La urgencia de la fruta

 


Cuando se ponen juntas 
todas las pocas cosas que se saben

—Ángelamaría Dávila 


 

5:03 a. m. Caborca/Hermosillo/Cuernavaca

 

Son muy pocas las cosas que sé y que tengo claras:

Sé, por ejemplo, que hoy es lunes 5 de octubre de 2015 y que estoy en Caborca. 
Que vengo en camión desde Tijuana y voy directo hacia Ciudad de México. 
Que llevo 17 horas en la carretera y todavía faltan otras 30.
Que es un viaje poco aconsejado. 
Que hoy podría llamarme cualquier hombre y todos me creerían. 
Que el chofer se llama Luis y tiene un bigote de mariachi enorme. 
Que la noche anterior Luis durmió solo cinco horas, y que tiene que conducir dos días seguidos evitando caer en el sueño o en la coca. 
Que a Luis no le gusta la coca, pero bebe coca-cola como si cayera del mismísimo cielo. 
Que es cierto lo que dicen del desierto por la noche. 
Que la luna parece el gajo de una fruta plateada y alienígena. 
Que en el momento justo que precede al llanto, uno siente un gajo en la garganta. 
Que el amor es una cosa que solamente apura flores. 
Que hay casas que nos marcaron para siempre a las que nunca volveremos. 
Que a veces escuchar de alguien un "Nos vemos pronto" podría salvarnos. 
Que hay mentiras piadosas. 
Que la vida tiene su belleza y es lo único que importa. 
Que no tengo exactamente a dónde ir una vez regrese a Ciudad de México. 
Que solo traigo frutas para alimentarme, y que llevo todo el día repitiéndome la frase "la urgencia de la fruta".

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Que estoy en un camión con 36 desconocidos y aun así me siento solo. 
Que hay cierta intimidad y hasta tiene su encanto sentirse solo entre tanta gente. 
Que nadie me creería si decidiera gritar mi nombre. 
Que tuve que mirar el teléfono para saber la fecha y escribirla. 
Que este poema no existe, y yo no existo y alguien me sueña. 
Que el hombre que está a mi lado ronca como si soplara un charco de agua a través de un sorbeto. Que hay un lucero que solo sale a las cinco de la mañana y es el alba de los choferes. 
Que Luis nunca ha visto que una nube se mueva. 
Que a Luis le vale madre si llegamos vivos o, siquiera, si llegamos. 
Que la próxima oración no tendrá más afirmaciones que esta última.
Que me duelen las rodillas de tanto estar sentado, y a Luis le duelen los ojos de no ver a su esposa. Que la Caborca que imaginé no existe y es invento de Bolaño.

Que la juventud es una estafa, la adultez es una estafa, una estafa la vejez. 
Que la vida es la madre de todas las estafas. 
Que la poesía no existe, que yo no existo tampoco fuera de este poema. 
Que podría morirme en este preciso momento y me valdría madre. 
Que el poema se prolonga para que yo exista y realmente no tiene importancia. 
Que han pasado seis horas desde el verso anterior y que ahora estamos en Hermosillo. 
Que se han bajado ocho personas del camión y han subido otras nueve con tarifas distintas a la mía. 
Que intenté explicarle que escribía poesía a uno de ellos y me preguntó qué clase de actor yo era. 
Que hoy la palabra "destiempo" me provoca cosquillas y que hay mucho de ternura en sufrir lo irremediable.

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Que lloro cada vez que pienso en Patricia y en su deseo de ser la madre del mundo. 
Que lo más cerca que he estado de la palabra "pleno" es esta quietud sin espera. 
Que este último verso también es falso y no sé dónde estamos y tengo prisa. 
Que escribo y escribo y escribo sin cuestionarme por qué lo hago. 
Que borro y borro y tacho y borro con una sola razón para hacerlo. 
Que alguien una vez me dijo que escribir no era hallar una respuesta, sino reformularse una misma pregunta hasta el cansancio o la muerte. 
Que el tiempo se anula cuando dos personas se abrazan. 
Que el tiempo se anula cuando dos personas dejan de abrazarse. 
Que el tiempo es tiempo. 
Que hay versos en este poema que me causan lágrimas y que no quisiera volver a leerlos. 
Que nunca leería este poema en público por miedo a que me arresten por obstrucción a la apatía. 
Que esto no es cierto del todo, aunque haya personas en la cárcel por cosas más absurdas. 
Que la apatía se reproduce en masa y se reparte a los niños al nacer y por eso sería vergonzoso obstruirla. 
Que la vergüenza se reproduce en masa y se reparte a los niños al nacer, y esto nadie lo menciona por miedo a obstruir las divinas obstrucciones. 
Que he eliminado de mi vocabulario la palabra "corazón" y la palabra "alma", aunque cada vez esté más convencido de que es lo único que realmente existe. 
Que hay desvíos en la carretera que alejan a uno de estas palabras. 
Que mi madre me talló los ojos con aluminio, pero quiero perdonarla. 
Que mi padre me grapó la boca y los labios y la lengua, pero quiero perdonarlo.

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Que hoy podría llamarme Patricia y querer ser la madre de todos. 
Que hoy podría llamarme Patricia y llorarme su hijo al no vernos de nuevo. 
Que hoy podría llamarme Patricia y reírme mientras lloro a una madre accidentada. 
Que Adriana se colgó sin yo conocerla y no quisiera tener que hablar del tema con nadie. 
Que a veces no querer hablar encierra el deseo de que alguien escuche. 
Que Rubén me dijo "no" y me sacó de la casa aquel día en el baño. 
Que Rubén me llevó a la playa aquel día en Dorado para que no me matara. 
Que en la playa de Dorado desenterré una goma y quemamos un diario de los años ochenta. 
Que en la playa de Dorado un periódico decía "hay pesadilla en nuestras calles". 
Que en la playa de Dorado había una pistola de juguete y la bala no estaba perdida. 
Que aquella tarde en la playa, Rubén Arroyo y yo jugamos al suicidio. 
Que Rubén fue el primero en dispararle al mar en esa tarde y creo que lo olvida. 
Que aquel día Rubén me disparó y yo le disparé y le disparamos al cielo y a los cocos. 
Que todavía pienso a diario en el suicidio, aunque cada vez que lo haga me sienta contento. 
Que no me suicidaría realmente y que Adriana lo hizo y no la perdono.

Que mi voz se traba al comenzar la tráquea y que lo que mi cuerpo exuda tiene un cerebro. 
Que a la noche, por los poros, me salen mares y otras canciones que hablan del agua. 
Que la noche no puede ser sino un desierto como este. 
Que lo único de cierto que tiene la noche está repetido en el nombre de otro. 
Que Luis ha desaparecido de este poema. 
Que Patricia ha desaparecido de este poema. 
Que Adriana nunca estuvo. 
Que Rubén se aparece y desaparece como si fuera un ángel drogado. 
Que prefiero la coca a la coca-cola. 
Que afuera ya no llueve, pero quiero escribirlo. 
Que el vecino del lado sigue soplando. 
Que dejaré de escribir algún día. 
Que la luz continúa, continúa y continúa en la inmortalidad del sonido.

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Tal vez cuando levante la pluma y descubra entre las líneas que he nacido, sabré, entre todas las cosas, todas las pocas cosas que se saben.
 


Lista de imágenes:

1. Adrian Scicluna, "Of Thirst and Degrees", 2012.
2. Helen Dealtry.
3. Adrian Scicluna, "The Man With His Jacket In His Hand", 2013.
4. Adrian Scicluna, "A to B", 2013.


  

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