La historia de la sedición, no como término jurídico sino como práctica social, es tan vieja como la humanidad. Pensemos en el visceral "nosotros contra ellos" y reflexionemos que este sentimiento está ligado al de sobrevivencia, primero personal y luego grupal. Con el tiempo, este deseo de prevalecer sobre el otro, este imperativo al que llamamos "poder" o "seguridad", va tomando forma hasta convertirse en estamento legal. Ya en la Biblia, concretamente en Esdras 4:19, se define sedición como "incitar el desafecto hacia el Estado o la autoridad constituida, por medio de las palabras o escritos". Hasta el día de hoy, esta visión dual de sedición en sus componentes oral y escrito, está vigente.
En la antigüedad clásica ocurren numerosas instancias de lo que podríamos calificar como conspiración sediciosa, entre las mas famosas recordemos el proceso del filósofo griego Sócrates, acusado de corromper a la juventud y ofender a los dioses. De repercusiones históricas determinantes para nuestra cultura, tenemos el martirio y persecución que sufrieran los cristianos a manos soldados que seguían órdenes imperiales. Hay que subrayar que la acusación que sufrían los desdichados no era de origen religioso, sino político.
Resulta obvio que esto era así, ya que la sociedad romana practicaba el politeísmo, por lo que, en cuestión de dioses, "the more, the merrier". Para comienzos de la era cristiana, Roma estaba salpicada por templos dedicados a dioses arcanos que requerían extraños rituales y prebendas: desde la egipcia Isis al persa Mitra, pasando por Cibeles, Serapis, Ahura Mazda; todos ellos con templos, algunos fastuosos y otros más humildes, colindantes al de dioses oficiales del panteón romano: Júpiter, Juno, Minerva...Se acostumbraba a visitarlos por curiosidad o por devoción, pero ninguno debía ser desatendido, so pena del despecho divino.
El concepto de separación de iglesia y estado no existía en la antigüedad, por lo cual la juramentación del ciudadano, que lo obligaba a proteger lo que hoy en día equivaldría a "la constitución y la bandera" —claramente el compromiso a no derrocar el gobierno de su país— en Roma se efectuaba a través de la ceremonia del culto al emperador deificado. Dicho testimonio se hacía anualmente como parte del proceso de recaudación de impuestos. Sólo los judíos, al ser monoteístas, después de muchas luchas, estaban exonerados de adorar la figura imperial. Para esto, debían mostrar prueba de estar circuncisos.
El problema surge cuando los gentiles, que no eran judíos ni estaban circuncidados, se convierten al cristianismo y se rehúsan a participar de este pacto de incondicional lealtad al estado. Los romanos interpretan la negación como evidencia de conspiración sediciosa. Narciso Santos Vázquez, en su artículo "El culto al emperador en la Asturias romana" explica:
...no debemos olvidar que será la aceptación o no de las formas de dicho culto el motivo que se erigirá, en la mayor parte de las actas de los Mártires, en la causa de acusación contra los practicantes de la religión cristiana, convirtiéndose por tanto su no anuencia y aceptación en el argumento preferido por el poder romano establecido para las persecuciones anticristianas.
A pesar de nuestro esfuerzo por definirla, la línea entre política y religión es muy difusa, y tan pronto los cristianos acceden al poder, se ensañarán contra los disidentes con tenacidad. Dos casos bastan para destacar esta persecución: la de Agustín, ya siendo Obispo de Hipona (cargo religioso al mismo tiempo que político), quien ordenó el exterminio de los nestorianos, una secta del siglo V acusada de herejía y que se estaba propagando con rapidez.
El otro caso es el de los albigenses, habitantes de la región de Langedoc, en la Occitania del sur de Francia, mandados a exterminar por el papa Inocencio III en el siglo XIII en la llamada Cruzada contra los Cátaros. Los albigenses habían consolidado su poder mediante alianzas con los obispos y la nobleza de Occitania, tanto que éstos ya no respondían a las órdenes papales. El proceso de genocidio atravesó todo el siglo XIII y marcó una de las páginas más oscuras del catolicismo. Es para erradicar esta herejía que se funda la Inquisición.
Ya para el periodo isabelino, Inglaterra crea la definición de sedición que prevalecerá en el sistema legal occidental. Esta ley de 1590 define el delito como "la noción de usar palabras, tanto orales como escritas, que incitan al desafecto hacia el estado o la autoridad constituida". Es interesante observar que las leyes antisediciosas surgen a raíz de la consolidación del estado moderno y que coinciden con el periodo de expansión imperialista siendo particularmente útiles y necesarias en el contexto de los reglamentos que rigen las nuevas colonias.
En el 1649 al 1653, Oliver Cromwell, Lord Protector of the Commonwealth of England, invade Irlanda y masacra su población, principalmente la de Irlanda del Norte, con fines despoblarla para que fuera destino emigratorio de los ingleses protestantes. Con este asentamiento aseguraba el control de la Isla para la corona inglesa. Las guerras que siguieron esta invasión llegan hasta nuestros días y llenaron cárceles y tumbas de miles y miles de irlandeses que lucharon sin descanso por su independencia, acusados y perseguidos por conspiración sediciosa. El conflicto entre católicos y protestantes es una lucha que enmascara este proceso de dominación. Muchos separatistas puertorriqueños tomaron como ejemplo el caso de Irlanda para fortalecer y dirigir sus estrategias de liberación política.
En el 1798, el recién fundado congreso de los Estados Unidos de Norteamérica crea los Alien and Sedition Acts; la cuarta de estas actas concierne a la sedición y se titula "An Act for the Punishment of Certain Crimes against the United States". Impuestas con ahínco por el entonces presidente John Adams, eran realmente un recurso para reprimir las críticas a su arbitraria y dictatorial administración. Condenó a la cárcel a todo aquel que se opusiera a sus decisiones consiguiendo así el desfavor del electorado.
Mientras tanto, Jefferson, entonces su vicepresidente, hizo campaña presidencial en su contra y prometió derogar las leyes tan pronto como él ganara las elecciones Aunque por margen mínimo, cuando ganó el puesto en el 1800, cumplió su palabra y en el 1801 indultó a todos los condenados por Adams. Más tarde, durante la guerra civil, la acusación de conspiración sediciosa fue uno de los recursos legales que usó el Norte contra los confederados sureños.
En la historia legal de los Estados Unidos se ha reglamentado el derecho a disentir en 24 ocasiones. Uno de los problemas para condenar a alguien por sedición es que dicha acusación atenta contra la primera enmienda, que garantiza el derecho a la expresión. Este derecho se considera como la piedra angular de toda democracia, por lo que restricciones a la libre expresión frecuentemente son vistas como medidas dictatoriales. Cuando uno estudia a vuelo de pájaro este ir y venir, esta tensión entre la primera enmienda y las leyes contra la conspiración sediciosa y el libelo, uno se percata que coinciden con periodos, como el actual, en los cuales se debilitan los derechos del ciudadano para prevalecer el fortalecimiento del poder del estado.
Curiosamente hasta la fecha, ningún miembro de organizaciones de la derecha que haya sido acusado de este delito en los tribunales formalmente, ha sido condenado. Esto incluye organizaciones religiosas de probadas prácticas sediciosas como los Hutaree, miembros de una milicia cristiana acusada por el FBI de planear una violenta revuelta desatada por el asesinato de un policía y el bombardeo de los asistentes a su sepelio. Sorprendentemente el juez desestimó los cargos. Sólo se sostuvo la infracción de posesión de ametralladora.
Por contraste, la conspiración sediciosa es un recurso utilizado para contener el descontento en las minorías dentro del territorio continental y en las colonias. Un cariz fundamental de estas prácticas es que, al ser tan controvertible, el gobierno necesita el consenso de la población mayoritaria para implantarlas. Recordemos que la conspiración sediciosa, a diferencia del delito de traición, no requiere que el acusado haya cometido un crimen, solo que haya planeado, junto con otras personas, llevarlo a cabo. Este detalle requiere que el acusado se perciba como un peligro para la seguridad no solo del estado, sino también la del ciudadano, que ve al imputado, las más de las veces, como un criminal común, apoyando así su condena. Es una de las formas como se encubre el "nosotros contra ellos".
Esta situación se agudiza en el contexto colonial, cuando los pueblos sometidos se rebelan contra los conquistadores para defender su país. El recurso recurrente que tienen estos imperios es el de aplastar y desarticular la oposición mediante diversas técnicas, entre las cuales se privilegia la acusación de conspiración sediciosa. Un informe de la ACLU (American Civil Rights Union) sobre el trato dado en las prisiones a convictos de sedición afirma que:
...cuando fracasan las medidas dirigidas a producir en el prisionero "el estado de sumisión esencial para la conversión ideológica", el objetivo debe ser el de "reducirlos a un estado de incompetencia psicológica suficiente para neutralizarlos".
Estas medidas serán implantadas igualmente por todo país con ínfulas imperialistas. Lo hizo Francia con sus colonias, por ejemplo, en el caso de Argelia (hay que aclarar que la guerra de liberación de Argelia fue una secesión, ya que Francia la consideraba parte integral del estado y no una colonia); Gran Bretaña en la India (recordemos a Ghandi); Bélgica con el Congo (caso todavía más bizarro, ya que por mucho tiempo este territorio era propiedad privada de la corona, declarando el rey Leopoldo II automáticamente a todos los habitantes del Congo Belga, sus esclavos personales); lo hizo Portugal con Brazil y Angola y de España y Estados Unidos ni hablemos. Hacemos hincapié justamente en el caso de Puerto Rico, pero apenas se mencionan las masacres y persecuciones en las Filipinas, parte del botín de guerra del 1898, sometida a maltratos exacerbados por el racismo y la distancia.
La ley de sedición de 1901 convertía al ejército popular filipino, que venía luchando una guerra por la independencia desde que era colonia española, en elemento sedicioso cuyos miembros fueron tratados como criminales comunes. Más de 600,000 personas fueron masacradas impunemente durante la "pacificación" de las Filipinas, amén de las cárceles llenas de hombres, mujeres y niños encarcelados sin derecho a juicio.
Para el siglo XIX, tres cuartas partes del globo estaban controladas, primero por Gran Bretaña, seguido por Francia y en tercer lugar por un aglutinamiento de imperios en decadencia como el español y el portugués mientras que otros estaban en ascendencia como el alemán y el estadounidense. Entre las afrentas expansionistas más terribles y trágicas que ha dado la historia se encuentra el ignominioso Reparto de África. Convidados a Berlín por el canciller prusiano Otto von Bismark en el 1884-85, se reunieron a la mesa de negociaciones Gran Bretaña, Francia y Alemania para dividirse África, como un bizcocho, entre las potencias principales europeas.
Estados Unidos, sin derecho al voto, se sentó aparte para defender sus intereses en Liberia, ya que planeaba depositar allí a numerosos afroamericanos sureños, recién liberados por la abolición de la esclavitud. Luego, se unieron demandando participar en la repartición Italia, Bélgica, España y Portugal. La invasión del territorio africano no se contempló hasta ese momento por el temor de los europeos a la malaria; el descubrimiento de la quinina disolvió esos pruritos. Esta disputa territorial, que se tornó agria y férrea enseguida, culminó con la Primera Guerra Mundial y le costó la muerte a diez millones de personas.
Quiero cerrar con un comentario sobre uno de estos países africanos, Kenia, ya que ha estado en la mirilla pública, luego de la publicación del primer libro de memorias de Barak Obama, Los sueños de mi padre. Obama cita allí a su abuela Sarah y el relato del encarcelamiento y la tortura de su esposo, el abuelo Hussein Onyango Obama, acusado por los británicos de conspiración sediciosa por ayudar a los insurgentes Mau Mau. Inmediatamente salieron en la prensa críticas a esta revelación aduciendo que no había pruebas de que esto fuera cierto y que Obama se había inventado todo este cuento.
Algunas fuentes explicaron que las pruebas habían desaparecido porque habían sido destruidas luego que los británicos salieran de Kenia en el 1963, fecha de la Declaración de Independencia keniana. Otros afirmaban que en la confusión de la guerra civil (desastre en el cual perecieron oficialmente 20,000 kenianos y "desaparecieron" otros miles), los documentos fueron quemados.
No creo que sea importante si el abuelo de Obama fue un prisionero de guerra, un freedom fighter, un subversivo o un mentiroso. Lo que me parece interesante en que después de años de litigio, recientemente ante los tribunales británicos se está dirimiendo la demanda de algunos kenianos sobrevivientes que fueron torturados por los soldados británicos durante la guerra civil de los Mau Mau. Y milagrosamente, de los sótanos polvorientos donde en Inglaterra se guardan archivos comprometedores, han salido, como oscuros esqueletos fuera del clóset, carpetas y carpetas describiendo los horrores sufridos por los detenidos, torturados de formas que no puedo repetir ante ustedes.
Los que hoy nos levantamos exigiendo la liberación de Oscar López Rivera -encerrado por casi 33 años acusado de conspiración sediciosa- lo hacemos a nombre de millones de personas que, a través de los siglos, han padecido en carne propia la persecución, la prisión, la tortura y la muerte. Todos somos hermanos en la lucha contra la injusticia, donde quiera que esté.
Lista de imágenes:
1. La muerte de Sócrates por Jacques Louis-David, 1787.
2. Coliseo romano mártires de Cristo, Jean Gerome Leone, 1883.
3. Fresco en iglesia nestoriana en China durante la dinastía Tang (683-770 e.c). Representa una procesión de domingo de ramos.
4. The Ditchley portrait, Isabel I por Marcus Gheerraerts the Younger, ca 1592.
5. Thomas Jefferson, por Rembrandt Peale, 1800.
6. La captura de Constantino, parte de la guerra de conquista de Algeria por parte de Francia, Horace Vernet, 1838.
7. Imperialismo europeo, caricatura satírica, ca. 1830.
8. La guerra en Sudán, derechos de autor registrados en 1897 porThe Strobridge Lith Co, Cincinnati & New York.