Confrontando los 'idola fori'

Cuando Francis Bacon (1620/1855) delató los que llamó “ídolos”, “ídolos del pueblo”, “idola fori” (errores comúnmente inculcados de unos a otros, repetidos como verdades, una y otra vez), no había entonces esa expansión cancerosa de la prensa y los medios de comunicación como la hay ahora. La publicidad, el enfrentamiento entre Oriente y Occidente, domina en el siglo XXI la información que llega a nosotros todos los días y que se instala en pleno medio de nuestras salas. Los clichés son abrumadores. Por estos años es difícil diferir del “saber común” en nuestras conversaciones porque lo más probable es que sea considerado una impertinencia. 

Carlos Arturo Torres, el ensayista colombiano autor de Idola fori (1909) continuó en la tradición de Feijóo examinando una lista de falsedades que la gente de su tiempo tomaba por verdades evidentes y que raramente se ponían en duda. La expresión en latín la recoge de los capítulos de Francis Bacon (1620/1855), que proponen varios ídolos fundamentados en supuestas verdades que el público acepta sin que sean sometidas a ningún examen riguroso y espera que todos los demás asientan a ellas. No es lo mismo que la palabra “prejuicio”, cuya injusticia ocurre solo cuando un individuo es prejuzgado no de acuerdo a sus propios méritos, sino a nociones generales que se tienen sobre el grupo al que se estima que pertenece el sujeto. Esto es peor porque implica una grave manipulación de nuestras mentes.

Los idola fori suelen ser juicios impuestos por lo llamado vox populi y que eventualmente serán modificados según las conveniencias del momento. En los años que corren, son abundantes y nos son inculcados por los medios de comunicación controlados por intereses mayormente económicos, sino que son el resultado de algo perverso, lo que Noam Chomsky ha llamado “consenso manufacturado” (Manufacturing Consent) impuesto fundamentalmente por la prensa y la política. 

Un ejemplo omnipresente de la presión que los idola fori ejercen sobre las personas es el de decir que todos los males de un sistema provienen de que sus políticos son inescrupulosos, incapaces y hasta ladrones (algunos probablemente lo son), sin considerar que generalmente solo son meros profesionales que abogan por los intereses económicos de quienes los han puesto en el poder; es decir, empleados o sirvientes de corbata, que hablan articuladamente (y a veces con inteligencia), demostrando lo que les conviene en el momento y, desde luego, bien remunerados. Esta idea popular que se tiene de los políticos se suele extender a los abogados en general, lo que suele ser injusto si pensamos que la verdad no es lo que concierne a un abogado, sino la mejor y más completa defensa de su cliente o el más somero examen de los factores de culpabilidad. Esa es su obligación y, si se les llega a escapar algún detalle que pudiese ayudar al cliente o al estado, corren el riesgo de perder no solo el caso, sino la licencia.

Los idola fori proliferan y se repiten hasta el cansancio. Cuando el general de la Guerra civil estadounidense William Sherman grita “La guerra es infierno” (War is hell), nos imaginamos un soldado cruel y sanguinario que predica la guerra a muerte, tal como la desarrolló durante su destructora campaña por el Sur, el país del norte. La verdad es que es lo contrario: esta frase la pronunció doce años después del fin de la Guerra civil, en un discurso en la Michigan Military Academy en junio de 1976, advirtiéndoles imperiosamente a los egresados que no se entusiasmen con el aspecto bélico de su profesión militar, ni se hagan ilusiones con el placer que puedan obtener de cualquier acción guerrera. “He visto ciudades y casas convertidas en cenizas. He visto miles de hombres yaciendo sobre la tierra, sus rostros cadavéricos mirando hacia los cielos. Se los digo yo: la guerra es el infierno”.

Muchos habrán oído el breve discurso de Churchill supuestamente presentado a unos estudiantes después de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, cuando avanzó unos pasos y declaró “Nunca, nunca, nunca se rindan” (Never give up), y tras repetirlo por segunda vez volvió a sentarse. Es una linda historia, pero el hecho es que lo dijo mucho antes, en 1941 en la Harrow School y como parte de un largo discurso:

I am addressing myself to the School, surely from this period of ten months this is the lesson: never give in, never give in, never, never, never-in nothing, great or small, large or petty, never give in except to convictions of honour and good sense. Never yield to force; never yield to the apparently overwhelming might of the enemy…

Más vergonzoso es el ocultamiento de lo que Nietszche (1882) verdaderamente escribió: la afirmación “Dios ha muerto. Ustedes y yo lo hemos matado”, que se la hace decir a un loco predicando por las calles. La policía lo saca de una iglesia de donde sale vociferando “¡Qué son las iglesias, sino las tumbas y los sepulcros de Dios!” (p. 125). Esto último es parte esencial del discurso del loco, pero no es lo que se divulga  habitualmente y suscita un largo debate teológico sin sentido.

La expresión “árbol de la ciencia del bien y del mal”, central en la historia del paraíso perdido y del cual cogiera un fruto la calumniada Eva, resulta que era una frase común en la cultura cananea que equivale a “árbol de la sabiduría” y denota TODA la sabiduría de alfa a omega, de la A a la Z y, entre otras dualidades, del bien al mal. Son los sacerdotes de Jerusalén los que en tiempos de David y Salomón le dieron un sentido moralista. Desde entonces, Eva es la que arrastra a Adán al mal, en vez de reconocer que a lo que lo empujó fue más bien a la sabiduría, a la ciencia en general, un aspecto de la feminidad consecuente con la noción de “Sofía” que se desarrolla en el Eclesiastés.

En nuestro tiempo hay palabras que se pueden pronunciar y otras que están malditas, y mucho de ello tiene que ver con la prensa que, casi sin ninguna excepción, adopta el punto de vista del mercado capitalista frente a la “faz demoníaca” (axis of evil) de otros sistemas como Rusia o China. Hay masacres que se publicitan y otras que son “inconvenientes” o no constituyen noticia. Mientras los jóvenes ocupaban Wall Street, la Secretaria de Estado Hillary Clinton, parecía apoyar las protestas en el mundo árabe, haciendo caso omiso de lo que ocurría en su propio país. Es difícil imaginar que esta paradoja fuese a pasar inadvertida, pero así de ese tamaño es la pasividad del televidente.  Esta ceguera me recuerda el ridículo espectáculo que ofrecían tres profesoras norteamericanas (medio entradas en carnes) que daban lecciones de cultura física a unas esculturales bailarinas del ballet Kirov (típica mezcla de arrogancia y ceguera).

Pienso (entre otros) en el paradigma semántico cuidado-aprensión-miedo-susto-espanto-temor-terror-horror, que muchos utilizan como sinónimos y que no lo son realmente. Cuesta arrebatarle las palabras a la tribu, como quería Mallarmé, pero en este caso hay que destruir el ídolo de la sinonimia que tanto afecta la riqueza de nuestras lenguas y el uso fácil y perezoso de la frase “es lo mismo”. Veamos: es cierto que uno tiene cuidado al manejar un automóvil y cierta aprensión a manejarlo a ciertas horas, pero distinto es tener miedo de salir; de vez en cuando uno se lleva un buen susto que puede trocarse en espanto, ante la inminencia de un choque; manejar sin frenos es temible, pero cuando uno ve que va a ser embestido por un camión siente terror, que se transforma en horror a la vista de los cuerpos sangrantes sobre el pavimento. El uso popular es un factor decisivo en la evolución de los idiomas, pero esto no debe constituir un ídolo como lo fue durante la era del populismo siniestro del volk de los primeros nazis.

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Y vayamos a las definiciones de poesía: Hegel y Bradley usan la noción de “universal concreto” para palabras como esta que tiene una amplia gama de denotaciones, connotaciones y significados virtuales. Así, “poesía” puede referirse tanto a Julia de Burgos como a Guanina, a Pablo Neruda, a Walt Whitman, a Mario Benedetti o a René Pérez. El hecho de que usemos un mismo universal no significa que las manifestaciones individuales sean “lo mismo”.

Este develar de ídolos del foro puede llevar a múltiples y nada populares (todavía) descubrimientos teológicos, como ser: si Dios creó al hombre y la mujer a su semejanza (según la segunda versión de la creación en la Biblia), entonces esto quiere decir que Dios contiene los aspectos masculinos y femeninos. Elizabeth Cody Stanton en The Women Bible (1895)le asigna un carácter definitorio a esta lectura del Génesis, y si, como reza el rosario, María es la madre de Dios, entonces María lo preexiste y, en consecuencia, preexiste a su creación. Los ídolos de carácter religioso, como todo el mundo sabe, son innumerables y algunos especialmente necios.

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Cuando una periodista le preguntó a Jacques Lacan si sus pacientes al someterse al análisis psiquiátrico perdían su libertad, él sonrió (es la única ocasión en que he tenido el privilegio de admirar su sonrisa por youtube) y agregó después de una pausa: “Libertad… es una palabra… que yo no uso… ¡jamás!”. Decir que el hombre puede ser libre, es el más extremo idola fori, pues en último término, desde la fase del espejo materno hasta nuestra vejez, no estamos libres ni del diablo ni de Dios. Me recuerda cuando los políticos dicen que lo que ellos piensan es lo que piensa “el pueblo americano” (the American people), frase que a veces (sobre todo en su sonoridad pípol) me parece aludir a un monstruo de esos que se esconden debajo de la cama para asustar a los niños. No puedo evitar sonreír cada vez que lo escucho.

Como dato curioso, es bueno leer que en realidad lo que se condena en el Levítico es solo el homosexualismo masculino entre los sacerdotes hebreos y solo cuando desempeñan el papel de la hembra, esto es, ser el objeto de la “posesión”. El lesbianismo, entre paréntesis, no se menciona ni se condena jamás en la Biblia, y la malicia de algunos lo ve sugerido en el elogio poético que Ruth hace de su suegra Noemí (Ruth 1:16-17). El idola fori de la homosexualidad hace uso de una categoría que hace algunos siglos no existía como tal.

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En castellano, los cristianos están obligados a usar “resucitar” como el verbo que corresponde a “resurrección”, puesto que no existe una palabra como “resurrecta”, lo que crea la confusión entre los niños (y muchos grandes) de que la resurrección de Cristo es resucitación. En otras palabras, se proyecta en las mentes infantiles la de un Mesías que después de morir en la cruz, se levanta tan campante a los tres días (¿o son 36 horas?), curado de todas sus heridas. Sin embargo, tenemos un verbo para “resurrección” que sería “resurgir”, paralelo a “insurrección” que sería “insurgir” (que significa según el DRAE “insurreccionarse”), implícito en la forma más común de su participio presente “insurgente”. Esto tiene varias implicaciones teológicas que pudieran parecer heréticas para el idola ecclesiae, en las cuales no quiero entrar.

Me divierte observar que en otra oración idolátrica como el Padre Nuestro (por lo menos en castellano) no se pide evitar las tentaciones, sino solo no caer en ellas. Para mí, esto es de gran sabiduría. En cambio en inglés el Padre Nuestro es “moralmente” recatado porque pide “no ser conducido a tentaciones” (do not lead me into temptation). La tentación no es tan pecaminosa en castellano; lo que sí está mal es ceder a ellas.

Otra palabra convertida en idola fori es “espíritu”. El espíritu para los Pentecostales es el mismo de los aborígenes de América y de los africano-americanos: una fuerza casi física. Por eso parece ser que se ha introducido tan fuertemente en todos los rincones de América, norte y sur, pero no, por ejemplo, en Francia o Alemania (todavía). Es claro que el espíritu de Goethe o Hegel no es el mismo espíritu, tampoco cuando hablamos de “espíritu alemán”, “espíritu puertorriqueño” o “el espíritu de la ley”.

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¡Y son tantos, pero tantos…! Lo más irritante y nocivo de los idola fori es cuando se convierten en municiones de los pontificadores de siempre (sobre todo cuando los respalda algún grado de autoridad), y los sufridos oyentes tenemos la necesidad de no contradecirlos para no parecer irrespetuosos o difíciles. De ahí solo parece que queda agachar la cabeza y seguir la corriente. El big brother está sentado junto a nosotros y nos juzga. Esto no es lo más grave; lo peor es que, siguiendo a Lacan, nuestra conciencia se nos transforma en espejo de la estulticia.

Lista de referencias:

1) Torres, C. A. (1909). Idola Fori. Bogotá: Biblioteca Aldeana de Colombia.
2) Bacon, F. (1855). The Novum organon, or a true guide to the interpretation of nature (G. W. Kitchin, Trans.).Oxford University Press. (Originalmente publicado en 1620).
3) Nietzsche, F. (1882). The Gay Science. Chemnitz: E. Schmeitzner.
4) Cody Stanton, E. (1895). The Women Bible. New York: European Publishing Company.
5) Ruth. Levítico. Biblia Evangélica, 1:16-17.

Lista de imágenes:

1) Tokyo en la noche.
2) Foto de otro ángulo del cartel de la película Manufacturing Consent: Noam Chomsky and the Media (1992) dirigida por Mark Achbar y Peter Wintpnick.
3) Los orígenes de la Guerra civil nortemaericana.
4) Peter Paul Rubens, Adam and Eve, oil and Panel, 1597.
5) Nazi Propaganda, Winterhilfswerk.
6) cita tomada de The woman bible.
7) Ilustración interpretativa de Ruth 1:16-17.
8) Cartas de juego de la República Fancesa, 1793-94.