La ficción no puede ser vista, pues, como un mero accidente en la evolución humana, un lindo e inútil artificio o una chispeante fuente de entretenimiento. Por el contrario, la ficción surge a partir del mismo proceso que nos permite construir el mundo y, en especial, concebir las ideas que tenemos de los demás y de nosotros mismo.
—Jorge Volpi
Pero si bien [la historia] podía renunciar a ser filosofía y a ser una ciencia, no podía renunciar a ser literatura, porque en eso consistía el discurso histórico, es decir, era un ejercicio verbal conscientemente construido.
—Hayden White
La auto-ficción y la disciplina de la Historia son tópicos que cargan consigo una relación muy compleja. Casi nunca estas dos temáticas suelen encontrarse en terrenos comunes, y esto se debe a cómo el campo de la Historia ha renunciado a su literaturidad con el fin de catequizarse como disciplina en el siglo XIX. Los historiadores renunciaron a ese ejercicio verbal atado a la ficcionalización con el fin de encubrir sus investigaciones con el estrambótico atuendo de la ciencia. En este trabajo, busco abrir una brecha en la historiografía puertorriqueña, al analizar la auto-ficción en un texto historiográfico, pero concentrándome únicamente en el prefacio. Para esto, tomaré como objeto de estudio los libros de la autoría de Fernando Picó: Libertad y servidumbre en el Puerto Rico del siglo XIX (1979) y El día menos pensado. Historia de los presidarios en Puerto Rico (1793-1993) (1994).
Fernando Picó, historiador puertorriqueño proveniente de Santurce, es una persona que ha abierto una brecha inmensa en el campo de la historiografía puertorriqueña. Su nombre en el campo de la historia es uno que ejerce una función indicadora y un equivalente de descripción. Decir "Fernando Picó", este nombre de autor, no es simplemente un elemento en un discurso, sino que ejerce un cierto papel con relación a este, ya que asegura una función clasificatoria (Foucalt, 2010). Por costumbres canónicas historiográficas, el nombre de Fernando Picó se ha convertido en símbolo de “expertise” y de “transdiscursividad”. Su nombre no solo excluye a otros autores y delimita otros textos, sino que también su perfil como autor se ha convertido en cierta tradición teórico-metodológica de cómo acercarse al pasado por medio de inquietudes del presente.
Picó ha sido un historiador que ha abierto un camino inmenso tanto en la teoría como en la metodología en el campo de la historia en Puerto Rico. Para la década de los 70, él y otro grupo de historiadores autodenominados como la “nueva historia” ampliaron las posibilidades de investigación, a la vez que arremetían contra una generación pasada por sus modos de investigar y concebir lo que es el campo de la historia. Esta nueva generación le reclamaba a la llamada “vieja historia” que sus enfoques apuntaban hacia una historia de “proceratos”, obviando por completo otros sectores que merecen ser atendidos ya que estos son parte de la historia. Pero si observamos esta afirmación de la “nueva historia” con una óptica crítica y no devota, podemos apreciar cómo el procerato de la “vieja historia” ha sido canjeado por un nuevo procerato que es el de los trabajadores o, en otras palabras, los proletariados.
Picó no atendió por mucho tiempo este nuevo procerato, si usamos de ejemplo Libertad y servidumbre en el Puerto Rico del siglo XIX y Amargo café: Los pequeños y medianos caficultores de Utuado en la segunda mitad del siglo XIX (1985). Su modelo de consideración hacia otros sectores relegados por la historiografía puertorriqueña es su controversial libro Los gallos peleados (1983).
El interés de Picó por otros sectores relegados por la historiografía puertorriqueña puede estar relacionado con su vocación de sacerdote jesuita. Esto lo podemos apreciar en el artículo “El puertorriqueño común: el punto de partida entre los nuevos historiadores” (Baralt, García, Picó y Quintero, 1982), en el que los autores declararon su antagonismo a la generación llamada “vieja historia” por como ellos se acercaron al pasado que los inquietaba. Tres de los historiadores hicieron declaraciones respecto a la renovación historiográfica, mientras que Picó fue el único en interesarse en lo que ocurría fuera de las fronteras de la universidad. Me refiero a su descontento con la enseñanza de historia en la escuela superior, que no permitía o evitaba que los estudiantes se identificaran con ella.
Otro reflejo de la posible influencia de la vocación de sacerdote jesuita de Fernando Picó y su interés por sectores relegados por la historiografía puertorriqueña, lo podemos apreciar en el Programa de Confinados Universitarios del anexo 292 de la cárcel de Bayamón. Es en este programa que Picó coexistió en dos mundos: el académico y el carcelario; donde a la vez que impartía clases, también ofrecía sus servicios como capellán a la población confinada. Este programa le ganó la Cátedra Unesco de Educación para la Paz, a la vez que se convirtió en una influencia para muchos. Sus preocupaciones por la enseñanza de historia a los estudiantes de escuela superior y su inquietud de ofrecer clases a los confinados son evidencia de mucho peso de cómo su labor de historiador se cruza con su misión de sacerdote jesuita.
Todo lo expuesto sobre la figura de Fernando Picó se puede ligar a lo mostrado por el historiador francés y también sacerdote jesuita Michel De Certeau (2007). Es en los ejemplos aludidos que Picó desciende del panóptico, en el cual se posiciona como historiador con el fin de observar y analizar esos sectores relegados por la historiografía puertorriqueña. Picó, al preocuparse por los estudiantes de la escuela superior y los confinados, comienza a coexistir con esos practicantes “ordinarios de la ciudad” y comienza a ser un caminante “donde su cuerpo obedece a los trazos gruesos y a los más finos [de la caligrafía] de un 'texto' urbano que escribe sin poder leerlo” (De Certeau, 2007, p. 105). Es por lo expuesto que las historias de Fernando Picó comienzan a ras del suelo, con los pasos, y esos movimientos, que tanto él y los sectores relegados por la historiografía puertorriqueña dan a la vez, son el ejemplo de esa polifonía que él brinda al campo de la historia en Puerto Rico.
Las investigaciones históricas de Picó, como lo hacen los postulados literarios de Mijail Bajtín (1993), en el caso de textos literarios, nos induce a considerar varios fenómenos culturales al acercarnos a sus textos. En las investigaciones históricas de Picó se aprecia esa polifonía expuesta por Bajtín (1993): “personas libres, capaces de enfrentarse a su creador, de no estar de acuerdo con él y hasta de oponérsele” (p. 16).
En esta polifonía, en la cual se ven estas personas libres, cabe recordar la figura de Flor María en el libro Los gallos peleados, quien no solo está marcada en sus investigaciones históricas, sino también en algunos de sus prefacios. En ambos prefacios aquí estudiados se aprecian los diversos perfiles sociales atendidos y relegados por la historiografía puertorriqueña. Al parecer, Fernando Picó es el creador de una tendencia polifónica en el campo de la Historia en Puerto Rico, no solo por sus investigaciones, sino por la pluralidad expuesta en lo que Gerard Genette (Alberca, 2009) bautizó como “paratextos”, que es el conjunto de informaciones que rodean un texto. Esta información que cercan los libros de Picó incluye los epígrafes, la solapa de los textos y los prefacios aquí estudiados.
Antes de comenzar a analizar la pluralidad expuesta por Fernando Picó en los prefacios, debemos dilucidar con más precisión qué son los “paratextos”. Según el crítico literario francés Gerard Genette (Alvarado, s. f.), el “paratexto” es lo que permite que un texto se transforme en un libro, ya que la lectura es la razón de ser de una obra, un tratado o una investigación y el “paratexto” es lo que contribuye a concretarla. Se podría decir que el “paratexto” es un “discurso auxiliar al servicio del texto, que es su razón de ser”. El prefacio o “paratexto” es un discurso en el que la persona que lo construye expone muchas de sus cojeras, y es el lugar por excelencia donde nos indica E.H Carr (2006) que "podemos estudiar al historiador y observar hacia dónde se dirige como resultado de sus inclinaciones" (p. 92).
La mayoría de los prefacios o “paratextos” son un discurso que cumple con dos funciones: la primera es la informativa, y la segunda, la persuasiva que va destinada a captar al lector y retenerlo. La segunda función muchas veces es escrita por el autor con el fin de interpretar el texto al que se refiere. Si se trata de obras novedosas respecto a las normas genéricas, muchas veces un “paratexto” puede servir de manifiesto en el que el autor que lo produce plasma unas declaraciones que desembocan en un tipo de relación de poder con un grupo o generación que regula unos parámetros en un momento determinado (Alvarado, s. f.).
Este tipo de manifiesto expuesto en un prefacio, lo podemos observar en el texto de Picó El día menos pensado. Historia de los presidarios en Puerto Rico (1793-1993), en el que se expone una propuesta directamente a la historiografía puertorriqueña. Esta tiene como propósito sumarle más pluralidad al campo de la historia en Puerto Rico, sobre cómo hay sectores que la “nueva historia” no ha sumado a sus tareas investigativas y cómo debe brindárseles espacio a estos nuevos grupos sociales. Este nuevo grupo social son los marginados que no estaban presentes en la historiografía puertorriqueña: los alcohólicos, los vagabundos, los trastornados mentales, los desertores escolares, los desplazados por las construcciones, entre otros (Picó, 1994, p. 15). Es aquí que se puede apreciar cómo un “paratexto” busca ser un portador de un cambio radical, y como, por medio del estudio de este componente que rodea un texto, se le sugiere al lector otro modo de focalizar, brindándole la lectura de un libro.
En los libros de historia podemos precisar, como indica Francisco Álamo Felices (2012), que dentro de este “paratexto” se puede apreciar un depósito en el que el autor ejerce la auto-ficción:
La autoficción surge de la intención de abrir dudas en el lector por parte de un escritor poéticamente interesado en hacer caer las barreras entre discurso histórico y ficticio. En la práctica, se trata de anteponer un artilugio retórico donde tenga cabida lo biográfico (hechos, evocaciones y reflexiones personales); de este modo el discurso referido a sí mismo tendrá lugar dentro de una situación narrativa supuesta, convirtiendo el enunciado en una ficción. Luego, el diferente estatuto de lectura que establece la autonovelación, respecto al enunciado autobiográfico, reside en la imposibilidad de que en este último quede solapado el autor, dejando de hablar en su propio nombre para recurrir al fingimiento de voces, como hace en la novela. (p. 303)
Apreciar la auto-ficción dentro de un prefacio en un libro de historia, no es algo fácil de observar a simple vista, ya que este “paratexto” es algo a lo que muchas personas no le brindan importancia a la hora de analizar críticamente un texto. Esto se debe a que se han creado unas tendencias predictivas de cómo consultar un texto historiográfico a la hora de analizarlo críticamente. Se ha canonizado el observar solo las fuentes utilizadas, los métodos cuantitativos o lo que el historiador no señaló.
En los dos prefacios o “paratextos” aquí estudiados, se puede apreciar lo que llama el crítico literario francés Roland Barthes (1970): la “ilusión referencial”. Esta ilusión se explica ya que lo “real” reaparece como significado de connotación, pues en el momento en el que se considera que los detalles denotan directamente lo real, no hacen otra cosa que significarlo (p. 100). Los detalles que aparecen en estos prefacios denotan la significación de Fernando Picó por lo polifónico. En el prefacio del libro Libertad y Servidumbre en el Puerto Rico del siglo XIX, Picó (1979) brinda una serie de detalles desde el momento en que se monta en la guagua para ir al pueblo de Utuado hasta la hora donde se producen tapones en el pueblo mencionado. Roland Barthes (1970) nos indica:
La representación pura y simple de lo "real", el relato desnudo de "lo que es" (o ha sido) aparece así como una resistencia al sentido, esta resistencia confirma la gran oposición mítica de lo vivido (de lo viviente) y de lo inteligible; basta recordar que en la ideología de nuestra época la referencia obsesiva a lo “concreto” (en lo que se exige retóricamente de las ciencias sociales, la literatura, las conductas) está siempre armada como una máquina de guerra contra el sentido, como si, por una exclusión de derecho, lo que vive no pudiera significar (ser significativo) y recíprocamente. (p. 99)
Lo relatado por Picó (1994) puede ser o no ser real, pero es una representación de resistencia a aquello que él ha percibido sobre la sociedad puertorriqueña al momento de ofrecer sus servicios como sacerdote jesuita. Es como una ansiedad por ver de otra manera esta polifonía que él ha estado trabajando a lo largo de su carrera como historiador y que, según sus propias palabras, el propósito de la historia de los marginados es “acabar con la marginación como hecho social y económico” (Picó, 1994, p. 20).
Esta ansiedad de Picó por resistirse a lo percibido por la sociedad puertorriqueña y, para ser más preciso, en el pueblo de Utuado, va de la mano con querer observarlos de otro modo. Esto lo podemos apreciar en el prefacio de su primer texto sobre Utuado cuando indica: “Ese es el Utuado que ve desde afuera el visitante casual: una ciudad donde no parece haber hambre ni tedio; donde pocas casas tienen rejas, y todo el mundo se conoce” (Picó, 1979, p. 12). Esta afirmación es una que dentro de esta representación de lo real es factualmente inverosímil, ya que aquí Picó expone o deposita su ficción en su prefacio. Según Marie Darrieussecq (2012), el aspecto indecidible de la auto-ficción aparece en el momento en que un acontecimiento factualmente inverosímil aparece en la narración (p. 81). ¿Utuado es una ciudad donde no hay hambre, pocas casas tienen rejas y en su polifonía todo el mundo se conoce?
También Picó (1994) deposita varias veces elementos ficcionales en su narrativa, como tópicos factualmente inverosímiles. Según Picó (1994), con el hecho de confeccionar una historia de los marginados podemos acercarnos a la “experiencia de nuestro pueblo en su difícil caminar por el tiempo” y “acabar con la marginación como hecho social y económico” (p. 18 y 20). Aquí podemos observar cómo para Picó la historia se puede acercar al pasado de una manera totalizadora y cómo, a la vez, nos sirve como herramienta para un futuro. Esta visión sobre la historia, sin embargo, es problemática, ya que si miramos esta afirmación de una forma crítica podemos observar cómo aquí entra "la violencia epistémica" a la que alude Gayatri Chakravorty Spivak (1998, p. 189) y cómo Picó (1994) le brinda voz al subalterno, con el fin de hacer volar el poder en cualquier punto de su aplicación.
Si observarmos con detenimiento, podemos precisar cómo estas afirmaciones de Picó, además de ser acontecimientos factualmente inverosímiles, son señales de unos mundos posibles. De hecho, ese Utuado creado por Picó es ese mundo ficcional que podemos acceder por medio de canales semióticos: por condición humana, siempre va a existir el hambre; por la realidad social y material en Puerto Rico, muchas casas tendrán rejas; y la polifonía, por ser tan amplia y diversa, no se va a conocer. Por otro lado, mediante la producción historiográfica en Puerto Rico y en el mundo, no se podrá acabar con la marginación como hecho social y económico, ya que esta se puede observar como el depósito de muchas historias y no como fórmulas con el fin de crear un buen porvenir. Para entender lo aludido, podemos citar a Lubomir Doležel (1997) que nos indica: “Los mundos posibles, alternativos al mundo real y, muy a menudo, contradictorios con él (mundos contra-factuales), los construye constantemente el pensamiento humano, la imaginación, la actividad verbal y semiótica de varios tipos” (p. 100). Aquí podemos apreciar claramente, cómo Picó utilizó su pensamiento, su palabra e imaginación para construir un mejor lugar donde la polifonía que él ha trabajado, tanto como historiador y sacerdote, pueden coexistir en un mundo posible.
Nota final
Espero que con este trabajo se aprecie cómo la auto-ficción y la “disciplina” de la historia pueden coexistir, sin que su unión ofrezca ópticas prejuiciadas. Para lograr esta alianza, se tiene que tomar en consideración la incorporación de la historia intelectual en la historiografía puertorriqueña. La historia intelectual, así como la describe Hayden White (2011, p. 183), nos ayuda a analizar la conciencia en general sin recurrir a “historias discretas” tales como la política, la económica y la social. Gracias a esta propuesta podemos rescatar aquello renunciado por los historiadores que es la literaturidad en el campo de la historia. Con la historia intelectual podemos apreciar, cómo los hombres concibieron su mundo y como sustituimos el color de los mercados, de los campos de batalla y de los parlamentos por el olor de los escritorios, las bibliotecas y las salas de las academias.
Lista de referencias:
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Lista de imágenes:
1. Foto de Fernando Picó, Ediciones Abeyno.
2-5 y 7. Fotos de Jack Delano.
6. Foto de Utuado (1896), WEB.