¿Tanto revuelo por un par de tetas?

pintura

Mucho se ha dicho del performance de tetas al aire que realizó Charlene Jane González en la Universidad de Puerto Rico. Muchos halagos, muchas críticas, análisis estirados como chicle, presunciones sobre lo que las feministas hacen o harían en tal o cuales posibilidades, comentarios ofensivos, reseñas de apoyo y cariñitos, que presumo, están influenciados por la buena cobertura y apoyo que los medios le han dado a dicho acto.

Sin embargo, de todo esto lo que me interesa es que revisen los comentarios hechos bajo la noticia reseñada por El Nuevo Día justo el día después de la manifestación. Los más de ochocientos mensajes publicados son reflejo de la percepción de la sociedad puertorriqueña ante el acto. Los mismos nos plantean un problema grave: un problema grave de moralidad. Tanto hombres como mujeres se dedicaron a escribir insultos dentro de los cuales se encontraban: “puerca”, “sucia”, “puta”, “inconsciente”, “loca”, “desquiciada”... y otros que usted puede ir a revisar, con tan solo hacer clic aquí.

Aparentemente mostrar las tetas es un acto más lascivo que, de acuerdo con algunas personas, un beso entre gays o lesbianas, más lascivo que un hombre se case con una mujer veinte años menor o viceversa, más lascivo que el problema de trata humana en Puerto Rico. Repito, TRATA HUMANA en Puerto Rico (el cual no ha tenido cobertura). El que una mujer muestre las tetas es un acto más lascivo, más lascivo… LASCIVO.

¿Qué tanto puede herir la moral de un pueblo el que una nena camine en con sus senos, senitos, frente al teatro de la UPR? ¿Qué tanto problema puede representar el torso desnudo de una flaca cuyos pezones son casi como las tetillas de un hombre musculoso? Lo peor y lo mejor es que esto pone en evidencia que la ley legitima la censura del cuerpo. Una censura de los cuerpos que no tiene razón de ser. Claro, las leyes, así como quienes las hicieron y siguen manteniéndolas tal cuál, dictaminan que no podemos "incitar al deseo" por que la moralidad no tiene derecho a desear, tanto como Charlene no tenía derecho a quitarse la camisa.  

pintura

El acto de esta joven visibiliza el sistema patriarcal en el que vivimos las puertorriqueñas y puertorriqueños. Mismo sistema que legitima varios estándares preocupantes, además de la legalidad de la desnudez del torso del “varón” y la ilegalidad del de la “hembra”. ¿Por qué las mujeres aún en el siglo XXI ganan menos que los hombres en trabajos como la ingeniería, la contabilidad, la administración y entre otros? No es nuevo para nosotros que hay actos catalogados como femeninos que los hombres no pueden hacer en Puerto Rico. ¿Esto acaso se cuestiona? ¿Por qué un hombre no puede ponerse un bikini para ir a la playa sin ser visto como cosa rara? ¿Por qué las mujeres pueden utilizar camisas escotadas, mientras esto se vería en hombres como una falta de "virilidad"? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

El problema de género no se limita a cosas que las chicas pueden hacer o no. El mismo, es un asunto de problematizar también qué los hombres pueden y no pueden hacer bajo los cánones de esta sociedad. Es una cuestión de ver cómo cotidianamente hombre y mujeres propiciamos y reproducimos prácticas patriarcales y sexistas desde el plano cotidiano con los actos más sutiles.

pintura

Una cosa es feminismo cliché, feminismo crítico, post-feminismo (llámelo como usted quiera) y otra cosa es perspectiva de género. El acto de Charlene nos muestra una de tantas cosas que la sociedad puertorriqueña penaliza con su asfixiante dependencia al “género”. Ante el insulto de “in-moral” que tanto se repite en los comentarios hechos al pie de la nota de El Nuevo Día, tengo que decir que: todos y todas deberíamos hacer una reflexión de la moralidad y elaborar una nueva para nuestros países caribeños. Países con un nivel de prácticas patriarcales abominables. 

Lista de imágenes: 

1. Tiziano Vecellio, Venere di Urbino, 1538.
2. Sandro Botticelli, La nascita di Venere, c. 1486. 
3. Alexandre Cabanel, Naissance de Venus, 1863.
4. Richard Westall, The Power of Venus, c. 1800.