El juego del poder

"Todo lo que hoy sé de moral lo aprendí del fútbol".
-Albert Camus

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El primero de junio (fecha próxima a la publicación de este artículo) se cumplirán 34 años de la celebración de la Copa Mundial de Fútbol en la Argentina, anfitriones durante el infame periodo de la Junta Militar. Para muchos, tanto los de adentro como los de afuera del país, ésta era una estratagema de la recién inaugurada dictadura para divertir la atención de las "irregularidades" (léase violaciones a los derechos humanos) ocurridas a partir del golpe militar el 24 de marzo de 1976. No era la primera vez que Argentina sufría un golpe militar. En el siglo XX solamente, ésa era la cuarta vez que las Fuerzas Armadas tomaban súbitamente el poder. En esta ocasión, el control vino de tres sectores de la sociedad que demandaban un cambio radical: el sector empresarial, el sector militar y la iglesia católica.

La estrategia del gobierno de Jorge Rafael Videla seguía el modus operandi de los gobiernos fascistas: en 1934 Benito Mussolini, quien ansiaba ser el emperador del nuevo imperio romano, acoge en Roma la Copa Mundial; en 1936 la sede de las Olimpiadas de verano lo será el Berlín de Hitler y de su Tercer Reich. Así que acusar a los miembros de la Junta de montar un espectáculo que le sirva de parcho para ocultar las graves heridas de sus descalabros era, realmente, parte de un repertorio histórico establecido.

Hay que recordar que no fue en el 1978 que la dictadura comenzó a utilizar el fútbol como tapujo. El mismo día en que el gobierno justicialista de Isabel Martínez, viuda de Perón, fue depuesto, el ejército tomó control de los medios de comunicación como inicio del Proceso de Reorganización Nacional y pasó censura a todo menos al partido, transmitido en directo desde la ciudad polaca de Chorzow, entre la selección de Argentina y Polonia. Eduardo Galeano recrearía este momento puntal en su "Fútbol a sol y sombra":

Mario Kempes [alias "El Matador", la estrella del equipo] se largó a llorar apenas se enteró del golpe. Su llanto alertó a varios de sus compañeros. El presidente de la Delegación, Pedro Orgambide, recibió una comunicación telefónica desde Buenos Aires informándole que la Selección debía cumplir ese día con su partido y seguir con el resto de la gira. "Yo me enteré por el golpe a través de Muñoz y él nos tranquilizó diciendo que por suerte no había desgracias personales ni derramamiento de sangre", recordaría luego Orgambide. La particular apreciación del "Gordo" Muñoz, casi un comunicado de la Junta, no satisfizo a todos. 

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Los dioses favorecieron a los albicelestes en ambas ocasiones: en 1976 le ganaron a los polacos 2-1; en 1978 le ganaron a los holandeses (la Naranja Mecánica) 3-1. Aquí es importante recalcar que uno de los mejores jugadores de fútbol de todos los tiempos, el holandés Johan Cruif, se retiró de la selección y no participó en la Copa como protesta en contra del gobierno represivo argentino. No sabemos cómo se hubiera reescrito la historia si el número 14 hubiera corrido en el Estadio de River Plate. 

Los estudiosos del deporte reconocen el éxito de César Luis Menotti, director técnico de la selección, al crear lo que luego se denominó "el estilo argentino": jugar limpio, sin violencia, con espíritu de equipo en un colectivo equitativo. Menotti fue ciertamete una figura controvertible ya que pertenecía al partido comunista y comandaba su equipo con puño férreo (le suspendió pasaportes a los jugadores e intervino en sus cuentas de banco para evitar la deserción). Al día de hoy insiste en que no fue manipulado por la política y que él solo se dedicó a lo que sabe hacer bien —jugar. El juego, afirma, tiene su propia moral. Él "se dedicó a poner el nombre de Argentina en alto".

Mucho se ha escrito y comentado sobre los paños sucios del mundial de Argentina. El partido contra Perú, crucial para llegar a finales, pudo haber sido comprado por unos quintales de trigo que, sin razón aparente, fueron donados meses después al país "perdedor"; la sede la pudieron conseguir a base de un acuerdo de "canje" con el presidente de la FIFA, el brasileño Joao Havelange, quien negoció la liberación de Paulo Antonio Paranaguá, hijo de un diplomático brasileño encarcelado con su novia en Argentina e inexplicablemente liberado tan pronto como Havelange, en rueda de prensa, afirmó que "la Argentina ahora está mas apta que nunca para organizar el mundial"; la delegación de la FIFA estaba encabezada por su vicepresidente, Hermann Neuberger, de quien se decía que fue miembro de la SS hitleriana en su juventud, luego fue acusado de intervenir inescrupulosamente con los árbitros.

Uno de los más encubiertos escándalos fue la decisión de Videla de no poner límite al presupuesto para financiar los juegos. Se calcula que se gastaron finalmente mas de 700 millones de dólares, que incluyeron proyectos descabellados como la construcción de estadios que nunca se llegaron a usar, según Juan T. Alemann, exsecretario de Hacienda durante la Junta. Esta cifra impactó de forma desastrosa la economía, una economía tambaleante y en recesión. Para dar una idea somera, cuando la Junta Militar toma el poder, el 10% de la población estaba al nivel de pobreza; durante la dictadura, una tercera parte de la población se empobrecerá. Las tácticas neoliberales abrieron un cerco profundo del cual Argentina no ha podido recuperarse totalmente hasta el día de hoy. 

Pero lo que pasará a la historia como el legado más infame de este gobierno serán los abusos, las torturas, los asesinatos y las Madres de la Plaza de Mayo, reclamando el regreso, o al menos noticias de seres amados raptados en la siniestra noche: los desaparecidos. Hay que añadir que durante los juegos del '78 el arquero de la selección sueca, Ronnie Hellstrom, dejó el estadio para unirse a las Madres en las demostraciones de la Plaza de Mayo, denunciando a la prensa internacional el escándalo de las violaciones a los derechos civiles. Por supuesto, el total de los desaparecidos es algo que no se acaba de esclarecer. Ejemplo vivo es un artículo del diario madrileño ABC publicado el 6 de agosto de 2009:

El Gobierno argentino, la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo y organismos de derechos humanos se han enredado en una fuerte polémica sobre el número de desaparecidos durante la última dictadura (1976-83). Mientras éstos consideran que la cifra no es menor a treinta mil, Graciela Fernández Meijide, miembro de la Conadep (la Comisión Nacional que investigó el terrorismo de Estado durante el régimen militar), insiste en ajustarse a la cifra comprobada -y recogida oficialmente en la edición original del Nunca Más-, donde están documentados no más de nueve mil casos.

Fernández Meijide, ex ministra del Gobierno de Fernando de la Rúa y madre a su vez de un hijo desaparecido cuando tenía 17 años, defendió el rigor histórico del trabajo de la Conadep. “¿Con qué derecho hablan de treinta mil cuando había un recuento de nueve mil? ¿Por qué es un símbolo? Están los mitos pero quien hace historia tiene responsabilidad política. Debe decir la verdad”, denunció en una entrevista al diario Clarín.

Las declaraciones provocaron de inmediato la reacción de Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos y responsable de la incorporación de un prólogo en el Nunca Más –previo al de Ernesto Sábato en el que se habla de nueve mil- donde el Gobierno da como oficial la cifra de treinta mil desaparecidos. “La cifra de treinta mil no es arbitraria ni caprichosa, aunque es lamentable reducir la dimensión de la tragedia argentina a un problema contable”, asegura Duhalde en una carta enviada a Meijide.

Para añadir leña al fuego, a principios de la década de los 1990 se descubren en Paraguay unos archivos secretos del Plan Cóndor en los que se afirma que la cifra de desaparecidos asciende a 22,000. Un artículo publicado en la BBC de América Latina el 21 de julio de 2001 revela una verdadera historia de horror:

A comienzos de la década del 90 se descubren en Paraguay los documentos secretos de la policía política paraguaya. Pero estos documentos, que ganaron el macabro nombre de "los archivos del terror", no sólo informaban del accionar de esa fuerza, sino que revelaban la coordinación de los gobiernos militares sudamericanos durante las décadas de 1970 y 1980 para perseguir a los opositores políticos. Martín Almada, uno de los abogados paraguayos que descubrió los archivos, explicó a la BBC la naturaleza de la información hallada en Asunción. "En los archivos secretos se descubrió un documento que tiene el título de 'Reunión de Inteligencia', que yo bauticé como el acta de nacimiento del operativo Cóndor".

[...] Susana García Iglesias, abogada argentina colaboradora del juez español Baltazar Garzón, describió a la BBC cómo funcionaba la coordinación [del Plan Cóndor]:

"Los opositores políticos eran detenidos en cualquier país y luego, al ser reclamados por las autoridades represivas de cada gobierno, eran trasladados a su país de origen".

El Plan u Operación Cóndor fue una iniciativa patrocinada y financiada en Washington por el entonces Secretario de Estado Henry Kissinger y que respondía a la Doctrina de Seguridad Nacional, estrategia de "defensa" durante la llamada "Guerra Fría" entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Se temía, después de la revolución cubana, que cual efecto de dominó, si se permitía que un gobierno en Latinoamérica se fuera hacia la izquierda, todos seguirían callendo en una avalancha imparable. (Recordemos aquí, como ancla inamovible, el destino manifiesto y su progenie, la doctrina Monroe. Para controlar, hay que dividir, hay que sembrar el miedo. Hoy en día el achienemigo de este mundo maniqueísta ha sido sustituído por el Islam).

A esos fines, la política de Estados Unidos recurre a coordinar con los elementos políticos más abyectos la toma del poder de gobiernos militares tanto en el Cono Sur como en otros puntos de Latinoamérica. Para la misma época que tenemos a la Junta en Argentina, Pinochet está en Chile, Strossner en Paraguay, Aparicio Méndez en Uruguay, Castello Branco y luego Geisel en Brasil, Banzer en Bolivia, Somoza en Nicaragua, para nombrar unos pocos. Kissinger, quien le dará un espaldarazo a la Junta ("Este país tiene un gran futuro a todo nivel"), le consigue a Videla y a sus secuaces los servicios de la firma publicitaria Burson-Mosteller con un contrato de 500,000 dólares para limpiarle la cara en el exterior. Con entusiasmo asiste a los juegos y visita tras bastidores, junto a Videla, tanto al equipo argentino como al peruano (extraña e inédita ocurrencia que los peruanos consideraron intimidante). 

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Holanda y Francia crearon el COBA (Comité Organizador del Boicot contra Argentina), presidido por el periodista francés François Géze, que levantó la voz de alarma contra la dictadura, pero la efectiva censura de los medios en Argentina hacía parecer que todo estaba en orden y que el pueblo vivía uno de sus mejores momentos. La propaganda se dirigía a la crítica de los que demandaban mayor justicia y participación democrática, quieres fueron tachados de subversivos. El frente de lucha principal lo ofrecieron los Montoneros, grupo que aunaba orientaciones peronistas y de izquierda, que respondió con las armas y que fue el foco principal de la represión del estado.

Las tramoyas de la dictadura generaron operativos desconcertantes. Uno de los campos de concentración donde se torturaban y asesinaban a los detenidos, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), quedaba a unas cuadras del Estadio de River Plate, confudiéndose el resueno de los vítores con los alaridos de las víctimas. Inexplicablemente, a Graciela Daleo la sacaron, junto a otros desaparecidos, a dar una vuelta en automóvil para confundirse con la algarabía del pueblo y luego a un café para celebrar la victoria. En el baño del café dejó, con lápiz labial, evidencia de su presencia. Raúl Cubas, otro desaparecido cuya familia buscaba deseperadamente, estaba condenado en la ESMA a trabajos forzosos (leer toda la literatura para identificar contenido "sedicioso e imputable"), brúscamente fue sacado ordenándole que entrevistara a miembros de la selección de fútbol para un periódico. Allí, de pie, se atisba su foto. Adolfo Pérez Esquivel, el Premio Nóbel de la Paz, fue liberado la noche antes de la final.

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Jorge Luis Borges, a quien nunca se le perdonó que apoyara risueñamente la dictadura (le costó el Premio Nóbel) y quien livianamente se desligó de los atropeyos del gobierno porque él "no leía la prensa" asistió, luego de la caída del régimen, a uno de los juicios contra miembros de la Junta, acusada de crímenes de lesa humanidad. En una entrevista posterior (con Víctor Melchor Basterra, 1985), relata lo siguiente:

De las muchas cosas que oí esa tarde y que espero olvidar, referiré la que más me marcó, para librarme de ella. Ocurrió un 24 de diciembre. Llevaron a todos los presos a una sala donde no habían estado nunca. No sin algún asombro vieron una larga mesa tendida. Vieron manteles, platos de porcelana, cubiertos y botellas de vino. Después llegaron los manjares (repito las palabras del huésped). Era la cena de Nochebuena. Habían sido torturados y no ignoraban que los torturarían al día siguiente. Apareció el Señor de ese Infierno y les deseó Feliz Navidad. No era una burla, no era una manifestación de cinismo, no era un remordimiento. Era, como ya dije, una suerte de inocencia del mal.

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Muchos intelectuales perecieron, otros, los que supieron nadar con la corriente, sobrevivieron. Una gran decepción lo fue Ernesto Sábato, escritor de prestigio intachable, a quien le pareció muy bien la dictadura mientras le favoreció (fue de los que cenó con Videla entusiasmado por su inteligencia) y luego de la caída estrepitosa escribió alterados escupitajos al régimen.

En el 1983, cuando ya no encontraban más esparadrapos para tapar las heridas, a estos militaritos se les ocurrió la brillante idea de hacerle la guerra a Gran Bretaña. La guerra de las Malvinas fue un distractor un poquito más aparatoso que un Mundial del Fútbol y quizá bastante más doloroso para las familias que perdieron muchachos en la flor de su juventud. (Aunque Sábato lo tildó de "una noble causa"). Así que lo que comenzó con los gritos de alegría ante un triunfo en el 1976, terminó con los llantos de una derrota en el 1983. Sic transit gloria mundi.

Lista de imágenes:

1. Kempes celebra el gol que le mereció el Mundial de Fútbol, sobre Holanda a Argentina, 1978.
2. Toma de las afueras del estadio de fútbol, durante el partido final de la Copa, 1978.
3. Portada de Siete días ilustrados (Argentina) de 1978.
4. Estadio Monumental, construido especialmente para la Copa Mundial de Fútbol en Argentina, 1978.
5. Las Abuelas de la Plaza de Mayo protestan al día siguiente de la cuminación de la Copa en Argentina, 1978.
6. Grafitti en las calles de la ciudad de Buenos Aires, 1978.
7. Massera, Videla y Agosti celebran el tercer gol de la albiceleste en pleno Mundial de Fútbol, 1978.
8. Videla muestra su aprobación del resultado favorecedor a Argentina, de la Copa de 1978.
9. Montaje de algunas fotos de "Desaparecidos" durante la dictadura militar en Argentina.
10. Kempes carga la Copa mientras el estadio celebra en triunfo de Argentina, 1978.
11. Argentina entierra a sus caídos durante la Guerra de las Malvinas, 1982. 

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