Narrar lo cotidiano: 15 años y un día, de Vivian Bruckman

Sobre 27,000 casos de maltrato infantil se registran cada año en Puerto Rico. Esta dolorosa realidad, que ya forma parte de nuestra vida cotidiana, es lo que precisamente sirve como punto de partida a 15 años y un día, cortometraje escrito, producido y dirigido por Vivian Bruckman e inspirado en hechos verídicos.

Tales estadísticas y el enajenamiento colectivo que experimentamos, hacen muy pertinente esta invitación cinematográfica a la reflexión sobre la problemática del maltrato infantil. El filme aborda el tema al ilustrar dos narraciones en torno a los supuestos hechos delictivos cometidos por su personaje principal, Raúl Martínez Santiago (Teófilo Torres). Este sujeto vivía de forma precaria en un campo de la Isla y es acusado, sometido a juicio y hallado culpable tras, según se alega, violar a Andrea (Indira A. Rodríguez), su hija enferma.

A nivel técnico, 15 años y un día logra captar la atención por su gran calidad en la dirección de fotografía articulada por Santiago “Chago” Benet. Hay que destacar, además, las virtudes del diseño de producción creado por Jorge Cordero y Carmen M. Mejía, la banda sonora compuesta por Omar Silva y la selección de escenarios y localidades. Debemos reconocer también la mirada que Bruckman propone mediante primeros y primerísimos planos, travellings (planos en movimiento)y planos subjetivos, los cuales nos permiten en ocasiones observar desde el punto de vista de la niña el estado anímico del padre y conocer un poco  de su trasfondo.

Los méritos del filme se manifiestan igualmente en la dirección general, aderezada por la amplia experiencia actoral de Torres, las interpretaciones del resto del elenco, el trabajo de cámaras de Edgar Colón y la edición de Fernando Suárez, por sólo mencionar parte de los profesionales que colaboraron en el proyecto. Por otro lado, 15 años y un día recibió un Premio Especial del Jurado en la más reciente edición de Cinefiesta, el festival internacional de cortometrajes de Puerto Rico, y este año competirá en el Concurso Iberoamericano La Mujer y El Cine de Buenos Aires.

Para el arte cinematográfico la cotidianidad es el motor del relato que le sirve de columna vertebral a la ficción y verosimilitud que se proyectan sobre la pantalla. Basado en esta premisa, Francesco Casetti, teórico italiano, explica entonces que la dimensión narrativa de cualquier filme está intrínsecamente ligada a algún pedazo de realidad. Así lo resume al decir que “el cine se basa siempre en el relato”.

En términos narrativos, 15 años y un día deja varios ángulos y preguntas de la trama sin resolver. Una de ellas es si, en efecto, Raúl es culpable o no del crimen que se le imputa. Podría argumentarse que se aplica aquí lo que se usualmente se denomina como un “final abierto”, mediante el cual la audiencia es la que debe generar las conclusiones de la historia a partir de su propia experiencia con el filme.

Si bien el final abierto permite muchas veces apreciar mejor la condición humana de un personaje e involucrar más a la audiencia en los eventos, este recurso debe emplearse con sutileza. Ello se logra, por ejemplo, adjudicando al espectador un lugar de mayor prominencia en relación a la jerarquía de conocimiento establecida por la historia. Como audiencia debemos tener acceso, por ejemplo, a alguna información que el personaje no posee y que nos permite conjeturar la “posible o posibles verdades”. Es decir, el final abierto cierra los nudos de la historia corriente y provee nuevos significantes que detonan un interés en dar continuidad imaginaria a la trama, aún cuando el filme ha concluido.

Sin embargo, en 15 años y un día Raúl custodia todos los elementos de “la(s) verdad(es)” probables. Ambas narraciones del “momento del crimen” son relativamente parecidas. Más aún, las reacciones de la niña (en la primera narración aparece como muerta sobre los brazos del padre y, en la segunda, llorosa y luego serena mirando hacia el horizonte con él) arrojan tenues referentes sobre una potencial inocencia o culpabilidad del padre. Tampoco vemos a Adriana en otros contextos, para de este modo conseguir detalles adicionales en relación a los sucesos, y durante el juicio se sugiere que es la violación la causa del arresto de Raúl.

Se llega en el tribunal a un veredicto sobre las “acciones” del protagonista, pero en lo narrativo no tenemos suficientes pistas como para saber si el mismo es justo. La duda, que es una fuente argumentativa importante en el final abierto, se convierte en ambigüedad. El resultado: nos sentimos como audiencia un tanto excluidos de la trama. 

Casetti añade -siguiendo los postulados de Albert Laffay en torno a la narratología cinematográfica- que en un filme, “el elemento decisivo es la presencia necesaria y constante de una dimensión narrativa”. Sostiene el autor que el “relato satisface perfectamente estas exigencias gracias a su capacidad para resaltar hechos y personajes, para delimitar una trama y para guiar la exposición”. Esto al hacer legible y reorganizar el universo de la realidad (que debe encuadrarse entre un principio y un fin) y ayudar a componer los materiales que la representan.

La efectividad de la dimensión narrativa en un filme permite al director decidir si en el guión, el final que mejor aplica a la historia debe ser abierto o cerrado. Contestar las interrogantes fortalece y amplía las avenidas narrativas y crea mayor conexión e identificación con la audiencia. Obtener estos resultados en 15 años y un día era factible sin necesariamente inclinar la balanza hacia uno u otro lado, sin tener que decirnos “toda la verdad”.  

La pasión y potencial de desarrollo de Bruckman como cineasta son incuestionables. Su labor en 15 años y un día fue de altura y augura muchos éxitos por venir. Nos recuerda, asimismo, las palabras de la distinguida guionista española, Alicia Luna, cuando en una entrevista concerniente a una de sus obras reconoció que “el día a día está lleno de películas” y que el oficio de guionista “lo empiezas a coger cuando has hecho ya una película y está realizada, porque ahí te das cuenta de todos tus errores”.

*Fotos de Guillermo Ortiz-Palacios.

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