Movilidad Urbana es una experiencia casi inexistente en Puerto Rico. Uno pensaría que para tener una verdadera movilidad, uno debería tener libertad de opciones para moverse a los destinos que necesite alcanzar en nuestro diario vivir dentro de nuestro medioambiente construido. ¿Tenemos estas opciones? De igual modo, el que esta acción de movilidad pretenda circunscribirse a un entorno urbano significaría que podemos movernos a lo largo y ancho de nuestras ciudades para satisfacer nuestras necesidades del diario vivir. ¿Tenemos ciudades completas para esto?
Mi respuesta a la primera pregunta que nos hacemos es en la negativa, Puerto Rico no tiene una variedad de opciones para poder movernos adecuadamente. Comenzando con nuestro entorno inmediato en la gran mayoría de nuestros vecindarios, la red peatonal con la que contamos es altamente deficiente. Encontramos aceras con pavimentos en mal estado, vegetación que obstruye la misma, elementos de infraestructura que obstruyen la vía peatonal (postes, tapas de registros, letreros de tránsito, etc.), falta de elementos que provean sombra, alumbrado insuficiente, automóviles invadiendo la acera, pobre relación del edificio con la acera y ancho de acera mínimo que apenas da para caminar acompañado.
En fin, todas estas características hacen de la opción de caminar en nuestro entorno construido un martirio y no un placer como debería ser. Si pensamos en utilizar una bicicleta para destinos a distancias medias, no cabe duda de que tendremos muchas dificultades. Los que nos hemos arriesgado a hacerlo, hemos puesto nuestra vida en juego, ya que a falta de un mínimo de ciclo-vías tenemos que compartir las vías existentes con los autos. En más de una ocasión hemos pasado sustos con muchos conductores de automóviles que no reconocen ni respetan al ciclista.
En cuanto a viajes a mayor distancia, nuestras opciones son mínimas. El transporte colectivo en Puerto Rico cubre unas áreas muy limitadas. El mejor sistema de transportación colectiva que tenemos es el Tren Urbano que conecta el municipio de Bayamón con el de San Juan. Es el único sistema de transporte confiable, pero solo es utilizado por aproximadamente un 1% de la población del país.
También, tenemos el sistema de la Autoridad Metropolitana de Autobuses (AMA) que solo le sirve a unos cuantos pueblos de la Zona Metropolitana de San Juan (ZMSJ) y el servicio es altamente deficiente y poco confiable. Cuentan con muy pocos vehículos para la cantidad de rutas que tiene. Estos sistemas solo operan en la ZMSJ y para el resto de la isla solo existen transportistas privados que utilizan pequeños autobuses o “trolleys” de algunos municipios que ofrecen un servicio bastante limitado también.
Con estas limitadas opciones de movilidad, quedamos a la merced del uso de un automóvil para movernos a destinos tanto cercanos como lejanos. Las consecuencias ambientales, económicas y sociales se dejan sentir, pero antes de hablar de estas consecuencias debemos contestarnos la segunda pregunta que nos hicimos ¿Tenemos ciudades completas?
La respuesta también es en la negativa. Puerto Rico no ha desarrollado ciudades completas para vivirlas a plenitud donde podamos encontrar a corta distancia una variada cantidad de servicios, comercios, centros de trabajo, centros de entretenimiento y otras actividades que buscamos a diario. Nuestros centros urbanos originales se quedaron pequeños y el crecimiento urbanizado de éstos se dio de forma desparramada, abarcando una amplia extensión de terrenos con edificaciones de muy baja densidad y zonas de usos mono funcionales, unas desligadas de las otras. El resultado de este modelo de desarrollo son unos centros urbanos pequeños, más muertos que vivos, rodeados de una gran extensión de urbanizaciones residenciales que para alcanzar algún servicio o necesidad se requiere montarse en un automóvil y hacer un viaje para buscarla.
Lo anteriormente dicho nos lleva a pensar que contrario a tener una “Movilidad Urbana”, lamentablemente lo que una gran mayoría de nuestros ciudadanos en Puerto Rico experimentan es la “Inmovilidad Sub-urbana”. Sin automóvil no podemos funcionar en este medioambiente construido que hemos creado. Aquí algunos dirán, cuál es el problema, si con un automóvil lo resolvemos todo.
Hablemos entonces de cuál es el problema con la dependencia del automóvil y sus consecuencias sociales, económicas, ambientales y de salud pública. Empezando por las sociales, qué pasa con los que no pueden tener automóvil; menores de 16 años, ancianos o ciudadanos que por condiciones de salud no deben manejar un auto, ciudadanos de escasos recursos que no pueden tener uno y mucho menos uno para cada miembro de su familia. Continuar desarrollando una llamada ciudad en estas condiciones es permitir y fomentar la injusticia social, una ciudad que le sirve a unos y a otros no.
Tenemos que mencionar también el daño a nuestra sociedad que se crea al tener individuos que se montan en un auto desde la marquesina de su casa y no interactúan socialmente hasta que llegan al establecimiento al que se dirigen. En cambio los pocos que gozan de vivir en un ambiente urbano de usos mixtos pueden caminar en su vecindario a buscar sus necesidades inmediatas, tienen la oportunidad de conocer mejor a sus vecinos, entablar amistad con estos, crear lazos de cooperación y apoyo en causas comunes.
Desde el punto de vista económico, muchas personas gastan gran parte de su salario en la mensualidad de un automóvil, en gasolina, mantenimiento o reparaciones de este. El país incurre en enormes gastos construyendo más carreteras y en el mantenimiento de éstas, sin resolver nunca el creciente problema de tráfico en las horas pico de ciudadanos que van de la periferia de la “ciudad” al centro de ésta durante las mañanas y a la inversa durante las tardes. Dado a esto, el puertorriqueño promedio invierte aproximadamente dos horas al día en transportarse desde su vivienda al trabajo y viceversa. Cuán productivo podemos ser como país cuando el ciudadano promedio invierte diez horas de su día para poder trabajar ocho, de arrancada ya pierde un 20% de su tiempo invertido para el trabajo.
Desde el punto de vista ambiental, es conocido que los autos queman combustible fósil, emiten bióxido de carbono y otros gases que afectan el medioambiente. Esto contribuye significativamente al llamado efecto invernadero en nuestro planeta, el consabido calentamiento global y el cambio climático. El desgaste de sus llantas y los aceites que caen en las carreteras van a parar a los cuerpos de agua causando sedimentación y contaminación de estos.
En cuanto a la salud pública, una atmósfera cargada de gases que emiten los automóviles no es saludable a la ciudadanía en especial a los más vulnerables como los asmáticos o los que sufren de algún otro problema pulmonar. La diferencia entre el ejercicio que se hace al caminar y el que se hace al utilizar un auto es significativo. Mientras manejes más un auto y camines menos, menor será tu condición de salud.
Tenemos una mejor salud cuando caminamos de la casa al colmadito del barrio, del área de trabajo a la cafetería que almorzamos, de la escuela a la farmacia, de la iglesia al parque o del banco a las tiendas. Hacer estos y otros viajes en automóvil, te desconecta de la vida social que puede existir en un barrio y pierdes la oportunidad de conocer a tus vecinos, compartir con ellos y juntos formar una comunidad.
Si todo lo anterior fuera poco, entonces piense en el cenit del petróleo y el impacto de éste en la transportación motorizada. En pocas palabras, lo que este asunto del cenit del petróleo implica es que una vez alcanzado la máxima producción de petróleo para satisfacer la demanda mundial, la producción de este recurso comenzará a decrecer mientras la demanda se mantiene o aumenta. Algunos expertos creen que ya llegamos a esto en el 2010, otros creen que la fecha es un poco antes o después, donde todos coinciden es en que un poco más tarde o temprano, el asunto es un hecho.
Esto traerá aumentos en el precio de todos los derivados del petróleo y escases del recurso hasta volverlo prácticamente imposible de pagar. El impacto de esto a la transportación motorizada no necesita mucha explicación, sin combustible los motores no corren y los sustitutos a los combustibles derivados del petróleo aun no rinden lo suficiente para pensar en una sustitución de éste.
¿Por qué llegamos a esto? En nuestro País el desarrollo de la transportación y el desarrollo urbano se han dado de forma independiente el uno del otro. No cabe la menor duda de que el problema se encuentra en la falta de una planificación integral. Debemos reconocer que existe una interrelación entre el transporte, la salud y el medioambiente construido. Movilidad y desarrollo urbano tienen que planificarse en conjunto.
No podemos seguir invirtiendo en nuevas carreteras para fomentar más viajes, más autos, más contaminación, más individualismos para llegar más lejos y para desparramarnos aún más. Durante las últimas décadas nuestras ciudades se han diseñado para el automóvil, la prioridad ha sido mover la mayor cantidad de automóviles en el menor tiempo posible. El resultado ha sido la ciudad mecánica y antisocial que hoy nos toca habitar. Es indispensable re-desarrollar nuestras redes peatonales para darle verdadera vida urbana a nuestras ciudades, necesitamos más gente en la calle para humanizar nuestro entorno inmediato.
Las aceras tienen que ser la prioridad a la hora de diseñar nuestras vías urbanas. Si diseñamos aceras anchas, arboladas y bien equipadas lograremos que los ciudadanos no solo transiten en ellas sino que se reúnan y hagan vida social en estas. Con esto estaríamos construyendo más que un sistema para movernos, construiríamos un sistema para vivir y crecer socialmente como comunidad.
No podemos continuar fomentando el desarrollo suburbano de urbanizaciones residenciales desparramadas alrededor de nuestros pequeños centros urbanos. Debemos planificar un modelo de urbanización más compacto, más denso y con una multiplicidad de usos urbanos para que podamos hacer mas viajes peatonales a nuestros destinos y de esta forma poder satisfacer una mayor cantidad de necesidades en nuestro diario vivir.
Sabiendo ya como tenemos que planificar y diseñar nuestras ciudades y nuestros sistemas de transportación, nos toca decidir a quién le debemos encargar esta responsabilidad. ¿Podemos dársela a los que la han tenido y nos han llevado a esta situación actual, entiéndase, al Departamento de Transportación y Obras Publicas y a la Junta de Planificación? Me parece que para lograr un resultado diferente tendremos que hablar de otra movilidad y esta debe darse en la gobernanza de nuestro País y nuestras ciudades.
* Las imágenes 6 y 7 fueron intervenciones a paradas de autobuses en Santurce por el grupo TASK.