'Two Days, One Night'

\

En las primeras décadas del siglo XXI hemos visto el mundo al borde de una abismo económico de proporciones comparables a las de la gran depresión de 1929. La burbuja del mercado de bienes raíces, la guerra en Iraq, la externalización de empleos (“outsourcing” y movida de empleos fuera de los países) y la obsesión capitalista de que lo único que importa al final son las ganancias, han causado la ruina de muchas ciudades y pueblos, y ha empujado bruscamente a muchos a vivir en la marginalidad económica.

El desdén por el individuo y las mezquindades del “negocio” (en el sentido de la entidad empleadora) según busca defender a los accionistas y a los inversores han sido causantes de daño físico y moral de individuos indefensos quienes, al fin y al cabo, abultan la línea de gastos.

Esta película conmovedora y dura como un diamante nos relata las tribulaciones de Sandra (Marion Cotillard), una mujer que sufre de depresión y que por ello la han despedido. Mientras estuvo enferma el capataz de la planta de paneles solares en que labora ha descubierto que añadiéndole unas horas a los trabajadores que quedan, puede lograr la misma productividad. La planta conspira contra la mujer ofreciéndole un bono de €1000 a cada uno de los trabajadores si declaran que ella es redundante, para poder recortarla de la nómina. A pesar de aún estar emocionalmente frágil, Sandra se da a la tarea de tratar de convencer a sus compañeros de trabajo a que cambien su voto, renunciando a su bono y dejándola volver a su puesto. Es viernes. Tiene sábado y domingo para hacerlo, ya que la votación es el lunes. ¿Le harán caso?

Sobre esta situación los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne han escrito y dirigido un filme con gran inteligencia. Seguimos de cerca de Sandra y comenzamos a percatarnos de su situación enfermiza. Su dependencia del Xanax para su depresión, su inclinación al llanto súbito sin que haya una causa específica para ello, su tendencia al aislamiento como forma de huida de sus problemas, la tensa relación con su marido y sus hijos intensificada por un porvenir impreciso que promete lanzar a la familia a la pobreza y la dependencia de los parados.

Poco a poco vamos conociendo algunas de las debilidades de carácter de Sandra. Parecen emerger de su estado mental y de la ansiedad que en ella ha impuesto su desempleo por venir. Según visita a sus compañeros para pedirles ayuda hay sorpresas de todo tipo manifestadas de forma especial por cada uno de los que la quieren ayudar así como los que no pueden hacerlo. Los Dardenne han escrito el equivalente de un viaje diplomático en el que el negociador tiene poco a su favor, ni tan siquiera poder, a pesar de que su causa es justa y honrada.

Marion Cotillard actúa Sandra con tanto atino que nos conmueven sus súplicas humildes, a veces patéticas, sin que notemos que es un performance, sin que veamos un intento de hacernos apiadar de la situación del personaje porque sufre una enfermedad mental. No que no estemos conscientes de su apuro emocional, pero la actriz nos hace ver que eso no es lo que nos debe conmover. Más bien, nos dice, tenemos que entender que no tener trabajo y no poder subsistir de los ingresos honrados es algo denigrante, que no importa la naturaleza del trabajo hay orgullo en llevarlo a cabo.

Cotillard, con solo un poco de maquillaje para hacer resaltar sus ojeras, es la encarnación de la bondad y la dadivosidad. Por lo tanto, parece decir el guión, es la que más ha de sufrir, a pesar de todos sus gestos pasados a favor de sus compañeros de trabajo. En otras palabras, como dicen en Castilla la Vieja, “no good deed, goes unpunished”. La suya es una actuación compleja y sutil que resalta la realidad de lo que le está sucediendo al personaje a la vez que nos recuerda que en su mente hay un torbellino de emociones que podemos intuir sin aferrarnos a la sentimentalidad que podría ser compadecerse superficialmente del personaje. Con esta y The Immigrant, Cotillard se posiciona como una de las grandes actrices del cine y una de las mujeres más bellas de la pantalla de plata.

Declaro que no estoy familiarizado con la obra de los belga Dardenne, pero este filme muestra que hay que buscar y ver sus obras posteriores, en particular Rosetta (Palme d’Or en Cannes en 1999); The Child (Palme d’Or en Cannes en 2005) y The Kid with a Bike (2011). Además, sus selecciones para los papeles secundarios nos revelan a dos artistas de gran sensibilidad.

 No les puedo revelar nada de lo que sucede en la película más allá de lo que ya les he dicho. Desde su comienzo está llena de sorpresas que se nos van revelando a un paso delicado pero firme. Esa técnica de ir enseñado poco a poco las bondades y maldiciones que anidan en el corazón de los humanos es algo que hacía tiempo que no veíamos. Ha sido intentado con resultados mixtos en películas recientes que luego se desvían al melodrama. En esta cinta, las revelaciones (la amistad, la envidia, el prejuicio, etc.) nos llegan inesperadamente, como ocurre en la vida diaria misma. Hay muchas enseñanzas y recordatorios en este filme sobre las sorpresas que nos pueden dar los “amigos”. Al fin y al cabo la película dice algo que sabíamos: los hay y no los hay.

 


Lista de imágenes:

1) Poster oficial de Deux Jours, Une Nuit.
2) Marion Cotillard en el filme Deux Jours, Une Nuit.
3) Toma de Deux Jours, Une Nuit


 

Categoría