El hiperrealismo cinematográfico de Álvaro Aponte Centeno (2da parte)

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Desde Luz hasta Yahaira: del impresionismo al hiperrealismo

 

El cortometraje Luz (2010) de Álvaro Aponte Centeno obtuvo los premios de Mejor Cortometraje Nacional y Mejor Actuación Masculina, por el rol protagónico de Axel Anderson, en la octava edición de Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico. Según la sinopsis del cortometraje:

La soledad y el amor son la rutina diaria en la vida de esta pareja de ancianos; aunque no están solos del todo, pues comparten sus vidas con una dulce compañera, la música.

El trayecto hacia la muerte es un camino de luces y sombras. Una vez superada la teatralidad del barroco y agotado el drama explícito del romanticismo, solo restan una suerte de ʻismosʼ de libertad y experimentación a las puertas de las vanguardias artísticas del siglo XX. La luz es la protagonista del impresionismo, que debe su nombre al cuadro de Claude Monet titulado Impresión, sol naciente (1872); en tanto, la música impresionista del compositor y pianista francés Erik Satie funciona como un personaje insinuado en el corto Luzde Aponte.

La opera prima de Aponte Centeno devela su condición de cineasta intelectual. Un autor del cine que escribe con su cámara-pluma. Esta cámara presenta, mediante un plano cenital, el rostro de una intérprete sublime: la música. Luego se asoma, lentamente, a un plano compuesto por tres ventanas que enmarcan las siluetas, cual si fuesen lienzos, de otros tres personajes: la luz, él y ella. La cámara penetra e invade el espacio. Él es la luz. Ella es la música.

A continuación, la alternancia de encuadres, entre primeros y primerísimos planos, lleva el ritmo de esta historia; mientras, el sonido ambiental del hogar y la noche puertorriqueña se complementan con las melodías del impresionismo francés. En adelante, la luz y la música se imbrican y narran. Las lámparas y el tocadiscos se muestran de forma reiterativa, con insistencia. Esa luz, cuya presencia es activa, incide en los personajes y proyecta en pantalla una impresión de los mismos. La iluminación diegética otorga una impresión visual; en tanto, la música se ocupa de la impresión auditiva. Entonces nosotros, los espectadores, no percibimos la mera cotidianidad de una pareja de ancianos, sino la sensación que producen los efectos del cine (imagen y sonido) en esa construcción de la realidad.

Con Luz, el realizador hace gala de su formación musical y de la gran pasión por el arte que hereda de su familia. Esta pieza cinematográfica también fue exhibida en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, Cuba, como parte de una muestra del cine de Puerto Rico e Inglaterra.     

Mientras, la obra más reciente de Álvaro Aponte Centeno, Yahaira (2015), fue galardonada en la decimotercera edición de Cinefiesta como Mejor Cortometraje Nacional, Mejor Director Nacional, Mejor Actriz (Marisé Álvarez) y Mejor Fotografía (Santiago Chago Benet). Según la sinopsis de este corto: “Yahaira es una madre soltera y tiene que cuidar a su bebé durante horas de trabajo, cosa que ha pasado antes”. En efecto, Yahaira es un nombre tan común como su historia.

La tendencia al realismo ha sido una obsesión recurrente en el arte desde el siglo XIX. Por ejemplo, el óleo sobre tela titulado Entierro en Ornans (1849-1850) del pintor francés Gustave Courbet “se convirtió en el manifiesto del realismo, especialmente por la autenticidad de los personajes y el realismo existente en el espacio descrito”, según las historiadoras Carrassat y Marcadé en el libro Movimientos de la pintura.[1]

Pero, ¿cómo construyó el artista este cuadro de apariencia realista? Courbet lo hizo por medio de “la contundencia con que los rojos y el azul canario intenso contrastan con los tonos negros y grises, mientras que el primer plano, donde aparece el foso destinado a alojar el ataúd, contribuye a integrar al espectador en la escena. Los trazos negros que realzan la expresión desconsolada de algunos rostros y la pincelada arrebatada del artista intensifican, asimismo, su realismo”, al decir de Carrassat y Marcadé. En otras palabras, el autor se enfrenta a la realidad; luego, la interpreta (lo cual es inevitable) y plasma su visión, marcada por una intencionalidad latente, mediante los recursos técnicos y artísticos que ofrece su medio de expresión en particular.

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El realismo emergió como rechazo del romanticismo y el academicismo. “Sus pintores no dispusieron ni de una teoría estética ni de un estilo homogéneo, sino que abogaron por una visión sencilla y objetiva de la vida contemporánea que fuera accesible a todo el mundo”, plantean las investigadoras y argumentan que dicha pintura realista estaba impregnada de un carácter socializador, en ocasiones comprometido. De igual modo, el hiperrealismo cinematográfico de Álvaro Aponte Centeno surge como una actitud de protesta ante la expansiva industria hollywoodense y su star system. Aponte hace un cinéma d’auteurs de resistencia. El cineasta rechaza también todo vestigio de melodrama y sentimentalismo. Así lo demuestra Yahaira.

Con Yahaira, el arte pareciera tener la obligación de ser incómodo; en tanto, el cine recupera esa responsabilidad de estremecer, con golpes de vista y alarmas por sonidos, a un espectador inerte en su butaca. Álvaro Aponte Centeno recurre a los sonidos ambientales más irritantes, a la perturbadora cámara en mano, a la difusa luz natural y a prolongados planos de secuencias cotidianas, para exponer una pretendida realidad; cuyos efectos sobredimensionados, recaen en un público cautivo en la circunstancia espacio temporal del cine.

El metálico alarido de las máquinas y el llanto agudo de un bebé se confunden en una dualidad auditiva sostenida que evoca, a la vez que cuestiona, los orígenes del hombre y el choque cultural entre las civilizaciones. El sujeto está desamparado en la sociedad postindustrial, tecnológica y teóricamente desarrollada. En especial, la película ostenta un plano general de composición sublime que resulta inspirador de dicha hipótesis. Las carreteras elevadas preludian el impacto por el artificio de la perspectiva y un auto es el refugio inmediato para el encuentro carnal como promesa de vida; en tanto, los gemidos que delatan el placer del coito y la cómplice inocencia quebrantada encuentran su eco en la infinitud sonora del espacio urbano. Por alguna razón y salvando las distancias, no puedo evitar el recuerdo de aquel prólogo del Anticristo (2009) de Lars von Trier.

Yahaira manipula la carne con destreza, la corta y la dispone para un procesamiento de rutina. Existe un profundo paralelismo conceptual entre el trabajo de Yahaira y su propia vida que, de cierta forma, simboliza el destino de todos, mujeres y hombres. Por momentos, estamos tan expuestos como esos trozos de carne muerta a las maniobras que escapan de nuestro control. La realidad que observa y transforma el cineasta en una expresión artística ʻmás real que lo realʼ deviene el mejor resguardo de su subjetividad e ideología. Un autor es, por sobre todas las cosas, una individualidad creativa.         

 

Mi santa mirada sobre Los condenados de la tierra

Mi santa mirada (2012) es el segundo cortometraje del realizador Álvaro Aponte Centeno y la obra que lo convirtió en el primer puertorriqueño nominado para la Palma de Oro en la categoría de cortometrajes en el Festival de Cannes, Francia. Además, esta pieza cinematográfica fue galardonada como Mejor Cortometraje Nacional y Mejor Director Nacional en la décima edición de Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico. Este corto también formó parte de la Selección Oficial en competencia en el Melbourne International Film Festival 2012, Australia; 23rd Stockholm International Film Festival 2012, Suecia; Festival del Nuevo Cine Latinoamericano 2012, La Habana, Cuba y The 37th Hong Kong International Film Festival 2013, China. Según su sinopsis:

Samy es un hombre solitario y callado que vive del negocio de la droga. Lo único que tiene en su vida es a su hermano menor, del cual es responsable, y a su caballo. Cansado de ser un subordinado del narcotráfico, decide traicionar a su jefe Papo.

El caballero andante habita en un ʻcastilloʼ y su batalla, de tipo medieval, será hasta la muerte. En un contexto tan adverso para el amor y la bondad, el hombre y su caballo desarrollan una identificación cuasi mitológica. Ellos se complementan, así como los centauros, y comparten la fuerza animal del uno con la humanidad en la mirada del otro. Si caen en la guerra, mueren juntos. La violencia, que suena como un martilleo constante en el metal, marca el ritmo de estos tiempos y de esta historia.

Una cámara inquieta documenta los escenarios reales con objetividad, aunque desde ángulos sugerentes y subjetivos; mientras, el montaje intelectual propone una narración entrecortada, que intenta cubrir lo que hace y lo que siente el protagonista de un modo alternativo. La historia no enfatiza en el desenlace, sino en la veracidad e intensidad de los hechos. La trama explora el contexto a través de los personajes originales, sin buscar culpables y sin establecer una distinción entre víctimas y victimarios. La causa de los males parece exceder los límites del ʻcastilloʼ. Entonces, Aponte Centeno apuesta por la tesis de Frantz Fanon y Mi santa mirada encuentra su resolución teórica en el libro Los condenados de la tierra (1961).[2] De modo que, el filme cierra con la inclusión de una cita de Frantz Fanon a modo de paratexto:

La ciudad del colonizado, es un lugar de mala fama, poblado por hombres de mala fama, allí se nace en cualquier parte, de cualquier manera. Se muere en cualquier parte, de cualquier cosa.

Así concluye el cortometraje y también, de esta forma, se resignifica y expone a nuevas lecturas desde los postulados del autor literario. Aponte y Fanon parecen coincidir en que la responsabilidad de la violencia comunitaria o tribal recae en la colonización.

Frantz Fanon llega, incluso, a justificar y promover la violencia en pos de la descolonización y argumenta:

Esa agresividad sedimentada en sus músculos, va a manifestarla el colonizado primero contra los suyos. Es el período en que los negros se pelean entre sí y los policías, los jueces de instrucción no saben qué hacer frente a la sorprendente criminalidad. Frente a la situación colonial, el colonizado se encuentra en un estado de tensión permanente.

Fanon continúa:

Ese mundo hostil, pesado, agresivo, porque rechaza con todas sus asperezas a la masa colonizada, representa no el infierno del que habría que alejarse lo más pronto posible, sino un paraíso al alcance de la mano protegido por terribles canes.

La apreciación de este autor puede haber sido motivada por una pasión desmedida, al calor de sus tiempos y circunstancias personales, pero no deja de resultar alarmante su llamado explícito a la violencia y su capacidad para descubrir en ella una promesa de paraíso. Según Fanon, “El hombre colonizado se libera en y por la violencia”.

Al respecto, me permito discrepar rotundamente; pues, el hombre debe conquistar su libertad en y por la educación. No existe otra posibilidad. A propósito, sobre la función del intelectual Fanon opina que:

El intelectual colonizado había aprendido de sus maestros que el individuo debe afirmarse. La burguesía colonialista había introducido a martillazos, en el espíritu del colonizado, la idea de una sociedad de individuos donde cada cual se encierra en su subjetividad, donde la riqueza es la del pensamiento. Pero el colonizado que tenga la oportunidad de sumergirse en el pueblo durante la lucha de liberación va a descubrir la falsedad de esa teoría.

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Nuevamente discrepo con Fanon. En cualquier circunstancia, el individuo debe afirmarse. Y sí, la mayor riqueza posible es la del pensamiento. De hecho, la misma producción cinematográfica de Álvaro Aponte confirma el valor inigualable del individuo y su creatividad.

Como contraparte a los planteamientos de este líder de la descolonización, propongo revisitar la obra del Premio Nobel de Literatura 2010. Al decir de Mario Vargas Llosa, en su novela Los cuadernos de don Rigoberto (1997), la categoría artística surge “cuando individuos particulares desagregados del todo comienzan a imprimir un sello personal a esos objetos en los que volcarán una intimidad intransferible”.[3]

Admirablemente, suele ocurrir que muchas grandes obras superan las ataduras ideológicas de sus creadores y alzan, de forma inevitable, su vuelo hacia la soberanía individual. El cinéma d’auteurs que realiza Álvaro Aponte Centeno se ha convertido, hoy día, en inspiración para otros cineastas aún más jóvenes. Por ejemplo, el guionista y director Julio Emmanuel Díaz, estudiante de la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico, citó el elemento simbólico de los caballos de Aponte en su cortometraje En carrera (2015), para aludir a la necesidad de que nuestra juventud se reinvente por medio de la educación y el trabajo honesto.

La película En carrera resultó ganadora como Mejor Cortometraje en Unifiesta, el concurso de cortometrajes para universidades y escuelas de cine, que organizó por vez primera la Fundación de Cine de Puerto Rico como un evento paralelo que tuvo lugar en la decimotercera edición de Cinefiesta. 

Actualmente, según reporta Mariela Fullana Acosta para El Nuevo Día, el director y guionista puertorriqueño Álvaro Aponte Centeno desarrolla su primer largometraje, que filmará a partir de noviembre en el oeste y noroeste de la Isla, con el propósito de ofrecer una mirada a los indocumentados.[4]

Álvaro Aponte Centeno será uno de los grandes de la cinematografía nacional. La Nueva Ola del cine puertorriqueño apenas se está formando.

 


* Esta es la segunda parte de "El hiperrealismo cinematográfico de Álvaro Aponte Centeno", para acceder a la primera parte del artículo, haga clic aquí.


Notas:

[1] Casset, Patricia y Isabelle Marcadé. (2005). Movimientos de la pintura. Madrid: Larousse. 

[2] Frantz Fanon. (1961). Los condenados de la tierra. México: Fondo de Cultura Económica.

[3] Mario Vargas Llosa. (1997). Los cuadernos de don Rigoberto. Madrid: Punto de Lectura.

[4] Mariela Fullana Acosta. (2 de octubre de 2015). "Cineasta puertorriqueño ofrecerá una mirada a los indocumentados". El Nuevo Día.


Lista de imágenes:

1. Fotografía de Loic Venance. Álvaro Aponte Centeno en Cannes 2012, junto a L. Rezan Yesilbas, Bassam Chekhes, Emilie Verhamme, Michael Spiccia, Mohamed Bourokba, Chloe Robichaud, Crainger David, Zia Mandviwalla, Eicke Bettinga.
2. EFE, "Álvaro Aponte Centeno ''vive un sueño'' tras ser nominado a premio en Cannes", Informador.mx, 2012.
3. Toma de Yahaira, interpretada por Marise Álvarez.
4. Con los muchachos de Mi santa mirada.
5. Afiche del cortometraje Mi santa mirada.


 

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