“Ni perdón ni olvido”: la huella de la violencia en La historia oficial

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La historia oficial (1985), película dirigida por Luis Puenzo, y primera película argentina que ganó el premio Oscar, que narra la vida de Alicia (Norma Alejandro), una profesora de Historia en la Argentina cercana al fin de la dictadura de Videla, nos muestra uno de los muchos procesos por los que pasaron las personas que sobrevivieron una de las dictaduras más cruentas de Sur América. La película gira entorno a Alicia, la protagonista, que, como muy bien indica el nombre, vive en su propio mundo porque parece que no se ha enterado de lo que significó el gobierno de la Triple Alianza para su país y no entiende las innumerables protestas que ve a diario. Sin embargo, gracias a la visita de una íntima amiga, Ana (Chunchuna Villafañe), que tuvo que huir del país en plena dictadura, Alicia empieza a salir de su cómodo cascarón hasta descubrir que su hija adoptiva fue robada durante la dictadura. En el siguiente análisis estudiaremos, basándonos en los textos “Violence and the cultural order” de Neal Whitehead, La dominación masculina de Pierre Bourdie y Las estructuras elementales de la violencia de Rita L. Segato, los tres tipos de violencia que aparecen representados en el filme de Luis Puenzo: la imposición neocolonial, la dominación masculina y la violación.

Para analizar la imposición neocolonial presentada en la película, es necesario tomar en consideración el contexto histórico en el que nos sitúa Puenzo que, como se mencionó al principio, nos sitúa finalizando la dictadura de Videla y en pleno resurgimiento de las protestas en la calle, después de años de represión y clandestinaje. Este elemento hay que resaltarlo por dos razones, la primera porque el asombro de Alicia ante el malestar social nos ayuda a posicionarla en una clase social privilegiada, por otro lado, porque las preocupaciones del esposo de Alicia, Roberto (Héctor Alterio), y de sus socios militares y norteamericanos, nos dirige la mirada al grupo que se benefició del horror vivido entre 1976 y 1983. Al considerar que el golpe de estado en Argentina, al igual que en otros países de América latina, fue parte de la Operación Cóndor, impulsada por Estados Unidos, es preciso señalar el sesgo imperialista en dicho conflicto. Según Neal Whitehead, en su artículo “Violence and the cultural order”:

[t]hrough more properly understanding the historical importance of colonialism and neocolonialism in establishing certain codes of violent practice, anthropology has now moved towards ideas that stress the centrality of bodily and emotive experiences of violence to the normal functioning of any given cultural order, including that of the West (1-2).

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Es decir, se deben destacar las cicatrices coloniales, y neocoloniales, para entender la violencia vivida en un país. En el caso de la película de Puenzo se resalta la violencia neocolonial y neoliberal al mostrar no solo la sospechosa relación entre empresarios y militares, sino también al incluir en esas alianzas económicas a socios, o más bien, inversionistas estadounidenses. Si bien en las primeras escenas de la película vemos una en donde todas estas personas están cenando tranquilamente en un restaurante, a lo largo de la película somos testigos del cambio de ánimo en este grupo en particular y la desaparición de los socios norteamericanos con el aumento de la tensión social. Las prácticas violentas, mencionadas por Whitehead, que se establecen con el neoliberalismo y neocolonialismo se reflejan en la película a través de las menciones a lxs subvervisvxs, el reconocimiento del robo de bebés cuando le preguntan a Alicia sobre su supuesto parto, sabiendo que Gabriela (la hija “adoptiva” de Alicia) fue robada, y al final de la película cuando uno de los socios argentinos está nervioso por las nuevas revueltas sociales y cuando amenaza con delatar al resto de las personas lo “silencian” de forma violenta. La imposición neocolonial y neoliberal, y sobre todo sus tácticas, se ejercen en contra de los grupos oprimidos y, en tiempos revueltos, entre ellos mismos. Otro elemento que resalta Whitehead en su artículo es la importancia del control de los cuerpos, “control over bodies- both alive and death, imaginatively and physically- is a way of engendering political power” (10). En la película se sugiere y se menciona este control de los cuerpos, se controla el cuerpo de las mujeres embarazadas a las que obligan a parir para luego robarles a sus hijxs y también se controlan los cuerpos inertes, lxs desaparecidxs, las personas que fueron secuestradas, torturadas y enterradas en fosas comunes. Ambas acciones responden a una táctica de imposición del orden a través del terror.

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La dominación masculina, si bien está relacionada con la imposición neocolonial, se muestra en otros ejemplos de la película en donde vemos no solo hay un hábito patriarcal que no se menciona, pero que se actúa, sino también que las mujeres fungen como capital simbólico. Pierre Bourdie explica en su libro Dominación masculina, el hábito como una inscripción en el cuerpo, que se percibe como natural y que no cuestiona, en las sociedades patriarcales, que asume que los hombres son los que poseen la libido dominante. Por eso, Alicia, aunque lleva años preguntando a Roberto cómo fue el proceso de adopción de Gabriela, no se atreve a exigirle una explicación hasta que decide indagarlo por su cuenta. A su vez, Alicia funge como capital simbólico y social para Roberto, es la perfecta esposa que no pregunta y no sabe lo que pasa a su alrededor, sin embargo, deja de ser capital simbólico cuando se convierte en una amenaza para Roberto y el mundo que ha construido este. Por eso, conforme va pasando el tiempo en la película, vemos como Alicia incomoda cada vez más a Roberto y, si bien al principio de la película Roberto se muestra como un esposo y padre comprensivo, al final de la película conocemos al Roberto torturador. En la última escena, cuando Alicia confronta a Roberto sobre el origen de Gabriela, vemos el embate del patriarca en contra de la esposa subversiva. Selecciono la palabra torturador porque, aunque en la película no se sugiere que Roberto formó parte de los militares encargados en el trabajo sucio, sí nos muestra a un personaje que utiliza técnicas efectivas de tortura, como pillar la mano en la puerta, contra su esposa para infligir dolor.

El argumento sobre la violación como mandato presentado en el texto de Rita L. Segato, Las estructuras elementales de la violencia, nos ayuda a entender el último tipo de violencia presentado en la película, la violación sistemática de las mujeres. Según Segato, la violación es el primer derecho de los hombres sobre el cuerpo de las mujeres y dependiendo de las sociedades, tribales, premodernas o modernas, este acto tiene diferentes lecturas. Aunque la Argentina de los ochenta es una sociedad moderna, la violación ejercida bajo el régimen militar la podemos relacionar con la explicación de Segato sobre la violación en las sociedades premodernas cuando el cuerpo de la mujer es un territorio nacional, es decir, accesible a los hombres y, por lo tanto, y sobre todo en tiempos de dictadura, no se asume como delito. En el filme el personaje de Ana narra cómo fue su secuestro, tortura y violación y cómo todo esto formaba parte del “tratamiento” que recibían las mujeres subversivas. En este sentido, la violación se utiliza como una forma de castigo, como un acto disciplinador (70), según Segato esta lectura de la violación ocurre en las sociedades tribales.  El caso de Ana, que representa el trato que recibieron la mayor parte de las mujeres que fueron secuestradas durante el gobierno de la Triple Alianza, muestra no solo cómo el cuerpo de las mujeres se convierte en un territorio más a conquistar, como indica Segato, sino que también, como era pareja de un subversivo militante, funciona como un castigo para él. Es decir, el cuerpo de Ana es visto como propiedad de su pareja, Pedro, y, por lo tanto, esta violación tiene más peso, en un contexto patriarcal obviamente, porque se asume como un daño a la propiedad del hombre.

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Por último, se debe señalar la violencia presentada en el mismo título de la película, La historia oficial, y representada por sus personajes. En cierto sentido, la historia oficial resulta redundante, puesto a que el registro histórico de los estados se basa en lo institucional, en un relato hegemónico que, aun mostrándose terrible, siempre permanece en el poder. Sin embargo, toda violencia deja una huella, y esta, que parece invisible en los registros y textos, emerge perfomativamente; comunica.  La huella de la violencia en La historia oficial se hace sentir en la memoria, archivo que se construye desde lo más íntimo de la experiencia, hasta colectivizarlo como herramienta de resistencia. La memoria, en este caso, es rescatada por los estudiantes de Alicia que, a pesar de ser jóvenes para el peso de la dictadura argentina, insisten en recordar y mostrar no solo las imágenes de lxs desaparecidxs, sino en cuestionar la clase de historia de Alicia. Esa memoria también queda plasmada en las manifestaciones y en particular en el grupo de las abuelas que buscan a sus nietxs robadxs. De ahí lo que el teatro Augusto Boal decía, que el cuerpo mantiene un registro histórico de lo vivido; de ahí el grito de lxs que protestan: “Ni perdón, ni olvido”.  

Bibliografía

Bourdie, Pierre (2001). La dominación masculinaStandford:Standford, California: Standford University Press.

Segato, Rita L (2003). Las estructuras elementales de la violencia. Argentina: Universidad Nacional de Quilmes Editorial.

Visconti, M. “Lo pensable de una época. Sobre La historia oficial de Luis Puenzo”. Recuperado el 18 de mayo de 2016.

Whitehead, Neal L. (2007). Violence and the cultural order. Daelus. Winter.

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