Cuando salgas en el viaje hacia Ítaca desea que el camino sea largo, pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
Ítaca, Constantino Cavafis
Podría sonar exagerado, pero no lo es. Lo que se vivió el pasado 5 de octubre en el concierto gratuito organizado para el lanzamiento de El pozo, la nueva propuesta musical de Yarimir Cabán (Mima), fue una experiencia mística.
El evento inició a modo de procesión, con Mima siendo escoltada hacia las tablas por una comparsa constituida de varios familiares. Esto sirvió de preámbulo a una intervención teatral en la que la cantante construyó un pozo alusivo al nombre de su disco. Acto seguido, y como en un ritual, interpretó la totalidad de canciones que pueblan El pozo.
Mima y una veintena de curtidos músicos extasiaron al público con melodías eclécticas, cargadas de referencias a la magia, creencias y cultura popular caribeñas. El espectáculo se complementó con una puesta en escena que podría considerarse como de las más logradas por una banda independiente en Puerto Rico. La misma incorporó sillas colgantes, un enorme árbol erigido en pedazos de madera, vestuarios, iluminación y variedad de recursos que amplificaron la visualidad del recital.
La compositora logró, asimismo, transformar el escenario en una metáfora de la carretera recorrida en los viajes (físicos e imaginarios) que inspiran y sirven de hilo conductor a El pozo. Ésta es una carretera plagada de fantasmas, princesas, seres y fusiones rítmicas que definitivamente nutrieron la madurez con la que Mima se proyectó a todos los niveles y en donde la acompañaron las letras de Rita Indiana Hernández y el talento armónico de su inseparable colaborador Mark Underwood (DJ Nature).
Otro elemento que hizo mística la experiencia de asistir a este concierto fue atestiguar cómo Mima, ante casa llena, se consolidaba una vez más como artista. Sin embargo, con la humildad que la distingue, no dudó en reconocer que dicha consolidación no era un hecho consumado en solitario. Es el reflejo de una obra colectiva en la que, si nos dejamos llevar solo por el centenar de nombres que se incluyeron en el programa de la actividad y en los agradecimientos del disco propiamente, participan infinidad de creadores provenientes de diversas disciplinas y destinos. En otras palabras, el proyecto de Mima es sinónimo de comunidad y eco de la vibrante producción cultural que existe en nuestra Isla.
Los pozos son lugares de tránsito y encuentros. Fluyen por su fondo corrientes de agua y en torno a estos solían detenerse los paseantes para abastecerse. En un país tan dividido como el nuestro, el cual demasiadas veces se siente desierto de esperanza, fue un bálsamo presenciar durante la presentación de Mima cómo numerosos artistas, familiares, amigos y espectadores se unieron para beber del mismo pozo en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (UPR-RP). Eso es digno de admiración.
La comunión a la que Mima nos invita a través de su música –como lo hizo Jesús con la samaritana en el desierto, un mito al que precisamente apunta su canción “El pozo o la tumba”- no debe extrañarnos. Desde hace años, la intérprete lleva tatuada -en la mano que pulsa las cuerdas y trastes de la guitarra cuyo sonido nos encanta- la alegoría de otro encuentro entre otros viajeros, en otro “pozo” y en otro desierto. Esta vez, el de El Principito y el escritor Antoine de Saint-Exupéry.
Los finales no son cierres, sino comienzos. Antes de culminar la función, Mima sumó manifestaciones místicas a su concierto. Tras su primera salida del escenario y la usual ovación del público solicitando otra canción más, la cantante regresó y se sentó con su guitarra sobre una escalera que hizo de los mismos bloques con los que había confeccionado el pozo del principio. En ese momento, un aparente percance sentó la pauta para un suceso inolvidable: Mima comenzó a cantar sin micrófono mientras la audiencia tarareaba íntimamente con ella la canción “Menos mal que no”.
El improvisado instante fue la antesala a la reinterpretación de varias de las canciones contenidas en su primer disco, Mima (2005), y nos permitió hacer memoria. Es decir, a simultáneamente recordar, reconstruir y resignificar junto a Mima la ruta de sus andadas musicales.
Casualmente, el 5 de octubre se conmemoró el 113 natalicio del laureado crítico de arte e intelectual español, José Camón Aznar. Poco antes de su muerte, en 1979, el autor de la pieza teatral El pozo amarillo: milagro en un acto (1936), dijo que veía el arte “como expresión externa de presupuestos más profundos que la pura forma. Su contenido interno, metafísico y espiritual prima sobre esa manifestación externa”. Con esas palabras, Camón Aznar defendía en sus últimos días de vida la existencia de un grado de misticismo tanto en la contemplación como en la producción artística.
Más allá de concepciones religiosas, el misticismo alude a la espiritualidad del ser humano y al establecimiento de lazos con el otro, consigo mismo, con la belleza, lo metafísico o el amor. Este concepto opera en El Pozo como una figura poética que atraviesa ese azar misterioso, anónimo y emocionante inherente al viaje. Nos sugiere que, de cierto modo, todos salimos del “huevo de serpiente” al que remite el tema introductorio de este disco, “En la carretera”, y exhorta a continuar el camino inspirados por la canción “Yo quiero andar”, del fenecido cantautor dominicano Luis “Terror” Días.
Así que quizás sin saberlo, aquel día Mima honró de paso la memoria de ese otro “viajero” llamado José Camón Aznar. Y a mí, sabiéndolo menos, también me hizo un regalo de cumpleaños.
*Fotos cortesía de Adiela Marie. Para ver más imágenes de esta serie o para adquirir el nuevo disco, visite el sitio web oficial de Mima.
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