T. S. Monk, Willie: un pliegue, un recuerdo

"Wrong is right".
—Thelonious Sphere Monk

"Dame café".
—Willie

 ~Para ser leído mientras se escucha Straight, No Chaser de T.S. Monk.~

 

Llevo días con el recuerdo de Willie en mi mente.

Willie, un vagabundo de Río Piedras del que hace años no sé qué ha sido de su vida, y que, ahora que escribo estas líneas me parece recordar que ha muerto. No viene al caso la circunstancia de su muerte, puede ser cualquiera: la bebida, la locura; los años de maltrato hasta que el cuerpo dice basta, me voy a dormir.

Willie era un hombrón de unos seis pies y algo más de estatura. Ancho como un tonel, fácilmente pesaba unas doscientas cincuenta libras. Mi amigo Willie (porque a pesar de todo fue mi amigo) se parecía mucho a Thelonious Sphere Monk. Me gusta mucho hacer énfasis en el Sphere después del Thelonious de Monk, del mismo modo que me fascina recordar el Stearns que sucede al Thomas de Eliot. Casi todo el mundo pasa esos detalles por alto, y a mí me provoca un tic, ¿cómo olvidar esa, la parte más importante de un nombre?

Mas volviendo a Monk, en el documental que Clint Eastwood hiciera sobre él, el pianista daba vueltas sobre sí cuando los demás músicos descargaban. Monk vuelto un derviche, una esfera. Ese desplazamiento circular fue la mejor escuela para músicos como Coltrane, que llegaban a tener solos de hasta 32 barras o más hasta que Monk, con una leve indicación de su cuerpo dejaba saber que regresaba al piano. De hecho, es mi contención que lo que Ira Gitler denominó “sheets of sound” en Coltrane no es otra cosa que la traducción musical que hace Coltrane de su mirada a Monk mientras esperaba a que regresara al piano. Monk tenía unas manos gigantescas, lo que le ayudaba a hacer disonancias fascinantes en sus acordes al piano. Aparte del parecido con Monk, Willie también tenía unas manos inmensas. Entonces, cada vez que miraba a Willie no podía dejar de ver a Monk.

A Willie yo me le acerqué gracias al café. Lo pidió él. Estaba en medio de uno de sus soliloquios, me ve pasar y me dice "dame café". Así sin más. Fui, compré café y se lo traje. No hubo gracias, nada. Tampoco esperé algún agradecimiento, a decir verdad. Mas el café selló entonces un trato, abrió un puente. "Dame café", pedía Willie cada vez que me veía. Estoy seguro de que hacía lo mismo con otros. No me importaba, presto iba y le traía uno. "Toma, Willie". Tomaba el café de mis manos, bebía un sorbo, regresaba al concierto secreto de su voz vuelta voces, yo seguía mi camino.

Un día y no sé por cuál razón, Willie estaba agitado. "¡Dame café, dame café!", gritaba. "Calma, Willie, que voy por el café", le digo y sonrío. Al igual que ciertos animales (pienso en los gorilas), Willie no entendió mi sonrisa y quizá pensó que yo le gruñía para sacarlo de su espacio. Sus seis pies y pico se me abalanzaron, y yo pequeño, no tuve otro remedio que esquivarle una y otra vez. No quería golpearlo. No podía golpearlo. Como único golpeo es con rencor y cómo tenerlo contra ese hombre que me recordaba a Monk. Una vez le esquivé seguí mi camino, pero entonces miré hacia atrás. Allí estaba Willie, la locura vuelta estatua de sal, quizá una de sus voces lo había calmado, en susurros le dijo que aquel muchacho era quien le traía café.

Al día siguiente pasé y le dije: "Willie, ¿quieres café?". Me miró a los ojos, una mirada animal. No entiendo cómo y porqué, pero ya no me reconocía. No me dirigió palabra. No me pidió café. Dolió. Seguí mi camino. El puente estaba roto. No volví a ofrecerle café. Al igual que Monk, Willie se quedó dando vueltas sobre sí mismo. En sus vueltas Monk perseguía la matemática en espiral de la música. En Willie, su voz era pliegue barroco, un parloteo sin fin ante el horror al vacío plural, interminable.

Que donde estés, te vaya bien Willie. Un día de estos te llevo café.

Lista de imágenes:

1. Juliana Manara, "Meeting in the middle", 2014.
2. Juliana Manara, "Heart Machine", 2014.
3. Juliana Manara, "Trip to Orbit", 2013.
4. Juliana Manara, "A Music Only", 2014. 

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