Soy de donde me quieran (o jíbara de Albuquerque)

Me fui a Nueva York en 1994 a hacer mi doctorado y asumí que regresaría a Puerto Rico justo luego de terminarlo. Pero cambié de parecer. No porque ajustarme a Nueva York se me hiciera fácil; de hecho, fue bastante difícil, especialmente el frío y lo gris. Pero felizmente, como al año de batallar con una profunda tristeza (¿depresión?), me di cuenta que correr regularmente por el East River o el Hudson hacía toda la diferencia. Poco tiempo después no solo me sentía en mi casa, sino que estaba profundamente enamorada de Nueva York. Me apasionaba esa mezcla de gente tan distinta; esa ciudad que en los 60 y 70 vio nacer lo que eventualmente se llamó hip-hop (sujeto y objeto de mis amores, tesis doctoral y eventual libro New York Ricans from the Hip Hop Zone) [1]; esa ciudad donde conocí ese otro Puerto Rico tan hermanado al resto del Caribe.

Lo más dulce de mi enamoramiento duró aproximadamente trece años. La ciudad de Nueva York es adorable, pero también puede ser bien dura. Eventualmente me empezó a agobiar esa dureza; peor aún me agobiaba la prisa que nunca supe cómo abolir en mi vida neoyorquina. Comencé a fantasear en irme. ¿Pero a dónde? Pensé en tres opciones: Puerto Rico era una de ellas, pero ni la única ni la claramente preferida.

¿Miami? No. Me gustaba la idea de estar en la ciudad que vive mi mamá y su lado de la familia, pero, aparte de eso, no me atraía para nada. ¿Puerto Rico? Quizás. Estaría cerca de mis hermanos, sus madres, mi papá y mi familia paterna, pero ¿podría volver a acostumbrarme a estar en Puerto Rico? No sabía. Dejé la idea en remojo. ¿República Dominicana? Quizás. Me apasioné por este pueblo hermano gracias a la República Dominicana que conocí en Nueva York y, más adelante, gracias al único viaje que he dado a Quisqueya. Sin embargo, sonaba un poco loco eso de mudarme a un lugar sin familia y sin plan laboral concreto. Así que esa quedó como otra idea en remojo.

En lo que tomaba una decisión, me consolaba con la fantasía de mudarme a un campo de Puerto Rico o República Dominicana. Me imaginaba sola, ya que, aun en mis fantasías, pensaba que visualizarme con compañero adecuado era pedir demasiado. Viviría del dinero que generaría escribiendo (claro, eso era pedir aún más que el compañero, pero se me hacía más fácil imaginarlo). Me acompañarían cinco rottweilers y dos escopetas [2]. 

No se me ocurría ningún otro lugar al cual mudarme, hasta que reapareció un viejo amor de mis primeros años en Nueva York —un adorable mexicano que hacía casi una década se había mudado a Nuevo México—. Visité Nuevo México dudando que fuese un lugar donde me gustaría vivir, pero me equivoqué. Sigo enamorada de Nueva York, pero es un amor que en esta etapa de mi vida funciona mejor a larga distancia. Ahora estoy enamorada también del alucinante lugar que cariñosamente llamo Planeta Nuevo México [3].

Estoy comprometida con amar mi vida donde esté y hasta “ser” del lugar donde estoy. Eso lo entendí un día que mi compañero me puso un estilo de música veracruzana llamada buscapié. Me cautivó la música y más aún su estructura poética muy parecida a la décima, pero con solo nueve líneas. Da la impresión de que quien canta prefiere callar algo. Una de las líneas del buscapié decía algo así como: "A Dios pido que cuide mi bandera”. 

Inmediatamente pensé en lo que sería el primer verso de mi propio buscapié que eventualmente titulé Jíbara de Albuquerque.

Ya yo no quiero bandera,
yo soy de aquí y soy de allá.
Yo soy de aquí y soy de allá,
ya yo no quiero bandera.

Soy de adonde a mí quieran, 
de donde el sol me despierte, 
donde me encuentre serena, 
donde esté clara mi fuente, 
ya yo no quiero bandera.

Soy jíbara de Albuquerque,
en este Valle del Sur.
En este Valle del Sur, 
soy jíbara de Albuquerque.
Soy de donde yo me acueste, 
de donde viva mi amor,

como aquí estoy de repente,
digo que ahora de aquí soy.
Soy jíbara de Albuquerque.

Mi amor a mí me decía, 
sal de tu casa mi reina. 
Sal de tu casa mi reina,
mi amor a mí me decía.

Te propongo vida mía,
vivir conmigo y mis perros,
pa’ compartir la alegría,
para sembrar el desierto,
mi amor a mí me decía.

Jíbara pies de sirena,
en medio de este desierto, 
en medio de este desierto,
jíbara pies de sirena,
ya nado sobre la arena.

Igual que en el Río Grande,
vuelo sobre las mesetas,
voy nadando por el aire,
jíbara pies de sirena.

Lamento aún no tener una versión grabada de Jíbara de Albuquerque para compartir, pero espero pronto grabarla como un buscapié ajibarado que quizás llame seis buscapié. Mientras, les dejo con la frase que más me conmueve deCiudadano del mundo, una plena de Viento de Agua que comparte muchos de mis sentimientos e ideas: “Yo voy bien por todas partes, pues mi vida es mi hogar”. 

Notas:

[1] Página Web de Raquel Rivera (http://raquelzrivera.com/new-york-ricans-from-the-hip-hop-zone).

[2] Five Rottweilers and Two Shotguns blog entry (http://cascabeldecobre.blogspot.com/2012/04/five-rottweilers-and-two-sho...).

[3] Página Web de Raquel Rivera (http://raquelzrivera.com/planet-new-mexico-the-series).

Lista de imágenes:

1) Publicado por Stomp and Crush.
2) Publicado en el blog latravesia.
3) Brittany Allen, foto de cinco rottweillers.
4) Video de El buscapiés, Evaristo (Varo) Silva Reyes.
5) Video de Ciudadano del Mundo, Viento de Agua.