Tiendo a pensar que soy escéptico, con cierta inclinación hacia el pesimismo. Mis estudiantes suelen ser testigos de cómo hago manifiestas mis ácidas perspectivas. Como profesor de Humanidades en la Universidad de Puerto Rico –Recinto de Mayagüez, encuentro que la historia de nuestra “noble raza” provee incontables oportunidades para enfatizar la pura verdad de mis inclinaciones filosóficas. Pero, ocasionalmente, mi fe en el descreimiento se interrumpe.
Hace aproximadamente un mes, una de mis estudiantes me envió un email para preguntarme si podía hacer mi examen final antes de la fecha asignada. Yo recibo de diez a quince peticiones similares al final del semestre, con justificaciones del tipo “es que me padres me llevan a Disney World”. Sin embargo, sabía que esa estudiante, que es una joven cineasta, intenta comenzar la producción de sus películas lo antes posible en el verano para así poder compaginar las agendas de todos los que participan en ellas. Abrí el email con una ligera idea de lo que podía esperar, pero quedé en shock cuando finalmente lo leí. Mi estudiante, Derly Pérez, era la productora de un corto, Laila, que había sido aceptado en el Festival Internacional de Cine de Cannes y tenía que viajar a Francia a mediados de mayo para promocionar el proyecto.
No respondí al email. Quería darle a Derly mi respuesta en persona.
El siguiente día de clase, le di la noticia a todos los estudiantes allí mismo. Muchos ni se lo creían, por supuesto. Todo el mundo conoce el Festival de Cannes, incluso si no están muy al tanto del cine independiente. Como uno de los estudiantes comentó, cuando ves el sello de Cannes en una película, sabes que merece la pena verla. Y allí, en el salón de clase, nos encontramos hablando de cómo a esa estudiante callada, a veces casi invisible, la habían invitado a un evento que desde los medios de comunicación se asocia con Brangelina, con paparazzi y con las perennes excentricidades del vestuario de Johnny Depp. Derly, que se mostraba reacia a esta pompa inesperada, le dijo a sus compañeros que tenía esperanzas de poder llegar, ya que la universidad le había mostrado su intención de ayudarles económicamente a ella y al director del corto, Ángel Vélez.
Pesimismo – 0 Optimismo – 1
No escuché mucho sobre el festival durante las siguientes semanas, por lo que asumí que el viaje estaba en marcha. Me parecía increíble que Derly y Ángel se pudieran perder el evento. Después de todo, ya habían superado increíbles contratiempos para poder realizar el corto. En nuestro recinto no hay un programa de fotografía, ni tampoco de cine. Para producir, dirigir y someter la película, el equipo de producción tuvo que financiarla con sus fuentes personales, sin ayuda de ningún tipo, y con el tiempo libre del que dispusieran. Cuando ESTOS son los medios con los que haces cine, si te invitan, tienes que ir a Cannes.
Me resultó extraño no escuchar nada sobre el viaje durante días. Le pregunté a Derly cómo iba todo y su respuesta me dejó helado. Me dijo que no tenía dinero para ir. Había varias actividades para recaudar fondos corriendo, pero me di cuenta de que ella no tenía grandes esperanzas de poder asistir. Necesitaba recaudar la modesta suma de $2,000 para comprar un billete de avión y para pagar el alojamiento. Parecía evidente que se había dado por vencida. Me pareció notar que un célebre refrán salió de sus labios, algo que yo mismo había dicho entre dientes cientos de veces en mi vida: mejor no esperar nada para así no sentirte decepcionado.
Pesimismo – 100 Optimismo – 0
Por lo general estoy de acuerdo con esta perspectiva tan “realista”. Sin pensar en las consecuencias de lo que estaba diciendo, le comenté a Derly que no podía darse por vencida. Por lo menos yo no le iba a permitir que se rindiera. Tenía que ir a Cannes y encontraríamos el modo de hacerlo posible, porque no podía perderse esta oportunidad. Ella parecía bastante animada a ayudarme con alguna idea, pero la realidad de la situación se fue apagando según avanzaba la conversación.
En los días siguientes empecé a pensar en estrategias para recaudar donaciones para Derly. La cosa se ponía complicada, porque poco a poco me iba dando cuenta de que nadie sabía que unos estudiantes de nuestro Recinto iban a participar en el Festival de Cannes. No salía de mi sorpresa ante la falta de cobertura de la noticia en la prensa. Así que hice lo único que se me ocurrió, que fue más un acto de desesperación que una estrategia bien pensada: lancé la causa a través de Facebook.
Comencé dejando saber a todos mis contactos cuál era la situación y enseguida me di cuenta de que había oportunidad de empezar a pedir ayuda. Posteé una nota en mi perfil titulada “Ayuda a Derly a ir a Cannes”. En la nota explicaba el asunto en detalle y le pedía a mis amigos que por favor consideraran hacer una pequeña donación. Al mismo tiempo, le envié un email a todos mis estudiantes de este semestre, quienes por tanto eran compañeros de Derly, pidiéndoles que pensaran si querían ayudar con lo que pudieran, incluso si se trataba de una donación de un dólar. Se lo expliqué de este modo: “Si no podemos solucionar este problema como comunidad, no tendremos derecho a criticar al gobierno o a otra institución por no haber ayudado. Hay veces en las que la responsabilidad recae sobre nosotros mismos”.
La respuesta que recibí fue realmente increíble. Al día siguiente llegaron a mi oficina casi cuarenta donaciones de personas a las que había contactado a través de Facebook. La mayoría de ellas venían de muchachos que no conocían a Derly, incluyendo aquí a estudiantes de la universidad, que llegaban torrencialmente con cantidades de 2, 5, 10, 20 y de 40 dólares. En total, conseguimos más de $1,300 en menos de 24 horas –casi el doble de la cantidad que la universidad le había prometido para el viaje.
Llamé a Derly y le dije que comprara el boleto de avión rápidamente. Ella se rió, un tanto incómoda, y dijo algo así como “No sé cómo debería sentirme”. Le dije algo así como: “Siéntete feliz”.
Derly subió al avión que la llevaría a Cannes el 23 de mayo, y llegó a su destino al día siguiente, sabiendo que la gente de su comunidad y una decena de auténticos desconocidos (amigos de su profesor el pesimista) estuvieron ahí para apoyarla.
Pesimismo – 0 Optimismo- 1300
Cada historia nos deja una lección, aunque supongo que cada lector la adoptará de modo diferente. Yo me quedo con la certeza de que es necesario reevaluar nuestra filosofía personal de vez en cuando. No puedo negar el rotundo poder de la generosidad desinteresada. Quizás Derly Pérez aprendió también que la comunidad que nos rodea puede convertirse en una fuerte aliada, si se les da la oportunidad. En definitiva, se pueden sacar muchas conclusiones de esta historia, pero no es mi función ni mi inclinación ser quien la predique. Queda por ver, sin embargo, si alguna de ellas le llega a la audiencia correcta. Pero intentaré no ser pesimista respecto a ello.
Tráiler del corto presentado en el Festival de Cannes, Laila.
Lista de imágenes:
1. Producción del corto Laila. Foto de Alberto Estrada Puerta.
2. Producción del corto Laila, con Ángel Vélez (director, a la izquierda) y Derly Pérez (productora). Foto de Alberto Estrada Puerta.
3. Foto de perfil de Derly Pérez, en la que se encuentra durante el proceso de producción.
4. Foto de Derly Pérez con el dinero recaudado para el viaje.
5. Derly Pérez y Ángel Vélez en el Festival de Cannes, en Francia.