Es hartamente conocido que los eventos primaristas de los partidos estadounidenses en Puerto Rico son una estafa de grandes proporciones. Nuestros bolsillos estrechos se estrechan aún más mientras el candidato, demócrata o republicano, hace lo que más natural le viene: cosechar los beneficios que sus leales súbditos le entregan cual tributo. Todo esto ocurre mientras las usuales focas locales aplauden el vaudeville sin importarle que al final nos quedemos sin la participación decisiva en las elecciones generales.
Lo más disparatado de este ejercicio no es su esquizofrénico desenlace (votamos, pero al final no votamos), sino que el mismo debería representar una afrenta para los que buscan el voto presidencial (estadistas tanto azules como rojos). Pero, por las razones que Memmi, Fanon y Césaire ya han expuesto en sus obras, aquí lo celebran como un triunfo de la democracia, sin saber que si Neruda aún viviese le dedicaría esos versos que le escribió a Muñoz Marín:
“sobornador de sus pobres hermanos,
bilingüe traductor de los verdugos,
chofer del whisky norteamericano”.[1]
Establecido el absurdo de las primarias, dejémoslo ahora a un lado, corriendo el riesgo de que algún lector me incluya en el coro de las focas, porque solo de esta manera podremos interpretar y constatar que toda la exposición mediática que ha recibido el gobernador Luis Fortuño y el Partido Nuevo Progresista (PNP), tanto en Puerto Rico como en EE.UU. a raíz de la primaria republicana, le ha servido para exponer la condición de la isla en Washington.
Toda publicidad, sea mala o buena, siempre cumple con su cometido: dar a conocer y de qué hablar al receptor. En este sentido, el PNP ha logrado lo que se proponía, a pesar de la estafa y el espectáculo: ¿quién puede negar que no han logrado capitalizar la relación con el Partido Republicano para adelantar, sino la causa estadista, la atención de Washington por Puerto Rico? ¿Acaso no se estuvo hablando de la Isla y sus tribulaciones en los principales noticieros y periódicos estadounidenses, provocando la ira de los seguidores más fanáticos del gobernador contra la bloguera de Reuters que osó comparar a Puerto Rico con Grecia?[2]
Esto ocurre en una menor medida con el Partido Popular Democrático (PPD) cada vez que celebra, con fervor patriótico, las primarias demócratas. Sin embargo, dada la postura inmovilista de los rojos, el efecto mediático que producen sus contrincantes, potenciado por la curiosidad que representa que unos mulatos que no saben hablar inglés quieran ser estado, siempre es mayor.
El espectáculo político funciona. Mitt Romney, con todo y su cara de asustado[3] frente a los penepés en el cierre de campaña, produjo las fotos y los tweets necesarios para que se hablara de Fortuño y los estadistas, un impulso mediático que el independentismo ha abandonado por aferrarse a la rígida noción de los absolutos.
Ciertamente, y a pesar de lo grotesco, nos topamos con la realidad política que ambos partidos mayoritarios en Puerto Rico han cosechado relaciones muy visibles y, en algunos casos, fuertes con los protagonistas de la política estadounidense, incluyendo presidentes. Esa relación es la que el independentismo y la izquierda boricua, a partir de los ‘60 y ‘70, ha atacado como una inequívocamente colonial y sumisa. Esta catalogación arbitraria entre lo que es digno o no en el juego político, tanto a nivel nacional como federal, ha llevado a la desarticulación del movimiento libertador y a que su influencia en Washington sea ínfima o, en el mejor de los escenarios, requiera de una muy necesitada renovación.
Por un lado, no se puede caer en las primarias estadounidenses porque es un “carnaval politiquero” o “hacerle el chijí-chijá a la colonia”, pero esta crítica, desgraciadamente, no se compensa con una gestión de altura de acercarse a las figuras del establishment estadounidense.[4] Entonces, el independentismo se queda sin forjar nuevas relaciones con políticos en Washington, tornándose incapaz de mantener un cabildeo constante en la capital, so color de “caer en el juego de los asimilistas” que son, en última instancia, los que se han quedado con el show.
Así, desde la inercia natural que cobija a los ideólogos más castos y puros, los independentistas estamos, unos con un partido en el que se celebra como gran triunfo el margen de crecimiento de un 1% en la última encuesta de su candidato a gobernador y otros cobijados en la postura, igualmente peligrosa, de la no participación y el boicot electoral, permitiendo todos la hecatombe gubernamental que se repite cuatrienio tras cuatrienio.
Lo curioso de este estancamiento en las relaciones con la metrópoli, es que desde muy temprano, consumada ya la invasión de 1898, el independentismo reconoció la importancia de esas relaciones, para así entender la asociación asimétrica de poder a la que nos enfrentábamos y poder lograr su debilitamiento y eventual salida (negociada o por las armas) de Puerto Rico.
Eugenio María de Hostos, como independentista y propulsor de la Liga de Patriotas, se reunió con el Presidente McKinley como miembro de la Comisión de Puerto Rico, pero sin el éxito alcanzado ya que, en 1900 con la Ley Foraker, Washington formalizó sus designios coloniales sobre Puerto Rico. Habría también que destacar a los primeros comisionados residentes, quienes tomaron su rol con más seriedad, fungiendo como embajadores de Puerto Rico ante Washington, criticando no muy pocas veces el colonialismo que los supuestos “libertadores yanquis” instauraban en su recién adquirido botín de guerra.
La figura máxima del nacionalismo puertorriqueño y de la lucha armada, Pedro Albizu Campos, fue a parar en la Universidad de Harvard durante sus años de estudiante, para así conocer, desde las entrañas, a la clase política que aún sigue dirigiendo nuestro destino. El fundador del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), don Gilberto Concepción de Gracia, fue una voz activa en la política neoyorquina durante sus años de residencia en dicha ciudad y, de la mano del congresista socialista, Vito Marcantonio, logró generar cambios positivos en la lucha de los derechos civiles y la inclusión racial y social dando a conocer, por supuesto, la condición colonial puertorriqueña. Inclusive, fue Marcantonio quien en 1943, por su simpatía y amistad con don Pedro y don Gilberto, trató de impulsar un proyecto de ley en el Congreso para concederle la independencia a Puerto Rico.[5]
Juan Mari Brás y el Movimiento Pro Independencia y luego el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP), si bien abandonaron la vía de relacionarse con el centro de poder estadounidense, sí lograron insertarse con éxito en la comunidad puertorriqueña de la diáspora, haciendo un extraordinario trabajo de base cuyos rezagos aún perduran, sobre todo en Chicago y Nueva York.
Los últimos aletazos de importancia en la esfera federal que dio el PIP se dieron durante la lucha de Vieques, a principios de este siglo. Recuerdo, sin embargo, que durante todo el periodo de negociación y audiencias del Proyecto Bennet Johnston (1989-1991), el PIP mostró una actividad en la capital federal que no ha vuelto a recobrar, inclusive, luego de la estrecha relación que Rubén Berríos llegó a tener con Bill Clinton, en el asunto de Vieques. Luego de esos años de actividad, la Secretaría de Relaciones con Norteamérica, subutilizada y con el mismo Secretario de hace 30 años, se mantiene sin exposición y sin fiscalización por parte del pueblo independentista. Este sedentarismo o complacencia contradice la estrategia del PIP de problematizar sin tregua el coloniaje para que, siguiendo el modelo de Vieques, Washington reaccione. Los líderes del PIP parecieran más de las veces fustigar los errores del país que generar ganancia política real y constante.
En consecuencia y a pesar que las primarias solo dejen un efecto del que Ray Charles pudo cantar Puerto Rico on my (ephemeral) mind, ese instante mediático se sigue perdiendo por el independentismo y cayendo en manos de los penepés que no dudan un segundo en hacer el ridículo con tal de, según ellos, adelantar la estadidad.
La ruta que planteo no va en la dirección de unirnos a la sucursal del Partido Demócrata en Puerto Rico ni de comprar a congresistas ni candidatos federales o celebrar las primarias, sino más bien considerar todas las posibilidades de relacionarnos dignamente con estos americanos para que puedan ser, si no convencidos de la independencia, por lo menos informados de la realidad de Puerto Rico. No hay que seguir dejándole el campo abierto a los mentirosos, como, por ejemplo, han sido las oleadas de estadistas (que en algún momento incluyeron a un Félix Plaud quien explotó en llanto cuando un congresista le alertó que si no sabía hablar inglés cómo era posible que fuera a buscar la estadidad al Congreso) que siguen difundiendo falsas estadísticas lingüísticas y culturales de Puerto Rico en Washington.[6]
Hay que aunar fuerzas y coordinar estrategias para recabar la atención diaria con la suma y no la resta de voluntades, sin condicionar tanto la independencia como hace poco hizo Fernando Martín, ante los resultados de la más reciente encuesta de El Nuevo Día.[7] Desgraciadamente, en esta conducta se ha sumido el PIP y el independentismo realengo. A son de respetar las diferencias, nos hemos olvidado del camino; a son de quien cita más a los teóricos o a los próceres de siglos pasados, hemos perdido el contacto con el boricua de hoy; con el grito de la pureza de principios, le hemos dejado el país en manos de lo peor de nuestra sociedad.
La manera más fácil e inmediata que veo para redirigirnos en una estrategia aglutinadora es participar en el plebiscito de noviembre. En esto, y a pesar de las diferencias arriba esbozadas con su liderato, sí he llegado a entender la postura de fondo del PIP luego de mucha ponderación que, inclusive, me llevó a cambiar mi postura original de sumarme al boicot. Todo independentista debe votar, aunque sea en la primera papeleta. Y el que no esté inscrito que se inscriba y participe. Mayores sacrificios, y en peores condiciones, han hecho todos los patriotas que nos han antecedido y a quienes todo el pueblo independentista admira y cita constantemente, para que nos quedemos el 6 de noviembre en las casas con la excusa de que la consulta atenta contra nuestros principios. Así no se puede alcanzar la independencia.
Notas:
[1] Pablo Neruda, “Luis Muñoz Marín”, en Canción de Gesta (La Habana, Imprenta Nacional de Cuba, 1960).
[2] Otro bloguero que escribió sobre este suceso fue Marc Prosser de la influyente revista Forbes. Su entrada provee un buen resumen de la controversia, mientras arroja otros datos comúnmente ignorados por la clase política del país. http://www.forbes.com/sites/marcprosser/2012/03/27/how-did-a-financial-blogger-wound-a-governors-pride-and-why-you-might-consider-selling-puerto-rican-bonds/ (accesado: 29 de marzo de 2012).
[3] “Al subir el precandidato presidencial, parecía estar sorprendido. Fue recibido con música alta, entre aplausos por los presentes. Sin embargo, parecía perdido, en momentos hacía una señal como indicando que se debía poner una música específica en ese momento”. http://www.elnuevodia.com/surreallacampanaderomneyenlaisla-1214840.html (accesado: 29 de marzo de 2012).
[4] Aquí es importante notar que Rubén Berríos Martínez ha sido el único líder puertorriqueño en publicar en dos ocasiones en la revista del establishment, Foreign Affairs, editado por el exclusivo Council on Foreign Relations. De hecho, fue a raíz del primer ensayo de Rubén, "Independence for Puerto Rico: The Only Solution" (Abril 1977) que Carlos Romero Barceló publicó el suyo en dicha revista al inicio del segundo término de su gobernación, "Puerto Rico, U.S.A.: The Case for Statehood" (Otoño 1980). El segundo artículo de Rubén, publicado en 1997, à propos del último plebiscito celebrado, se titula, "Puerto Rico's Decolonization" (Nov/Dic 1977). Sin embargo, el primerísimo fue Luis Muñoz Marín con un artículo que pareciera de encargo, "Puerto Rico and the U.S., Their Future Together" (Julio 1954).
[5] Ver el artículo del historiador y escritor Mario R. Cancel en su blog, Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura. http://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2009/10/12/proyecto-de-independencia-de-vito-marcantonio-en-1943/. Último acceso: 29 de marzo de 2012.
[6] En 2009 y en respuesta a un editorial del movimiento English Only en el The Washington Times, la Asociación de Estudiantes Estadistas Puertorriqueños (PRSSA) escribió que “Puerto Rico has two official languages: English and Spanish. Both are used on a regular basis through ordinary government business”. http://prssa51.wordpress.com/2009/10/27/prssa-response-to-washington-times-article/. (accesado: 29 de marzo de 2012).
[7] “Nuestro objetivo fundamental político es fortalecer nuestro partido y fortalecer influencia para tratar de promover las condiciones favorables para la lucha por la independencia y ampliar esa fuerza para lograr mayor influencia”. http://www.elnuevodia.com/fernandomartinvecomoganadordelaencuestaalpip-1222361.html (accesado: 29 de marzo de 2012).
Lista de imágenes:
1. Primarias republicanas en Puerto Rico, 2012 (Foto por Christopher Gregory/AP Photo).
2. Luis Fortuño participa de las primarias republicanas, 2012 (Foto por Christopher Gregory/AP Photo).
3. Mitt Romney se dirige a comité de recibimiento en el Aeropuerto Luis Muñoz Marín.
4. Señor lee El Vocero.
5. Comisión Puertorriqueña que se reunió con el presidente McKinley en 1899: Dr. Manuel Zeno Gandía, Eugenio M. de Hostos y Dr. J. J. Henna.
6. Líderes del MPI, 1967.
7. Jóvenes de la Puerto Rico Statehood Students Association (PRSSA) en la Convenión del PNP, 2008.