Un vistazo a la novela juvenil puertorriqueña actual

 


"¡Felicidades por el premio que recibiste por tu novela juvenil! Ahora toca escribir cosas más serias” es solo un ejemplo de algunos de los comentarios que recibí tras ser galardonada con el Premio Nacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña en la categoría de novela juvenil, en el 2014, por mi novela Consultores de misterios. Estas expresiones, hechas sin ánimo de ofender, demuestran que la literatura juvenil no está exenta de prejuicios y cuestionamientos propios sobre algunos géneros literarios considerados, por muchos, como menores. En última instancia, esto dirige la discusión hacia qué es la literatura en letras mayúsculas, lo que despierta preguntas como: ¿Qué es literatura juvenil? ¿Cuáles son sus límites, sus características principales? ¿Qué distingue la literatura juvenil de la infantil y de la literatura para adultos? ¿Por qué los textos dirigidos a los jóvenes también forman parte de nuestro acervo literario? Para acercarnos a estos problemas e intentar dilucidarlos es necesario establecer un panorama de la producción de esta modalidad literaria en las últimas décadas. Por eso, me prepongo echarle un vistazo a la novela juvenil puertorriqueña actual, como punto de partida para explorar preguntas relacionadas con el género que también son pertinentes en el análisis crítico de la literatura en general.

En su sección dedicada a las reseñas literarias, Hernández señala: “Quizás podríamos hablar de un ‘boom’ de novelas juveniles en Puerto Rico” (66). En mi opinión, no le falta razón. La novela juvenil ha caminado con paso firme en nuestras letras nacionales durante los últimos años. No obstante, el corpus literario para niños y jóvenes en Puerto Rico se desarrolla desde principios del siglo XX, especialmente debido a la carencia, en ese entonces, de textos autóctonos para satisfacer las necesidades de lectura de dicha población. Sin embargo, según señala Ramos:

En las postrimerías del siglo XIX se acentuaron las manifestaciones a través de la expresión oral y escrita que evidenciaban la evolución de este género literario. […] La literatura para niños-adolescentes en Puerto Rico surgió estrechamente vinculada con este género en el ámbito iberoamericano. Lola Rodríguez de Tió y Eugenio María de Hostos laboraron juntamente con José Martí, prócer cubano, figura cumbre de las letras antillanas y pionero de la literatura infantil hispánica. Estos escritores llenos de patriótico fervor idearon escritos dirigidos a la niñez y juventud continental.

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Álamo Velázquez ofrece un muestrario bastante completo de sus principales exponentes, entre los que menciona a Olga Ramírez de Arellano, Isabel Freire, Ester Feliciano Mendoza, Pura Belpré y Wenseslao Serra Deliz, a los que se han unido, en años más recientes, figuras como Tina Casanova, Isabel Arraiza, Mayra Montero y Georgina Lázaro, entre otros. Sin embargo, conviene destacar que la imprecisión a la hora de deslindar la literatura juvenil de la infantil, principalmente en términos de las edades entre las que fluctúa su universo de lectores, ha dificultado la valoración de la literatura para jóvenes en sus propios términos. Un examen detenido de este corpus revela que se trata, con algunas excepciones, de textos de literatura infantil. La cantidad de libros para niños que se han producido en Puerto Rico a lo largo de los años es significativamente mayor que la de sus contrapartidas juveniles. Como explica Milán, ripostando a Carmen Bravo de Villasante, la literatura para niños “debe abarcar desde los cuatro hasta los diez años; ya que el tener catorce años implica ser un adolescente, con otras necesidades, otras demandas y otros gustos” (91). Siguiendo la línea de Milán, para propósitos de este estudio, he considerado como literatura juvenil aquellos textos dirigidos a lectores de los 12 años a los 17 años. Aunque me declaro consciente de la necesidad de profundizar más en la demarcación de las diferencias entre la literatura infantil y la juvenil, que superan por mucho la cuestión de la edad de sus lectores (cabría hablar de literatura para niños, preadolescentes y adolescentes, además de los temas, el vocabulario y el enfoque), dichas consideraciones sobrepasan los límites de este estudio.

El auge de la literatura juvenil puertorriqueña actual, particularmente de la novela —género que, con pocas excepciones, ha acaparado este campo con carácter de práctica exclusividad—, se encuentra estrechamente vinculado con el interés de las editoriales comerciales en el mercado local. Entre las iniciativas de lectura impulsadas por editoriales como Santillana, Norma (con su prestigioso premio Torre de Papel), EDP, Universidad de Puerto Rico (con colecciones como San Pedrito), Huracán y otras, en la actualidad, el certamen literario El Barco de Vapor, auspiciado por Ediciones SM, ha resultado ser medular en este esfuerzo. Durante 10 años consecutivos, decenas de escritores han sometidos sus textos, muchos de ellos para el público juvenil, con el fin de adquirir tan preciado galardón. El Instituto de Cultura Puertorriqueña, que antes otorgaba el premio en conjunto con Ediciones SM, celebra su propio certamen desde hace unos años. Por otro lado, instituciones como el Centro para el Estudio de la Lectura, la Escritura y la Literatura Infantil (CELELI), adscrito a la Facultad de Educación del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, a través de sus iniciativas para crear consciencia acerca de la importancia de la lectura en niños y jóvenes, como su Maratón de Lectura, han tenido un efecto multiplicador porque también educan al adulto que, a su vez, incentiva al lector joven. Por otro lado, abundan los talleres de redacción de textos juveniles, como el que se ofrece en la actualidad como parte de la maestría en creación literaria de la Universidad del Sagrado Corazón. También, valdría la pena consignar la influencia de las corrientes literarias a nivel mundial, en las que este género se encuentra consolidado desde hace tiempo. 

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Recordemos, en años recientes, el fenómeno de los libros de Harry Potter, libros para adultos apropiados por niños y jóvenes, así como las novelas para juveniles de Carlos Ruiz Zafón, por mencionar algunos ejemplos notables. Finalmente, resulta pertinente mencionar el impacto del uso de elementos gráficos innovadores, la aparición de nuevos formatos, gracias a las técnicas pictóricas y la ilustración de las historias, en los que el texto literario aparece acompañado de imágenes que le ofrecen contexto y aportan nexos de unión e, incluso, se convierten en parte integral de la narración.

Un breve muestrario de las novelas juveniles que se han producido en los últimos años en Puerto Rico basta para justificar las posibilidades del llamado “boom” declarado por Carmen Dolores Hernández. Con asedios y estilos diversos, estas novelas se enfocan fundamental, aunque no exclusivamente, en aspectos vinculados con las dificultades del proceso de crecer y entrar al mundo desconocido de los adultos: la búsqueda de una identidad propia y diferenciada y la sensación de inadaptabilidad que acompaña esta etapa del desarrollo. Al mismo tiempo, incorporan temas de interés para los jóvenes, como los avances tecnológicos, la situación económica del país, la historia, la migración, la diversidad racial y cultural, las enfermedades mentales, entre otros. Estas novelas se caracterizan no solo por el hábil manejo de los temas y el despliegue de ingeniosos recursos narrativos, sino, más importante aún, por la intención estética de la que, lamentablemente, carecen algunas obras dirigidas a los lectores más jóvenes. Además, resulta evidente el diálogo que estas establecen con otros textos de la tradición literaria universal. Los autores puertorriqueños de literatura para jóvenes se han tomado muy en serio a sus lectores, evitando a toda costa el didactismo excesivo, los lugares comunes y, sobre todo, la subestimación de la capacidad de su público para acercarse a este tipo de lecturas. He aquí algunos ejemplos significativos.

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En 2010, Zulma Ayes publica El marqués de La Esperanza. Mediante una técnica novedosa, en la que intervienen dos instancias narrativas, los jóvenes lectores acceden a una serie de eventos históricos significativos en el desarrollo político y económico de Puerto Rico. Desde la perspectiva de Clemencia Inocencia Fernández y Dorado, la hija de un acaudalado hacendado dueño de la hacienda La Esperanza en Manatí, se revela la aspirción de este de convertirse en el marqués de La Esperanza. Por otro lado, Antrópolis, de Janette Becerra (ganadora de El Barco de Vapor, 2012), es una novela de ritmo narrativo dinámico e inquietante, parecido al de las aventuras virtuales de las que toma temas, formas y secuencias de acción. La historia está inspirada en las estructuras de los juegos de video y en la mitología universal. Teo, un chico común, lidiando con las implicaciones del paso por la preadolescencia, se inserta en un juego de video que resulta ser más de lo que parece. Por su parte, El día que tu secreto se hizo mío, de María Bird Picó (Mención honorífica en la categoría juvenil de los Premios Nacionales del Instituto de Cultura, 2014), cuenta la historia de Aldo, un adolescente inteligente y sensible, quien investiga las circunstancias de su origen con la ayuda de varios amigos y de sus poderosas intuiciones, que dotan la trama de cierto aire sobrenatural. La extraña actitud de los miembros de la familia ante sus indagaciones tiene el efecto de acentuar el misterio de la trama. Las palabras perdidas, obra de Ernesto Guerra Frontera (ganadora de El Barco de Vapor 2015), narra la historia de Vermudo, un príncipe de 12 años y heredero al trono, que ha pasado su vida encerrado en una torre, protegido de los “trevíes”, tremebundas criaturas que amenazan el reino de su padre. Un extraño fenómeno se desata, comienzan a desaparecer los colores y, con ellos, las palabras que los nombran. Este evento propiciará que Vermudo experimente el mundo exterior, que ha empezado a desintegrarse. Así le será revelada su verdadera identidad, así como la misión para la que ha nacido. Finalmente, me permito mencionar El diario de MQ (2015) y Consultores de misterios (2016), ambas escritas por esta servidora. La primera es una historia contada en dos tiempos (el actual y el de las primeras décadas de la conquista y colonización de Puerto Rico), que tiene como punto de contacto entre sus protagonistas femeninas una antigua casa en el Viejo San Juan. Un viejo diario, escrito en un lenguaje “antiguo”, le ofrecerá a la niña contemporánea las claves para la solución de un conflicto familiar. La segunda cuenta la investigación de un enigma por una pareja de amigos, contrarios en carácter, pero afines en su mismo sentido de justicia y práctica solidaria. Como afirma Sofía Cardona, quien me hizo el honor de presentar la novela: “La solución del misterio planteará una amable crítica a prácticas cotidianas que merecen enmendarse para asegurar la buena convivencia de cualquier sociedad”.

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La variedad de temas y la complejidad narrativa presente en la literatura juvenil puertorriqueña da cuenta de un género maduro y complejo, cuya elaboración no está exenta de las dificultades que enfrenta cualquier autor al momento de escribir. En otras palabras, producir una novela juvenil no es fácil. Tampoco representa un paso transitorio, un tipo de ejercicio práctico para que el autor pueda posteriormente escribir cosas más “serias”, sea lo que eso quiera decir. Por un lado, y en términos creativos, la audiencia para la que el autor de novela juvenil escribe determina la selección de vocabulario, el manejo de los temas y el filtro estético por el que pasan sus ideas. Estas restricciones, como en cualquier tipo de literatura, solo pueden representar una condición de posibilidad, siempre y cuando exista un trabajo investigativo previo que sustente la producción creativa. Por otro lado, en términos del mercado editorial, el texto juvenil debe competir con la atracción producida por las nuevas tecnologías audiovisuales, su rotunda inmediatez y su naturaleza adictiva: los juegos de video, las series televisivas, las películas, la Internet. Sin embargo, el reto mayor con el que se enfrenta el escritor es dirigirse a un público sumamente exigente, que puede abandonar a medio camino una lectura que le resulta poco estimulante o, incluso, cuestionar la forma en que se enhebran los hilos de la trama o se maneja algún recurso narratológico. Carmen Dolores Hernández ha resumido hábilmente las claves para una novela juvenil exitosa: “una buena historia, bien contada, con personajes que les son familiares a los jóvenes y con una intriga sugerente puede resultar la carta ganadora en este rejuego de reclamos por la atención. Lo central es que el joven quiera seguir leyendo”. Yo estoy de acuerdo con ella, y el hecho de que la literatura juvenil sea considerada como literatura iniciática, le resta a la complejidad y la densidad literaria que requiere. La literatura juvenil es un punto de partida para seguir reflexionando sobre temas esenciales a la literatura misma.


Lista de referencias:

Ayes, Zulma. El Marqués de La Esperanza. Cataño: Ediciones SM, 2011. 
Becerra, Janette. Antrópolis. Cataño: Ediciones SM, 2012. 
Bird Picó, María. El día que tu secreto se hizo mío. Hato Rey: EDP, 2016. 
Bravo Villasante, Carmen. Historia de la literatura infantil española. Madrid: Escuela Española, 1985. 
Cardona, Sofía. “Presentación Consultores de misterios”. Festival de la Palabra, San Juan, 2015. 
García, Sylma. Consultores de misterios. San Juan: ICP, 2016. 
_ _ _. El diario de MQ. Hato Rey: EDP, 2015. 
Guerra Frontera, Ernesto. Las palabras perdidas. Cataño: Ediciones SM, 2016. 
Hernández, Carmen D. "La sorpresa de un diario encontrado". El Nuevo Día. 29 de mayo de 2016. 66. 
Milán, H. La literatura infantil. Educación, (1981): 49-50, 91-102. 
Ramos, Rafael. “Literatura infantil y juvenil puertorriqueña”. Historia de la literatura infantil y juvenil puertorriqueña. (20 de nov. 2008) Recuperado de http://educ528grupo2.blogspot.com/2008/11/literatura-infantil-y-juvenil.html 
Velázquez, Priscila Álamo. “Escritores y libros destacados en la literatura infantil y juvenil puertorriqueña de la segunda mitad del siglo XX al presente”. Simbiosis. Revista Electrónica de Ciencias de Información (2013). Recuperado de http://simbiosis.uprrp.edu/index.php/simbiosis/article/view/2/2 


Lista de imágenes:

1. Ediciones SM
2. Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2016 
3. Planeta, 2016
4. Oscar T. Pérez, Ediciones SM, 2016
5. José Hernández Díaz, Ediciones SM, 2012 

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