"Llega un momento en que uno descubre sus posibilidades: su voz natural, su ritmo (…) porque generalmente uno guarda silencio antes de contestar…"
Jorge Luis Borges
Arte Poética - Seis conferencias
"The Sound of Silence"
Paul Simon & Art Garfunkel
Canción escrita en 1964
"When I hear what we call music, it seems to me that someone is talking. And talking about his feelings, or about his ideas of relationships. But when I hear traffic, the sound of traffic—here on Sixth Avenue, for instance—I don't have the feeling that anyone is talking. I have the feeling that sound is acting. And I love the activity of sound [...] I don't need sound to talk to me."
John Milton Cage (1912-1992)
Quien haya leído en voz alta un poema sabe que sin sonido no hay poesía. Quien haya guardado silencio antes de contestar sabe que el silencio está repleto de ideas, de partículas y de chispas. Quien haya oído el sonido del tráfico sabe que allí nadie habla. Quien haya escuchado a Carola Cintrón Moscoso sabe que a su gesto hay que darle oídos y que en sus palabras ella silba. La cabina de sonido de la Escuela de Artes Plásticas (EAP), con Carola hablando, cobra vida, y las ondas trazan sus antojadizas rutas y bambolean, guardando el equilibrio, de aquí allá: en honor a Cage. Y sin tráfico, el sonido parece estar actuando y a su voluntad se somete la voz que enuncia. Degustemos, así, su palabra.
Carola Cintrón Moscoso sigue siendo fotógrafa, y a los estudios en fotografía se unen los de dibujo, grabado e historia del arte[1]. Es profesora del Departamento de Imagen y Diseño de la Escuela de Artes Plásticas desde el 2004, a donde llega con la emoción de regresar a su lar muy fresca en su ser.
Acaba de regresar (noviembre de 2011) de la Escuela Superior de Diseño de la Universitat Ramón Lull en Barcelona donde ofreció una charla y fue entrevistada, instancia que rememora con precisión por la pregunta de un periodista que la instó a ubicar en importancia primaria uno de los sentidos. Recuerda que mencionó el olfato como “desatador de memorias, de repulsiones, de olores agradables”, para enseguida apuntar agudamente, pero “el sonido es el medio que más me interesa”. ¿Desde cuándo? Comienza a parlar con sus ojos, manos y cuerpo, a los que se unen las palabras en el acto comunicador total, casi como si todas estas piezas de su cuerpo estuvieran en una interacción que iba brotando de la consciencia sobre la importancia de ese momento vital en su carrera artística.
“¡Desde 1999-2000! Pues tenía una instalación en La Pregunta en la calle San José del Viejo San Juan. Eran piezas de cristal, subía la escalera, había luz, pero faltaba algo: ¡el sonido!” El interlocutor, mejor dicho, el escucha y espectador de este acto comunicador integral (performancede preclara consciencia) de Carola, esclarece en ese momento, junto a ella, la infinitud de su propia epifanía: “¡había luz, pero faltaba algo!” De ahí en adelante se entiende el camino de la artista y académica, y su relación con lo sónico; velozmente lo hace entender, con su palabra que acrisola con el gesto y la eufonía.
¿Sonido? “Un estudiante lo resumió de una forma interesante cuando hicimos un proyecto en clase”, nos relata, refiriéndose a la asignación de ‘ponerle sonido a 10 minutos’ de la película alemana Metrópolis (Fritz Lang y Thea Von Harbou, 1927), producida antes de la cinematografía sonorizada y considerada como una de las Memorias del Mundo por la UNESCO. “El ejercicio es muy técnico, pero en el proceso nos dimos cuenta de la importancia del sonido. En el contexto se crean ambientes, emociones y un concienciar. Les pedí a los estudiantes”, añade, “que cerraran los ojos y no miraran y es como un arma de protección, para comparar así: “con el sonido si te tapas los oídos lo reduces, pero siempre escuchas”. Enseguida trae el ejemplo de las personas no videntes que se guían por el sonido del bastón, del sonido que rebota en el espacio: “El rebotar del bastón distingue las superficies de mármol, madera, concreto, dice de qué material. Cada elemento tiene su propio sonido”.
Carola recuerda de su infancia la historia oral que le narraba su abuela Ana Isabel Moscoso, “se pasaba haciendo historias de la República Dominicana”, recuerda al apuntar que “mi familia emigró a Puerto Rico (mi abuelo era médico)”, y recuerda las historias de cuando “salieron corriendo huyéndole a Trujillo que le había puesto un: te vas, desapareces…”
Recuerda, a partir del sentido del olfato (y, veremos, luego, del sonido), un olor a humedad en una instancia de vida de su infancia “en una cueva, un espacio pequeño, lleno de arena polvillo, fino, rojizo -cabeza, pecho, estómago-, no podía pasar más”. Y lo asocia con su charla en Barcelona en la que habló (y piensa ahora casi en escritura automática) de “los sonidos del cuerpo, el cuerpo como proceso de cambio”, y agrega: “hablo del material como arquitectura… ¿sonidos del cuerpo? Ese no era el énfasis, pero inconscientemente salieron los sonidos del cuerpo: palpitaciones, sonidos del agua, murmullo, ausencia de silencio (John Cage con su “el silencio no existe”), ruido blanco, respiración, falta de oxígeno, regular la respiración (sube y baja)”. ¿Con qué palabra asocias la experiencia en la cueva?: “¡Hueco!”, es su grito, su bramido, y “yo creo que ‘hueco’ es la ausencia, la profundidad, el eco” y el eco “esa grandiosidad y a la misma vez esa pequeñez, una lo define en espacios amplios, resonancias, el sonido viaja, regresa a ti, en constante flujo”, palabras que va ensortijando con vibración silábica y pulsando las pausas.
¿Cuál es el trecho de su camino hoy? “Mucha exploración de materiales, he trabajado diferentes facetas del sonido: narrativo, contar una historia, acción, y el sonido más abstracto, en la partícula, el fragmento…, ahora, es algo más tangible ¡salir de la computadora! (dice para ella misma decirse que no del todo), con lo concreto, con lo textil. Estoy desempolvando los instrumentos de tejer”, y recuerda que “tomé clases de Mundillo y que hacía hamacas” y añade: “necesito esa manualidad, ese elemento”, afirma, al recordar la pieza de su MFA, “una pieza escultórica con nudos, yo me envolvía en el material”. Ahora, añade, está utilizando “el textil y sus posibilidades, hilos de conducción (lo textil y lo digital), pasar del tejido al circuito, al microcontrolador”, y destaca que: “poner la mano en la tela cambia el sonido”.
Recuerda la pieza del Cordón Umbilical en Nueva York, “hilos de metal con telas de 200 pies de largo con micrófonos y bocina para transmitir el sonido desde un río hasta los predios de una fábrica, estableciendo un diálogo… la pieza también se transformó y se convirtió en un espacio de juego”. Y al plasmar su memoria le brillan los ojos comunicando satisfacción y casi transmitiendo la propia imagen y el sonido del murmullo del agua. Recuerda otra pieza, El Columpio, “te meces y ves tu imagen meciéndose, y si te meces alto la imagen cambia… juego de la memoria, juego del sonido, juego entre el espacio cerrado (exhibición en la galería, interno) y el parque, y cuando te meces escuchas el columpio, los autobuses, los niños”. ¡Hay que volar alto para escuchar!, parece decir esta pieza que brinda al participante “el premio del disfrute y de la belleza”.
Carola exhorta a los estudiantes de la EAP a ser autodidactas, -además de sus estudios formales-, a importarles el nivel conceptual, y apunta que en sus cursos de Sonido les brinda las herramientas conceptuales para crear sus piezas, y expresa lo que podemos llamar un segmento de su manifiesto de artista: “Es que cuando una es artista no puede estar haciendo ‘catering’; no puedes hacer tu trabajo pensando en los curadores, las galerías, la gente… El trabajo que no es sincero no se sostiene; si vas a hacer ‘catering’ te vas para Publicidad, para los negocios, haces lo que el cliente quiere”, y añade la importancia de saber que “la obra que haces conceptualmente es importante” y remacha con este enunciado: “Yo valoro el proceso de creación” y “es un error craso pensar que un trabajo le va a gustar a todo el mundo. Hay que ser sincero con el trabajo”.
Y así nos despedimos de Carola Cintrón Moscoso y se queda con nosotros, en nuestra memoria (muy liada al corazón y al sonido), el eco de este conversando, recordando que, en sus palabras: “el sonido viaja, regresa a ti, en constante flujo”, como quizás ocurre con todo lo que hacemos.
Carola Cintrón Moscoso ha encontrado su voz natural que suena, tañe y tintinea.
Notas:
[1] Tiene a su haber como bagaje académico lo siguiente: MFA Computer Art (2004, School of Visual Arts, New York); Estudios Interdisciplinarios en Fotografía (1998, Departamento de Bellas Artes y Escuela de Comunicación Pública, Universidad de Puerto Rico), y un BA en Comunicación Pública, Magna Cum Laude, Concentración en Diseño y Publicidad (1996, Escuela de Comunicación Pública Universidad de Puerto Rico). Entre los cursos que ha ofrecido en la EAP están: Seminario de Imagen y diseño (2008 – 2009); Taller de Arte Sónico I (2006 – 2010); Producción de Video I (2004 – 2009); Video Avanzado 2 (2006 – 2008) y Creación y práctica digital (2007). Ha enseñado los siguientes cursos en el Departamento de Bellas Artes de la UPR: Video Digital (2005 – 2009); Taller de Arte Sónico (2006 - 2009), así como Fotografía y diseño gráfico. (2001 - 2002) en el Taller de Fotoperiodismo, en Puerta de Tierra. Sus piezas han aparecido en catálogos (Puerto Rico, Francia, Chile, Brasil y en las ciudades de Madrid y Barcelona) y ha publicado en revistas y en el periódico El Nuevo Día. El Museo de Arte de Ponce alberga su Vídeo: Música Concreta (2007).