Mi experiencia con Dick —Phillip Kindred Dick— es como la de cualquier persona que haya nacido en la década de los ochenta: es, mayormente, cinematográfica. Yo tenía ocho años la primera vez que vi Blade Runner (Scott, 1982), no más de 12 cuando vi Total Recall (Verhoeven, 1990); en la primera década de este siglo vi Minority Report (Spielberg, 2002) y A Scanner Darkly (Linklater, 2006); The Adjustment Bureau (Nolfi, 2011) es el primer Dickian film de la segunda década de este nuevo milenio… también la vi. En otras palabras, es bien difícil que un cinéfilo, aun sin saberlo, no haya cruzado caminos con este gigante (y soy cinéfilo antes que bibliófilo).
Si hay un escritor que amerite un cult following, es Dick; dejó millones de palabras en más de 120 cuentos y 45 novelas; en un año escribió 7 —sí, siete novelas en un año. El título de ‘visionario’ no lo tienen muchos escritores; Dick se lo merece. Rodrigo Fresán, en El fondo del cielo (2009), no pudo negar su legado:
“Zack (los ojos siempre húmedos de Zack, como de perro triste, la sonrisa dócil y canina, la cara llena de pelos, sus arrebatos de ladridos mordedores en los momentos más inesperados) que se alimentaba de comida de perro enlatada durante sus días más duros y pobres y no dudaba en recomendarte las más sabrosas y mejores marcas.” [1]
Su obra —la de Dick, que describe las ansiedades del siglo XXI; de ahí el mote visionario— también merece la atención de interesados en la naturaleza de la creatividad. Dicho esto, descubrí que existe la hipergrafía: un concepto que no encuentro en la sacrosanta RAE, pero que entiendo como una psicopatología que quiere callar voces que no quieren callarse —callar la mente con la escritura; cristalizar con el signo. Lo prolífico en van Gogh, los ciento y pico cuentos en PKD, entre otros y muy conocidos casos, ameritan estudio. Mucha obra —sin paralelos, sin igual— que trasciende. Insight. O sea, “tengo que escribir; no me queda más remedio que escribir, porque las voces que hay en mi cabeza no me dejan quieto; no puedo bregar con mi imaginación. Imagínate una vida que tengo que vivir en mi cabeza, con voces que no se quieren callar, voces que quieren hacer sentido de la realidad, voces que quieren dar cuenta de lo que Platón no pudo”.
En mayo del 2012 me llegó la Exégesis de PKD (Phillip K. Dick) —publicada por Houghton Mifflin Harcourt en noviembre del 2011. (Mientras escribo esto, la tengo en mi escritorio; en mi componente está mi iPhone 4; de él sale Popol Vuh —el soundtrack de Aguirre). El libro tiene más de 800 páginas y es el primer volumen. Leerlo requiere suspender el juicio que se tiene sobre un libro. Esta monumental obra editorial, sobriamente anotada, es un taste de una fuente 10 veces más grande: el estate de PKD tiene más de 8,000 páginas de texto —delirios metafísicos. Estas 800+ páginas son el resultado de décadas dedicadas a una valiente antropología. No debió haber sido fácil navegar 8,000 páginas.
Editada por Pamela Jackson y Johnathan Lethem; anotada por Simon Critchley, Steve Erickson, David Gill, N. Katherine Hayles, Jeffrey J. Kripal, Gabriel Mckee y Richard Doyle. Un libro tan monumental como éste necesita un ejército de exégetas literarios. Y todos merecen mención. Las notas son bien valiosas; un gusto leerlas. Aparecen justo cuando las necesitas; cuando PKD se pone a tirar por encima de las malangas.
La Exégesis de PKD es un compendio de 8,000 páginas en 897. Tiene 15 páginas de end notes y un exquisito glosario de 19. En este glosario descubrí dos conceptos —que se grabaron en la cinta de celulosa que tengo en mi área de Broca— que considero importantes para meterle mano a este libro:
“anamnesis: [2] Recollection, abrogation of amnesia. For Plato, anamnesis – the recollection of the world of ideas in which the soul dwelled before incarnating in human form – explains the human capacity for understanding abstract universal truths, such as the geometric theorems of Euclid. In Dick’s more Gnostic understanding, it also implies the recollection of the soul’s origins beyond the fallen or occluded world;
orthogonal time: [3] Moving perpendicularly to the conventional and spurious sense of linear time, orthogonal time is, for Dick, time in its genuine mode. In a 1975 essay, “Man, Android, and Machine,” Dick describes orthogonal time as containing within a simultaneous plane “everything which was, just as grooves on an LP con tan that part of the music which has already been played; they don’t disappear after the stylus tracks them.”
Aquí se resumen miles de páginas —escritas con delirio metafísico y lírico— a partir de una fecha que todo dickhead (aquí y aquí) debe celebrar: 2 – 3 – 1974. Y, la pregunta que manda ahora es la siguiente: ¿De qué se trata la Exégesis? No se puede empezar a decir de qué trata esta obra, sin explicar qué pasó a principios del ’74. Esta fecha marca una serie de eventos extraordinarios; pueden ser vistos desde lo que significa anamnesis (recuerdo total); o se puede dar cuenta de ellos según la medicina moderna:
“Dick’s experience of 2 – 3 – 1974 has sometimes been interpreted as auditory and visual hallucinations, perhaps induced by repeated transient ischemic attacks (TIAs), or temporary strokes. [..] If a stroke did occur, some of the changes he recorded in his personality in 1974 suggest that the neural circuitry normally associated with his conscious mind was reconfigured, possibly in ways that strengthened the connections between consciousness and what recent research in neuroscience has been calling “the new unconscious,” or the “adaptive unconscious.”” – N. Katherine Hayles, P. 31.
Hay un montón de teorías, comentarios, investigaciones, etc., que intentan describir el evento (o eventos). Según Dick, esta experiencia esta se da por una dosis de sodium penthothal que recibió para la extracción de un molar. Aquí empiezan una serie de visiones que llevan al escritor a diseñar un marco teórico que incluye neoplatonismo y termodinámica.
Una de estas visiones —quizás la más importante— fue una luz rosada que, según Dick, era un rayo de información cósmica. El Espíritu Santo, moviéndose retrógradamente, en forma de tachyons (partículas subatómicas), transmitió directa y exclusivamente a PKD. Por aquello de perderme en las páginas de esta obra, y por razones de puro hedonismo literario, prefiero la explicación de los tachyons a la neurocientífica.
A pesar de lo limitado que pueda ser mi acervo literario —ya que, como PKD, quiero pensar que soy un garage philosopher, cultura D.I.Y.— no es la primera vez que me pongo a leer obras grandes y exóticas. Dejé a mitad las tres mil páginas que salieron del olor de una madeleine; todavía estoy tratando de meterle mano al Red Book de Jung.
En fin, quiero decir que no pretendo hacer una exégesis de la Exégesis de PKD en este escrito; tampoco quiero sugerir que este texto sea una reseña de la extraña obra de Dick. Todavía no paso de las trescientas páginas y mi experiencia mi literaria con PKD—antes empezar a leer la Exégesis—se reduce a Do Androids Dream of Electric Sheep? (1968). Dicho esto, confieso que no estoy preparado para reseñar este libro, sin embargo, quiero compartir algunos pasajes que he leído, con unos breves comentarios:
“My big question remains: how “faked” is our own phenomenal world.” [4]
Un leitmotiv bastante recurrente en la obra de PKD es su desconfianza a los sentidos —a la ‘realidad’ que ofrecen los datos sensoriales (“our own phenomenal world”)— y a instituciones hegemónicas (religión, estado, entre otras). Este mundo —que recuerda a las cartografías que usa Borges; y que también Baudrillard usó para hablar de híperrealidad— en el imaginario de Dick tiene un nombre: The Black Iron Prison:
“At one end the answer could be: it is a partially viewed reality; at the other end, it is a total hypnotic delusion. But that Black Iron Prison – that is real. I used to be in that prison.” [5]
Hay muchas referencias a este Black Iron Prison en la Exégesis; también están en cuentos como Adjustment Team(1954) y novelas como Ubik (1968) [6]. Esta última, Ubik, es utilizada por PKD para dar cuenta de su condición —un mal kafkiano. En la Exégesis, Ubik es un mapa para escapar del Black Iron Prison: “Ubik is clearly an allegory for the Christian concept of “grace”; author Michael Bishop has written that Ubik is “whatever gets you through the dark night of the soul.” In the Exegesis, Ubik becomes shorthand for redemption.” –David Gill, P. 4.
Me he tropezado, muchas veces, con líneas iridiscentes, resplandecientes, poliédricas… Éstas me obligan a leer 50 páginas más. (También me motivaron a hacer un queue con las Upanishads, Blake, el Bardo Thodol; y ya empecé a leer a Jung. Todos me los recomendó Dick). Qué bueno que la Exégesis está tan bien anotada, tan bien curada y editada. Si no fuera por el equipo editorial que trabajó para hacer posible este compendio, ya hubiese dejado de subir la cuesta sisífica que es leer la Exégesis de PKD; me hubiese raja’o en la página 50. Voy por la 230.
Y todo lo que leo, veo, oigo, etc., me sabe a la Exégesis.
Soy un fanboy de PKD —un dickhead.
Notas:
[1] En este documental, Phillip K. Dick: A Day in the Afterlife, un amigo de Dick relata cómo el escritor comía comida de perros.
[2] P. 917, The Exegesis of Phillip K. Dick
[3] P. 929, Ibid.
[4] P. 226, Ibid.
[5] P. 226, Ibid.
[6] Recomiendo leer Ubik antes o durante la lectura de la Exégesis. Paré la lectura de la Exégesis hasta terminar Ubik.
Lista de imágenes:
1. The Religious Experience of Philip K. Dick, R. Crumb para la revista Weirdo #17, 1985.
2. Afiche de la película Blade Runner, 1982.
3. Afiche de la adaptación fílmica de UBIK por el director Michel Gondry, Health Killen, 2011.
4. Foto estática de Scanner Darkly, 2006.
5. Foto estática de Scanner Darkly, 2006.
6. Portada de la novela de Philip K. Dick, Do Androids Dream of Electric Sheep?