el-nombre-de-la-cosa

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“Me siento como una revolucionista.” La muchacha no debe tener más de 15, 16 años. Llama por teléfono, “Mami, pon Univisión. Voy a salir.” A los quince minutos tiene calor, tiene hambre, se quiere bañar. Lo sé porque se lo dice a su amiga que grita Pena de Muerte Sí, Justicia No. Se confundió. Se da cuenta. Corrige. Pena de Muerte No, Justicia Sí. No es la mejor consigna del mundo, cierto. Pero lo importante es participar. Se confundió de nuevo. No importa. Lea pasa a las mejores revolucionarias.

“¿Si yo digo Justicia Sí, eso es a favor de nosotros verdá?” me pregunta y yo le contesto como un verdadero pendejo. “En teoría,” digo. Y me siento mal, así que coreo con ellas un rato hasta que se cansan, se despiden y se van. Al rato me voy yo, sin despedirme de nadie. 

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Mi teoría es que Justicia, Nosotros y Verdad son tres términos que difícilmente coinciden en la misma oración sin hacer a alguien reír o llorar. Quiero llorar. En el día de hoy un jurado federal considera mandar a matar a un hombre desconocido por mí. En el día de ayer el Tribunal Supremo nuevamente se rehusó a reconocer una familia compuesta por dos madres y su hija. De seguro demasiado revolucionista para el gusto de los jueces. Las mejores familias lo son.

¿Si yo digo Justicia Sí, se entenderá que estoy en contra de la mayoría de los jueces del Tribunal Supremo en la teoría y en la práctica? Días como hoy, yo practico permanecer parado largo rato sosteniendo una pancarta. Días como ayer, practico no llorar. En teoría, yo formo parte de un nosotros abolicionista. Pero, en verdad se trata de un conjunto de gente diversa con ideas disímiles acerca de la vida en comunidad. Muchas veces se siente como un disparate. No importa. Lo importante es que resistimos. Mierda es, lo próximo es dinamitar la corte federal. Secuestrar a los jueces del supremo. Si ya nunca será la revolución, pues ¡que viva el revolú!

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Esta es la parte del ensayo donde supongo dejar claro que mis palabras no son de riña, sino de risa o de llanto, dependiendo del nivel de desencanto del lector. No es una incitación a la violencia, es una insinuación de que la violencia sería bienvenida para el bien de las familias puertorriqueñas. De seguro debe haber algo en los cánones de ética que prohíba a los abogados abogar a favor de la violencia social. Yo saqué B en mi clase de ética. Pasé la reválida. No he pisado una corte en dos años de carrera. Pero he pisado la acera y la brea afuera y debería haber cánones de ética para los jueces del supremo que se lo exigieran.

Hoy un jurado optó por no mandar a matar a un hombre llamado LaShaun Casey. Ayer, el supremo determinó que su visión de la familia puertorriqueña es mandato de dios y por ende ley entre los hombres. En teoría, una cosa no tiene que ver con la otra. En la práctica, uno tiene que decidir entre la riña, la risa o el llanto. Debemos hacer la revolución. Mierda es, debemos formar un revolú. Hacen falta más revolucionistas. Qué se yo, alguien que secuestre a un juez y lo saque a la calle para que practique permanecer parado en espera de una decisión. Que le de hambre y calor. Que escuche a la gente hablar sobre la justicia. Que se sienta mal y le den ganas de largarse sin despedirse. Que no lo dejemos ir. 

 

* Todas las imágenes forman parte de la serie Last Trading Supper Cards (2013), de Annie F. Adams, quien describe su proyecto del siguiente modo: "Final meal requests from inmates executed by the Texas Department of Criminal Justice from January 12, 2000 (no. 200) through July 11, 2001 (no. 249.) Other inmates prepared the meals based on what was available in the prison kitchen. Information provided by the Texas Department of Criminal Justice".