"Lo importante es c̶o̶m̶p̶e̶t̶i̶r̶ ganar"

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No hay que ser un/a fanático/a empedernido/a de los deportes para saber que los deportes profesionales, sobre todo las ligas estadounidenses[1], están llenas de atletas y entrenadores que hacen trampa. Desde la “era de los esteroides” de las Grandes Ligas del Béisbol (MLB por su nombre en inglés), pasando por los laboratorios BALCO y la confesión de Lance Armstrong, hasta el escándalo de los Santos de Nueva Orleáns del esquema de pague-por-golpe, es difícil imaginarse que exista tal cosa como la competencia justa o limpia (quizás porque en el mundo fuera de los estadios y las canchas eso tampoco existe).

Pero como los escándalos de la Universidad Estatal de Pennsylvania y, más reciente, de la Universidad de Carolina del Norte en Chappel Hill nos recuerdan, este mundo corrupto de hacer lo que sea necesario para ganar no empieza en las ligas profesionales, sino que se viene cocinando desde antes. En el caso de la Universidad Estatal de Pennsylvania, el entrenador principal, los asistentes, los decanos y hasta el presidente de la universidad escondieron el conocimiento de que uno de los entrenadores asistentes era un pederasta en serie por años con tal de proteger el equipo de fútbol americano de la universidad. En el segundo caso, la administración, los entrenadores y hasta ciertos profesores de Carolina del Norte conspiraron para darles clases falsas a los atletas con tal de que estos mantuvieran su elegibilidad para jugar para los equipos de fútbol americano y baloncesto masculino.

 

Sin embargo, la cruda realidad es que ni siquiera podemos buscar el principio de estos problemas en los años universitarios. En Estados Unidos existe una cultura de trampa que empieza tan temprano como en las ligas deportivas de niños. Por ejemplo, en la ciudad de Encinitas, California, los entrenadores de un equipo de béisbol de pequeñas ligas les instruyeron a sus jugadores que se dejaran vencer para que pudieran pasar a la próxima ronda del torneo de campeonato. Aunque la historia no parece tener mucho sentido (¿perder para avanzar?), dentro del contexto de la liga y como se suman los puntos, el equipo tenía que perder ese juego si quería continuar a la próxima ronda. Por supuesto, esto es equivalente a los boxeadores que se dejan noquear para ganar apuestas o porque reciben compensación extra: es manipular el sistema para obtener lo que desean, sin importar el costo.

En otro escándalo parecido, en Apache Junction, Arizona, dos entrenadores manipularon el escogido de jugadores al decirles a niños que ellos conocían y que sabían que eran buenos jugadores que no participaran de los “try outs” (el momento en que los entrenadores de todos los equipos ven a los jugadores y evalúan sus destrezas) y que, en su lugar, se registraran directamente con la liga. El saldo de esto es que caerían en una lista de jugadores desconocidos y los únicos que sabrían exactamente a quiénes estaban escogiendo eran esos dos entrenadores que ya estaban familiarizados con sus capacidades. 

 

Pero si mala es esta manipulación, cuyo fin es obtener una ventaja injusta ante los oponentes, peores son algunas de las cosas que hacen los entrenadores de niños en fútbol americano. El fútbol americano es, de por sí, un juego violento que se ha demostrado que les causa problemas de salud a quienes lo juegan. Sabiendo esto, es aún más reprochable lo que algunos de estos entrenadores hacen para lograr que sus equipos salgan vencedores. 

A Darren Crawford, entrenador del equipo Tustin Red Cobras de California, se le acusó de correr un programa de “pague-por-golpe” igual al de los Santos de Nueva Orleáns de la NFL. Esto implica que Darren Crawford les ofrecía dinero a sus jugadores, niños de 10 y 11 años, por cada golpe fuerte que les dieran a jugadores de los otros equipos y hasta bonificaciones en efectivo en caso de que esos golpes sacaran a los oponentes del juego. 

 

Un caso similar se dio en Dry Ridge, Kentucky con el entrenador Craig Ruber, a quien se le acusa de ofrecerle 20 dólares a cada niño que lastimara a su oponente y lo sacara del partido. A Ruber también se le acusa de “motivar” a sus jugadores, niños de 9 y 10 años, a orinarse encima de las camisetas de los equipos contrarios. 

De todos estos ejemplos se desprenden varios problemas. Primero, los adultos que son los responsables de la formación de ciudadanos de bien, son los mismos que les están enseñando a estos niños la lección magistral del darwinismo social que rige su país: “solo los más aptos sobreviven”. Para ellos, esto implica: haz lo que tengas que hacer, sin consideraciones éticas o morales, para salir adelante.

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Segundo, en la mayoría de estos casos, las penalidades que enfrentan estos adultos son risibles y patéticas. Esto les enseña a los niños que aún en el caso de que alguien les agarre haciendo trampa, las consecuencias no tendrán mayor impacto. Por ejemplo, Pop Warner Little Scholars, la asociación nacional de football de pequeñas ligas, hizo una investigación de las acusaciones a Darren Crawford en la que decidió ignorar el testimonio del entrenador asistente que fue el que desveló el escándalo y los testimonios de los padres de los niños que recibieron paga de Crawford. Al fin y al cabo, la famosa “investigación” concluyó que no había un esquema sistemático de “pague por golpe” pero suspendieron a Crawford por un año de la liga porque sí hubo alguna evidencia de que “puede que le hayan pagado a un jugador por su desempeño en el campo de juego”. Uno de los padres que dio su testimonio describió el veredicto de la liga de la siguiente manera:

"If there was no pay-for-hits program, then what was the player rewarded for? The best smile? Best attitude? Best dressed? Was he rewarded with cookies or cash? If there was no 'premeditated' bounty program, was it then a hindsight bounty program as we now know it to be?

If one player 'may' have been rewarded, then why suspend the coaches? Was he rewarded or not? Are all of these parents and kids lying? Who's left to protect the kids if Pop Warner puts its own first?"

It's a joke. Either it happened or it didn't. If nothing happened, why are you suspending people? It's stupid."

En efecto, la liga decidió hacerse de la vista larga y darle un jaloncito de orejas simbólico a Crawford por algo que podría, genuinamente, constituir una acción criminal[2]. ¿Qué entonces se puede esperar de los niños que juegan bajo la tutela de estos mal llamados entrenadores? En efecto, lo que estamos viendo en todos los niveles del deporte: atletas tramposos y entrenadores, ejecutivos y hasta profesores/as cómplices.

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De hecho, tanto es así, que una investigación que llevó a cabo el Josephson Institute Center for Sports Ethics sobre las actitudes de los/as niños/as que juegan deportes organizados encontró que:

“… many coaches - particularly in boys' basketball, baseball, and football - are teaching kids how to cheat and cut corners.

The study found that both male and female high school athletes are more likely to cheat in school than the general high school population. In addition, far too many are willing to cheat in sports and engage in other dishonest, deceptive, and dangerous practices without regard for rules or traditional notions of fair play and sportsmanship.” 

Entre los resultados más impresionantes están el que el 51% de los futbolistas, el 49% de los beisbolistas y el 47% de los baloncelistas están de acuerdo en que está bien que los entrenadores enseñen maneras de dar “fouls” para que los árbitros no se den cuenta. Igualmente, 48% de los beisbolistas y futbolistas no ven nada malo en robarse los libros de estrategias de los oponentes para estar mejor preparados para el juego. El 40% de los peloteros está de acuerdo en que está bien tirarle intencionalmente con la bola a un jugador que bateó un jonrón en su turno anterior. Y el 54% de los futbolistas y el 49% de los baloncelistas entienden que es aceptable insultar y abusar verbalmente de sus oponentes.

En fin, no es difícil saber por qué las ligas profesionales estadounidenses están llenas de jugadores que toman esteroides, que sabotean a sus contrincantes y que hacen lo que sea para ganar y salirse con la suya. Simplemente son lecciones de vida que aprendieron desde chiquitos de aquellos entrenadores que tomaron el lema del darwinismo social, “sólo los más aptos sobreviven”, como una excusa que justifica cualquier acto anti ético o inmoral siempre y cuando el puntaje final en la pizarra les favorezca. 

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Notas:

[1] Aunque sé que el fenómeno de la trampa en los deportes no se circunscribe a las ligas estadounidenses, decidí enfocarme en este ensayo en éstas porque son los escándalos que más han sonado en esta parte del mundo y porque la ideología subyacente del país provee un contexto claro para estas acciones. 

[2] Igualmente, las penalidades pagadas por los responsables del esquema de los Santos de Nueva Orleans tampoco fueron la gran cosa: http://sports.yahoo.com/blogs/shutdown-corner/saints-bounty-scandal-timeline-events-231725856--nfl.html.

Lista de imágenes:

1. New York Times Co./Getty Images, La primera plana de una edición de 1920 del New York Times, describe el escándalo conocido como "Black Sox", uno de los peores escándalos del deporte de todos los tiempos, 29 de septiembre de 1920.
2. Getty Images/Pascal Rondeau, Tonya Harding y Nancy Kerrigan en consulta con sus respectivos entrenadores, durante el periodo de práctica de las Olimpiadas de Invierno de 1994, en Lillehammer, unos meses después del horroroso escándalo.
3. Joel Saget/AFP/Getty Images, Lance Armstrong sube al podio de premiación del Tour de France, 2005.
4. Topical Press, Dorando Pietri tras cruzar la meta en las Olimpiadas de Verano de 1908. Algunas horas después Pietri fue descalificado, por tomar estricnina durante la carrera, la cual, en pequeñas dosis, sirve como estimulante.