pero me sentía segura y tranquila rodeada de los demás manifestantes. La policía estaba cerca observando respetuosamente y asegurándose que los manifestantes se mantuvieran en las aceras. Cuando llegamos, los últimos al final de la marcha, al puente, nos dividimos. Un grupo se fue al carril de peatones y el resto de nosotros continuamos en la carretera. Según fue descendiendo la línea de manifestantes algunos escalaron las verjas para unirse a los que estaban en el carril peatonal. La mayoría se mantuvo en la carretera; los policías estaban cerca escoltándonos, a nuestro lado, y no dijeron nada.
La marcha paró. Desde nuestra posición gritamos para que continuara pero desde la vanguardia nos llegó que la policía había obstaculizado el paso a los que encabezaban la marcha. La multitud se dispersó y llenó la carretera completa de un lado a otro. La carretera estaba bloqueada y estábamos detenidos.
Los oficiales comenzaron a avanzar hacia nosotros cuando un hombre vestido de naranja, cerca de mí, se sentó tranquilamente en el piso, puso su cartel en su falda, cerró sus ojos y suspiró. En ese instante, ese gesto pacífico a la vez que poderoso me emocionó. Me le acerqué para unírmele, pero antes de llevar a cabo mi intención, los policías lo rodearon. Me alejé y comencé a grabar su arresto en mi teléfono. Seis policías lo rodearon mientras los demás les gritábamos: ‘¡Déjenlo ir, no hizo nada!” Empezamos a cantar : “¡No hizo nada!”
Un oficial de la policía de alto rango le hizo señas a otros policías bajo su mando. Ahí paré de filmar, pues sabía lo que venía. Varios camiones llegaron hasta nosotros. Los policías que se nos acercaban velozmente tenían en sus cinturones decenas de esposas de plástico; era evidente que venían ya listos para detenernos. Traían también redes naranja para cercarnos.
Me alejé hacia el extremo lateral del puente y busqué la forma de escapar. Miré a los ojos de otro oficial que estaba cerca cuya única respuesta fue menear su cabeza. Cuando me percaté que no iba a arrestarme, salí a toda velocidad. Otros oficiales nos gritaron que siguiéramos moviéndonos. Tenía suerte, pero sentí una mezcla de emociones entre culpabilidad y coraje con mucha frustración habiendo visto como mis compañeros manifestantes quedaron atrapados en el puente.
Los policías nos gritaron a los que pudimos regresar a Manhattan que nos dispersáramos. Fue un consuelo poder acercarme a otros manifestantes, desconocidos, pero con quienes pude hablar, consultar, compartir lo ocurrido. En este acto nuestra solidaridad podía palparse en oleadas que iban abarcando a los que se nos seguían uniendo. Mi recién formado grupo y yo regresamos a la base del puente y le gritamos a la policía los nombres que conocíamos de los arrestados en ese momento. Más tarde me encontré con algunos amigos que habían estado en el carril peatonal. A ellos también los habían obligado a dispersarse y los habían amenazado con arrestarlos. Muchos pudieron grabar las escenas que ocurrieron debajo de ellos en la carretera del puente.
La mayoría concurrió en que habíamos sido llevados al puente por un grupo de policías que parecía escoltarnos para nuestra protección y que allí nos entramparon, arrestando a la mayoría. Nos parecía una acción planeada.
Estos arrestos ilegales y este entrampamiento alimentaron aun más nuestro sentido de solidaridad. Los medios noticiosos claramente apoyaron la versión oficial, contraria a los hechos, del Departamento de la Policía de Nueva York. El New York Times, por ejemplo, cambió su primer reporte de los arrestos veinte minutos más tarde para acomodar esta versión oficial.
En estas “Cartas desde Nueva York”, se documentarán las voces del 99%. Estas historias se harán de los testimonios presenciales de los manifestantes y desde la perspectiva del movimiento que ha inspirado un diálogo que comienza a cambiar a Estados Unidos de América. Nuestras voces son poder. El cambio sí es posible.
*Pueden visitar el lugar en la red OccupyWallSt.org para más información sobre el movimiento.
*Todas las imágenes, excepto la comparativa del New York Times, son de la autoría de Claudia Acosta.