I. ADVERTENCIAS, o de lo venidero
Advierto que esto es un texto incompleto, hecho en medio de fiebres, duelos y una extraña euforia melancólica. No pocas veces anduve mirando hacia atrás, ligando imágenes fugaces, y recordando promesas galvanizadas por algún presentimiento que parpadeaba como una luciérnaga (o como un tick, un fit, un trick, un hit, dando vueltas maniacamente en mi cabeza). Entre entusiasmo y catarsis, escribir esto fue como esperar que llegase la música cuando ya no se la necesita. No obstante, evitando eufemismos y perogrulladas, este adelanto es, pues, un ensayo y, por consecuente, habrá tropiezos, faux pas y malos humores.
A su vez, vale no olvidar que adelantarse, to get ahead(ese imperativo ridículo progresivista), implica también una decapitación, y en ocasiones una liberación (en el sentido de lib(e)rarse de algo). Y, en ese caso, he intentado no perder la cabeza (demasiado), ni que se me vaya la mano. Y así, pues, iré hacia atrás cada vez que avance. Además, no hay prisa, ya Lázaro rió y murió (nuevamente); por ende, no hay tomarse las cosas a pecho (y "sal pa' fuera").
II. Encuentros, constelaciones y experiencias exiliadas (una paja en la nube)
Se me hace difícil precisar mi "primer encuentro", sé que aconteció en la reconocida estructura Ovni (que para otros era un hongo, ¡qué viaje!) que conformaba la biblioteca de la Facultad de Filosofía, y se trataba de las historias del haschisch (un encuentro que fue desgraciadamente más un viaje teórico que una práctica experimentada). El segundo encuentro se dio en la Biblioteca de Geografía e Historia, en la forma de un volumen sobre Ibiza. Ya ni recuerdo si hubo otro "primer encuentro", antes o después, en donde mencionaron su nombre y por eso tengo sus libros o quizás explique la extraña familiaridad que siento al leerlo (asumo que alguna recomendación en un bar). Media vida yendo y viniendo, perdiendo y encontrando, olvidando y retornando, tropezándome con Walter Benjamin, leyendo fragmentos de él o que hablan de él.
El caso de Joan Oliver, mejor conocido como Pere Quart, fue otro: lo conozco poco y mal. No obstante, me encuentro tropezándome con él, otro monstruo fantasmagórico como Benjamin. La semilla yacía plantada hacía tiempo, cuando, no sé si yo o un buen amigo (el recuerdo es brumoso), leímos un poema en Decapitaciones (publicado en el 1934) en el cual parecía anunciarse el Holocausto. El poeta escribe de decapitaciones, de cabezas separadas de cuerpos, de cuerpos descabezados real o virtualmente. Uno de ellos, sin embargo, parece estar en tierras lejanas, volar por cielos germánicos, al tiempo que trata de una catástrofe. Analista lúcido y previsor, profeta visionario, el poeta o el poema predicen la Catástrofe, aquello todavía no ocurrido:
Volava el cap de ma companya
Pel cel dels crematoris d’Alemanya
(Quart, 1980, p. 32)
El propio poeta, cuando décadas después fue entrevistado sobre el asunto, no recordaba o no podía justificar la imagen de la cabeza femenina (de una amiga, aparentemente una tal Sara Bloch) que volaba por los cielos alemanes. Quizás no era el poeta, sino el poema, la poesía en sí, la que hablaba a través de él, a través de su medio/medium, anunciando lo venidero.
Ambos autores, aunque no de forma exclusiva, parecen estar entre-tejidos por un carácter y destino común de constelaciones; en particular la "experiencia exiliada o exílica" (y, ¿qué es una experiencia de ese tipo, sino la forma trágico-cómica y redundante de un desdoblamiento, muy propio de la experiencia y de la locura migrante?). Acabaron (uno poco antes que el otro) casi compartiendo ciertos itinerarios, cuando no una frontera, aún si cada cual la atravesó (la raya franco-española) en instancias, direcciones y lugares diferentes (con poco más de un año de diferencia). Ironías y distancias, modos de ocultamiento y sobrevivencia: ambos autores fueron exiliados y derrotados, ambos parecían entrever un devenir catastrófico.
Pere Quart y su generación fueron en muchos sentidos derrotados. El exilio viene a ser una segunda derrota. Quizás también el retorno, la incapacidad, querida o no, de rehacer la vida lejos de casa, y más en las circunstancias del momento y con claro dominio de los ganadores, puede ser pensado como una nueva derrota. En términos políticos, se pudiese decir que él, "poeta-profeta", parecía demostrar la idea que lo decente era estar con los perdedores. ¿Y Benjamin? ¿Alguna vez logró retornar? Tal vez como zombi (pero ya eso lo retomaremos en otro momento). Benjamin, otro exiliado y perdedor, atraído por los absurdos y por los olvidados, los sin-nombre, fue también, a su manera, una suerte de "profeta". Ambos se las arreglaron, con sus dobles y artificios, con sus heterónimos, desdoblamientos y experiencias exiliadas, para no solo sobrevivir sino re-interpretar sus presentimientos, sus oscuras iluminaciones, sus constelaciones (o sus estrellas negras).
Los pseudónimos, heterónimos y otros nombres/personalidades fueron a veces impuestos por las circunstancias, por la necesidad de publicar —y cobrar, ni que fuera migradamente, por el escrito—; burlando la censura —la nazi en un caso, la franquista en el otro—. Pero también se pueden intuir motivos estilísticos, conceptuales —el juego de Oliver como amigo y prologuista de Pere Quart, por ejemplo— o tal vez esotéricos. El caso de Benjamin, arraigado en tradiciones culturales judías y probablemente influenciado por los misticismos (notablemente aquel de su amigo Scholem), permite conectar los nombres secretos con esquemas de pensamiento y referentes claramente religiosos (cuando no eróticos), como hace el autor en el curioso texto Agesilaus Santander —nombre y escrito doblemente secreto porque fue un regalo personal (no destinado a la publicación)—. Texto demoniaco, excéntrico, enigmático y que ha incitado muchas interpretaciones sobre el "Ángel" de Benjamin.
Sin embargo, ¿por qué nos deben importar estos arrebatos de nombres y de falsificaciones? ¿Qué importa la vida de estos inútiles que por un pelo pudieron haber terminado bajo las cenizas del exterminio político-eugenésico? Pudieron no haber sido ni haber llegado a nosotros, que es el destino de demasiados, una pérdida que puede simbolizarse en la supuesta maleta pesada, que arrastrarba penosamente Benjamin, que decía que era más importante que su vida y que lo habría acompañado en sus últimas horas, y sin embargo, desaparecida sin dejar rastro tras su muerte.
Los sin nombre, los explotados, los refugiados, los derrotados, son para Benjamin el verdadero objeto de estudio de la Historia. Significativamente, el filósofo, uno más entre los prófugos, exiliados y refugiados, murió casi anónimo, enterrado en una fosa común y con el nombre cambiado por las autoridades franquistas —Benjamin Walter (¿otro "nombre secreto"?)—. Condensación o, como quisiera él, constelación de tiempo, espacios, memorias y conceptos. El Memorial Walter Benjamin, ideado y construido por Karavan en Portbou, el lugar del último refugio, exilio y muerte, incluye la inscripción, cita de un fragmento benjaminiano, en alemán, catalán, español, francés e inglés: "Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres. La construcción histórica se vuelca en la memoria de los que no tienen nombre" (Larios, 2014; Rollason, 2002). Seres anónimos como lo son muchos de los refugiados y exiliados, ahora y entonces, durante la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. La gran contradicción, que daría para muchas páginas, es cómo se cosifica, numeriza, despersonaliza al refugiado, y a un tiempo se lo quiere registrar —con nombre, número, foto y ficha—, controlar y encerrar.
Y claro, aún Benjamin y la Segunda Guerra Mundial son solo instancias breves de estrellatos que, de forma someramente limitada, reconocemos. No son excepciones ni anomalías accidentadas, mucho menos instancias superadas, pues el amigo Walter escribe que, para muchos, el Estado de excepción ha sido siempre la norma. Cuántos cadáveres auguran su descubrimiento sobre las constelaciones que ignoramos, y cuántos fertilizan la gravedad de nuestros pasos es algo incalculable, en particular en una sociedad que solo busca "hechar pa' alante", "levantarse" (o "irse arriba") acumulando deudas impagables (la deuda como culpa, que nos hace culpables a los deudores, todos nosotros) y medidas de austeridad, siempre eclipsadas con eufemismos expiatorios (que esconden la verdadera expiación, la destinada a todos los monstruos e impresentables). La actitud crítica, cuando no directamente hostil, respecto al concepto de progreso, es un rasgo muy característico y bien conocido de Walter Benjamin. Incluso en una placa conmemorativa que se colocó en el cementerio de Portbou se recoge una observación característica del filósofo: "No hay un solo documento de cultura que no lo sea a la vez de barbarie" (Rollason, 2002, parr.VIII; Mate, 2006, p. 130; Benjamin, 2008, p.309).
Demasiados paralelos, actitudes vitales (o vitalicios) que se presentan como semejantes, y demasiadas coincidencias para no hacer de las casualidades causalidades que entusiasman a reflexionar y escribir sobre ello. Lo que compartimos es, en ese sentido, un texto accidentado, pero un accidente de largo rato, pronosticado e irreversiblemente diagnosticado como inútil. No obstante, esta inutilidad posee prodigios bienaventurados.
III. Los nombre secretos, los dobles y los prodigiosos (nubosidades e intempestades)
El uso de otros nombres, pseudónimos y "dobles" es algo característico del quehacer poético, y si bien lo tendemos a notar más en los artistas, bien pensado, estos artificios, que creamos y nos poseen (en ocasiones de forma intoxicante y en otras de forma tediosa), son siempre interpretaciones que van a tono, que resuenan y negocian los lugares que nos son asignados, que apropiamos y que no pocas veces resistimos cuando se imponen como funciones estériles. Esto va más allá de los "roles" esperados, dado que siempre, pese a todo, migramos tales expectativas e inclusive las contradecimos (es parte de una condición migrante, casi disfuncional como "acomodo razonable", a lo Real y a su carácter contingente).
A su vez, y esto requiere aún una mayor matización (so pena de generalizar demasiado algo que es múltiple y heterónimo), estos artificios nos re-envían a una serie de fronteras epistemológicas y sociales en donde religión, misticismo y filosofía se entrecruzan. La actual obsesión por identificar psicopatologías en cualquier suerte de padecimiento, dolencia o deriva nos ha hecho perder la sutil pero intrínseca relación que hubo entre el pensamiento, la poesía, la profecía y la locura. Por esa razón, se han multiplicado, y a la vez invisibilizado los modos de identificar monstruos y anormales destinados casi exclusivamente a la expiación, al exterminio o a las otras muertes (la servidumbre, la deuda infinita y la domesticación). Nada más "natural", en el sentido de regular y de tener continuidad (y perseverancia), que esa experiencia poético-maniaca, en donde lucidez y locura parecen colapsar (entre sí), y se dice o escribe otra cosa (en ocasiones, y aparentemente, imposible).
En una entrevista reciente le preguntan al escritor y poeta Pere Gimferrer si ha tenido problemas escribiendo bajo el influjo de fármacos después de su enfermedad. Frente a ello, asegura que "la parte que escribe poesía/hace poemas" se ha mantenido, aún, intacta ("Hi ha una part meva, la que fa els poemes, que queda intacta, passi el que passi"). El entrevistador le pregunta si tal es su parte más genuina ("És la vosta part més genuina?") y él contesta que "es la parte que hace los poemas" ("És la part que fa els poemes"). A continuación, y esto me parece importante, aclara que no puede llamarlo de otra forma, que no puede analizarse a sí mismo en ese aspecto, y que el autor de los poemas coincide, en parte, con la persona que los escribe, pero sólo en parte ("No puc dir-ne gaire més. No puc analitzar-me a mi mateix en aquest aspecte. És la que fa els poemes. L'autor dels poemes coincideix en part amb la persona que els escriu, però només en part").
Vale la pena detenerse en esta contestación, que si bien es peculiar y particular, no es por ello del todo ajena a lo dicho por otros artistas (pintores, escritores, músicos, etc.). Conocemos bien el recuento de Cortázar, en el cual admite su idiotez, y no solo eso, sino el sentirse apoderado y poseído por un "no sé qué" al escribir sus cuentos (como si fuese un medium), algo a todas luces interesante y benjaminiano, y más en él que gustaba de viajar en el tiempo y en el espacio (La vuelta al día en ochenta mundos), o de detener el tiempo como en La autopista del Sur (Cortázar, 1960). A tono con esto, en el prólogo del poemario Jardín en Vano (titulado La escritura a dúo o Acerca del misterio del águila bicéfala) Leopoldo María Panero (2007), junto a Félix J. Caballero, escribe: "Dicen que Deleuze utilizó a Guattari para salvarse del cansancio, del cansancio de escribir, que es siempre el mismo ... (p.7).
Sea la visita de la musa (o de las musas o la música), de algún daimon (o un genio), alguna deidad, un alma en pena, o simplemente el sobresalto de los humores, de las pasiones abruptas o de intelecciones intoxicantes (con o sin un fármaco), encontramos en la historia de la filosofía y de las artes diversos registros para referirse a ese acto de posesión, de rapto, de intoxicación, de "dejarse ir". Hoy en día tendemos a llamar esto, de forma muy selectiva, las "malas influencias", reducidas a trastornos, desórdenes y diseases. Claro, no es este el espacio para entrar en el debate respecto a los "poetas malditos" y los artistas enfermos, viejo tema que obsesionó a los médicos en el siglo XIX (en particular los apegados a las teorías de la degeneración).
Eso dicho, tanto el poeta como el filósofo tienden a ser vistos como "idiotas" o "malas influencias" (cuando no bajo el cliché del "malentendido"), y hay después de todo mucha veracidad en el poema de Baudelaire "El albatros":
A este rey de las nubes se parece el Poeta:
Desafía al arquero, vive en la tempestad;
Por las burlas cercado, exiliado en la tierra,
Sus alas de gigante le impiden caminar
(en Martín Ortega, 2009, p. 131).
No es casualidad que aludamos a las nubes en este caso. No olvidemos que Píndaro (2006), con su arte mántico-poética e intérpretede las Musas nos relata cómo el centauro fue el producto cogitado de Ixión cuando se apareó accidentalmente con Nephele (siendo nephos la palabra griega que latinizamos para nube), se trataba de "coitos extraviadores", quien a la "caza del engaño dulce" la había confundido por la altísima hija de Crono y esposa de Zeus (p.110). Obviamente, otro de los trucos de Zeus, ese prodigo fornicador de héroes trágicos. El centauro será una figura prominente en la literatura como híbrido prodigioso, vinculado no solo a la guía y enseñanza de los héroes sino a las artes médicas y adivinatorias, y que, junto a Dionisio, será una influencia en el pensamiento nietzschiano (quien a su vez "parió centauros"). A su vez, Apolo iluminaba con manía, dado que tanto el dios que atacaba desde la distancia (y castigaba con plagas) como Eros, tenían sus modos particulares de inspirar. Parir monstruosidades, bajo alguna suerte de inspiración, era algo propio del acto de pensar, algo que Sócrates, como buena partera que era, supo.
Eso dicho, vale recordar la advertencia del poeta-filósofo Lucrecio (2003) "que muchas representaciones de las cosas andan errantes hacia todas partes en torno y de muchas maneras, delgadas, que se juntan sin dificultad unas con otras en las brisas cuando se torpizan, como tela de araña o pan de oro", y por eso vemos cuerpos de centauros y Escilas, las caras perrunas de Cérbero y pues de aquellos "cuyos huesos tras el lance de la muerte abraza la tierra" (p.310-311). Todos esos "desprendimientos" son cuerpos, que de los cuerpos se desprenden otros cuerpos y algunos de estos, como simulacros, como "pellejos desprendidos de la superficie", nos retornan como fantasmas o mitos, cuando no "espantan nuestros ánimos saliéndonos al paso en vela como en sueños" (Lucrecio, 2003, p.284-85). Esta visión del centauro, como yuxtaposición de dos imágenes e impresiones visuales, es a su vez la contribución, curiosamente profética, de Lucrecio; antecediendo los juegos de las imágenes discretas, tipo filmina, cuya unidad es ilusoria, similar a la experiencia onírica, grabadas (recorded, ¿acaso no re-cordadas?) del snapshot y de las tecnologías de mecánicas de animación como el fenakistocopio y daguerreotipo, que nos llevarán no sólo a la fotografía sino a la experiencia fílmica. Por aquí también encontramos un vínculo con el particular análisis dialéctico (si podemos aún llamarlo así) de Benjamin (Downing, 2006).
Sin desviarnos mucho en las nubes (a no ser que nos confundamos, lo uno por lo otro), lo que importa aquí es destacar (y recordar) algo mucho más simple: la relación entre la experiencia poética y lo prodigioso como algo constitutivo del quehacer humano, y no algo orgánico respecto a la experiencia religiosa-teológica (o, mejor dicho, la de religiones instituidas y la teología) o una mera anomía psicopatológica.
IV. Decapitación I: Instrucciones sobre lo que avecina (I can't give everything... away)
Yaquí los dejo (ya sé, ¡qué barbaridad!, ¡qué falta de verguenza!), para retomar/recordar luego, pero no sin antes unas palabrillas (tal vez algo ingratas), a modo de cierre y puntos suspensivos:
Son tiempos de constelaciones portentosas. En enero muchos vimos a Lázaro anunciar su muerte, demostrando cómo al morir una persona muere también una multiplicidad. Ya sé, puro drama, ¿pero quién se (nos) lo va a quitar? ¿Y qué otro adelanto tenemos? También se cumple un pronóstico, un posible augurio: el nacimiento del replicante más humano que humano, nuestro querido Roy Batty...
Lista de referencias:
Benjamin, W. (2008). Obras Completas Libro I, Vol. 2. Madrid: Abada Editores.
Cortázar, J. (1960). Algunos aspectos del cuento. Recuperado enhttp://www.literatura.us/cortazar/aspectos.html.
Crivat, A. (2011). "El léxico de lo extraordinario en Las Etimologías de Isidoro de Sevilla (Portenta, Ostenta, Prodigia, Monstra)". RRL, LVI (3), 257-276.
Downing, E. (2006). "Lucretius at the Camera: Ancient Atomism and Early Photographic Theory in Walter Benjamin's Berliner Chronik". The Germanic Review: Literature, Culture, Theory, 81 (1), 21-36.
Larios, M. (29 de septiembre de 2014). Fronteras de la memoria. Recuperado en http://mlvcosas.blogspot.com/2014/09/fronteras-de-la-memoria.html.
Levy, G. (2006). "Prophecy, Written Language, and the Mimetic Faculty: Benjamin's Linguistic Mysticism as a Cure of the "Language Myth"". Epoché: The University of California Journal for the Study of Religion, 19-48.
Lucrecio (2003). La Naturaleza. Madrid: Editorial Gredos.
Martín Ortega, E. (2009). "Dos poemas de Charles Baudelaire: Comentario y Traducción". Pliegos de Yuste, 9-10: 129-134.
Mate Rupérez, R. (2006). Medianoche en la historia. Comentarios a la tesis de Walter Benjamin "Sobre el concepto de historia". Madrid: Editorial Trotta.
Panero, L.M. & Caballero, F.J. (2007). Jardín en Vano. Madrid: Arena Libros.
Píndaro (2006). Odas y Fragmentos: Olímpicas, Píticas, Nemeas, Ístmicas, Fragmentos. Madrid: Editorial Gredos.
Quart, P. (1980). Antología. Barcelona: Lumen.
Rollason, C. (2002) Border Crossing, Resting Place: Portbou and Benjamin. Recuperado en http://www.wbenjamin.org/portbou.html.
Serra, M. (26 de enero de 2016). Pere Gimferrer: "Ni Puigdemont no pot durá la práctica política". Recuperado enhttp://www.vilaweb.cat/noticies/pere-gimferrer-ni-puigdemont-no-pot-endevinar-encara-cap-on-el-dura-la-practica-politica/.
Lista de imágenes:
1. Edu Monteiro, #7, de la serie Autorretrato sensorial, 2015.
2. Edu Monteiro, #13, de la serie Autorretrato sensorial, 2015.
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4. Edu Monteiro, #11, de la serie Autorretrato sensorial, 2015.
5. Edu Monteiro, #6, de la serie Autorretrato sensorial, 2015.
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