Biopolítica y la interrogante sobre el colonialismo: el caso de Puerto Rico

 

Hace unos días un colega me invitaba a un Simposio sobre Women Human’s Right para hablar sobre biopolítica y la interrogante sobre el colonialismo en Puerto Rico. Hace mucho que no me obligaba a pensar sobre el significante colonialismo en la arena local. En Latinoamérica estas discusiones son relativamente comunes a partir de las políticas indigenistas, así como de las frecuentes intervenciones del dominio del capital transnacional en la extracción de recursos naturales de la región, entre otros problemas que toman significado bajo la rúbrica de la colonialidad del poder.

Los paradigmas teóricos que animan estos acercamientos provienen de linajes académicos diversos. Salvo las discusiones vinculadas a los debates indigenistas, lo que caracteriza estas disquisiciones, es que el énfasis no está puesto en la acusación de falta de soberanía de los pueblos. Más bien, procuran señalar la presencia de situaciones coloniales aún en el contexto de países soberanos: dominación ecológica, racismo estatal, políticas coloniales respecto de la producción, consumo y tráfico de droga, hegemonía de los medios en la representación de los problemas sociales, entre otras.

En el caso de Puerto Rico, abordar el colonialismo es volver una y otra vez a la denuncia de la falta de soberanía del país: en no haberse constituido en Estado-Nación independiente. En Puerto Rico hablar de colonialismo significa aterrizar prácticamente en el anestesiante problema del “status”.

Esto no sólo plantea una diferencia significativa en las maneras cómo se desarrollan las discusiones teórico-políticas en la arena local, vis-à-vis otros escenarios académicos, sino que produce el efecto de encubrir la multiplicidad de formas en que esta colonialidad se manifiesta. La alusión constante al colonialismo como un problema de status imposibilita, paradójicamente, hablar de las situaciones coloniales que no dependen del status político como tal: colonización del cuerpo por cierta concepción de salud, hegemonía de los discursos moralizantes por encima de lo político, dominio de la violencia machista sobre el cuerpo de las mujeres, hegemonía de imaginarios del miedo frente al tema de la libertad, entre tantas otras.

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Contrario a la opinión común, desde el paradigma biopolítico, observamos la saturación de poderes soberanos sobre el cuerpo de la población. Lejos de tratarse de una ausencia de soberanía como suele pensarse, lo que en Puerto Rico se vive es la expresión de un exceso de ejercicios de poderes desde el soberano que se traduce en un entre juego contradictorio de fuerzas, entre gobiernos locales y gobiernos federales. A veces los poderes federales se empeñan en “poner orden” a los gobiernos locales. Tal es el caso de la intervención federal en materia de delitos por corrupción gubernamental. A veces, ocurre lo contrario, y el gobierno local impone su orden a partir de leyes y medidas que van a contrapelo de lo que hace el gobierno americano. La ley siete, de emergencia fiscal, es un buen ejemplo de esto.

Esta me parece es la razón por la que cuando se habla de biopolítica en el escenario local, pocas veces se enfatiza que uno de los ejes de atención más críticos, tanto desde Michel Foucault inicialmente como de Giorgio Agamben después, es el problema que acarrea la soberanía en sí misma. Esto es, el poder de los Estados Nacionales, sobre la vida de las personas, que es la forma política de la Modernidad.

Aunque en Puerto Rico las preocupaciones políticas más notables son fundamentalmente biopolíticas –administración de los cuerpos, intervención sobre la vida de las poblaciones, problemas de sistemas sociales de salud, desempleo, asuntos demográficos, educación, políticas sexuales, y alimentación–, la incorporación teórica del paradigma biopolítico es un elemento incómodo ya que el tema y el problema de la Soberanía Nacional bloquea una crítica que supere “el issue del status”.

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Si Puerto Rico se constituye en Estado Nacional por cualquiera de las dos vías propuestas –República o Estado Americano– no se resuelve el problema de la “colonialidad del poder”, y mucho menos el problema que trae consigo el Poder Soberano en su derecho de vida y muerte sobre los gobernados. Más claramente, no hay un afuera del poder soberano, aún cuando el país carezca u obtenga su soberanía nacional. Esto no excluye, claro está, el reconocimiento de que no todas las formas de soberanías valen por igual, así como no todas las situaciones coloniales son equiparables entre sí.

Lo que el paradigma biopolítico nos invita a mirar son las maneras en que esa prerrogativa del Soberano (Estado-Nación independiente o Nación sin Estado independiente) de hacer vivir o dejar morir se expresa en situaciones diversas.

La preocupación política que nos trae Agamben, al contemplar la biopolítica, es atender el hecho de cómo la vida es el eje de intervención del soberano bajo la forma del estado de excepción. La excepción para Agamben configura la estructura de la Soberanía en su capacidad para suspender la Ley, aplicándola.

“La relación de excepción es una relación de bando. El que ha sido puesto en bando no queda sencillamente fuera de la ley ni es indiferente a ésta, sino que es abandonado por ella, es decir, que queda expuesto y en peligro en el umbral en que vida y derecho, exterior e interior se confunden.” (Agamben: Homo Sacer).

En esto estriba la importancia de volver la mirada sobre el matiz de abandono ya que éste da cuenta de las formas de cómo la vida, la nuda vida, ha quedado atrapada en el interior del espacio de la excepción. Ésta da lugar a la creación de condiciones de posibilidad para las operaciones del poder. Permite organizar espacios del abandono, sin el amparo de la ley, donde el sujeto se caracteriza por un estado de exposición total. No importa cuál sea el status político de Puerto Rico en el presente o en el futuro, el alerta teórico del paradigma biopolítico apunta a abrir los ojos a estos a-bandonos del Estado, la posibilidad de la excepción. En esos espacios se juega en buena medida las formas de vida y de muerte de la población.