Un inmenso vacío: después de la hecatombe, la hecatombe

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Todo sigue en su lugar, absurdo e inescrutable.
Franz Kafka, Un fraticidio

And I feel fine.
—R.E.M


 

Como en cualquier otra mañana, o como cuando ocurre de mañana cualquier hecatombe, alguien dijo: “¿otra vez?” ¿O lo dije yo? ¿O lo escuché yo?

Sol mustio.

Después fue el descubrimiento de lo real: que el mundo se había acabado.

The sun went down and the ground started sort of grinding / A blinding light tore across the sky / A cyclone swept the landscape out and left it completely flattened out / And several twirls of smoke unfolded like gigantic flowers / The way this morning broke was quite unusual  —Front 242, Quite Unusual

Bueno, eso suena demasiado dramático y esta historia no intenta serlo. El mundo se había acabado. ¿Así? Menos dramático. Igual. Qué importa. Esta historia no la va a leer nunca nadie. Nadie.

Es cierto que el sol salió por el saliente aquella mañana, por ese mismo este de siempre.
Cierto.

Es cierto que un reflejo, como siempre, incidía incordiamente por entre las cortinas, a través del vidrio que lo refractaba, hiriendo como un destello siempre la pupila, causando el arrugar de los ojos. Cierto.

Es cierto que no estabas tú. 
Requetecierto.

Un aluvión de neutrinos. El baile de San Vito en los medidores Richter, en los Geigers.

Es cierto que el sol se desplomó del cenit como se le bajan los calzones a un viejo degenerado al desabrocharse la correa, ¡fuip!, o decae la erección a un sexual ilícito en el centro del horrorífico en flagrante delicto, ¡fuíp!

La emisión simultánea de silencio por parte de todas las partículas del mundo. El horror, y

Ahora para siempre es cierto que no estás.

Ni tú, ni los políticos.

El fin de lo sideral.

La belleza de aquella primera mañana, de aquella última mañana resultaba insoportable.

Sonreí loco, como un desquiciado.

Como en el principio de una depresión, cuando el lóbulo prefrontal es una melcocha y no hay perspectiva. ¿Qué resulta más importante? ¿Lavarme los dientes con el dentífrico horroroso que compraste la semana pasada, o salir corriendo a buscarte?

A saber.

Estaba cayendo —cada cristal de hielo una singularidad— la primera nevada.

*

Yo no soy la mejor persona para atestiguar de estas cosas ni de ninguna, pero soy lo que hay. Lo que queda. Lo único que queda. Astro. Desastre. Lugar vacío.

No hay más nadie. Nadie. 

Siempre es una fantasía. La fantasía perversa de ser el último. Recuerdo más de un episodio de Twilght Zone en los que pasaba lo mismo. Igualito.

Un caballo blanco despanzurrado, las víceras rosadas floreciéndole de la barriga, humeantes desparramadas sobre la nieve. Un episodio irrepetible. Bello. Insoportable. Olor a mierda. ¿Supernova?

*

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Lo raro es que, cuando uno se despierta por la mañana, por lo menos en líneas generales, vuelve a encontrar las cosas en el mismo estado en el que estaban por la noche. Sin embargo, durante el sueño, uno se ha encontrado, por lo menos en apariencia, en un estado esencialmente distinto al de la vigilia, y hace falta una infinita presencia de ánimo o, mejor dicho, de presteza, para cogerlo todo, al abrir los ojos, por así decir, en el mismo punto en que uno lo ha dejado la noche anterior. —Franz Kafka, El proceso (texto tachado)

*

Cuando desperté, en lugar extraño, incliné mi cabeza ladeada hacia arriba. Yo estaba todavía en piyamas y el cielo no estaba igual. ¿Igual que cuando? Se lo adjudiqué a cualquier cosa. Despertar en lugar extraño no es extraño para mí. El ruido —un zumbido o un timbre, una campana adentro de la cabeza, haciendo vibrar los huesos del cráneo, distinto a la usual cantaleta de una canción que no escogí y que siempre me agobia después de la resaca—, ese sí, despertó mi curiosidad, porque estaba despierto. Me despertó. Desperté. Estoy despierto.

Solo escuchaba pájaros. ¿Un pájaro? Pero

Los cuervos afirman que un solo cuervo podría destruir los cielos. Incuestionable es la cosa, pero no prueba nada contra el cielo, porque "cielo" significa, precisamente, la imposibilidad de los cuervos. —Franz Kafka

*

No había nadie al lado mío. Nadie. Confusión. ¿Algo tembló? 
El silencio poblado de pájaros aturde, confunde, en estos lares. No es natural. Estoy solo en una ciudad. Cualquiera. Cargo aún, como un salvavidas, la segunda persona.

Esto es: te escribo.

Solo se escuchaba el chirrido de las ruedas del carro del hombre que afilaba los cuchillos.

*

Preferiría no hacerlo. —Bartleby, el escribiente

*

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Parece, es bastante seguro, que algo radical pasó mientras dormía. Siempre fue mi terror: que algo pasara mientras yo dormía. ¡Hey! Helo aquí. Se acabó el mundo y tú en las zetas. Z. Z. Z.
No es cierto. El mundo no se acabó. No parece haberse acabado. Ni yo. Tú sí, tú sí que sí, tú sí que sí que no existes ya. Si es que exististe. Eres un lector imposible, ¿entiendes?

Cuento corto: me percaté bastante rápido de que estaba solo. Total, radical, ineludiblemente solo. No había nadie más. En el mundo. ¿Se entiende? ¿Qué hice en ese momento? Muy sencillo: corrí.

El mundo se había convertido en un inmenso crematorio invisible, prendido en high.

Todavía tenía los espejuelos, recuerdo, en esos tiempos. Todavía pasaban cosas terribles, todavía el miedo tenía sentido. Por eso corrí, incauto, lejos, lejos.

Threadmill. Trotadora. Cinta Rodante. Carrusel vertical para ratón.

Estar solo en el mundo. Ser el único en el mundo es la mejor excusa del mundo para escribir una autobiografía. Es la más inútil, sin duda. La inutilidad es la mejor excusa para escribir.

Cuento corto: escribir. Siempre para otro, de modo que esta escritura no tiene sentido. Porque no hay otro. Pero esto no es verdad del todo. Preferiría… you know the rest.

*

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Soy alcohólico. ¿Lo escribí ya? Fui a un supermercado y me bebí todas las cervezas. Bueno, no todas. Las que pude. El alcoholismo es una enfermedad fatalmente social. La vida también.

La adicción es un modo trágico del amor, y un qué se va a hacer, qué se va a hacer.

Mozo, sírveme una copa rota
quiero sangrar gota a gota  
el veneno de su amor  
—Benito de Jesús

Como la gente, un día se va a acabar todo el alcohol del mundo.

¿Y entonces? —Sylvia Rexach

*

Uno hubiera pedido: quiéreme.

*

¿Dije que amaba? Si no lo dije, lo escribo ahora. Amar es desear la muerte del otro, su desaparición. Para poder inventar. Fui a una farmacia a buscar un lubricante. Lo encontré. Cerré los ojos, me masturbé y lloré. Después lloré sin masturbarme. Descubrí esto: llorar en un mundo sin gente no tiene sentido. Masturbarse en un mundo sin ti, no tiene sentido. Descubro, cada vez con más, en un mundo abandonado, nada tiene sentido.

*

A mí me pasa lo mismo que a usted / me siento solo lo mismo que a usted. —Palito Ortega

*

Excepto nadar. Nadar es la posibilidad de ahogarse. Quise y decidí llegar a la playa a través del lobby de un hotel. No recuerdo su nombre. Se sintió solemne caminar los pasillos solos de ese ámbito como inútil, ruina ya entre las ruinas. Llegué a la playa y vi el mar, y vi el mundo. Ahí vi al mundo. Al mar. Al mundo no le importaba, en lo absoluto, esta ausencia radical de humanos. No vi si había aguavivas en el agua, pero recuerdo que alguna vez las hubo. Me picaron. Lloré. Cuando había gente. A lo mejor ya no hacen falta. Las aguavivas. La gente. Recordé un cuento de Salinger. Un suicidio como el que tenía contemplado, pero faltaba un elemento. Faltaba otro. El otro. Tú. Una niña que espera en la playa en el caso de Salinger. Sin otro. Un suicidio no es un suicidio. Un testigo. Si no, no. Es un cero, como el presente, como se verá.

Sí, me desnudé y corrí hacia al agua, a nadar. Pensé que podía ser un modo de la liberación. Sin nadie en el mundo, desnudarse es como estar vestido. Cuando se desnudaba, en aquellos tiempos de la vida, era la maravilla. Ella, a lo mejor, no lo sabía. Como a lo mejor la mayoría de la gente. En aquel tiempo en el que había gente. Me desnudé, impune, dado que no había nadie en el mundo que me ligara y sintiera asco o deseo, y sentí vergüenza. Como si un ojo malo me estuviera mirando. Deseé saber qué hubiera pensado de mi cuerpo desnudo.

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Decir mi mundo es como decir mi perro, mi mundo, mi zapato. ¿A dónde se fue el sentido? Lejos, como todo. Ahora miro (es el único sentido que sirve para algo). Una noche larga. Un sol que se derrumba, sin testigos excepto yo. Me vuelvo piedra, me vuelvo algo, una cosa cualquiera. Me vuelvo el mundo —esa cosa entre las cosas—. Y la memoria, ese reducto, desaparece. Qué pena. Todo es mentira y nada lo es. Todo es cierto y nada lo es.

*

It´s time to spend some time alone. —R.E.M

Todo se ha retirado.
 


Lista de imágenes:

1. Leon Bugaev, We will fall.
2. Leon Bugaev, Untitled.

3. Leon Bugaev, The letter from another planet.
4. Leon Bugaev, Love is dead.
5. Leon Bugaev, Ladder.
6. Leon Bugaev, Shoes.


 

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