Animales de apariencia inofensiva

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1.

Entre la última cucharada de arroz con leche —poca canela, una lástima— y los besos antes de acostarse, Carlita se siente muy protegida. El pecho de su madre es un tambor que solo ella descifra en un código íntimo. Cuando mamá la abraza, ella sabe que le transfiere la idea de que ella, Carlita Rivera, es lo más importante del mundo.

La marimba del pecho suena dos veces, como trueno en tardes de lluvias de mayo; eso quiere decir “amparo”. Cuando el tambor pectoral se siente tres veces o cuatro, o cinco, el significado permuta. Entonces quiere decir “peligro”.

2. 

Carlita estira la mano hacia el perro del vecino. Aún desconoce que uno nunca debe jugar con perros ajenos. El perro se parece a su peluche dálmata, ése que le regaló el padre en una de las visitas asistidas por personal del Departamento de la Familia. Cuando nadie observa, el peluche ladra. Cuando el objeto peludo de su cuarto ladra, Carlita ladra de vuelta. Y ambos sonríen.

Ahora siente miedo al ver y sentir gruñendo al perro del vecino. El perro guarda silencio para olfatear y se acerca. Mueve la nariz; se silencia para escuchar y da unos cuantos pasos. Menea las orejas en un mutismo calculado y encaja el hocico entre los barrotes de la verja que los separa. Carlita estira la mano, para acariciarlo. Ni ella ladrará de vuelta, ni él sonreirá.

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3. 

El salón de clases de kínder huele a nuevo. Carlita se abraza a unos cojines cuyo aroma es lavanda y jazmín, a pesar de que el gesto le despeina el pelo y uno de sus lazos de satín cae al piso. Ha decidido no seguir las instrucciones de la maestra, quien pide a los estudiantes trazar las vocales en unos papeles sobre las mesas de trabajo. Ella no quiere saber de vocales ni de mesas de trabajo. No quiere trazar, escribir, o pintar. Las deposiciones judiciales por las que ha pasado en estos días la tienen hastiada, cansada. Las horas de práctica en la casa, en las que su madre repite lo que ella debe decir, la indisponen.

De hecho, tan pronto la maestra vocea la A, y luego la E, y luego la I, Carlita corre a un rincón, con uno de los cojines en mano, el que tiene las estrellas dibujadas sobre la tela. Intenta desprenderle las estrellas al material, rompiendo inevitablemente la almohadilla. Como no puede en principio, se desanuda el esparadrapo que cubre la herida de mordida de perro en su mano derecha. Ahora con más libertad de movimiento, logra romper el paño. Sin querer lo ensangrenta. Su corazón da cuatro toques de tambor y llora.

4. 

Recordar a papá. Correr en el parque con papá. Jugar a subir las palmeras cuando papá te carga como si volaras y te permite colocar tus piecitos sobre el tronco del cocotero. Hacer castillos de arena en la playa de Piñones junto a los dos. Papá que juega a enterrar a Carlita, mamá que ríe. Papá que juega a enterrar a mamá y ríe Carlita. Papá que dice bajará todas las estrellas del cielo para su nena linda.

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A papá también le suenan tambores en el pecho. Tararean viejas canciones de cuna. Sus ojos dirigen. Dirigen a Carlita. Sus ojos también la regañan si ella se inquieta demasiado. No hales la cola del gato, dice papá. Pero ya Carlita la ha atrapado, luego de decenas de intentos. Cuídate de los animales de apariencia inofensiva, dice papá, pero ya el gato la aruña con sus garras cuando responde al ataque de Carlita, que primero lo muerde con sus dientes de leche.

5. 

Sabes que mamá te quiere, Carlita. Sabes que ahora que tu padre se ha ido con esa otra mujer, mamá nos protegerá a las dos. Siempre. ¿Dónde están tus partes privadas, Carlita? ¿Dónde se guarda tu tesoro de niña? ¿Cómo te lastimó papá? A ver, tocate aquí. A ver, haz como si te doliera, mi niña hermosa. 

Dos latidos de corazón, uno tras otro. Pulsación que se escucha como melodía de refugio y Carlita sonríe a mamá, mientras ensaya.

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Lista de imágenes:

1. Ekaterina Panikova, Book Art 06, 2015.
2. Ekaterina Panikova, Book Art 07, 2015.
3. Ekaterina Panikova, Book Art 04, 2015.
4. Ekaterina Panikova, Book Art 01, 2015.

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