Desde hace algún tiempo, el discurso gubernamental nos ha habituado al tema de las alianzas, sean éstas entre los componentes de las agencias públicas, de la llamada sociedad civil, las empresas comerciales o una mezcla entre ellas. Vincularse para ejercer faenas ciudadanas comprende compromisos personales y comunitarios que trascienden las campañas coyunturales en pro de una causa social. Las universidades y las comunidades puertorriqueñas también recorren rutas de búsquedas de consensos mínimos para ensayar opciones de cambios a los problemas sociales que nos afectan.
Para continuar el diálogo sobre temas éticos, iniciado en un escrito anterior, traigo a su consideración una respuesta universitaria a la crisis social de Puerto Rico, cuyas dimensiones abarcan aspectos políticos, económicos y culturales diversos. Sabemos que no es ajeno a la cotidianidad noticiosa el incremento de la violencia individual, familiar y social, la corrupción personal e institucional, la distribución desigual de los recursos económicos, el consumo desmedido, el deterioro de los servicios de salud, las grandes deficiencias y los retos que representa el sistema educativo, la limitación de empleo disponible y el deterioro ambiental, entre otras situaciones, que exigen el despertar de la conciencia ciudadana.
Como una iniciativa de miembros de diversas comunidades académicas, surgió en el año 2008 la Alianza Inter-Universitaria para una Ética de la Convivencia, integrada por representantes de la mayoría de las universidades de la Isla. El propósito es promover el diálogo reflexivo, la razón crítica y la autocrítica, con el fin de coadyuvar a una mayor comprensión de las dimensiones éticas de nuestra sociedad.
Cada proyecto y todos los esfuerzos producidos individualmente por las universidades miembros, encuentran un vínculo común en postular la solidaridad como un valor práctico y primordial de toda convivencia sostenible que propicia el respeto a los derechos humanos y ciudadanos. Implica que la universidad se convierta en espacio de encuentro para fomentar el desarrollo de vivencias éticas, el libre debate de ideas, la investigación y la difusión de conocimientos. Pero no un espacio cerrado para dialogar al interior del mismo, sino uno para estrechar las alianzas entre la universidad y la comunidad de modo solidario.
La Alianza ha desarrollado simposios, foros, conferencias, la inclusión de la reflexión ética en los programas académicos y el apoyo a proyectos comunitarios de autogestión y desarrollo, entre otras actividades. Todo, a partir de la premisa que la convivencia ética en la diversidad es posible y necesaria. Por tanto, compartimos trabajos porque confiamos, con “esperanza demencial”, como decía el maestro Ernesto Sábato, que es posible la construcción de relaciones humanas más justas y fraternas. Unidos en lo diverso que puede ser el marco de referentes éticos no impositivos, dogmáticos ni autoritarios, andamos haciendo hincapié en los valores morales de la tolerancia y el respeto para la coexistencia pacífica.
Si les motiva a conocer más y participar en la Alianza Inter-Universitaria para una Ética de la Convivencia y otros proyectos afines, pueden visitar nuestro portal electrónico. Este junte académico y comunitario aporta otro empeño ciudadano sumado a tantas redes comunicantes que se esparcen por Puerto Rico afirmando la vida. Bien lo dijo Albert Schweitzer (1875-1965): “La ética no es otra cosa que la reverencia por la vida”.