BSG parte 2: la redención y otras (in)seguridades

* Ésta esta la segunda de dos columnas dedicadas a la serie televisiva de ciencia ficción, Battlestar Galactica (2004-2009, Ronald E. Moore). En ésta, se amplían ideas presentadas en la primera considerando la serie en su totalidad. Se advierte que hay “spoilers” en esta entrega. Para acceder a la primera columna, haga clic aquí.

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"You can't know who you are; it's more secure to cling to hard-matter identity" (xiv), pondera la escritora y activista Eve Ensler. La ontología del ser, en especial del ser humano, se encuentra muchas veces plagada de contradicciones filosóficas, in/decisiones hamletianas y creencias cuestionables. La serie Battlestar Galactica recoge esta gama de variables, destacando el deseo humano de redimirse pese a que muchas de las acciones tomadas pongan en entredicho la mesura de una especie inteligente, una especie que a su vez, tiene una enorme capacidad para la (auto)destrucción.

Sin duda, uno de los temas que recorre la serie es el de la religión y la diferencia entre el politeísmo y el monoteísmo. Los humanos, en su decepcionante búsqueda y encuentro con la tierra, se han adherido a profecías y creencias en una serie de dioses. Por otra parte, los Cylons y sus 12 modelos prototípicos son de la persuasión de que solamente hay un dios y que se debe confiar en su plan. Como dicen ellos: “it has happened before and it will happen again”. Si los Cylons se ven como modelos avanzados de lo que para ellos es una caduca humanidad, es inquietante el que se ciñan acríticamente a una religiosidad —monoteísta, pero igualmente de problemática si fuera politeísta— que condona el genocidio y los delirios de grandeza. Tales delirios quedan ejemplificados también en la figura de Gaius Baltar, quien predica pero sin convicción, cual San Manuel unamuniano, a los ojos de sus seguidores que en su mayoría son mujeres. Resalta, pues, que este personaje sea el que más se aferra a su sentido de auto-preservación, según reconocido por Laura Roslin, Felix Gaeta y otros, aunque a decir verdad, Roslin también se aferra a su manera.

En relación a las ínfulas de superioridad, la serie explora cómo se conjuga la religiosidad con la identificación a nivel de especie, de manera análoga a lo que ocurre cuando una nación, cultura o idiosincracia se ve superior a otra [1]. La manipulación religiosa de la espiritualidad acompañada por la creencia en una verdad/visión/posición inequívoca suele ser la receta que detona actos terroristas y bélicos o desemboca en racismo y etnocentrismo, actos “justificados” ante quienes desean borrar el “error” en el “Otro”.

No parece casualidad que Battlestar Galactica haya sido adaptada, ampliada y devuelta a la pantalla chica durante los años de la presidencia de George W. Bush, años que coinciden con la “war on terror” y la mentalidad de “o estás conmigo o estás con el enemigo”. Ante este contexto, vuelven a resonar las palabras de Ensler cuando habla del tema de la (in)seguridad en la primera década del corriente milenio: "You become part of an US, and in order to be secure, you must defend against THEM" (xiv). A esto añade: "You become your nation, you become your religion. You become whatever it is that will freeze you, numb you, and protect you from change or doubt. But all this does is shut down your mind" (xiv).

En Battlestar Galactica, el nosotros versus ellos se vuelve cada vez más una división ilusoria, pues ya para avanzada la tercera temporada, nos enteramos que cuatro de los prototipos Cylon son parte de la flota colonial. Éstos son personajes que hemos visto (algunos de ellos desde el principio) y que han sido figuras cercanas a Bill Adama, a Laura Roslin y/o figuras clave de resistencia contra los centurions y la nefasta presidencia de Baltar durante la estancia en New Caprica.

Cuando al final encuentran el planeta que conocemos como Tierra y que Adama y Roslin deciden nombrar como tal, la división ya no es solamente ilusoria sino obsoleta. Parejas de humanos y modelos prototípicos encuentran terreno donde establecerse, conviviendo entre ellos y con los oriundos del lugar. Además, se entierra al primer ser humano llegado de la flota colonial que muere allí, dándole así un toque a lo García Márquez a la historia. Otro toque singular que se mantiene como posibilidad interpretativa es la idea de ver al personaje Six (entre sus varias encarnaciones, pero sobre todo la que habitaba en la cabeza de Baltar) como una versión del mito de Medusa.

 

Como se ha mencionado en la columna anterior, el mito es una fuerza motivadora que influye en decisiones tanto políticas como estratégicas. Éste también va ligado al panteón de la mitología griega, mitología que a su vez juega su papel con respecto a la dicotomía entre el politeísmo (humano) y el monoteísmo (Cylon). Según el mito, Medusa llevaba votos de castidad como sacerdotisa de la diosa Atenas (y cabe mencionar que una de las modelos Eight era Athena). Caprica Six es todo lo contrario a lo exigido de Medusa, exaltando así su voluptuosidad y por ende, la seducción de Baltar. Ella siempre habla de un único dios verdadero.

No obstante, de pelo dorado como la sacerdotisa de Atenas, este prototipo pasa por varias etapas, al igual que por varias experiencias con distintas identidades. Está Natalie, la que fue violada en Pegasus. Está la prisionera en Galactica que concibió con Saul Tigh, lo que apunta a una relación incestuosa, pues según Ellen, Tigh y ella fueron los que crearon a estos modelos, tanto los que conocimos en las primeras dos temporadas y los cuatro que son revelados al final de la tercera. De ser así, se puede afirmar que mediante Six, se revisa el mito de Medusa y, como sucede con Baltar, se genera la posibilidad de redención y resignificación luego de una larga trayectoria de abusos, errores y luchas tanto externas como internas.

“The terrified man fights himself” (324) dice uno de los personajes de la novela Dune de Frank Herbert. Esta aseveración aplica a lo que se va desarrollando en Battlestar Galactica de principio a fin. Quien era el “Otro” no era siempre el enemigo y viceversa. Incluso entre los doce modelos hay tensiones, con rencillas, discordancias y una evidente división de género. Llega el punto en que D’Anna, las Six y las Eight se expresan con mayor compasión luego de apreciar el amor humano, distanciándose así de la mezquindad de Cavil y sed de venganza de los otros modelos masculinos. Si el ser aterrorizado pelea contra sí mismo, el ser evolucionado se balancea en su psique con mayor discernimiento. El tornarse mortales termina por redimir a los prototipos que deciden no continuar el ciclo destructivo de siempre.

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La creación de la tecnología implica responsabilidad y un sentido ético en su aplicación. Hasta los centurions han de ser liberados de la esclavitud, como dictamina Ellen. Los humanos, por otra parte, solemos caer en extremos, oscilando entre lo más básico y lo más avanzado. Battlestar Galactica sugiere, al concluir, que es en el punto medio, en el pentagrama melódico [2] que nos hace intuir una realidad mayor que nuestra existencia individual, que podemos vencer el miedo y las dinámicas de (auto)destrucción. “It has happened before… but does it need to happen again?,” dicen unos curiosos personajes hacia el final del último episodio.

En conjunto, la serie se presta para un análisis más abarcador sobre el poder, la fe, la política, las jerarquías, los prejuicios, y sobre todo, las inesperadas alianzas que surgen cuando el supuesto “US vs THEM” se esfuma como cortina de humo que es. Fuera de esa retórica nociva para la humanidad y  su vital interacción con la tecnología, hay un espacio (literalmente) del cual maravillarse. Por eso, cuando Adama le pregunta a Starbuck qué escucha, ella le responde: “Nothing but the rain” en un giro casi wimwemderiano para el personaje de Kara Thrace. Se ha reportado que hay una película sobre Galactica en producción. Veremos entonces si vuelven los temas principales y cómo vuelven...y si se superan las divisiones de una vez y por todas.

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Notas:

[1] En “My Steubenville” McCluskey habla de su experiencia con el fundamentalismo evangélico durante sus años en la secundaria:

There was a darker side, of course, to this exclusivity, and a double-edged sword to the conferences’ messages. […] We were told that God had a purpose for us, that we were part of a larger community of believers who would be sheltered as long as we led a pure life. We left thinking that nothing bad could ever happen, or if it did, we could survive the test to have a closer relationship with God, as narrowly defined.  We thought we were better, because we were told we were better, that all our sins would be forgiven, that we were chosen.

[2] En “Is Dylan god (at least in the Battlestar Galactica Universe)?” Barnes reflexiona sobre la inclusión y significancia de la canción “All Along the Watchtower” y cómo ésta se relaciona con la idea de una realidad cíclica, i.e. “It has happened before…”. La canción de Dylan es lo que ayuda a revelar a los cuatro Cylons en la flota y lo que ayuda a Starbuck en el momento crítico de la conclusion de la serie.

Lista de referencias:

Barnes, Kevin A. “Is Dylan god (at least in the Battlestar Galactica Universe)?”. Web.                               

Battlestar Galactica. (Temporadas 3-2). Prod. Glen A. Larson. Perf. Edward James Olmos, Mary McDonnell, Jamie Bamber, James Callis et al. Online. Netflix.

Ensler, Eve. Insecure at Last. Losing It in Our Security Obsessed World. New York: Villard, 2006. Impreso.

Herbert, Frank. Dune. London: Penguin, 1965. Impreso.

McCluskey, Molly. “My Steubenville”. Web.

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