A mediado de los años noventa del siglo pasado el crítico norteamericano Michael Hardt (1996) recordaba la noción de ‘Laboratorio Italia’, para referirse a ese cúmulo de experiencias políticas e intelectuales que tomaron escena durante los procesos de lucha obrera, estudiantil, feministas y comunitarias durante la década de los 60 y los 70 en Italia (pp. 1-10). Años estos de extrema convulsión social en Italia, los movimientos apenas mencionados se fraguaron en el resurgir del conflicto obrero-patronal en las fábricas de la industria automotriz, en la intensificación de la lucha estudiantil en muchas universidades de ciudades importantes, así como en el desarrollo de un brote sin precedente de una izquierda extraparlamentaria. Es en este contexto histórico que toma lugar el compromesso storico ente la Democracia Cristiana y el Partido Comunista Italiano. Experiencia dada en medio de una seria crisis económica y política, agravada aún más por el rapto y asesinato del ex Primer Ministro Aldo Moro (uno de los artífices principales del compromesso storico). Esta etapa intensa de la vida nacional italiana comienza a cerrarse a finales de los 70 y principios de los 80, cuando toma lugar la derrota real, y de tamaño mayor a nivel simbólico para cierta izquierda, de los obreros de la FIAT, lo que dio paso a que esa empresa despidiera a decenas de miles de empleados por el proceso de computarización de las plantas de producción. El gobierno, mientras tanto, siguió otorgándole poderes amplios a las cortes para afianzar la condena fácil y acelerada de aquellos grupos asociados con la acción política ilegal, como las Brigadas Rojas.[1]
Como último hálito de resistencia en este período surgen formas novedosas de lucha política y protesta social como el rifiuto del lavoro o la autovalorización del trabajador, así como la reorganización de numerosos agrupamientos de izquierda al margen y reñidos con el Partido Comunista Italiano. Todo este cúmulo de experiencia, en fin, repetimos es lo que Hardt y otros han llamado el ‘Laboratorio Italia’.
Ahora bien, partiendo de esa distinción fundamental de la conducta política que es la pareja conceptual derecha/izquierda[2], argumentamos que si bien Italia ha sido un laboratorio para formas novedosas de organización y acción política de izquierda, habría que añadir que así también lo ha sido para la derecha. Nada mas recordar que Italia fue la cuna del fascismo en el 1919 (no que no pueda haber fascismo de izquierda). Dicho fenómeno se articula como reacción a la agudización de la crisis social y económica que sufre Italia por su participación en la Gran Guerra. Además, el naciente fascismo se alimentó de la fragilidad e inestabilidad de un incipiente régimen liberal y se configuró como la respuesta organizativa de los sectores más amenazados por el fortalecimiento de movimientos de reivindicación y progresistas.[3] Y como parte de la consolidación de ese sistema político fascista en Italia echa raíz el totalitarismo.[4]
Parte de la reestructuración económico-política de dicho totalitarismo fue el corporativismo, sistema de representación de intereses que implica algún grado de cooptación de ciertos reclamos sociales por parte del estado (Schmitter, 1974; Audelo Cruz, 2005). Este entramado institucional también tomó vuelo originalmente en Italia, aunque luego comenzara a reproducirse en otras partes del mundo y por fuerzas políticas variopintas, como la Alemania nazi, pero también bajo el cardenismo en México y en las políticas novotratistas de Roosevelt. Sin embargo, el corporativismo original en la Italia fascista fue uno de cuño dirigista y netamente autoritario estando las corporazioni totalmente subordinadas al control del partido-estado fascista.
No acaba ahí, sin embargo, el catálogo de experimentos en materia de lógicas y dinámicas políticas ensayados en Italia. Basta añadir el peso que tiene en la Italia moderna ese otro sistema de intermediación de intereses conocido como clientelismo (ver Piattoni, 2009), en donde queda rezagada la representación propiamente política –que según Bobbio (1985) debería ser uno de los pilares de la democracia– y toma precedencia el intercambio de apoyo político por favores personales o familiares (pp. 28-30). Desde los comienzos de la Primera República (1946-1992), la Democracia Cristiana –la fuerza política más importante hasta comienzos de los 80– logró consolidar su poder, particularmente en el sur, no solo a través de la defensa de valores tradicionales asociados con la familia y el catolicismo, sino también a través de fomentar fuertes relaciones clientelares con sus bases constituyentes (Duggan, 1998, pp. 259-260). Irónicamente, el Partido Comunista, cónsono con su norte electoralista las cultivó también.
Tenemos, pues, que la modernidad política italiana ha sido un gran laboratorio de formas políticas tanto de izquierda como de derecha. En esta ocasión queremos bosquejar un caso de estudio que ha marcado profundamente la vida política de la Segunda República (1992- ). Este caso lo identificamos, siguiendo el neologismo periodístico y adoptado por la sociología política italiana contemporánea como el berlusconismo. Dicho término evidentemente hace referencia al notorio y exitoso empresario, político y actual Presidente del Consejo de Ministros de Italia, Silvio Berlusconi. El berlusconismo, como retoño reciente del sistema político italiano, contiene numerosos elementos potencialmente amenazantes para el estado liberal y una cultura política democrática. Algunos de estos asuntos no son únicos ni exclusivos de la actual experiencia política italiana, pero resulta interesante cómo el berlusconismo logra articular de una forma muy específica elementos que usualmente no se conjugan simultáneamente en otras latitudes.
* Pendientes a la segunda parte de este ensayo que se publicará en septiembre.
Notas:
[1] Tal vez el caso más sonado haya sido el del filósofo político y reconocido estudioso, Antonio Negri.
[2] Tal vez el mejor resumen, con una claridad y ecuanimidad que distinguen al autor, del desarrollo y el significado de las posiciones derecha/izquierda se encuentra en Norberto Bobbio (2004 [1994]).
[3] La literatura sobre el fascismo, y el fascismo italiano en particular, es vastísima. Perspectivas generales y amplias al respecto se encuentran en Lyttelton (2002), Morgan (1995), Whittam (1995) y Gentile (2005).
[4] Recordemos que fueron el mismo Mussolini y otros allegados al régimen los que primero usaron la expresión ‘totalitario’ para referirse a su proyecto político.
Lista de referencias:
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_____. (2004). Destra e sinistra. Ragioni e significati di una distinzione politica. Roma: Donzelli Editore. (Publicado originalmente 1994).
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http://www.elpais.com/articulo/internacional/Berlusconi/Fini/escenifican/television /partido/ruptura/elpepuint/20100422elpepuint_12/TesMorgan, P. (1995). Italian Fascism, 1919-1945. New York: St. Martin’s Press.
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