La profundidad de una idea o la necesidad de no ir al garete

El hombre es un ser vivo que habla -Aristóteles 

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¿Qué es una idea? Cómo darle un sentido preciso a la palabra idea para no meramente reproducir los significados tradicionales o modernos, sean o no filosóficos; para adentrarnos con precisión en el ejercicio de pensamiento en torno a lo que es una idea y lo que la idea da de sí misma. Lo anterior se basa más o menos en la intención del profesor de filosofía Francisco José Ramos durante una breve y potente intervención en el Vigesimosexto Coloquio de Sicoanálisis, que el Taller del Discurso Analítico ofreció hace más de un año, durante la primavera.

El otro día saltó en mi Itunes su conferencia en altavoz y, sin querer queriendo, me vi con el bolígrafo en mano, al ritmo de la reconfortante escritura automática mientras digería las ideas más bonitas de aquella intervención. Recuerdo que decidí grabarlo, para dejarme ir. A veces no tomar notas te permite fluir…

Confieso que tengo una insignificante (quién sabe) obsesión con que todo tiene fecha de caducidad, hasta los sentimientos. Es una de mis premisas favoritas, me agrada pensar que nada es eterno. Se deberá a eso el deleite que me provocan ciertos autores, Wong Kar Wai es uno de ellos. En la mayoría de sus películas, el maestro honkonés trata el tema de lo perecedero. Sin embargo, las propiedades transitorias no funcionan de igual modo con las ideas… Esas ocurrencias inesperadas que, cuando son descollantes, revolucionan y se regeneran, difuminando cualquier génesis preciso y ocaso determinado. Por eso me agrada pensar que lo mejor que tienen las ideas es que no son de alguien en particular sino de quien las ejecuta.

Empero.

¿Qué es lo singular? ¿Qué hace de una idea algo original? El académico, en aquella ocasión en que estuvimos reunidos unos cuantos hombres y mujeres proclives a la reflexión, prefirió navegar las aguas del lenguaje, la razón y el origen de las palabras para estos propósitos. Comenzamos pues con la etimología desingular, que proviene del antiguo término escandinavo que nos remite a la noción de navegar. Esta palabra, a su vez, surge de otro vocablo escandinavo que significa lavela de las embarcaciones. De ahí la traducción consecuente del francés singuliersingular en castellano y el single de origen anglo que significa individual o soltero, entre otras acepciones.

Es decir que una cierta idea de lo singular -interpretó el filósofo- se formó con vistas a distinguir las embarcaciones en alta mar, partiendo del peligro del naufragio. ¿No es evocador? Siendo esto así estaríamos ante la necesidad imperiosa de no confundir las señales, pero también de no sucumbir en tierra firme, me parece que fueron sus palabras. A lo que me dispongo añadir que el asunto radica en reformular la idea de la singularidad -vista a través del naufragio- para que tengamos una idea de lo singular: o sea, una idea de la Idea. 

Puesto que existe una maltrecha reproducción técnica de la cultura y la promoción mediática de ideas preconcebidas que llevan a la exaltación del ‘cliché’, sería importante advertir sobre “el peligro en perder de vista” lo singular. Para esto, Ramos insistió en ser cuidadosos con “el desgaste de la función simbólica del lenguaje y con el desprecio de la experiencia de alcanzar”.

La propuesta de Ramos avanzaba en torno al maravilloso proceso de “idear”: Hecho entendido como ‘la odisea singular del pensamiento’. (¡¿No es evocador?!) Una preciosa metáfora de que una idea bien entendida es un acontecimiento tan inaudito como la vida misma. Es como recuperar el oxígeno para salvarse del naufragio. Resguardarse del desplazamiento lento, de la merced de las olas sin rumbo…

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“El pensamiento es la abertura de un mundo. Y la apertura de todo es lo que da una idea de sí”, declaraba el filósofo. Una muestra es que cuando pensamos en ‘lenguaje’ tenemos que, necesariamente, instalarnos en el mundo del pensamiento. Porque pensamiento y lenguaje no son dos mundos, sino un encuentro.

Pero para mí que lo medular de las palabras de Paco Pepe reside en enfatizar que el lenguaje y el cuerpo soninseparables. Que ambos son el mismo mundo que se une a través de la idea. A través de un acto de generosidad, en el que uno ofrece y se ofrece a sí mismo. “Dar y darse en términos de una entrega”, precisó. Así que el acto de pensar, por más solitario que se haga, no puede ser nunca individual, aunque sea singular. Porque de la misma manera que uno nunca hace el amor con uno mismo, tampoco se piensa para sí exclusivamente.

Al cabo tanto afán por el pensamiento me lleva a recordar la impertinencia de algunos de los estudiosos(as) y “pensadores del patio”, que con las plataformas cibernéticas emergen como hongos en temporada de huracanes, y quienes a menudo se alejan de ese compartir amoroso que da el ejercicio elegante del pensamiento. Pensar para sí, realizando prácticas onanistas más que intercambiando ideas me parece una aflicción. Como balseros sin capacidad de amar.

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