A 30 años de 'La luminosa entrega'

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Un año después de la partida física del académico, abogado y político puertorriqueño, Águedo Mojica Marrero, el 19 de junio de 1982, fue publicada La luminosa entrega, obra compilatoria de sus escritos y discursos publicada por su hijo, el Lcdo. Luis Mojica Sandoz.[1] Era imprescindible en aquel entonces hacer repercutir la memoria histórica futura de un intelectual y filósofo de la Universidad de Puerto Rico, de quien se había sentenciado: “Procede que su nombre no caiga en el olvido, y que futuras generaciones conozcan de su ingente labor patriótica, política y pedagógica”.[2] Y ese fue, precisamente, el propósito de la publicación hace treinta años.

Nacido el 16 de marzo de 1908 en la Ciudad Gris, Humacao, que era un “verdadero hervidero humano”[3] en tiempos de su niñez y juventud, Mojica Marrero, vivió ese tiempo de efervescencia y vitalidad culturales, pese a la pobreza material sufrida por sectores de la población, incluida su familia. Luis Mojica Sandoz, editor de La luminosa entrega, describe el carácter humacaeño de su padre como, “un producto neto de su pueblo”,[4] del quehacer cultural nocturno marcado por la bohemia exquisita y la tertulia hasta el amanecer.

En aquel ambiente cultural fue fundado el Club Ariel, organizado por tres intelectuales humacaeños (Antonia Sáez, Delfín López y Flor Gerena) influidos por las lecturas de Rubén Darío y de José Enrique Rodó. El Club fue posible “por la dinámica ascensional que en las clases trabajadoras puertorriqueñas prevalecía desde mediados del siglo pasado”.[5] Como tantos esfuerzos cívicos, el colectivo, que tuvo una larga trayectoria, llegó a su fin. Sin embargo, correspondió a otros humacaeños el intento de resucitarlo en el año 1951. Águedo Mojica Marrero fue uno de ellos y tuvo la encomienda de redactar el reglamento de lo que luego sería uno de los primeros centros culturales apoyado por el Instituto de Cultura Puertorriqueño.

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De izquiereda a derecha: Hipólito Marcano, Luis Muñoz Marín y Águedo Mojica Marrero.

El Humacaeño universalista realizó estudios en la ciudad universitaria de Río Piedras, y en lugares más remotos como Paris, Florencia y Madrid entre los años 1946 y 1950, donde se doctoró en Filosofía y Letras y, posteriormente, en derecho. Ejerció labores docentes en la Universidad de Puerto Rico, como profesor de latín, en el 1943, y  en lo sucesivo, dictó cátedra filosófica, aunque de modo interrumpido durante sus años como legislador por acumulación (1957-1968), hasta su retiro de las aulas en el 1979. Con tanta intensidad comprometió su vida con la causa educativa, que bien lo llamó el Profesor José Arsenio Torres: “universitario a ultranza”.[6]

El título de La luminosa entrega viene dado por el de una conferencia que presentara Mojica Marrero el 24 de abril de 1975 en ocasión de celebrarse el natalicio de su amigo y colega de la Cámara de Representantes, Ernesto Ramos Antonini.[7] La selección de textos quedó organizada en seis capítulos emblemáticos sobre el acontecer vital de Filósofo: el entorno, su pensamiento, el hombre público, el puertorriqueño, su persona, música y poesía.

Cada uno contiene discursos y otros textos ejemplares de una vida, a todas luces, prolífera. Resalta la compilación el discurrir, aprender, enseñar y legislar como movimientos determinantes del recordado. El empuje intelectual y ciudadano para aportar a proyectos sociales insertados en el imaginario cultural de su época le ganó cabida en la caracterización misma que dedicó a Ramos Antonini.

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En el plano filosófico, Mojica Marrero fue un humanista de tendencias universalistas con intensos matices occidentales por su formación académica. No es arriesgado aseverar que su pensamiento estuvo influido por el personalismo, movimiento que propuso el valor central de la persona humana. Hallamos en sus discursos, además, algunos sesgos evidentemente humanistas y cristianos. El personalismo de Águedo privilegia el carácter espiritual y ético de la persona humana abonado por cualidades propias e intransferibles. Para nada se trata de un culto al individuo, por el contrario, el concepto personalismo no hace referencia a la identidad de la persona, sino a la unicidad de un ser distinto de otros individuos.

Es notable que la vocación y la libertad son los dos ejes de la propuesta pedagógica del autor. Para él, educar es sinónimo de humanizar, de edificar la persona humana por la conversión del animal biológico y político en persona moral. La función de proveer las condiciones necesarias para que “el educando obtenga el conocimiento que le permita percatarse del origen, dirección y último sentido de las tareas que su vida en sociedad le exigen” [8] la ubica en el Estado. Esa concepción cívica y política de la responsabilidad sobre el problema educativo lo guió desde su juramentación como Representante por Acumulación el lunes 14 de enero de 1957; a partir de ese momento estuvo a cargo de  la presidencia de la Comisión Permanente de Instrucción, posición que ocupó hasta el 1964 y fue miembro de la misma hasta el final del siguiente cuatrienio. Desde allí expuso su valoración de la Legislatura en su desempeño como gestora de normativas culturales y educativas:

“…si algo meritorio ha hecho, que ha hecho mucho, lo más meritorio, lo que le colmará siempre de orgullo al Cuerpo, como tal, y a cada uno de sus integrantes en las sucesivas transformaciones de integración que recibe a lo largo de nuestra vida pública, es esta perenne, esta constante dedicación a los ideales de la cultura y de la instrucción pública. La instrucción pública es, sin duda alguna, el agente más vigoroso y más efectivo con que ha contado el pueblo de Puerto Rico para la progresiva democratización de su vida”.[9]

Cabe hacer hincapié en el carácter de legislador cultural de Mojica Marrero. Cuando estudiamos su obra concluimos que es notable una premura por atender las consecuencias del fenómeno consumista acarreado por el modelo económico implantado en Puerto Rico. Partícipe él del quehacer político de la mayoría del Partido Popular Democrático (PPD) en la Cámara, conocía con claridad la existencia de tareas pendientes para lograr una verdadera “convivencia serena, gozosa y desinteresada”.[10] Al PPD llegó como uno de los intelectuales públicos reclutados por Luis Muñoz Marín para la consecución de ese fin. Los escritos incluidos en La luminosa entrega testimonian sus formulaciones educativas y de apoyo a la docencia, la fundación de instancias culturales y sociales, y su insistencia tenaz en una verdadera reforma universitaria con participación estudiantil directa.

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A 30 años de aquella publicación, es imprescindible rememorarla. No con la pretensión de idealizar al autor ni el contexto histórico que condicionó su discursividad, sino con el objetivo de rendir un homenaje necesario a una voz cultural cuya resonancia se expandió por su pueblo natal, la región, el País, la Universidad de Puerto Rico, la Legislatura y por otras tierras. Águedo el gestor cultural, el tertulio y músico; el académico irreductible, el filósofo humanista, el abogado y el hombre público; en fin, el ser humano, la persona con vocación de maestro, esa luminosa entrega.

Notas:

[1] Luis Mojica Sandoz (Editor), Águedo Mojica: la luminosa entrega (Río Piedras: Ediciones Huracán, 1983).

[2] Comité Anales, “A la memoria del Dr. Águedo Mojica Marrero”, Anales, Año 1982, Número 11, San Juan, 12.

[3] Félix Báez Neris, “Recordando algunos aspectos de la labor cultural de Águedo Mojica Marrero”, Ponencia dictada el 27 de mayo de 2007 en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Humacao, disponible en línea: biblioteca.uprh.edu/cultural/ (Consultado: 9/11/2013).

[4] Luis Mojica Sandoz (Editor), Ibid., 24.

[5] Ibid., 36.

[6] José Arsenio Torres, Memoria pública (1949-1999): medio siglo de recuerdos y reflexiones (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2000), 85.

[7] Águedo Mojica Marrero, “Ernesto Ramos Antonini: la luminosa entrega”, Conferencia pronunciada el 24 de abril de 1975 en el Colegio de Abogados de Puerto Rico, con el auspicio de la Cámara de Representantes de Puerto Rico y el Instituto de Cultura Puertorriqueña, en ocasión de celebrarse el natalicio del Lcdo. Ernesto Ramos Antonini, en Águedo Mojica: la luminosa entrega, 247.

[8] Ibid., 75-76.

[9] Águedo Mojica Marrero, “Discurso en la Cámara de Representantes en la Sesión del 5 de mayo de 1967, en ocasión de celebrarse la Semana de la Educación” en Águedo Mojica: la luminosa entrega, 109.

[10] Águedo Mojica Marrero, “Palabras pronunciadas en el 18vo Congreso de la Liga de Cooperativas de Puerto Rico, 27 de mayo de 1967, Hotel Meliá, Ponce” en Águedo Mojica: la luminosa entrega, 126.