"Lo que es preciso defender es el derecho de todo cuerpo, independientemente de su edad, de sus órganos sexuales o genitales, de sus fluidos reproductivos y sus órganos gestantes, a la autodeterminación de género y sexual. El derecho de todo cuerpo a no ser educado exclusivamente para convertirse en fuerza de trabajo o fuerza de reproducción. Es preciso defender el derecho de los niños a ser considerados como subjetividades políticas irreductibles a una identidad de género, sexual o racial".
-Beatriz Preciado, ¿Quién defiende al niñx queer?
~A Dilia Esther~
Ayer
En algunas de mis entradas previas he aludido a mi madre de un modo u otro. Ella suele estar presente en todo lo que hago aunque no entienda. Ella suele moverse en todos mis círculos y es una figura presente en mis días. Nos hemos acompañado en un proceso largo y, a veces, terriblemente doloroso de salir del clóset. Ella de su clóset de madre de una lesbiana bastante pública y vocal. Yo de ese clóset sinuoso que me sale al paso todavía porque, pese a todas mis luchas y a todos mis logros, tengo miedo a veces.
Recuerdo cuando me acompañaba a conferencias y se sentaba allí sin decir nada por largas horas. Luego conocía a la gente con la que me rodeada –generalmente queer– y siempre alguien se dejaba adoptar y la adoptaba. Por su ternura, por su tono de voz cantado y sereno, por su presencia en semejante ocasión. También recuerdo cuando iba conmigo a la Biblioteca Nacional y se convertía en mi asistente de investigación con agrado. Hacía las tareas más delirantes que se me ocurrían. Se entretenía. Caminaba conmigo. Descubría lo que me apasionaba y lo que me atormentaba. Generalmente, no decía mucho. Sencillamente estaba y hacía.
Un día, en uno de los hostales que frecuentábamos cuando íbamos a Madrid tuvimos la conversación más desgarradora que recuerde. Fue sobre nuestro clóset. Fue sobre sus miedos y los míos. Fue tremendamente difícil, pero liberadora. Aquel día, ambas sacamos el valor de decir lo que habíamos callado por bastante tiempo. Aquel día nos sentamos en la orilla de la cama, nos miramos de frente y lloramos. Aquel día yo le dije que no habría más mentiras y ella, callada, me dijo: está bien. Está bien que estés lesbiana, está bien.
Y ahora
Reconozco lo profundamente avasalladora que puede ser la figura materna por estas tierras. Lo he vivido y sufrido. Pero debo honrar también ese modo sereno, silente y tierno con que mi madre se ha movido, a veces sin notarse demasiado, de ese paradigma aplastante. Quiero honrar a la mujer que me defendió desde niña de tantas violencias y me regaló libertad. Mi madre fue una de las cuidadoras más presentes y flexibles que haya conocido. Me regaló determinación. Me regaló arrojo. Me regaló audacia. Me regaló una insobornable incondicionalidad aun sin entender.
Ahora ella empieza a olvidar y yo quiero recordarle quién ha sido. Ahora ella empieza a ser niña de nuevo y yo quiero protegerla de ese miedo. Ahora ella empieza a ser vulnerable y yo quiero asegurarle que estaré tanto como pueda.
Mi madre, a su modo, ha defendido a mi niña queer y me sigue defendiendo. Admito que es una rareza, así como la relación que hemos podido diseñar luego de aquella conversación a la orilla de la cama en un hostal de Madrid. Hoy, leo a Beatriz Preciado, y su apología de la autodeterminación y la subjetividad política indefinida y pienso en mi madre. Por mi madre…
Lista de imágenes:
* Todas las imágenes forman parte de la serie Mothers and Daughters, de la artista Kat Hannah.