El nacimiento de Ramiro

Muñecos de cerámica

Noviembre 1: Mi tío es padre por cuarta vez. Una niña. 54 años y no se atreve a agarrarla. “¿Y si la rompo o la suelto o peor, nunca la suelto?” parecería decir, aunque no lo dice.  Me limito a sonreír porque uno no sabe. Me refiero a tener niños. 32 años y cero. Por lo que no me atrevería a agarrarla tampoco. Eso es una niña para mí. Sonrisa. Incomodidad. No saber. 

niño llorando y roto

Eso sí, si algo le pasara a un hijo mío, a) yo me muero b) yo mato. No importa el orden. Si algo le pasara a mi primita, también. Y más. No hay que ser padre para saber que uno sentiría eso. Aún cuando no tenga ni la más mínima idea de cómo se sentiría agarrarlos. A los niños, quiero decir. Porque a los responsables de cualquier daño de seguro que se sentiría rico: a) amarrarlos b) golpearlos c) guindarlos d) calcinarlos e) todas las anteriores. Eso es la paternidad para mí. Una lista de cosas por hacer, cada una más terrible que la anterior. Y por amor. El más jodío de los amores, sin duda.

Creo que el sentimiento es compartido, ¿no? De ahí que la noticia de una mujer que mata a otra para quitarle su bebé encolerice. O la de un niño de cuatro años que muere a causa de desnutrición en la casa. O la del cadáver de una niña de siete hallado en un zafacón en Georgia, “severamente golpeado y atacado sexualmente.” Porque aunque uno aun no se atreva a agarrar, uno jura poder protegerlos—o al menos puede juzgar a quien no lo hizo— y debatir acerca de cómo “hacerlo pagar” por su falta de cuidado o sus abusos, según sea el caso. Eso es justicia para mí. Y mientras más terrible el castigo, mejor.

En Texas, por ejemplo, miembros de la comunidad de Rockport respondieron al video de un juez cayéndole encima a su hija a correazos, enviándole miles de pizzas a la casa y amenazándolo de muerte por teléfono. Esto porque los tribunales no podían hacer nada. Similarmente, en Puerto Rico, el programa número uno de la televisión responsabiliza, persigue y en esencia le hace la vida imposible a la mamá de un niño muerto en Dorado en el 2010. Esto porque los tribunales no han hecho gran cosa.

cara de muñeca rota

En el caso del juez, éste sólo pidió disculpas por perder la paciencia. En el caso de la mujer, anda con seguridad privada. En el caso de las comunidades aquí y allá, de seguro se sentiría rico agarrarlos. A los responsables, quiero decir. Porque a los niños ya los rompieron o los soltaron, o peor. A fin de cuentas, las mil y una pizza no es castigo suficiente. A menos que la pena sea muerte por gula. Quizás. Pero, peor es morir de hambre, ¿no?

Eso es ese niño para mí. Incomodidad con la justicia. No saber.

Sonrisa.