Sobre 'Parque Prospecto' de Karen Sevilla

 

 

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Muchos han escrito a o en la ciudad. En Occidente, lo podemos ver desde Grecia y, especialmente, en el siglo XIX en torno a Londres y París, y en el siglo XX en Nueva York. En esta ciudad estadounidense podemos destacar, entre otros muchos, a Walt Whitman, José Martí, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Julia de Burgos y Manuel Ramos Otero. El libro del cual escribo, entronca, en su manera particular, con esta larga tradición.

Precisamente hay un libro para mí muy importante y pertinente para esta ocasión, que se titula El poeta y la ciudad. Nueva York y los escritores hispanos (1994). En su última página, su autor, Dionisio Cañas, cita a Octavio Paz: “El equivalente del poema pastoril es la meditación solitaria en el bar, el parque público o en un jardín de los suburbios. Nuestra naturaleza es mental: no es aquello a lo que nos enfrentamos sino aquello que pensamos, soñamos y deseamos”.

Parque Prospecto, el poemario de la poeta puertorriqueña Karen Sevilla, es producto de esa meditación descrita por Paz en el parque público, y de ese enfrentamiento con los pensamientos, con los sueños, con los deseos; también con los pasados que llevamos no importa dónde estemos —lo que hacemos con ellos en nuestro presente, y lo que haremos con ellos en nuestro futuro.

La voz poética corresponde a una exiliada, son las palabras de una puertorriqueña en Nueva York, esa “otra isla de Puerto Rico”, como la llamara Manuel Ramos Otero, otro poeta puertorriqueño para quien esa ciudad fue tan importante. Allí, entre casi innumerables edificios, calles y muchedumbres, el espacio escogido para el recorrido es un parque. Uno de tantos que andan desperdigados por la ciudad y no uno de los más famosos, como el Central Park, el Flushing Meadows Park o el Hudson River Park.

El parque escogido para el viaje poético es el Prospect Park o Parque Prospecto: un parque de Brooklyn, que, además de conocerse por su belleza natural, había servido de inspiración a la poeta estadounidense Marianne Moore en su poema “The Camperdown Elm”. Pero en el libro de Karen Sevilla la poesía es otra. Aquí la brújula indica un punto, un viaje físico, pero este es excusa para el transcurso personal, para la búsqueda, en una especie de —por usar el término cinematográfico— “road movie” cerebral, existencial.

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La estructura del poemario es particular, está dividido en cuatro partes que nombran los cuatro puntos cardinales en el orden siguiente: Oeste, Norte, Este, Sur. Una vuelta a la redonda al parque, que va in crescendo, desde el número de poemas de cada parte (7, 7, 10 y 12) hasta las páginas de cada una de esas partes (7, 8, 10 y 20). La variedad formal es una constante a través del texto. Encontramos mayormente poemas en verso libre, pero en su última parte leemos poemas en prosa; hallamos composiciones de diversas extensiones, desde dos versos hasta cuatro y cinco partes o páginas. Todo esto en una escritura que va y viene, como las olas del mar mencionado una y otra vez, de la expresión directa y fácilmente discernible hasta una más críptica y que en ocasiones suprime artículos gramaticales, dándole concentración, tanto formal como semántica.

Desde el primer poema, “Hoja primera”, nos ubicamos en ese otro oleaje, ese otro ir y venir, que es el de Puerto Rico y Nueva York. La voz poética, aunque lleva los objetos, los olores, los recuerdos de Puerto Rico, se va convirtiendo, con la distancia de su origen, de sus raíces, también en una isla. Y aquí hay muchas islas, desde las más obvias (Puerto Rico y Nueva York), pasando por Culebra, hasta el parque mismo, que es una isla en medio del mar que es la ciudad de Nueva York. Según sus creadores, el parque se hizo para aislar a los individuos de la ciudad, de su bullicio, de sus masas, como un remanso de tranquilidad en medio del caos niuyorquino. Mas, ¿quién lo aísla a uno de uno mismo? Como escribe Sevilla en el poema “525 acres”: “Todo nos encuentra en este parque”.

La voz poética va enfrentando lo interior y lo que el paisaje le sugiere. Esporádicamente, el exterior llega al parque. Así, en el poema “Nómina” se identifica con los pobres y explotados por los grandes intereses económicos que habitan Wall Street y un día conmemorativo de un evento histórico llega a lo personal en “11 de septiembre de 2011”. Sin embargo, siempre se regresa al plano interno.

De tal manera, luego del inicio en el Oeste, pasamos al Norte. Lo personal hace entrada aun más directamente, de forma visceral, en el recorrido hacia el pasado, hacia el espacio temporal, físico y vivencial de la infancia.

Si hay un color que defina el poemario es el gris, mencionado directamente y que permanece detrás en cada instante de lo no definido, de lo incierto; hasta se puede ver en la estación del año (las estaciones también son cuatro, igual que los puntos cardinales) en que comienza: otoño.

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Al llegar al Este, encontramos el deseo de un oasis a través de la búsqueda del abuelo —de sus manos, en sus manos— y de su madre —anhelo de retorno a su vientre. Aquí abundan los poemas breves que son como flechazos de lumbre en medio de la noche y el mar, dos espacios repetidos a través del texto y con los que se juega en sus sentidos semánticos y fonéticos.

Última parada: Sur. Los amores que ya no son, son repensados, resufridos, resentidos, reescritos. De la brevedad de poemas de la parte anterior, aquí encontramos dos poemas de cuatro y cinco partes. La voz poética vislumbra el regreso a Puerto Rico, destellos de lo que dejó, de lo que encontrará. El sur nombrado es también Puerto Rico. El mapa ahora es el cuerpo, es la piel, el cuerpo es la casa. En esto entronca —estamos en un parque, hay árboles— con el primer poemario de la autora, El mal de los azares, donde, incluso, hay un poema que lleva por título “Parque Prospecto”. La escritura será exorcismo y muestra, paliativo y madurez.

Al final, del proceso a solas, de esa oscuridad (yo he imaginado, mientras leía el libro, un parque en sombras), ha salido fortalecida, no importa el tiempo que haya tomado; ahora el cemento se quiebra a sus pasos, ahora el sol brilla en el verde, ahora está consigo misma.

¿Qué queda después de estas palabras que acabo de enunciar, mal que bien, bien que mal, sino invitarlos a que abran el libro y lo recorran como al parque?, donde la brújula indique, abiertos a lo que anticipen y a lo que no. 

Lista de referencias:

1) Dionisio Cañas, El poeta y la ciudad. Nueva York y los escritores hispanos, Madrid: Ediciones Cátedra, 1994.

Lista de imágenes:

1) Portada de Parque Prospecto de Karen Sevilla, 2012.
2)  Vaux & Olmstead, Mapa de Prospect Park, Brooklyn, 1870.
3) H. Fenn, "Prospect Park, Brooklyn, New York," 1868. 
4) Samuel Drabik, Going for a boat ride on the Audubon Lake, Prospect Park, Brooklyn, Carta de amor a Irene Jachlewski, 1943.
5) Intervención del mapa de Ernest Shepard, "Winnie-the-Pooh and Christopher Robin Go to Prospect Park," 2012.

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