Queda poco mas de un año para los caucus de Iowa, el evento inaugural de las primarias que elegirán al sucesor del demócrata Barack Obama, y dos años para las elecciones presidenciales —que en política estadounidense es una eternidad casi infinita. Muchos esperaban que Hillary Clinton anunciara su candidatura poco después de las elecciones de mitad de mandato del pasado 4 de noviembre, para desviar la atención de las pérdidas sufridas por los demócratas, pero no lo ha hecho todavía. Mientras tanto, Barack Obama —quien busca alejarse al máximo de la imagen de pato cojo al que no le queda nada por hacer— ha cambiado el relato con noticias llamativas, como su acuerdo con China sobre el clima, y el decreto sobre inmigración o la restauración de relaciones diplomáticas con Cuba. ¿Qué va a pasar, pues, con Hillary Clinton y la ya cercana elección presidencial de 2016?
Por ahora, la exjefa de la diplomacia norteamericana está disfrutando de las ventajas de ser una candidata extraoficial, lo cual no solo le permite ganar tiempo, sino que le da margen para eludir cuestiones políticas delicadas que pueden contradecir o no las decisiones de Obama. La petición de poderes bélicos hecha por Obama al Congreso para continuar la lucha contra el Estado Islámico o el oleoducto Keystone XL —la construcción de una tubería de 1.900 kilómetros entre Canadá y el golfo de México que el presidente ha bloqueado en el Congreso— son de las más peliagudas, puesto que dividen en dos a las bases demócratas, de modo que a Clinton le conviene no intervenir en la pelea.
Por otro lado, cualquier medida de Obama que beneficie la inmigración es muy positiva para Clinton. Las encuestas señalan también que la inmigración sigue siendo uno de los temas que más preocupan a los 54 millones de hispanos que viven en Estados Unidos, la minoría racial más grande del país, un 17% de la población, clave en las próximas elecciones y tradicionalmente favorable al Partido Demócrata. Clinton tendrá que encontrar un delicado equilibrio entre el deseo de distinguirse de Obama —lo que está claro es que ambos se necesitan mutuamente— y la necesidad de ser una candidata a la que sus partidarios quieran votar y donar dinero en 2016. No tener que pronunciarse sobre asuntos políticos concretos facilita el esfuerzo.
El ser la candidata extraoficial —la campaña de Hillary Clinton para el 2016 es el secreto peor guardado en Estados Unidos— le está viniendo bien. Aparte de ganar tiempo y margen de maniobra en las cuestiones políticas —Clinton es conocida por su indefinición en cuestiones esenciales para las bases demócratas— también le beneficia retrasar la avalancha de comentarios negativos que surgirán en los medios en cuanto haga el anuncio oficial. Además, si Clinton comienza su campaña muy por delante de sus posibles rivales, el votante podrá cansarse de ella (y su inevitabilidad), incluso antes de que empiecen las primarias. Lo que está claro es que la campaña de Hillary Clinton puede que sea una de las más largas de la historia, ya que la exsecretaria de Estado lleva meses en lo que se podría considerar la precampaña de la campaña.
Si finalmente es candidata a la Casa Blanca, Clinton no solo será una de las personas más cualificadas que han aspirado a la Casa Blanca, sino que será probablemente la candidata con la campaña mejor preparada de la historia. Existen ya varios súper PAC (Comités de Acción Política, organizaciones sin ánimo de lucro que recaudan y gastan dinero para promover a los candidatos) y en las últimas semanas se han filtrado los nombres que integrarán la jefatura de la campaña, una explosiva combinación de los estrategas más fieles a los Clinton y los asesores que ayudaron a Obama a vencer a Hillary en las primarias de 2008. Destaca el nombre de quien está ya al mando de la campaña: John Podesta, un “clintonino” hasta la médula, fundador del Center for American Progress, un 'think tank' progresista, muy próximo al Partido Demócrata que contara con la ayuda de Jennifer Palmieri como directora de comunicación, Joel Beneson como jefe de estrategia y Jim Margolis en relaciones con los medios: provenientes todos ellos de la administración Obama.
Hillary Clinton es (a su pesar) la "candidata inevitable" de los Demócratas frente a un elenco republicano más amplio que incluye personalidades emergentes, como el senador Rand Paul, hijo de la estrella de la derecha libertaria, Ron Paul, y representante de una nueva derecha, cercana al populismo del Tea Party. Pero la lista de republicanos que han insinuado su disposición a batallar por la nominación es larga: desde el doctor Ben Carson, un conservador afroamericano del Tea Party, a Scott Walker gobernador de Wisconsin, al senador por Texas, Ted Cruz, el niño bonito del Tea Party, a otro político —como Cruz, de origen cubano—, el senador por Florida Marco Rubio, pasando por el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, o el exgobernador de Florida, Jeb Bush, hermano e hijo de presidentes.
La elección presidencial es un proceso tortuoso que dura casi dos años y en el que cualquier pronóstico es arriesgado. En 2006 Clinton también era la favorita, la candidata inevitable, pero dos años después era un semidesconocido Barack Hussein Obama, el que accedía a la Casa Blanca.
Lista de imágenes:
1) Poster de la campaña I'm Ready For Hillary.
2) Portada de la revista New York de 2013.
3) Poster de la campaña We Want Hillary.
4) Poster de la campaña We Want Hillary.