Puerto Rico —considerado por muchos la perla del Caribe, tierra bendecida con hermosas playas y grandiosas escenas naturales— está llena "de ojos", pero a muchos nos hace falta ver. Estas líneas las desarrollaré inspirado en las palabras de Antonio S. Pedreira[1]: “En el fondo de nuestras maneras actuales, gran parte de la muchedumbre puertorriqueña aún tiene hipotecada su íntima libertad personal”.
Aunque, el vocablo "insularismo" no se encuentra registrado en el diccionario de la Real Academia Española, podemos definirlo como "la actitud de estar aislado o apartado". Pedreira (a pesar de algunos desaciertos), como muchos otros pilares de la literatura puertorriqueña, se ocupó de encarnarnos a una verdad, la cual muchos hemos ignorado: somos parte de una región, un hemisferio, un mundo. Un mundo que es cada vez más adelantado y competitivo, donde para ser triunfador hay que conocer de todo y a todos. En este sentido, vemos cómo Puerto Rico se ha sumido a pasos agigantados en la debacle tanto económica como social.
Para ejemplificar el argumento anterior, observemos el escenario del país hace unas décadas atrás. Puerto Rico era el baluarte en destinos vacacionales en la zona caribeña. Atraía turistas de gran parte del mundo gracias a sus atractivos naturales y su hospedería. Esto ha cambiado por completo. Desde hace algunos años, el turismo en la República Dominicana ha ido desplazando el nuestro, por su infraestructura, su recurso humano y sus eficaces propuestas. Las estadísticas de la Compañía de Turismo de Puerto Rico reflejan que, en el año en curso, hay 17,000 habitaciones hoteleras, mientras que en la República Dominicana asciende a 65,000. Estas cifras son el reflejo de la situación en que nos encontramos. Puerto Rico se ha mantenido la “zona segura” y con los mismos planes, lo que resulta en un estancamiento económico. Mientras tanto, otras naciones han apostado al giro de la globalización, tomando decisiones que les permiten competir frente a otros.
Otro aspecto que refleja nuestro insularismo es nuestra sociedad. Como muy bien plantea José Vasconcelos[2], el nacimiento de una raza especial, la de cada uno, se debe a la fusión de otras tantas, siempre tomando lo mejor de cada una de ellas. En Puerto Rico no estamos tomando esto en consideración; solo nos reflejamos en los Estados Unidos; e ignoramos que existen otros lugares de los cuales podemos inspirarnos para crear una nueva filosofía y seguir nuevos modelos. Por ejemplo, analicemos el sistema educativo de nuestro país. Somos testigos de cómo, año tras año, los alumnos reprueban las Pruebas Puertorriqueñas de Aprovechamiento Académico administradas por el Departamento de Educación. Durante diez años, nuestros estudiantes han obtenido puntuaciones por debajo de las satisfactorias. Concretamente, en la administración del 2014, solo el 46% demostró dominio de la materia de Español. Estos datos nos deben alertar sobre la forma en que se está enseñando en Puerto Rico, y motivarnos a observar otros modelos educativos que sí son fructíferos, no para copiarlos sino para adaptar elementos que sean eficaces y convenientes a nuestro sistema.
Si bien mencioné a Antonio S. Pedreira al comienzo de esta reflexión, es meritorio también nombrar a Manuel Zeno Gandía. Este autor también es considerado uno de los maestros de la literatura nacional. El crítico literario Juan Gelpí[3] destaca a Pedreira y Zeno Gandía como autores que utilizan la metáfora de la enfermedad en sus obras. La misma consiste en mostrar una herida, fisura o enfermedad, la cual los autores, valiéndose de sus recursos discursivos, curarían y cerrarían. En la obra más conocida de Zeno Gandía, La charca, se propone lo dañino y perjudicial del colonialismo y se invita a salir del estancamiento y atolladero que refleja metafóricamente el título (una charca compuesta de corrupción, analfabetismo, individualismo y, por supuesto, insularismo).
En este momento en que Puerto Rico atraviesa una de las mayores crisis económica y social de su historia, debemos ponernos firmes y mirar no solo al norte, sino a todos los puntos de este fantástico mundo, del cual podemos aprender y al que podemos aportar. De igual modo, mientras nos damos la oportunidad de crecer globalmente, tenemos que levantarnos como nación, sin ayuda de nadie. Tenemos que crear conciencia de los avances de la civilización y aunar esfuerzos para destacar nuestros talentos y sobrepasar todo obstáculo o vicisitud. Así construiremos la nación en la que todos queremos vivir.
Notas:
[1] Pedreira, Antonio S. Insularismo, 1934.
[2] Vasconcelos, José. La raza cósmica. Madrid: Agencia Mundial de Librería, 1925.
[3] Gelpí, Juan. Literatura y paternalismo en Puerto Rico. Río Piedras: Editorial UPR, 1993.
Lista de imágenes:
1-3. Rodney Smith.