Retomar el país: ¿qué será lo que quiere el negro?

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Hay gobernantes que cuando asumen el poder llevan en su ojal la flor de la esperanza. Aún por televisión, muchos percibimos el aroma del aire en Grant Park la noche de la elección de 2008, amasado como estaba de jazmines, promesas y cambio. Ante nuestros ojos estaba la evidencia que, tal vez, el pueblo norteamericano había superado su racismo con la elección del señor Barack Obama, el primer presidente negro (es mitad blanco) de los Estados Unidos. No contábamos con la saña de los que veían en su triunfo el fin de la hegemonía del poder blanco sobre “América”.

Al mismo tiempo que sentí gran emoción por el momento, no me hice de ilusiones que todo lo que había que cambiar iba a suceder inmediatamente después de la juramentación en enero de 2009. Hay que entender que después de la administración Bush-Cheney, el perfume del jazmín no basta para curar el sulfuroso de la debacle económica y los intensos problemas nacionales e internacionales que de esa administración heredó el nuevo presidente. De esa herencia sus detractores, con una desvergüenza que da vergüenza, lo han responsabilizado, y siguen insistiendo que el despilfarro de dinero en la guerra de Iraq estuvo justificado, a pesar de que los motivos usados por la administración W. Bush fueron mentiras asquerosas. Hacen estos señalamientos, no sólo como siempre hacen los contrincantes con el nuevo Presidente, sino con la ferocidad y la rabia que otros motivos propulsan.

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Los que participaron del saqueo de la burbuja de las hipotecas, de los préstamos de usura, de los negocios turbios de los bancos de corretaje y los bancos en general (indirectamente y parcialmente responsables de la catástrofe económica mundial), de la explotación de incautos, que fueron rescatados por las intervenciones económicas del Presidente, ahora quieren no sólo echarle la culpa a Obama, sino sobrevivir la catástrofe fiscal sin tener que pagar,[1] en su acepción más amplia. Quieren también continuar sus políticas de otorgarles bonos monetarios a los que se enriquecieron perdiendo el dinero de otros, o engañando a sus clientes con esquemas Ponzi, como lo hizo Madoff, un engendro de las políticas de desregulación de Ronald Reagan. Al son del mantra que los que ganan más son los que crean empleos y que si pagan más impuestos se derrumba la economía, se han aferrado —como si fuera a la biblia— los bandidos que ahora a cada segundo reclaman que hay que “retomar el país”.

“Retomar el país” para ellos significa una sola cosa: sacar al negro. Simplemente y únicamente eso, aunque, por supuesto, niegan su racismo a brazo partido. Pero, hoy día, según se ven en un callejón casi sin salida, se le está viendo el prejuicio y ya ha puesto de manifiesto el odio racial. Un individuo en Alaska ha llevado un pleito para que el señor Obama no aparezca en la papeleta presidencial porque es negro. Por esos prejuicios se ha desatado una campaña de bajeza y falta de respeto en la que se intenta denigrar al Presidente como si fuera el vecino que te inoportuna la vida con el color de su piel, sus amigos negros y, joder, con su inteligencia.

Primero era musulmán, luego extranjero no nacido en los Estados Unidos, y no faltó mucho para que alcanzara nivel de espía antiamericano que confraternizaba con terroristas, y ni hablar de que es socialista y comunista. Las injurias han sido muchas. “You lie”, dirigido en pleno congreso al Presidente, no tiene antecedentes indecentes, y le ha blanqueado el pelo al señor Obama. Ese insulto y la loca mujer gobernadora de un estado que tuvo la osadía de ponerle un dedo en la cara al Presidente han sentado el tono que les merece a los republicanos y a muchos ciudadanos el presidente por ser negro.

Por supuesto, no se puede ser ingenuo. Sacar al presidente contrario siempre es la estrategia que domina una “democracia” de dos partidos. Además, el Presidente ha cometido muchos errores de juicio y de acción. Entre ellos, y para mí supremo, se movió demasiado a complacer a los republicanos, en un acto de ingenuidad alarmante. ¿A quién se le ocurre tratar de razonar con lo irrazonable en aras del bipartidismo? Uno no puede argumentar racionalmente con personas que ven el mundo a través de mirillas de escopeta y gafas ahumadas de aviador.

Tal vez debió de haber roto con los republicanos y haber hecho sus cosas y hacérselas tragar, tal y como se las han hecho tragar a él. En vez, se ha tenido que arrinconar mientras la política económica de la nación continua en manos de los republicanos y los miembros del Tea Party. Este último movimiento, propulsado por un grupo de fanáticos, muchos ignorantes, cuya sola idea de algo que hacer es destruir y obstruir, no tiene interés en los ciudadanos de un país que votaron a un Presidente quien no sólo es demócrata sino negro.

Desafortunadamente, la campaña surtió su efecto y la aceptación por el público de la labor del Presidente ha tenido alzas y bajas. Por otro lado, de volver a ganar en 2012, en retrospectiva, esos errores le concederán el título de gran diplomático democrático y sus posturas ante los males sociales de la nación norteamericana lo catapultarán a la compañía de los grandes presidentes. Estoy convencido, además, que de ganar los demócratas de forma contundente este año, se terminará la guerra en Afganistán (si no ocurre antes) y se llevarán a cabo las promesas de cambio del presidente Obama que nos avivaron con su perfume la noche de las elecciones de 2008. De perder, me temo que Obama será una nota pasajera que evidencia la tolerancia racial de los norteamericanos, en un momento utópico y transitorio.   

Además del color de su piel, ¿por qué hay que sacar al negro? Por lo que quiere el negro. Y ¿qué es lo que quiere el negro? Según sus oponentes, lo que quiere es impensable, un horror de horrores: acabar las guerras, protección fiscal para los viejos, protección del sistema de retiro de las manos nerviosas de los buscones de Wall Street, un presupuesto balanceado, mejorar la economía aumentando los empleos que los ricos no están proveyendo, que los muy ricos paguen impuestos en proporción al resto de los ciudadanos, que se vele y se regule a los negocios que explotan a sus clientes (las tarjetas de crédito, la telefonía móvil, las líneas aéreas, los bancos), que se respete la diversidad sexual y que se respete el ambiente, particularmente por las compañías de petróleo, la minería y la industria de compuestos químicos tales como los insecticidas para que los ciudadanos no sufran problemas de salud relacionados a sus estragos. ¡Que haya buenos servicios de salud accesibles a todos, incluyendo los 45 millones que no tienen seguro![2] Cosas terribles.

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Lo peor es que los que se declaran súper americanos y cristianos no tiene reparos en ser racistas y despreciar al pobre. Además no tienen el bien común en mente. De hecho, a toda vista es evidente que los héroes de los miembros del Tea Party son los millonarios que pagan poco o ningún impuesto (como el bandido de Henry Paulson). Son los blancos súper ricos a los que hay que admirar y respaldar en la sociedad. Según ellos, de esos blancos depende que se creen empleos. ¿Dónde están los empleos que han creado los que no pagan impuestos como deberían? No los hay ni los habrá porque los ricos no quieren crear empleos (por lo menos no en los Estados Unidos), los ricos quieren “recortar gastos”, ganar dinero y más dinero, y pagar los menos impuestos posibles.

El problema, según los miembros del Tea Party, es la masa de clase media que pretende que le devuelvan lo que ha pagado en seguro social y en Medicare, y los desamparados que necesitan subsidios para poder vivir. Y, ¿cuál es la demografía de ese grupo? Son los negros, los “brown”, los hispanos, los blancos pobres, los estudiantes y la clase media. Y la única forma de controlarlos es siendo mucho más ricos que ellos, para que no se crean que porque llegó uno de ellos a la presidencia, eso va a crear hábito.    

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A pesar de todo, los estrategas republicanos deben de estar teniendo pesadillas. Herman Cain, que nunca tuvo la más mínima posibilidad de ganar la nominación, sepultó a los querendones del Tea Party, Michelle Bachmann y Rick Perry, y dejó a Mitt Romney, Newt Gingrich y a la nueva estrella de la sandez religiosa, Rick Santorum, batiéndose a palos por la nominación. Pero, en su fugaz tránsito por el sueño de gobernar el país más poderoso del mundo, los extremistas movieron el discurso político tan a la derecha que están a punto de chocar con los antiguos regímenes del soviet. Ahora los candidatos que quedan, en particular Romney, son más blancos que la mala leche. Ya que las ideas de Romney, en particular su programa de salud implantado en Massachusetts cuando era su gobernador, son parecidas a las de Obama, la diferencia entre los dos es que un programa es “del negro”.

“Retomar el país”, es un grito de desesperación de muchos republicanos que quieren volver a una hegemonía blanca que, ante el avance de la mayoría (el 99%), cada vez más está en jaque y tambaleándose.

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El candidato Obama se juega su futuro político y su posición en la historia de cara a las elecciones de este año. Todavía falta una eternidad política de hoy al seis de noviembre. Aglutinando a los que sí consideran importante el bien común, tal vez pueda realmente reclamar el país para que el restante 99% pueda disfrutarlo. Tal vez, descubramos que lo quiere el negro es lo que, al fin y a la postre, en verdad se necesita.

Notas:

[1] En Islandia, que llegó a la bancarrota nacional, el pueblo se deshizo de su gobierno y de los banqueros responsables de la debacle. Además, cambiaron la constitución para evitar que los emporios económicos extranjeros tuviesen una indebida influencia sobre sus asuntos. Están nuevamente de pie y pagando sus deudas luego de abjurar el neoliberalismo.

[2] Según escribo esta columna, el llamado “ObamaCare”, la pieza de legislación de índole social más abarcadora desde Medicare, peligra si la Corte Suprema declara inconstitucional el hecho de que todo el mundo está obligado a comprar y mantener vigente un seguro de salud. En junio, sabremos el resultado. Si la ley es derogada con ella se van las posibilidades de elección del señor Obama.

LIsta de imágenes:

1. Barack Obama (Foto por Larry W. Smith/EPA).
2. Chris Stonehouse, "BANKERS, GO TO JAIL", 2011.
3. Adam Zygus, "If the tea party had a time machine", 2012.
4. Chappatte, "The tea party".
5. Adam Zygus, "Tea party ogre", 2011.
6. Victor Juhasz, "Koch Brothers", 2011.
7. Portada del New Yorker por Bob Staake.
8. Lalo Alcaraz, "Occupy Wall Street", 2011.