Las mujeres maniobran, conspiran, traman y luchan. Algunos piensan que conspiran desde su cuerpo reproductor y desde sus misteriosos ciclos de vida, que traman de manera colectiva, al igual que desde el aislamiento. En algunas sociedades y periodos históricos las mujeres se han visto como conspiradoras peligrosas, en otros casos se han despachado como entes poco capaces de contribuir a ninguna causa, mientras que en otros momentos se vieron como brujas dignas de quemar en la hoguera. Lo cierto es que las mujeres han conspirado por diversas razones a través de la historia; conspiran por la supervivencia de sus hijos e hijas, de sus familias, de sus comunidades y de sus naciones. Luchan por obtener y mantener los recursos económicos y naturales para la subsistencia, por los derechos de sus hijos y vecinas, al igual que por sus ideales religiosos y políticos.
Por sus luchas, algunas mujeres han sido juzgadas como amenazas a lo establecido: al Estado, a la Iglesia y al Mercado. Han sido acusadas de ser malas hijas y esposas, de romper demasiados esquemas que incomodan a los sectores de poder, de cometer actos que atentan con la seguridad de otros y hasta contra la seguridad nacional. En ocasiones han sido tildadas de terroristas cuando militan en luchas políticas revolucionarias. En el caso de las puertorriqueñas nacionalistas que lucharon por la independencia de Puerto Rico, primero de España y luego de los Estados Unidos, fueron perseguidas y exiliadas bajo el régimen español[1] y acosadas y acusadas de conspiración sediciosa[2] por el gobierno estadounidense.
Cuando era maestra de segundo grado en San Francisco, California, tuve la oportunidad de conocer a una de estas “conspiradoras”. En el 1997, en mi sala de clase había una estudiante diminuta y de dulce sonrisa llamada Zoe. Un día Zoe me dijo que sus padres querían conocerme. Estaban muy entusiasmados de que Zoe tuviese una maestra puertorriqueña. En ese momento lo único que se me ocurrió fue que querían hablarme sobre alguna visita turística que habían hecho a la Isla o algo parecido. Jamás se me hubiese ocurrido que me hablarían de sus años activos dentro de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) en Chicago, y mucho menos sobre sus años viviendo junto a otros que luchaban por la independencia de Puerto Rico desde el clandestinaje. El papá y la mamá de Zoe me invitaron a una cena en su apartamento para que pudiésemos hablar en detalle sobre cómo, a pesar de no ser puertorriqueños[3], se integraron a la militancia anticolonial de nuestra Isla.
La mamá de Zoé estuvo en la cárcel federal Dublin en el estado de California junto a Alicia y Lucy Rodríguez por estar involucrada con el FALN. Alicia y Lucy fueron dos de las cinco mujeres arrestadas en el 1980 por combatir por la independencia de Puerto Rico. Las otras fueron Carmen Valentín, Dylcia Pagán y Haydeé Beltrán Torres. Tres años más tarde arrestaron a Alejandrina Torres. Todas estas seis mujeres fueron acusadas de conspiración sediciosa[4], el acto de intentar derrocar al gobierno de los Estados Unidos en Puerto Rico.
Jan Susler escribió un libro dedicado a estas seis prisioneras políticas titulado Palomas voladoras por cielos de libertad (1994). En este libro Susler nos presenta un breve trasfondo biográfico de estas mujeres, nos habla sobre cómo ellas se interesaron e involucraron en la lucha por la independencia de Puerto Rico y narra sus experiencias e ideas de ser madres en prisión y, en algunos casos, haber tenido que esconder a sus hijos. Susler también nos presenta cómo el gobierno las percibió, al igual que otras vivencias relacionadas al encarcelamiento de cada una, incluyendo el uso de la fuerza contra ellas. Sobre todo, nos narra cómo han logrado mantener su fortaleza e integridad mental y espiritual a través de todos sus años tras las rejas. Susler logra todo lo anterior a través de las voces de Alicia, Lucy, Dylcia, Carmen, Haydeé y Alejandrina. Recoge citas donde ellas mismas relatan partes de sus vidas y de sus ideales.
En el Prólogo de dicho libro Margarita Mergal sostiene que “las gentes a menudo se preguntan si es que las prisioneras han violado alguna ley”(p.ii). Según Mergal, la pregunta es equivocada porque lo que “debemos de cuestionar es qué han hecho las personas y el sistema que sostienen, que estas mujeres han violentado las normas de la sociedad…” (p.ii). Añadiría que “las gentes” tal vez tampoco se plantean la posibilidad de que los mitos que rodean a estas prisioneras políticas no respondan al trabajo que ellas realizaron antes de ser sentenciadas por conspiración sediciosa a condenas exorbitantes. La realidad es que cada una de estas mujeres buscaba mejorar la calidad de vida de los puertorriqueños en Estados Unidos (Susler p.4). Todas tienen educación universitaria, fueron maestras, consejeras y organizadoras comunitarias.
Según Susler, Dylcia Pagán vio la educación como la posibilidad de transformación. La cita diciendo que el cambio político y social ocurriría a través de la educación y de la organización y el activismo comunitario. Pagán también creyó en un momento dado en la participación dentro de los procesos democráticos y en la representación de modelos e imágenes positivas sobre los puertorriqueños, y otros grupos, en los medios de comunicación. Entonces descubrió que los medios de comunicación “al igual que todos los aspectos de nuestra sociedad, están controlados por el mismo sistema” (Susler p.5).
Por su parte, Carmen Valentín también creía en obtener mayores niveles de educación y alcanzó un doctorado. Como parte de su trabajo comunitario ella inició un plan comunal para evitar la deserción escolar de estudiantes puertorriqueños. También trabajó para mejorar la calidad de vida de los puertorriqueños a través de proyectos que mejoraban los servicios de salud. Protestó la brutalidad policiaca y se ocupó por la rehabilitación para adictos a drogas (Susler p.6).
Alejandrina Torres estuvo involucrada desde su adolescencia en una iglesia en Nueva York. Esto la preparó para el activismo comunitario y el compromiso social. Sobre su labor como activista dentro de su iglesia y su comunidad dijo;
Estas experiencias me alertaron sobre los muchos problemas que afectaban a mi gente y me ayudó a identificarme con mi propia realidad. Me motivó a continuar estudios para servirle mejor a mi comunidad… mi iglesia me fortaleció activamente ya que… tiene un historial de trabajo en apoyo de la justicia social… Ayudé a crear programas para servir a la gente pobre y oprimida de la comunidad… las experiencias de mi vida me han enseñado que solamente por medio de la resistencia puedo… cambiar las condiciones que nos afectan como seres vivientes, no podía sentarme y permitir que esas condiciones continuaran (cita de Torres en Susler p.8).
Ida Luz (Lucy) Rodríguez se crió en Chicago durante la época de marchas y protestas en contra de la Guerra de Vietnam, de Malcolm X y otras militancias en contra de la brutalidad policial, la represión y en contra del imperialismo. Participó en “luchas comunales para conseguir empleos, viviendas y educación…” (Susler p.9). Su hermana menor, Alicia Rodríguez, siguió los pasos de Lucy en la Universidad de Illinois en Chicago donde estuvo expuesta al concepto de la protesta[5] (p.9). Ambas han hablado sobre la importancia e influencia que tuvieron sus familiares, en especial su madre, Josefina Rodríguez, en el desarrollo de ellas como activistas anticoloniales.
Haydeé Beltrán es la más joven de estas seis luchadoras. Al momento de ser sentenciada como conspiradora sediciosa tenía 25 años y llevaba cuatro años maniobrando con el FALN desde el clandestinaje. Fue la única condenada a cadena perpetua y la escogida por el gobierno para doblegar primero. A pesar de todas las condiciones severas de salud que desarrolló dado a la negligencia médica y las torturas que recibió, Haydeé se mantuvo en resistencia.
¿Cómo experimentaron sus condenas, acusaciones de terroristas, años de tortura[6] lejos de sus hijos, familias y patria? Para Dylcia Pagán su familia extendida, sus compañeros y compañeras en la lucha, fueron los que le brindaron la fortaleza para seguir adelante. Carmen Valentín, aunque firme en sus ideales de que ser madre sirve como un incentivo para luchar con entusiasmo y para asumir posiciones que apoyen la libertad y la soberanía de Puerto Rico (p.26), sufrió la separación de sus hijos: “lo más difícil ha sido estar lejos de él [su hijo]… he perdido once años de la vida de Antonio, y parte de mi existencia” (p.32).
Pagán tampoco pudo ver a su hijo por muchos años de su encarcelamiento; “mi hijo se encuentra escondido [en 1986] tenía siete años” (p.33). A Haydeé Beltrán intentaron quebrantarle de múltiples maneras, una de ellas fue con la amenaza de asesinar a su bebé. Mientras la contrainterrogaban la torturaban de la siguiente manera:
Un hombre largo y jincho pregunta con tono soez: “¿Sabes de qué color son los sesos de un bebé que se arroja contra una pared?… Dime donde está tu querida bebita. La vamos a encontrar de cualquier manera. Te juro cuando la encuentre la voy a tirar contra la pared hasta que los sesos salpiquen por donde quiera. Voy a acabar con la semilla de todos ustedes” (cita de Luis Nieves Falcón en Susler p.34).
Todas estas mujeres se formaron no solo académicamente, sino como organizadoras comunitarias. La participación y el activismo de las mujeres es un elemento esencial para el éxito de sus organizaciones y de su lucha, esto ha sido evidenciado por organizadores comunitarios dentro y fuera de Puerto Rico. Wilfredo López Montañez, líder ambientalista y comunitario en la Isla, afirma que las mujeres tienden a estar más comprometidas, que trabajan más duro que los hombres y son mejores organizadoras (paráfrasis de cita de Mergal de López Montañez p.135).[7]
Sobre lo anterior Margarita Mergal sostiene que la mayoría de las personas en Puerto Rico que han trabajado con mujeres, comparten esta visión. Añade que hasta el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), que históricamente no ha promovido que las mujeres mantengan posiciones de poder dentro del partido, se beneficia del activismo de éstas; “Thirty percent of the party’s grassroots level committees that get the most and more effective political work done are women” (Mergal p.135). Los independentistas tradicionales “han estado mas enfocados en la liberación de la nación puertorriqueña que en las equidades sociales…” (Mattos Cintrón p.203), incluyendo la equidad de género.
Una de las militantes, Carmen Valentín, sostiene que las mujeres son muy importantes en una lucha de liberación organizada y, citando las palabras de Lenin, afirma que “el triunfo de una revolución depende del grado de envolvimiento de la mujer” (cita de Valentín en Susler p.16). Pero, ¿cómo estas activistas experimentaron la lucha anticolonial como mujeres en un movimiento nacionalista dominado por hombres? Alicia Rodríguez ha manifestado la necesidad de que se haga trabajo revolucionario entre las mujeres, sin embargo, alega que “hasta que no se desmantele el colonialismo, asuntos tales como los de la liberación femenina no podrán madurar” (cita de Rodríguez en Susler p.20). Valentín coincide con Rodríguez al afirmar que los hombres y las mujeres tienen que “forjar la lucha conjuntamente y con un solo objetivo: la liberación nacional” (p.19-20).
¿La liberación nacional de Puerto Rico adelantará la igualdad de condiciones para las mujeres? ¿Es posible descolonizar sin despatriarcar?[8] Para poder acercarnos a despatriarcar, primero debemos de pensar al patriarcado no como “una cuestión aparte sino [como] un eje de la construcción económica, cultural y política de la sociedad…como una estructura susceptible de ser desmontada” (Moreno sobre Galindo p.1). Dicho desmontaje incluye la “desobediencia masiva de las mujeres a los mandatos patriarcales, [a] una desobediencia que aunque se pretenda contener desde las instituciones es profundamente anti-institucional” (Moreno p.1). Entonces, continuemos aprendiendo sobre las vidas y las luchas de éstas y otras revolucionarias, y desobedezcamos y conspiremos en contra de los mandatos patriarcales y coloniales existentes. Seamos muchas y muchos los sediciosos.
Notas:
[1] En el siglo XIX algunas de las mujeres que conspiraron a favor de la independencia de Puerto Rico del yugo colonial español fueron María de las Mercedes Barbudo, Lola Rodriguez de Tió y Mariana Bracety.
[2] Entre las mujeres que conspiraron durante la primera mitad del siglo XX y que fueron declaradas culpables por cargos de sedición están Blanca Canales, Juanita Ojeda, Rosa Collazo, Lolita Lebrón, Ruth Mary Reynolds (la nacionalista yanqui), Isabel Rosado, Isolina Rondón y Olga Viscal Garriga.
[3] Otras prisioneras políticas de otras descendencias que lucharon por la independencia de Puerto Rico y cumplieron años en la cárcel por conspiración sediciosa son Silvia Baraldini y Susan Rosenberg. Baraldini se negó a declarar ante el Gran Jurado que investigaba las actividades de los independentistas, fue condenada a 43 años de prisión en 1982. En 1999 fue transferida a su país natal, Italia, donde fue liberada en el 2006. Susan Rosenberg perteneció a muchos movimientos radicales y fue militante activa del movimiento por la independencia de Puerto Rico y del “May 19th Communist Organization”. Rosenberg fue arrestada en 1984 y sentenciada a 58 años de prisión. Cumplió 16. En el 2001 fue liberada luego de que Bill Clinton le otorgara el perdón presidencial. (“El presidio político en Estados Unido – Valientes mujeres puertorriqueñas” de Salvador Capote (http://alainet.org/active/67829&lang=pt).
[4] “Su convicción por conspiración sediciosa incluye el oponerse, por medio de la fuerza y la violencia, a la autoridad del gobierno de los Estados Unidos sobre Puerto Rico y la alegada construcción y colocación de explosivos y artefactos incendiarios en bancos, tiendas, oficinas y edificios del gobierno en 28 lugares en el área de Chicago, Illinois, tanto como en un edificio corporativo de Nueva York” (Susler p.15).
[5] En su ensayo titulado “The Struggle for Independence: The Long March to the Twenty-First Century”, Wilfredo Mattos Cintrón señala que a principios de la década de los 1970 se experimentó un alto nivel de independentismo y socialismo en la Isla dado a la influencia marxista-leninista que se manifestaba en otros países y que formaba parte de otras revoluciones en el mundo. Dice, “the range of action and influence of the independentista movement as a whole was dramatically enhanced and ideologically radicalized… a struggle ensued over the proper strategy for Puerto Rican independence… armed revolution or elections? Military strength or massive civil force?” (p.205).
[6] Un ejemplo de cómo las prisioneras fueron torturadas es el caso de Alejandrina Torres. Luego de ser capturada en el 1983 y sentenciada a 35 años de cárcel, Torres fue ubicada en una prisión para hombres donde sufrió repetidos asaltos sexuales. Además sufrió durante dos años los horrores del High Security Unit (HSU) en la cárcel federal de mujeres en Lexinton, Kentucky. Eventualmente fue trasladada a la prisión de mujeres en Danbury, Connecticut, donde fue liberada en septiembre de 1999 por el presidente Bill Clinton. Según “El presidio político en Estados Unidos – Valientes mujeres puertorriqueñas” de Salvador Capote;
La HSU [de esta cárcel] fue inaugurada en 1986 durante la administración de Ronald Reagan. Constaba de 16 celdas de aislamiento subterráneas donde las prisioneras perdían la noción del tiempo, pues vivían bajo luces artificiales las 24 horas del día vigiladas por cámaras que registraban absolutamente todas sus actividades. La propiedad personal estaba prohibida. Con frecuencia se les sometía a un régimen de privación del sueño... A menudo eran sometidas a humillaciones como el “chequeo de cavidades” que se convertía en acoso sexual al ser realizado por hombres. (http://alainet.org/active/67829&lang=pt ).
[7] López Montañez compartió estas mismas observaciones y experiencias durante una entrevista realizada en abril del 2008 como parte de mi investigación doctoral sobre el rol de las mujeres en las luchas ambientales en Puerto Rico.
[8] Esther Moreno reseña el libro No se puede descolonizar sin despatriarcalizar (2013) de la feminista boliviana María Galindo quien sostiene que:
Es necesaria una visión compleja sobre el patriarcado: este no es la discriminación de las mujeres, sino la construcción de las jerarquías sociales, superpuestas unas sobre otras y fundadas en privilegios masculinos sobre las formas de organización social. El Estado… no es la expresión del bien común, sino que, como definió Lenin, es siempre la expresión de relaciones de poder, de hegemonías históricas; en ese contexto el Estado es estructuralmente patriarcal (p.1).
Lista de referencias:
Capote, Salvador. “El presidio político en Estados Unido – Valientes mujeres puertorriqueñas”. América Latina en movimiento (2013-10-2) http://alainet.org/active/67829&lang=pt.
López Montañez, Wilfredo. Dirigente de la Alianza de Líderes Comunitarios (Entrevista realizada el 16 de abril del 2008).
Mergal, Margarita. “Puerto Rican Feminism at a Crossroads: Challenges at the Turn of the Century” (131-142). Colonial Dilemma: Critical Perspectives on Contemporary Puerto Rico. Edwin Meléndez y Edgardo Meléndez, editores. South End Press, Boston 1993.
Mattos Cintrón, Wilfredo. “The Struggle for Independence: The Long March to the Twenty-First Century”, Colonial Dilemma: Critical Perspectives on Contemporary Puerto Rico. Edwin Meléndez y Edgardo Meléndez, editores. South End Press, Boston 1993.
Moreno, Esther. “No se puede descolonizar sin despatriarcalizar” http://www.rebelion.org/
Quiles, Carlos. Memorias de Josefina (Gaviota 2005).
Rodriguez, Glorimar. Juanita Ojeda, ejemplo digno de la lucha y pasión por un ideal. Primer Coloquio sobre historias de mujeres. Universidad de Puerto Rico en Utuado, marzo 2012.
Rosario Rivera, Raquel.María de las Mercedes Barbudo: Primera mujer independentista de Puerto Rico. 1773-1849. First Publishing Group. San Juan PR 1997.
Rosario Rivera, Raquel. Mariana Bracety: una patriota que no claudicó; En proceso de publicación. 2014.
Susler, Jan. Palomas voladoras por cielos de libertad (Ofensiva 1992).
Zengotita, Rita. “Reflexiones sobre la mujer puertorriqueña y su inserción en la lucha política revolucionaria”. AlterNativa
Lista de imágenes:
1. Fotógrafx desconocido, las prisioneras políticas Alejandrina Torres, Silvia Baraldini, y Susan Rosenberg en el Lexington Control Unit for Women, 1987.
2. CMI-Puerto Rico, de izquierda a derecha: Papo Segarra, Luis Rosa, Ida Luz Rodríguez, Alejandrina Torres, Carmen Valentín, Dylcia Pagán, Ricardo Jiménez, Edwin Cortés y Alicia Rodríguez, en la celebración por la excarcelación de Carlos Alberto, 2010.
3. Ricardo Figueroa/AP, Alicia e Ida Luz Rodríguez en San Juan, justo luego de que hubieran salido de prisión, 1999.
4. Dylcia Pagán, 2011.
5. Marie Haydeé Torres, 1976.
6. CMI-Puerto Rico, Alejandrina Torres y Luis Nieves Falcón en la celebración por la excarcelación de Carlos Alberto, 2010.
7. Portada de "Puerto Rican prisoner of war Carmen Valetín: Thoughts on the anarchist black cross", de Carmen Valentín, Winnipeg: Winnipeg Anarchist Black Cross, 1997.
8. Dylcia Pagán por Vagabond