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Cincuenta y cinco personas en su lista de amigos. Gente normal, a juzgar por sus fotos de perfil. Claro, normal hasta que recuerdo que son amigos de una persona capaz de cometer semejante crimen. But then again, qué rayos hago yo pasando juicio sobre ellos cuando heme aquí espiando la página de Annette Morales Rodríguez, considerando enviarle un friend request para hacer contacto. Preguntarle qué programa vio en el Discovery Channel, si practicó antes y con qué (o quiénes).

Todas preguntas hiper-impropias, pero importantes si he de adentrarme en las nefastas maquinaciones de una mente criminal. De mentes criminales, conozco yo par de criminales dementes (get it?). Desde luego, la demencia cancela lo criminal (¿y viceversa?). Aunque quizás lo verdaderamente fundamental desde un punto de vista semi-científico no sea la naturaleza exacta de la maldad o locura de la mujer, sino la sociedad que la produce. A lo que cualquiera (y me incluyo) podría responder: “La sociedad

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también me produjo a mí y yo no ando por ahí matando mujeres embarazadas”. Por otro lado, tengo 361 amigos en Facebook y francamente no doy fe por ninguno. De hecho, de alguno terminar siendo asesino en serie y me preguntaran los medios al respecto diría: “Pues fíjese, yo siempre le daba “like” a los videos que colgaba en su página, aunque nunca chateamos, debo decir, pero el tipo no me parecía mal del todo”. Lo cual presenta la siguiente interrogante: ¿qué realmente sabemos de las personas que no conocemos fuera de que hace media hora informaron estar en el cine, en Hato Rey, en Fine Arts, sentados con su pareja, pero de que bien al frente? El caso es que ya he entrado tantas veces al perfil de Annette, que ahora la máquina piensa que nos conocemos. Y tiene razón.

Yo quizás no comprenderé la naturaleza exacta de su maldad o su locura, de alguna de ellas ser real. Pero sí soy producto de la sociedad que las produjo, y reconozco que el mayor valor que se le reconoce a una mujer (cuidao' si el único) es ser madre. Y que el mayor peligro que se corre una mujer es dejar de serlo. Mujer, quiero decir. Porque lo cierto es que el 6 de octubre una mujer perdió la vida a manos de otra, quien a su vez dio por terminada su vida de mujer para convertirse en “basura”, en “cerda asquerosa y prieta”.*

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Y tiene sentido esta reacción (el coraje), en tanto el crimen fue demasiado horrendo. Sin embargo, hay algo sumamente preocupante aquí. A juzgar por muchas de las reacciones recopiladas en las ediciones en línea de algunos de los principales rotativos del País, las mujeres no tienen derecho a tanto horror. A causarlo, quiero decir. Lo cierto es que un hombre mata y es un asesino. En cambio, una mujer mata y simplemente deja de ser. Y bueno, una mujer mata cómo y por qué mató Annette Morales Rodríguez, y para los efectos sólo existe en Facebook, posando  junto a un árbol de navidad. Pero, ¿posando cómo qué? Ni idea. Sin embargo, ni como “basura” ni como “cerda asquerosa y prieta”.

Posando quizás como una perfecta desconocida cuya foto puedo acceder, la cual desafortunadamente no me intima nada acerca de una mujer que recogió a otra en Wisconsin para llevar a cabo un plan macabro y acabó con la vida de la muchacha y la de su bebé.

Demente. Mentira. Criminal. Aún no me he decidido. Es demasiado el horror, supongo. Mas sin embargo, heme aquí de nuevo frente a la página de Annette, “mirándola”. Por otro lado, ahora que lo pienso, en ningún momento se me ha ocurrido escribir el nombre de la víctima en el search (ni aquí, por lo visto). Las víctimas siempre merecen respeto, precisamente porque alguien no lo tuvo. Es entendible. Pero entonces: ¿querrá eso decir que no respeto a Annette? Cuestionamiento ante el cual, cualquiera (incluyéndome), rápido saldría a mi defensa: La pregunta es si ella lo merece y por qué.

Por criminal. Mentira. Por demente.

También.

*Extraídos de comentarios de lectores y lectoras publicados en Primerahora.com el 11 de octubre de 2011.

 

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