~Es mejor tener menos…
excepto con la suerte y la felicidad.
Me siento en el silencio de la mañana a pensar. Se escuchan las aspas del abanico y la perra comiendo desde el plato diminuto de la gata, danza la llama de la vela encendida con peticiones (paz, desenvolvimiento, salud y progreso). Son las siete y es domingo. Tiempo para escuchar el canto de las reinitas que se posan en la palma de mi minúsculo patio walkupiano.
A pesar de vivir tan aglomeradxs, aquí se respetan las mañanas como el momento para contemplar, para meditar, para reflexionar. Tiempo para dejar que todo lo que uno engaveta semana tras semana… resurja. En momentos como estos me apena el que no haya seguido la tradición de algunxs miembros de mi familia y cajetilla de cigarrillo en mano salir al balconcillo a inhalar y exhalar los problemas entremezclados con el humo a veces liviano y otras veces espeso.
Según una de mis maestras de yoga, lxs fumadores adquieren una gran destreza de respiración, son capaces de inhalar y exhalar con gran profundidad, esto les ayuda a relajarse. Las veces que la he escuchado decir esto pienso en todas las razones por las que mi respiración se acorta al pasar los años. Aunque lo intenté, (y los compraba con mi tía desde pequeña en la el colmadito de su vecindario), no logré seguir la tradición familiar de los Merit con mentol. ¿Mi nicotina? Los dulces, el trabajo, leer, escribir, estudiar y (sobre)analizar problemáticas de toda clase (tuyas, mías, del país, del planeta y de los personajes del libro o de la serie que este inmersa en Netflix).
Cuando estudiaba mi maestría decidí ir a una psicóloga para analizar algunas de estas adicciones, solía sentirme triste. Me lamentaba a pesar de tener un overload académico y trabajar a tiempo parcial. Tomaba la guagua Peter Pan desde Amherst, Massachusetts, hasta Springfield. Viajaba unos cuarenta y cinco minutos una vez a la semana para ir a un centro judío, (había perseguido a la psicóloga que me había atendido varias veces en Northampton antes de trasladarse allá).
Según mi análisis, la tristeza que cargaba me estaba llevando a comer demasiado. Entre las observaciones de la psicóloga estaba el que a mí me gustaba crear el caos en el que vivía y que debía de experimentar el comer todos los dulces que pudiese comerme de una vez para así sacármelos del sistema. Ese año engordé veinte libras. Eventualmente logré perder las libras demás, sin embargo, el caos aparenta perseguirme, (o yo a re-crearlo) hasta el presente.
El Dalai Lama dice que las personas de países desarrollados no saben ser felices porque no pasan por las dificultades que pasan las personas de países pobres – no saben lo que es el no tener… o el tener poco y poder apreciar lo poco que tienen. Mientras que lxs que tienen demasiado, no han experimentado la escasez y por ende, al no haber experimentado el no tener, no han aprendido a apreciar lo que significa el tener… nunca están satisfechxs, piensan que les falta algo, que hay algo más en la vida que no han alcanzado, que lo que tienen (esposx, niñxs, trabajo, mascotas, objetos, etc.) no es suficiente. Dice que el ser un exiliado por más de cincuenta años le ha enseñado a apreciar su país, sus tradiciones, su gente (y todo lo mucho que tiene). Entonces, ¿tener menos es mejor?
“¿Cómo estás? ¿Estás bien?” Me pregunta Luna, a los diez años comprende que algo no anda bien. Friega los trastes, recoge las sabanas, dobla la montaña de ropa que se acumula en el sofá de la sala. Me abraza. “¿Estás bien?”, vuelve y pregunta. Le aseguro que sí con los ojos aguados. ¿Estaría mejor en una casa de esas que enseñan en House Hunters, de esas que los “hunters” repudian porque no tiene un mastersuite, tres baños y un hot tub en el patio? ¿Estaría mejor si estuviera en una de esas casitas en las montañas de Maunabo que se asoman al risco, miran las playas majestuosas, trazan las arenas anaranjadas desde donde anidan los tinglares hasta el muelle de donde se lanzan lxs chicxs y las redes?
¿Estaría mejor si tuviese una pareja con un trabajo estable, de esos que salen de los suburbios en un SUV y regresan con un cheque mensual que tienen muchos números? ¿Estaría mejor si… tuviese una secadora, si pudiese ir a arreglarme el pelo, si no debiera un mes de la cuenta de la luz eléctrica y mitad de otro del agua? Todos los meses saco el giro para pagar algo y todos los meses termino usándolo en el supermercado o en la gasolinera (seis dólares para un galón de leche semanales y ochenta para la gasolina. Hago el cálculo: 6x4=24+80x4=320; 320+24=$344). ¿Estaría mejor en Texas, la meca del nuevo sueño americano donde todo es más grande y más barato? En realidad estaría mejor si…
Otro bebé más, me acabé de cortar las patas, me decía mientras lloraba y fregaba. Era mi tercer embarazo. “¡Otro bebé más!”, celebró mi padrino espiritual, “Vaya, Roxana, los niños traen suerte, son una gran bendición”. Sus palabras no me consolaron, ni represaron las lágrimas que derramé los ocho meses que cargué esta bendición. Debo admitir que el chiquitín sí me ha traído mucha alegría y por supuesto, suerte. Hace pocos días salí con él de otro hospital nombrado en honor a un santo, esta vez de San Gerardo. Con esta visita cumplimos al menos diez en los últimos ocho años.
“La humedad y los ácaros arropan la isla, precaución a los que padecen de condiciones respiratorias”, anunciaron en las noticias desde el televisor alquilado en la habitación 110. Hace más de un mes que no veo televisión, por falta de tiempo, sí, pero también por falta de chavos. El cable fue lo primero que quedó eliminado. “Mami, ¿ya llegó el cable?”, me preguntan mis hijxs con frecuencia. Lo que no saben es que no llegará, aunque este año haya tenido la suerte de ser el que más dinero me haya ganado.
Llego del hospital con dos bultos y tres almohadas, el vecinito del último piso me aguanta la puerta. No nos hemos visto hace una semana y no me ha podido mantener al tanto del embarazo de su mamá. “Hoy mi a mi mamá la vino a visitar la partera. Hoy se puso a limpiar todo. [Se ríe]. Yo me fui porque ya no quiero limpiar más”. Suelta la puerta y corre pateando la bola de soccer. “Emiliano is so lucky”, dice Luna, “Va a tener una hermanita”.
So lucky… la frase danza en mi mente por días, por semanas, más bien… ha danzado en mi mente por décadas. Siempre me han dicho que tengo mucha suerte. De veras, desde niña me decían que era buena (mantenía monólogos internos, seguía instrucciones, no me quejaba cuando me ponían inyecciones, me dejaba poner lazos que parecían aspas de helicóptero, y sonreía con frecuencia). En cada esquina algún amigx (o extrañx) de la familia me decía que me parecía a Natalie Wood. Mi mamá se ponía muy contenta. Le encantaba Natalie, que suerte que era linda. Yo no sabía quién era esa tal Wood, pero a mí me parecía que no tenía tan buena suerte, parecerme a ella provocaba que el amigo de mi tía me rastreara los muslos mientras la nombraba.
So lucky…. Me dijeron en una consulta espiritual hace muchos años (además de que era hija de Eleguá y de que era una enamorá), también me lo dijeron mis ex, algún profesor, mi hermana y el padre de mis hijxs. "¡Qué suerte tú tienes, Roxana!" Me lo dijeron cuando solicité un full non-working fellowship y me lo gané, cuando me gradué de mi maestría en un año, cuando dejé mi résumé en dos escuelas públicas en Washington, D.C. y me ofrecieron trabajo en la escuela modelo, cuando el NEH me escogió para pasar un mes en Santa Fe, Nuevo México estudiando la historia indo-hispana de la zona, cuando decidí mudarme a San Francisco una semana y la otra ya me habían ofrecido trabajo en la mejor escuela del barrio. En una misa espiritual me dijeron que tenía mucha luz, en otra que mis problemas eran mentales (indecisión, inseguridad, pensamientos negativos), pero que tenía mucha suerte y que le servía de suerte a los demás.
“¡Que buena suerte tú tienes!”, me dijo un babalawo luego de tirarme el ekuele (mi papá me acababa de ofrecer un apartamento que había separado en un suburbio sanjuanero). Me lo repitió mi maestra de yoga cuando vandalizaron mi carro en Santurce, cerca de la Parada 18, mientras participaba en una meditación grupal, “Eso era un karma que venía para ti, que suerte que lo cogió el carro…”.
Sí, he tenido muy buena suerte con trabajos y con mis estudios, pero la verdad es que he dejado (y continuo dejando) el pellejo en el proceso. Todo en mi vida ha aparentado caer en su lugar, pero como dicen lxs gringxs, (y decía la principal de mi escuela superior), “The grass isn’t always greener on the other side”. Tal vez a algunxs les agradará el que no haya sido tan lucky en lo demás. Not so lucky cuando mi pareja del momento me tiraba la ropa por la ventana de mi apartamento en la Calle 21 en un barrio de la Misión en San Francisco. Ni cuando me tuve que ir a la bancarrota a los 25 por no saber administrar mi crédito y sentirme tan lucky in love que permití el (des)uso de mis ingresos e identidad.
Varias veces he tenido que empezar "from scratch". Me consolaba, y todavía me consuela, el repetirme que de la crisis surge la transformación. En esos momentos pensaba que el amor lo podía todo, ahora me fajo y le pido a la suerte que esté a mi favor.
Lista de imágenes:
1. Loíza a Osún, de Antonio Broccoli Porto.
2. Hilda la Obbisina Omo Eleggua, Susan Matthews, 2008.
3. Eleguá Laroye.
4. Eshú Eleguá.
6. Piccolo Elegguá 4, Maria Giulia Alemanno, 2008.