Cuestión migrante

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El ir y el venir, pero no siempre volver. Como nos dice la narradora en la novela El mismo mar de todos los veranos (1978) de la escritora catalana Esther Tusquets: "si es que algún día regresamos -no seremos ya por entero los mismos" (45). Es cierto que a diario nos la pasamos yendo y viniendo: de la casa a la escuela o al trabajo, de San Juan a Ponce, del sueño a la vigilia, de la isla a otros lares. Es decir, migramos, a mayor o menor escala, pero siempre migramos -sea de la adolescencia a la adultez o de un estado anímico a otro.

Muchos puertorriqueños migramos fuera de la isla. La escritora, educadora y sufragista, Ana Roqué, ya lo había vislumbrado en su novela corta de 1919, Un ruso en Puerto Rico: "desde las risueñas costas de esta islita repleta de gente, pues su población es densísima, han salido en todos los tiempos millares de puertorriqueños que andan esparcidos por todos los ámbitos del planeta" (3). Al igual que muchos cuestionan la razón de la densidad poblacional como justificación político-económica, muchos también reconocemos que físicamente la isla grande de Puerto Rico (que es un archipiélago) no podría contener a todos sus hijos e hijas naturales.

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Tampoco podría contener a los valientes boricuas honorarios, es decir, a ésos que han venido de otras tierras o que son generaciones criadas en la diáspora y que quizás nunca ha puesto pie en la isla, pero que sienten una genuina identificación con lo puertorriqueño. Hay que ser valiente para sentirse boricua frente a la muralla interna -invisible pero al parecer inamovible- de quienes definen lo puertorriqueño de la manera más rígida posible, no sólo por jerarquías de clase, raza y género, sino también por prejuicios lingüísticos. Precisamente, es mediante el uso del lenguaje, en la expresión identitaria, jugando con los idiomas predominantes -el español y el inglés, ambas lenguas asociadas a imperios y ninguna autóctona de Borikén- que escritores como el recién fallecido poeta Nuyorican Tato Laviera comunican sus coordenadas culturales con una buena dosis de denuncia y creatividad.

En su colección AmeRícan (1985), Laviera exige que se deje a un lado la pretensión elitista en cuanto a idioma, por lo que en el poema "esquina dude" declara : "i know you understood/ everything i said, i know you don't/ need a bilingual dictionary/ what i said/ can cut into any language…".  Si bien es cierto que no todo el mundo en Puerto Rico es bilingüe y que la experiencia boricua en Nueva York está repleta de desprecio lingüístico por parte del sector social "mainstream" con gríngolas exclusivamente anglófilas, en "esquina dude" como en varios otros, Laviera reta la camisa de fuerza lingüística que los sectores recalcitrantes tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos quisieran aplicarle.

No todos los puertorriqueños migramos por las mismas razones. Todo tiene su contexto y cada contexto ha de respetarse. No es lo mismo pasar cuatro años en la costa este de los Estados Unidos estudiando en una universidad privada con miras a regresar a la isla para instalarse como profesional que migrar como lo hacen los personajes de La carreta de René Marqués; de hecho, esa migración no significa lo mismo para Juanita ni para Doña Gabriela, ni mucho menos para Luis. La tragedia sufrida por Juanita no es la misma que la de Luis, como tampoco es la valoración cultural que encarna Doña Gabriela ni mucho menos Don Chago quien decide no migrar ni tan siquiera dentro de la isla.

 

Tampoco es lo mismo llegar a Nueva York en las condiciones en que llegó el gran líder comunitario afro-boricua, Jesús Colón, que ir y venir de Miami en viajes de negocios. Cada situación tiene sus méritos y sus retos, en cada una hay historias personales que no siempre entendemos, pero más que comparar experiencias, vale más compartirlas para dialogarlas y entendernos mejor en el lenguaje que encaje. Cada una de esas situaciones, o sea, cada una de esas migraciones es un componente del cuadro socio-cultural puertorriqueño.

Recuerdo cuando era yo a penas adolescente aquel anuncio del San Juan Star promulgando que "ser puertorriqueño no es cuestión de idioma" y las polémicas que desató. Si por un lado en Puerto Rico no se puede enseñar el inglés a expensas del español como si el español fuera una lengua "minoritaria" o desprestigiada, el monolingüísmo no es la norma en gran parte del mundo, salvo irónicamente, en los Estados Unidos. Hay que aprender idiomas, hay que saber usarlos y hay que aprender a cómo no manipularlos y/o no dejar que nos manipulen con ellos. Hay espacio además para el Spanglish, o mejor, el code-switching. Todo depende del contexto, del reconocimiento del ir y el venir como rasgos esenciales de no solamente la experiencia puertorriqueña sino la humana a través de la historia.

Se puede saber español y usarlo a la perfección para continuar colonizando la mente y el espíritu de los hombres y mujeres boricuas. Se puede haber nacido fuera de la isla y quizás solamente saber una que otra palabra en español, pero sabiendo que lo puertorriqueño es una afinidad personal que no se le debe denegar a quien la siente en su corazón. Lo puertorriqueño es el conjunto de múltiples experiencias, muchas de ellas a veces en tensión una con la otra, lo que es lógico dada la saga 1493-1898 -hasta el presente de la misma. En ese sentido tiene mucho de "zona de contacto" de acuerdo a la definición de Mary Louise Pratt en cuanto a zonas de choques, tensiones y disparidades, según elabora en su libro: Imperial Eyes: Travel Writing and Transculturation.

 

Ser puertorriqueño será para algunos cuestión (o no) de idioma, pero a un nivel u otro es cuestión de migrar, de "no ser los mismos" en el sentido de no adherirnos a mentalidades imperialistas o que nos aíslan de otros boricuas, oriundos, honorarios, o de "todos los ámbitos del planeta".

Lista de referencias:

Laviera, Tato. AmeRícan (1985). Houston: Arte Público, 2003. Impreso.

Marqués, Rene. La carreta. Río Piedras: Editorial Cultural, 1983. Impreso.

Pratt, Mary Louise. Imperial Eyes, Travel Writing and Transculturation. London and New York: Routledge, 1992. Impreso.

Roqué, Ana. Un ruso en Puerto Rico. La novela azul 2.5 (1919): 1-27. Impreso.

Tusquets, Esther. El mismo mar de todos los veranos (1978). Barcelona: Anagrama, 1990. Impreso.